Recomiendo:
0

Felipe Calderón, darwinista social

Fuentes: La Jornada

Lejos está Felipe Calderón de lograr legitimidad y aceptación de la sociedad mexicana. La causa es no sólo su arribo a la Presidencia mediante un golpe de Estado técnico y las medidas adoptadas contrarias al interés nacional y popular, como las alzas generalizadas a los productos básicos y el latrocinio de las pensiones de los […]

Lejos está Felipe Calderón de lograr legitimidad y aceptación de la sociedad mexicana. La causa es no sólo su arribo a la Presidencia mediante un golpe de Estado técnico y las medidas adoptadas contrarias al interés nacional y popular, como las alzas generalizadas a los productos básicos y el latrocinio de las pensiones de los trabajadores como botín de quienes lo apoyaron en el asalto a la silla presidencial; también resulta repudiable por sus acciones represivas y un discurso reiterativo que se caracteriza por nociones de superación individual y autoayuda, y por el acatamiento de las leyes supremas del mercado como fórmulas mágicas para salir del subdesarrollo y colocar supuestamente a México en las primeras economías mundiales «competitivas» para beneficio del capital.

Resulta significativo que el 27 de marzo pasado los jóvenes becarios de Telmex emprendieran sostenida silbatina, abucheos y descalificativos a Felipe Calderón en el Auditorio Nacional que no pudieron ocultar las crónicas de algunos medios informativos y las transcripciones oficiales del discurso presidencial que lograron sustraer del audio las protestas del graderío insurrecto. Confiaron los organizadores de tan demostrativo acto que la condición de estudiantes de alto rendimiento de la fundación de Carlos Slim -y por ello una audiencia supuestamente cautiva- propiciarían el escenario para que el titular del Ejecutivo predicara sobre las cualidades personales que es necesario cultivar para superar «prejuicios, complejos y primitivismos» que provocan culpar a los demás de las omisiones y errores propios. Pese a la vigilancia, los filtros, los solícitos conductores, el manejo del volumen del micrófono presidencial, el uso discrecional de las luces y los aplausos de las porras situadas estratégicamente en las primeras filas, la airada, digna e irreverente censura de los estudiantes de escuelas públicas y privadas hizo endurecer el gesto del orador.

La ideología de «perdedores» y «ganadores» -muy a la estadunidense- ha sido el fundamento discursivo de Calderón desde la campaña electoral, identificando a la «cultura de la pobreza», la pasividad y el derrotismo de los mexicanos como factores del atraso nacional. Estas no son ideas originales ni nuevas para explicar las causas del desarrollo y el subdesarrollo. Según esta línea de argumentación, cualquier ciudadano puede llegar a ser un exitoso millonario: el secreto radica en la actitud subjetiva de cada persona. Si los individuos se deciden a cambiar los rasgos negativos de su idiosincrasia y reafirman la creencia en el triunfo, la perseverancia, el trabajo duro y el espíritu de empresa, lograrán lo que se proponen y ese país de jóvenes emprendedores, finalmente, llegará a la meta a la que han arribado Estados Unidos, Europa o Japón.

Estos espejismos en el ámbito nacional discrepan con la realidad específica de lo que fue el desarrollo del capitalismo en estos países en un momento histórico determinado en que se dio la conjunción de factores que es imposible repetir; contrastan también con la situación actual de las masas empobrecidas por la depredación neoliberal, que incluso ha erosionado fatalmente las conquistas sociales que el Estado capitalista benefactor instrumentó en las décadas posteriores a la segunda conflagración mundial. Por más cambios que se logren en el nivel de las conciencias individuales poco o nada es posible para trastocar la relación que se establece a partir de la matriz de clase, si no es a partir de la acción organizada y consciente de las clases subalternas para acabar con la explotación capitalista.

Una suerte de darwinismo social impregna toda esta ideología del triunfo de los más fuertes y del fracaso de apáticos, débiles y desadaptados, mismo que ha servido para justificar y explicar las desigualdades sociales y la pretendida supremacía incluso racial. Cabe señalar que el darwinismo social ha sido identificado como una doctrina que defiende el libre mercado y se opone a la intervención del Estado.

André Taguieff señala que el darwinismo social -que en parte desarrolla Herbert Spencer- se fundamenta en una reducción naturalista de los fenómenos sociales mediante el uso sistemático de algunos esquemas conceptuales tomados sin rigor de la teoría de la selección natural y reinterpretados en el cuadro del evolucionismo spenceriano. La idea subyacente -afirma este autor- «es que la lucha concurrente entre los individuos como entre los grupos humanos («razas», naciones, pueblos, civilizaciones) -debida a la insuficiencia de recursos y la sobrevivencia selectiva de los más aptos- constituyen juntos la condición necesaria y suficiente del progreso.» (Du progres. Biographie d’une utopie moderne. Paris: Librio. 2001).

El éxito personal y las conductas individuales, sustraídos de su contexto histórico y del lugar que se ocupa en la estructura de clases e ignorando además las nuevas exclusiones producidas por el modelo neoliberal son -en estas perspectivas- la base del desarrollo.

Es necesario desenmascarar el discurso que sustenta la derecha mexicana representada por Felipe Calderón y los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional, y el papel que su ideología juega en las actuales luchas del pueblo mexicano por la defensa de sus derechos, por la libertad y la independencia de nuestro país. Reconocer también el valor de los que hacen de la resistencia y la protesta contra la injusticia una forma de vida colectiva digna. Una felicitación expresa a los becarios que no se sometieron ante el poder y supieron representar el sentir de millones de mexicanos.