Varias agencias de prensa se han hecho eco del resultado de una investigación realizada por el instituto Pew Internet & American Life Project, de Estados Unidos. La institución consultó a 742 expertos acerca de cómo ven la famosa red de redes en el 2020. Aunque la mayoría apuesta por las virtudes, en la fecha de […]
Varias agencias de prensa se han hecho eco del resultado de una investigación realizada por el instituto Pew Internet & American Life Project, de Estados Unidos. La institución consultó a 742 expertos acerca de cómo ven la famosa red de redes en el 2020.
Aunque la mayoría apuesta por las virtudes, en la fecha de referencia «vaticinan zonas oscuras, adicciones virtuales y problemas de privacidad».
El 58 por ciento de los encuestados cree que en los siguientes catorce años, «aparecerán grupos hostiles a las nuevas tecnologías que recurrirán incluso a actos terroristas para perturbar el funcionamiento de Internet. Eso sí, hay un considerable 35 por ciento que no opina lo mismo».
Muy interesante es que «un 56 por ciento de los consultados considera que para 2020 todos los rincones del planeta estarán conectados, frente a un 43 por ciento que se muestra más escéptico».
Un poco más de la mayoría sostiene que «habrá mayores oportunidades gracias al desarrollo de INTERNET, ya que la rápida circulación de la información hará que se diluyan las fronteras nacionales en beneficio de las ciudades y las diversas comunidades de intereses».
Ojalá que estos sean los problemas centrales del futuro inmediato de este mundo. Pero ¿cómo accederán a INTERNET en menos de tres lustros los 876 millones de personas analfabetas que existen hoy en el planeta según la UNESCO? Esa institución, veinte años atrás, calculó en 814 millones las personas adultas iletradas; las cifras en vez de bajar ascienden.
La misma fuente sostiene que a fines del pasado año el 70 por ciento del analfabetismo estaba representado por África Subsahariana, Asia Meridional y Occidental, los estados árabes y África del Norte.
En América Latina y el Caribe hay 39 millones de personas analfabetas, un 11 por ciento del total de la población adulta en esta parte de La Tierra.
El analfabetismo no es más que una secuela del subdesarrollo en un mundo patas arribas donde los ricos cada vez tienen más y los pobres menos. La extensión catastrófica de la pobreza, según informes de Naciones Unidas, se evidencia en que el 20 por ciento de los países más ricos se apropian del 80 por ciento del producto interior bruto mundial, mientras que el 20 por ciento más pobre no detenta más que el 1 por ciento.
En ese producto interno se incluye desde la generación de electricidad generalmente por medio de petróleo, la existencia de redes telefónicas y por supuesto, de computadoras. ¿De que mundo se está hablando entonces en el 2020? ¡Faltan sólo 14 años! ¿Y en ese lapso habrá electricidad, computadoras, teléfonos o comunicación por cables, para todos en todas partes del mundo?
Si en 1986, nació la Declaración sobre el derecho al desarrollo Adoptada por la Asamblea General de la ONU, y hoy los problemas del mundo son peores ¿cómo se puede afirmar que en el 2020 todo el planeta navegará en las pistas de la red de redes?
La investigación del Pew Internet & American Life Project arroja que «una ínfima mayoría (56 por ciento) opina que la realidad virtual permitirá mejoras en la productividad, pero al mismo tiempo creará dependencia de los mundos virtuales. En cuanto a los idiomas, el 57 por ciento no cree que el inglés pueda dominar la Red hasta el punto de hacer desaparecer otros idiomas, frente al 42 por ciento que piensa lo contrario».
Qué bueno sería que todos los adolescentes subsaharianos, guatemaltecos y hondureños, por poner sólo algunos ejemplos, en el 2020 padezcan «dependencia de los mundos virtuales», aunque por supuesto, en ESPAÑOL, no en inglés. Sucedería porque no habrían muerto en su primer año de vida: en los países del Sur por cada mil lactantes 61 no llegan a sus doce meses de edad. Y además muchachos y muchachas tendrían que saber leer, con acceso a la electricidad y a una computadora, para que la predicción de los expertos consultados sea factible sobre el futuro de INTERNET.
Pero, incluso, si un por ciento de niños y niñas logran acceder al conocimiento poco se revierte de estos estudios en sus naciones de origen, porque como afirmó el vicepresidente cubano Carlos Lage, en la reciente cumbre de los Países No alineados «Los países de América Latina formamos cada año un millón 200 mil graduados universitarios con un costo de no menos de 20 mil dólares cada uno y el 20 por ciento, de los más destacados, 240 mil, son robados para ir a trabajar o investigar en los países ricos, ofreciéndoseles condiciones que nuestras naciones no les pueden garantizar y sin que recibamos indemnización alguna».
Por supuesto, que INTERNET es un avance indiscutible para el ser humano. Hoy de una punta a otra del planeta pueden comunicarse dos o cien médicos para decidir el tratamiento de un paciente. Eso es desarrollo y también un poco de sociedad del conocimiento. Más, para que las pistas de comunicación sean verdaderamente democráticas tendrían que tener iguales posibilidades de acceso un niño de Luanda y uno de Nueva York.
Si a esta terrible desigualdad existente en el planeta, se le une que INTERNET cada día es más estudiada desde los centros financieros y militares de poder, para ver cómo se gobierna, no es de extrañar preocupaciones de estudiosos en temas de educación e Internet, como Ed Lyell, quien apunta que existirá un porcentaje de gente que «no dudará en utilizar la violencia para frenar el progreso, aunque sea útil».
Antes de preocuparnos mucho por esa violencia, debíamos ocuparnos de la que usa armas, bloqueos, cárceles, presiones de todo tipo, para imponer un modo de vida con un amo todopoderoso desde la Casa Blanca, como suerte de palacio rector de un imperio que se desmorona