Llegó la peor noticia sobre las finanzas argentinas de los últimos años. No faltarán quienes busquen carroña y traten de poner de relieve qué debería haber hecho el gobierno argentino para evitar el fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. También estarán quienes se limiten a señalar que el gran capital […]
Llegó la peor noticia sobre las finanzas argentinas de los últimos años. No faltarán quienes busquen carroña y traten de poner de relieve qué debería haber hecho el gobierno argentino para evitar el fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos.
También estarán quienes se limiten a señalar que el gran capital financiero jugó con la deuda externa argentina como el gato con el mísero ratón. La realidad es que la relojería del fallo avala que así fue: la larga pelea que se inició a fines de diciembre de 2001 con la cesación de pagos (default) tenía una fecha precisa en el calendario para amortiguar un fallo adverso para la Argentina. Este es quizá el punto más delicado: el último día hábil de 2014 vencía la llamada cláusula RUFO (Derechos sobre Ofertas Futuras por sus siglas en inglés) establecida por los tribunales norteamericanos para la reestructuración de la deuda argentina. Esa cláusula otorgó a todos los tenedores de títulos que hubieran entrado en los canjes de 2005 y 2010, la posibilidad de reclamar mejoras a las quitas que voluntariamente aceptaron en caso de que algún otro tenedor de títulos hubiera obtenido una negociación más ventajosa. Es decir, a partir del 2 de enero de 2015 expiraba el derecho a reclamar más. Una salvedad que puede ser motivo de controversia y que jugaría a favor de la Argentina es que la cláusula es por si hay ofertas superiores a las pactadas por los bonistas y en realidad el fallo de la justicia norteamericana es una imposición externa y no a voluntad del gobierno argentino de ofrecer mejores condiciones a los holdouts.
¿Por qué esta cláusula RUFO adquiere una dimensión trascendente? Porque la sentencia de la Corte, última instancia judicial, es sobre el reclamo realizado por los fondos de inversión NML Capital, Aurelius y algunos tenedores individuales que representan apenas el 5% de la deuda reestructurada. Quedan apenas un 2% más de tenedores de títulos en default, el 93% restante ingresó en los canjes. ¿Por qué entonces es delicada la ratificación del fallo del juez de Nueva York, Thomas Griesa? Porque la Corte ratifica que a estos fondos hay que pagarles el 100% de lo que dicen los papeles. Lo que reclamaba la Argentina, después de largos litigios, era que cobraran en condiciones similares a quienes habían reestructurado sus deudas. Es decir, con quitas de aproximadamente el 60%. Entonces, ahora hay que pagar alrededor de los 1300 millones de dólares por los que se sustanció el juicio. Si la justicia norteamericana, en las tres instancias que tuvo, hubiera valorado la negociación voluntaria entre partes, un fallo salomónico hubiera sido que la Argentina debía pagar alrededor de 500 millones de dólares. Pero imaginemos que la Corte no quería desairar al juez Griesa y quería ratificar el pago de los U$S 1300 millones, ¿no podría haber dado vista al procurador del gobierno norteamericano y permitir que el litigio se resolviera después del vencimiento de la cláusula RUFO? Y esa cuestión no es menor: si no se encuentra una manera legal para llegar al 2015, la Argentina debería pagar alrededor de U$S 15.000 millones por la catarata de reclamos de los tenedores de títulos reestructurados.
¿Cuándo deberá pagar la Argentina? Hay más complicaciones: el juez Griesa dispuso que cualquier pago efectuado por el gobierno argentino por los vencimientos de los títulos reestructurados podía ser embargado para destinar ese dinero a los fondos buitre. Esa resolución temeraria quedó en suspenso por la apelación argentina, pero terminó con la decisión de la Corte de no tomar el caso argentino. Y a fines de junio, el Estado argentino debe depositar 400 millones de dólares para pagar esos compromisos. El asunto es que si paga, será embargado. Y si paga los U$S 400 millones más los U$S 1300 millones para los fondos buitres, se enfrenta a la catarata de reclamos por haber pagado antes del 31 de diciembre y haber habilitado la cláusula RUFO. Aquí es donde empiezan a tallar los malabarismos de los abogados y los jueces: existen algunas reclamaciones legales que permitirían dejar un efecto suspensivo con la esperanza de llegar a la orilla; es decir, al primer día hábil de 2015. Pero así como la mayoría de los observadores esperaba una decisión no temeraria de la Corte norteamericana, es difícil ahora saber si dejaron a la Argentina en el abismo para tirar una soga a último momento. Sobre todo, porque no se trata de una pelea entre la justicia de Estados Unidos y un país soberano sino que este es un asunto del corazón del capitalismo financiero mundial. Refiere Carlos Burgueño en su libro Los buitres (Edhasa, 2013) un artículo del Financial Times del 11 de diciembre de 2012. El diario londinense decía: Será el fallo del siglo en el juicio del siglo. Parece muy pomposo para la flema británica semejante título, pero decía que si perdían los fondos buitre se terminaría con esa actividad marginal del capitalismo. Y agregaba que se trataba de un juicio entre dos de los malos del sistema: los fondos por carroñeros y el gobierno argentino por oponerse a cualquier acción del sistema capitalista. Con el fallo en la mano, muchos ministros y presidentes de países acogotados por sus compromisos impagables verán que no tienen mucho margen para reestructurar sus deudas. Verán con claridad que la Argentina entró en un camino muy costoso, sacrificó sus dólares para honrar las deudas y que como premio, ahora se enfrenta a pagar extra a quienes ya se habían conformado con el dinero negociado.
