I Llega a su fin el gobierno de Enrique Peña Nieto, en unas horas será uno más de los ex presidentes de México, culmina una época en el marco del capitalismo mexicano, agudizada por las reformas estructurales a la educación, economía y la política, cuyo impacto se refleja en la pauperización de las condiciones de […]
Llega a su fin el gobierno de Enrique Peña Nieto, en unas horas será uno más de los ex presidentes de México, culmina una época en el marco del capitalismo mexicano, agudizada por las reformas estructurales a la educación, economía y la política, cuyo impacto se refleja en la pauperización de las condiciones de vida de millones de ciudadanos mexicanos. No fue ni el peor presidente ni muchos menos el mejor (como los apologistas de la derecha ya andan diciendo), fue un continuador de las políticas neoliberales, de la corrupción y la violencia de Estado, de la impunidad servida en bandeja y del cinismo. En su periodo la violación a los derechos humanos, sociales y laborales fue una constante realidad.
II
Enrique Peña Nieto debe ser juzgado en todos los aspectos de su administración, incontables casos se documentaron sobre corrupción, la Casa Blanca es un ejemplo, pero además, se evidenció el permanente contubernio entre el gobierno, los empresarios y el narcotráfico en el ejercicio del poder, destapando casos de lavado de dinero, extorción, compra de favores y regalitos millonarios como pago ante la impunidad por quienes violan la ley, incluidos crímenes de lesa humanidad . El sexenio que termina quedó marcado por las desapariciones de los 43 normalista de Ayotzinapa y el asesinato de tres personas la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala Guerrero, un crimen de Estado que debe ser aclarado en todos los sentidos y por el cual deben ser sometidos a la ley los culpables, junto a este caso, están el de cientos de periodistas muertos, desapariciones de ciudadanos, activistas, obreros, campesinos, dirigentes sociales asesinados y torturados, comunidades indígenas y campesinas desplazadas por los mega-proyectos, el incremento de la pobreza agudizando la explotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales, la destrucción de la nación en el sentido de su riqueza pero también de sus valores y su soberanía. En este sexenio el feminicidio se recrudeció, incrementándose los casos registrados (estadísticas donde faltan muchos datos no denunciados o aceptados como feminicidio), además, la continuidad de la segregación y discriminación por género, el grito de las mujeres por el derecho a decidir sobre su cuerpo y su ser no encontró el eco necesario para que se reconozcan legalmente la plenitud de sus derechos, el aborto legal sigue pendiente en la agenda de demandas sociales urgentes por solucionar. Cambiar al sistema significa destruir la cultura machista y establecer un orden social basado en la equidad y la igualdad.
III
La justicia debe imperar, los ex presidentes deberán ser juzgados, no se puede hablar de memoria histórica ni de una «Cuarta Transformación» del país, manteniendo la impunidad como eje de las relaciones políticas, no debe haber perdón ni olvido para quienes han hecho de México un país herido de raíz. Por todos los oprimidos se debe exigir justicia plena: por los crimines de mujeres; por las desapariciones forzadas; por los maestros reprimidos que con dignidad resistieron la imposición de una reforma punitiva en el ámbito laboral; por los migrantes excluidos y expulsados de la patria debido a las políticas económicas; por los pueblos originarios marginados y discriminados que se mantienen en rebeldía contra el dominio del capital, olvidados en los rincones más devastados y silenciados al no reconocerse sus derechos plenos como pueblos; por los obreros sobre-explotados que con su trabajo construyen la nación y generan los valores, son ellos la base fundamental que nos sostiene; por los campesinos orillados a la miseria; por las voces silenciadas durante décadas; por todos ellos y más debe imperar la razón, no puede haber un solo paso atrás, tal como lo dijera Rosario Castellanos para el caso del movimiento del 68: «Recuerdo, recordamos / Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca / sobre tantas conciencias mancilladas, /sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, /sobre el rostro amparado tras la máscara. / Recuerdo, recordemos /hasta que la justicia se siente entre nosotros». Establezcamos la justicia social para un nuevo México.
IV
Fiel a sus amos, Enrique Peña Nieto, continuó con la entrega del país al imperialismo yanqui, sometido a él, al final de su gobierno, realizó actos de burla a la soberanía de la nación, firmó convenios y otorgó reconocimientos a quienes mantienen su bota sobre México. La entrada de capital internacional para los llamados mega-proyectos es otra marca en este periodo caracterizado por la entrega de la nación, pues el beneficio económico solo fue visto por los inversionistas y los corruptos empresarios nacionales, incrementando la destrucción de ecosistemas y desplazando a poblaciones que apenas y sobreviven. En su periodo la brecha entre los países latinoamericanos y México se incremento, alejándose de los principios latinoamericanos que nos constituyen, sirviendo a la política de división y control del imperialismo, como ha sucedido con los migrantes centroamericanos que ahora son reprimidos en la frontera con los Estados Unidos, además, los recursos naturales se pusieron en manos de quienes destruyen el planeta. La reconstrucción de México pasa en primer plano por el restablecimiento de su soberanía e independencia como nación para el desarrollo interior, pero sin olvidar su integración al concierto de las naciones latinoamericanas de donde emana nuestra naturaleza social y cultural.
V
México vive un corte cronológico, falta aún ver, si es un verdadero cambio de estructuras y formas o sólo el establecimiento de nuevas expresiones del poder revestido de un discurso popular para encubrir la continuidad. Un cambio de época no necesariamente significa un cambio de sistema, lo que hasta ahora hemos vivido es el reacomodo de las fuerzas nacionales burguesas, arriba se rompen lazos y se establecen otros, en ese sentido hay continuidad de clase en el poder sin importa sus ajustes. Un posible fin del neoliberalismo no significa para nada el fin del capitalismo, significa únicamente un reacomodo dentro del propio régimen para garantizar su supervivencia. Las clases sociales oprimidas deben tomar su lugar en la historia que apenas comenzará a escribirse.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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