El viernes era el tercer Data Privacy Day internacional, con Google, Microsoft o Walmart como participantes. Facebook, obviamente, después de la polémica generada en cuestión de políticas de privacidad de su plataforma, no estaba. No es de extrañar si leémos el objetivo del evento: «Se trata de una celebración internacional de la dignidad de los […]
El viernes era el tercer Data Privacy Day internacional, con Google, Microsoft o Walmart como participantes. Facebook, obviamente, después de la polémica generada en cuestión de políticas de privacidad de su plataforma, no estaba.
No es de extrañar si leémos el objetivo del evento: «Se trata de una celebración internacional de la dignidad de los individuos expresada a través de la información personal»
Agregación de datos y recomendaciones personales son clave en la evolución hacia una web más personalizada que siempre describimos, asi como para los distintos acercamientos publicitarios de compañías como las que mencionábamos. El tema es clave, de hecho, porque afecta a la definición de los distintos contextos o variables en torno a las cuales la web puede personalizarse. Tenéis en el slide, extraído de una presentación reciente (Entornos de información, Content Curators en organizaciones) una hipótesis sobre los más importantes hoy.
Así, me uno a lo que comenta Kirkpatrick: lo que podría haber facilitado Facebook, con su ya tradicional falta de respeto a sus usuarios en torno a este tema y el toque final de los cambios en Diciembre de 2009, es el miedo a compartir datos, perder la privacidad, generando una falta de confianza de los usuarios en los social media que ralentiza la evolución general de la web.
«Si pensáramos FB de nuevo, todo sería público», decía Zuckerberg recientemente.
Y publicábamos que estaba bien, que es fantástico lo de la Sociedad de la transparencia, pero no que sea Zuckerberg quien, en interés propio, pretenda ahora (y no antes) que la sociedad ha evolucionado, cuando podríamos decir que desde sus inicios y sobretodo con sus últimas actuaciones, lo que ha forzado es el miedo a compartir.
Es antiguo ya el manifiesto de Derechos de los usuarios de la web social, que defiende la portabilidad, la libertad de llevar nuestros datos de una a otra red social, que FB no respetaba con la excusa de la privacidad.
Hace solo dos años que el mismo Zuckerberg situaba la privacidad, el control de los propios datos como elemento esencial en la plataforma. Así lo creyeron 350 millones de usuarios hoy decepcionados, desde que en Diciembre y de forma retroactiva vieron cómo sus aficiones, algunas fotos y su grafo social (el conjunto de relaciones, de conexiones, de listas de amigos a las que se pertenece), pasaban a formar parte de la ancha web, pudiendo ser indexados por Google por defecto.
El tema ha generado muchas quejas, e incluso el gobierno canadiense investigando la cuestión. Porque lo que de verdad debería preocuparnos no es tanto la apertura de datos (veíamos hace poco los esfuerzos de Berners Lee y distintos gobiernos por la reutilización de los datos públicos), sino las condiciones y sobretodo la finalidad de la misma.
Y es que en el caso de Facebook, la apertura en Diciembre no pretende precisamente facilitar el Análisis de datos agregados para generar interesantes estudios o una web más personalizada, sino poder vender los grafos sociales para estudios de mercado o estrategias publicitarias de lo más diverso.
Dicho en otras palabras, es posible que muchos de nosotros estuviésemos dispuestos a compartir datos en beneficio de diversas investigaciones sociológicas o incluso de mercado, para poder recibir una publicidad más ajustada a nuestros intereses, pero siguiendo las normas más evidentes y básicas de reciprocidad, creo que a cambio deberíamos poder recuperar su control, su interoperabilidad con estándares y otras plataformas, la capacidad de decidir qué empresa los gestiona, a qué poder benefician.