La lucha que está llevando adelante el pueblo es objetivamente política, no solamente sindical o social. La lucha de clases está hoy focalizada en la ofensiva mundial del gran capital. No solamente de algunas grandes empresas sino de todo el capital concentrado mundial. Esta lucha es una guerra, y hay que reconocerlo así. Guerra impulsada […]
La lucha que está llevando adelante el pueblo es objetivamente política, no solamente sindical o social.
La lucha de clases está hoy focalizada en la ofensiva mundial del gran capital. No solamente de algunas grandes empresas sino de todo el capital concentrado mundial. Esta lucha es una guerra, y hay que reconocerlo así. Guerra impulsada por el poder económico mundial para saquear el planeta, balcanizar los países, dividirlos y repartirse los pedazos (como ocurre en Medio Oriente hoy, o entre los años 1991 y 2001, en las guerras internas yugoslavas, llamadas también nuevas Guerras de los Balcanes).
La política es economía concentrada, y la guerra es la continuación de la política por otros medios.
El hecho de que hasta ahora esta guerra en Argentina (no así, p. ej., en Medio Oriente) haya sido desarrollada utilizando medios «pacíficos», como el blindaje mediático, la utilización de gran parte del aparato judicial, y el cuasi fraude electoral, junto con promesas de un cambio para bien absolutamente mentirosas, no implica que no se pueda continuar con represión masiva y guerras civiles generadas desde el exterior. [1]
Es una guerra contra el pueblo. Y como toda guerra no respeta ningún Estado de derecho, ningún régimen republicano.
La táctica elegida hasta ahora es una dictadura de hecho (a través de DNU, jueces serviles, blindaje mediático, etc.) bajo formas democráticas residuales. Las grandes movilizaciones del pueblo, junto con la resistencia empresa por empresa frente a los despidos, y gremio por gremio en las paritarias, han servido hasta ahora, para ralentizar la ofensiva del gran capital que utiliza para ello a este gobierno.
Todas estas luchas pueden demorar pero no impedir la profundización de la ofensiva, debido a que la dimensión descomunal del gran capital mundial lo obliga a saquear el planeta para mantener una tasa de beneficio proporcional al tamaño de ese capital.
Por eso su política no es casual ni coyuntural sino permanente y inclaudicable hasta conseguir sus objetivos. Una derrota electoral en 2019 no cambiará sus planes, los continuará por otros medios, como mínimo con una feroz ofensiva destituyente como durante el gobierno anterior.
Además este gobierno dejará un país tan destruido que levantarlo va a ser mucho más difícil que después del 2001, más aún porque utilizarán todos los medios para impedirlo. [2]
No son diferencias de matices entre las políticas de los dos gobiernos que se dirimen aplicando y respetando las leyes vigentes. El gran capital no aceptará de ninguna manera el retorno de algún tipo de populismo o progresismo. [3] Y además el populismo/progresismo no puede pensar ni siquiera en moderar la ofensiva externa sin apoyo masivo y extremadamente activo de una holgada mayoría de la población.
Por todo esto hay que tener claro que la lucha es política, una lucha de poder, de quién es más fuerte para imponer su política. Confiar que ganando las elecciones del 2019 se puede volver a un relativo «Estado de bienestar» es un razonamiento formal y alejado de la realidad. La lucha es mucho más profunda y radical. Es impulsada por el gran capital mundial, no por el pueblo, que tradicionalmente ha sido combativo pero asombrosamente pacífico, que no conoce de qué forma masiva enfrentar la ofensiva exterior.
Si no empezamos por saber quién es el verdadero enemigo, ni qué planes tiene, ni cuáles son las razones que lo impulsan, la derrota es inevitable. Hasta ahora toda la estrategia política tanto del progresismo como de la izquierda se basa en ganar las elecciones del 2019. Es formal e insuficiente, revela un desconocimiento de la verdadera naturaleza del ataque que estamos sufriendo.
Las estadísticas que indican que una buena parte de la población cree que las condiciones económicas empeorarán, es un dato que apunta objetivamente a señalar un comienzo de resignación en el pueblo, porque considerar que la situación va a empeorar implica también considerar que el pueblo no lo podrá impedir.
Por ahora es solamente un signo de alerta. Implica que el pueblo no sabe bien por qué pasan las cosas que pasan, ni con qué política enfrentarlos. Mientras esto no se revierta, el peligro de la derrota y la consiguiente resignación, lo que la transformaría en estructural y permanente, es una perspectiva imposible de ignorar.
La mayor parte de las declaraciones de los políticos opositores tienen un contenido de denuncia de lo que pasa, de informe, y la respuesta a la que recurren son paros y movilizaciones, los que son necesarios pero insuficientes porque la ofensiva es para quedarse con todo el poder, no solamente para cambiar algunas cosas.
El objetivo de este artículo no es ofrecer soluciones, planes alternativos que sean realmente eficaces, sino poner en evidencia que no hay una política ganadora en la oposición, y que la gran lucha del pueblo, por lo tanto, no tiene la orientación política necesaria.
Hay que tener una política mucho más profunda que meramente ganar las elecciones. ¿Cuál es esa política? ¿A qué poder enfrentamos? ¿Qué necesidades lo impulsan? ¿Qué objetivos tienen? ¿Cómo llegar a saberlo? ¿Y cómo trasmitir este nuevo conocimiento al conjunto de la población? ¿Qué forma de lucha superior debemos implementar?
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/
[2] Como dice Claudio Scaletta refiriéndose a un eventual futuro gobierno progresista: «…el futuro demandará una cohesión política fuerte. El gobierno popular de la tercera década del siglo, a diferencia del actual oficialismo, deberá hacer frente a una pesadísima herencia económica de alto endeudamiento y desarticulación productiva y social. No serán tiempos de medias tintas ni de gobernar con el enemigo adentro. Podría pensarse que cuando el objetivo principal es construir el regreso al poder son tiempos de taparse las narices, pero la historia es rica en contra demostraciones sobre lo peligrosas que pueden resultar las alianzas Frankestein…» Claudio Scaletta, Diversidad, pasado y futuro, Suplemento CASH de Página 12, domingo 25.2.2018, contratapa.
[3] https://paginatransversal.
26.11.2013, «Brzezinski hizo estas declaraciones en el marco del Foro Europeo para Nuevas Ideas (European Forum For New Ideas, EFNI), una organización que aboga por la transformación de la Unión Europea en un superestado federal, es decir, el mismo tipo de «control externo» burocrático que Brzezinski mencionó en su discurso. En este contexto, según el político, la «resistencia populista» podría ser un gran obstáculo para la imposición de un nuevo orden mundial.» También en https://actualidad.rt.com/
Brzezinski, el cerebro geopolítico de Obama, Germán Gorraiz López, Rebelión, 15.9.2013
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.