El fallo de la Corte se conoció a la misma hora que 59 años atrás, los aviones de la Armada desparramaban sus bombas en la Plaza de Mayo para dar muestras claras de que los días del gobierno constitucional de Juan Perón estaban contados.
Efectivamente, el 16 de junio de 1955 a media mañana, pasaron los Gloster Meteor a vuelo rasante por la Casa Rosada y la gente que deambulaba pensó que eran los ejercicios previos a la fanfarria del 20 de junio, cuando se conmemora el día de la bandera por la muerte de Manuel Belgrano. Pero no, desparramaron bombas y mataron centenares de personas. Además, aterrorizaron a millones.
No bien se difundió la sentencia de Estados Unidos, infinidad de economistas y analistas reporteados por radio, televisión y portales de Internet dijeron todo lo que cabe decir y que, pese al Mundial de fútbol, mete miedo a cualquier persona sensata.
Derrumbe de la cotización de los bonos argentinos, que habían logrado una reevaluación interesante en los últimos meses a partir de los pagos en el CIADI, la compensación a Repsol por la expropiación de YPF, la negociación con el Club de París y otras medidas del gobierno amigables con los llamados mercados, un eufemismo para hablar del capitalismo financiero mundial. Pero además, ahora, todas las medidas que puedan tomarse, salvo que se estiren los plazos de pago hasta 2015, son bravísimas para los argentinos. Si no se efectúan los pagos, se corre el riesgo de entrar en default técnico. Es decir, cesación de pagos. Y eso tiene consecuencias en el ya inaccesible mercado de capitales. Si se quiere pagar a los bonistas en otro país para evitar los embargos, la Argentina desoiría a la justicia de Estados Unidos, que es el líder del capitalismo financiero y que tomaría esa decisión como un desafío inaceptable.
De aquí en más.
El gobierno va a decidir los pasos a seguir, pero en un camino muchísimo más estrecho. Los bonistas, por su parte, debieron aceptar el efecto suspensivo que tenía la apelación argentina respecto de sus pretensiones de cobrar. Ahora, seguramente, pedirán al juez Griesa que de por finalizados esos efectos suspensivos. Tras la sentencia de la Corte sería casi un milagro que la decisión es que los efectos suspensivos tengan efecto hasta principios del año próximo. Hay otras medidas que podría pedir la Argentina para demorar la aplicación de la sentencia aunque ninguna estrategia política y financiera puede tomar algo tan aleatorio e improbable como un eje central. En cuanto a lo político, debe tenerse en cuenta que las consecuencias de este fallo van a repercutir tanto en el año y medio que le resta al gobierno actual como al que surja de las elecciones de 2015. En ese sentido, lo ideal y lo lógico sería que este asunto trascendiera las fronteras de las posiciones partidarias. Sería una manera de dar certezas a la sociedad de que frente a semejante arbitrariedad e injusticia, los partidos políticos con representación parlamentaria asumen el rol de defensa de las instituciones. Un atisbo de eso quedó plasmado en la comitiva plural que viajó la semana pasada a Washington y Nueva York encabezada por Julián Domínguez. Las maneras de sumar y no dividir ante la adversidad son múltiples y pueden ser iniciativas convergentes de oficialistas y opositores. Los riesgos de equivocar los caminos en situaciones tan adversas son siempre mayores. Acá pesan cuestiones ideológicas de fondo respecto de qué es la soberanía, cómo se defiende y cómo se profundiza. Pero, por sobre todas las cosas, hay un ajedrez complejo donde cada vez que un jugador mueve una pieza queda expuesto a que el adversario aproveche los errores. En ese sentido hace falta serenidad y amplitud.
No es preciso ser pesimista para darse cuenta que, además, este fallo se conoció en pleno Mundial de fútbol y que la mayoría de la sociedad ni siquiera registra la noticia. La idea de pensar que la Argentina está en las puertas de una causa nacional en este clima económico y político, Mundial mediante, sería por lo menos ingenua. Muchos jóvenes, ojalá, podrán recoger las banderas de soberanía, podrán plantear reformar las instituciones, fortalecer los vínculos con las otras naciones latinoamericanas y con pueblos de otras latitudes. Pero no es momento de confundir los anhelos con decisiones de coyuntura. Este es el capitalismo. El único. El que somete a los países europeos a la destrucción de las políticas públicas y de los puestos de trabajo en nombre de la austeridad aunque se trate de una vuelta más de tuerca de negocios financieros. El capitalismo financiero es el que logró que la mitad de las transacciones comerciales se lleven a cabo a través de instituciones financieras con base en los refugios fiscales. Joseph Stiglitz, que siempre se mostró a favor de la reestructuración de la deuda argentina, acuñó una frase tremenda que muestra los niveles de desigualdad social que vive el planeta: El 1% más rico tiene lo que el 99% restante necesita.
Fuente: http://sur.infonews.com/notas/feroz-castigo-de-la-corte-de-estados-unidos