La autora de El cuento de la criada pide a la vicepresidenta Gabriela Michetti que no mire a otro lado y defiende el derecho al aborto en una carta en la que pide reflexionar sobre la esclavitud que supone para las mujeres no poder decidir sobre sus cuerpos.
La autora de El cuento de la criada ha interpelado al Gobierno de Argentina sobre el aborto, poco después de que el Congreso aprobara tras un debate de más de veinte horas una propuesta para legalizarlo y a punto de que esta propuesta tenga que pasar por el Senado.
En una carta enviada a el diario UNO de Sanfe y que se titula ¿Un estado esclavo?, la novelista canadiense, premio Príncipe de Asturias y candidata al Nobel, continúa así el diálogo iniciado.
Este diario preguntó a la escritora por su opinión sobre el aborto después de que la vicepresidenta de Argentina, antiabortista y que considera que «si no te da para criarlo lo podrás dar en adopción y alegrarás a una familia», respondiera a un tuit de Atwood, que el pasado 25 de junio, cuando se debatía la propuesta en el Congreso, le pedía «no mirar a otro lado y dar a las mujeres la posibilidad de elegir».
El cuento de la criada se ha convertido en un referente feminista después de que HBO la convirtiera en una serie que muestra la distopía que mostraba Atwood en la novela, en la que las mujeres son despojadas de sus derechos y puestas al servicio del poder de los hombres de Gilead: las esposas, las tías y las criadas forman parte de un engranaje jerárquico en el que estas últimas cumplen una mera función reproductora en la que su capacidad de gestar se pone a disposición de la dictadura de Gilead.
De hecho, un grupo de mujeres argentinas utilizó esta referencia el pasado 7 de julio, cuando comenzaba en el Senado el debate sobre la ley del aborto. Una treintena de mujeres se colocó frente al Congreso y permaneció en silencio durante unos 20 minutos en una acción promovida por periodistas argentinas en la que las participantes desplegaron los pañuelos verdes que se han convertido en un símbolo de la defensa de los derechos reproductivos.
En la carta, Atwood asegura que «a nadie le gusta el aborto, incluso cuando es legal y seguro […] pero a nadie le gustan tampoco las mujeres sangrando hasta la muerte en el piso del baño de abortos ilegales». «Quizás una forma diferente de abordar la cuestión sería preguntar: ¿en qué tipo de país quieres vivir? Uno en el que cada persona es libre de tomar decisiones sobre su salud y su cuerpo o uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad está esclavizada», asegura la autora, que concluye: «Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es, esclavitud: reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso».
¿Un Estado esclavista?A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gustan tampoco mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal. ¿Qué hacer?A lo mejor una manera diferente de acercarse a la respuesta sería preguntar, ¿en qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo de ella o él, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es esclavizada?Las mujeres que no pueden tomar la decisión sobre si tener o no bebés son esclavas, porque el Estado reclama como propiedad a sus cuerpos y al derecho a dictar el uso al que deben someterse sus cuerpos. La única circunstancia similar para los hombres es el reclutamiento en el ejército. En ambos casos existe riesgo para la vida del individuo, pero un conscripto del ejército por lo menos está provisto de comida, ropa y alojamiento. ¡Incluso los criminales en las prisiones tienen derecho a esas cosas! Si el Estado exige el parto forzado, ¿por qué no debería pagar la atención prenatal, el parto mismo, la atención postnatal y -para los bebés que no se venden a las familias más ricas- el costo de criar al niño?Y si el Estado está tan interesado en los bebés, ¿por qué no honrar a las mujeres que tienen más bebés respetándolas y sacándolas de la pobreza? Si las mujeres prestan un servicio necesario al Estado -aunque en contra de su voluntad- seguramente se les debería pagar por su trabajo. Si el objetivo es más bebés, estoy segura de que muchas mujeres se resignarían a la tarea si se las recompensara adecuadamente. De lo contrario, se inclinan por seguir la ley natural: los mamíferos placentarios abortarán ante la escasez de recursos.Pero dudo que el Estado esté dispuesto a brindar los recursos necesarios. En cambio, solo quiere reforzar el truco barato habitual: obligar a las mujeres a tener bebés y luego hacer que paguen. Y que paguen. Y que paguen. Como dije, esclavitud.Si se elige tener un bebé, eso es, por supuesto, un asunto diferente. El bebé es un regalo, dado por la vida misma. Pero para ser un regalo, debe ser dado libremente y libremente recibido. Un regalo también puede ser rechazado. Un regalo que no puede ser rechazado no es un regalo, sino un síntoma de tiranía.
Decimos que las mujeres «dan a luz». Y las madres que han elegido ser madres sí dan a luz y lo sienten como un regalo. Pero si no han elegido, el nacimiento no es un regalo que ellas dan; es una extorsión contra sus voluntades.Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona y sacar provecho de eso».[Traducción de la carta íntegra que Margaret Atwood ha enviado al diario www.unosantafe.com.ar]