– Entendemos que su libro, La potencia plebeya, es una compilación de sus investigaciones; pero, en el fondo, es un diagnóstico de los mundos obrero e indígena. – Este libro lo que hace es recopilar textos antiguos, algunos de los años 80, y nuevos. Pero en el fondo resume dos de las grandes obsesiones intelectuales […]
– Entendemos que su libro, La potencia plebeya, es una compilación de sus investigaciones; pero, en el fondo, es un diagnóstico de los mundos obrero e indígena.
– Este libro lo que hace es recopilar textos antiguos, algunos de los años 80, y nuevos. Pero en el fondo resume dos de las grandes obsesiones intelectuales que sigo teniendo. Aquí mi aporte está en explicar por qué se ha debilitado el movimiento obrero y hallo que, en los últimos 20 años, se ha agigantado el número de obreros, lo que modifica la composición material productiva y ello cambia los comportamientos ideológico-políticos.
Una segunda línea de trabajo es el mundo indígena. Ahí están escritos antiguos que primero van buscando la metodología, la técnica de Marx, cuyos textos no eran conocidos por los izquierdistas de Bolivia. A partir de ellos yo intento ver el papel, digamos el potencial, de la comunidad indígena y las posibles transformaciones al futuro.
En la última parte del libro, ambos elementos ya están en movimiento. Lo veo primero mediante una búsqueda académica, racional e histórica. Luego, en los textos de los años 2000 al 2008, llego al punto de bifurcación de lo obrero e indígena, en un movimiento de acción revolucionaria. Analizo los movimientos sociales, la guerra del agua, la revolución del 2003 y, finalmente, el texto explica cómo se dirime la lucha por el poder entre el 2006 y el 2008.
– ¿Cómo entiende la conjunción de estos movimientos, considerando que llegó una crisis de Estado?
– Evidentemente a partir de los años 90, hay una modificación del sujeto conductor del bloque revolucionario, y eso tiene que ver con tres motivos. Uno es el debilitamiento -no en número, sino en composición política- del movimiento obrero. Desaparece la línea de transmisión de conocimientos, se rompe la disciplina interna porque los saberes ya no los transmite el obrero sino la empresa, entre otras razones.
En segundo lugar, el movimiento campesino indígena da un salto cualitativo en los 90 y asume voluntad de poder. A diferencia de los obreros -que eran profundamente revolucionarios en sus horizontes de transformación, pero que delegaban la toma del poder a los partidos de izquierda-, el movimiento indígena campesino se asume a sí mismo como sujeto de poder y con voluntad de poder. Este es el cambio de conciencia política más importante de los últimos años.
Y el tercer elemento va a ser que la sociedad, a partir del año 2000, va a presentar una predisposición colectiva a cambiar creencias y expectativas. Y el panorama queda con un sujeto con voluntad de poder (el indígena campesino) y una predisposición colectiva a nuevas expectativas por la frustración y al derrumbe neoliberal. Es un momento virtuoso que da nacimiento a la época revolucionaria.
– ¿Cuál es el papel de la clase media en este proceso?
– No hay clase media, lo que hay son clases medias: la clase media tradicional, formada a partir de la profesión; la clase media letrada universitaria, que a su vez tiene dos segmentos: uno más tradicional mestizo y otro de procedencia indígena. Y otra clase media emergente, desde el punto de vista de ingresos económicos: comerciantes, transportistas, que están predispuestos a seguir lo que se gesta en lo popular, indígena y vecinal. El 2008, 2009 y 2010 esta otra clase media asume ya los nuevos horizontes y valores del cambio.
– ¿Qué pasará con los movimientos sociales ahora que detentan el poder?
– Toda la acción colectiva tiene un momento de gestación, un momento de emergencia organizativa, otro de movilización y un momento cumbre. Y luego vienen el momento de la institucionalización de lo conquistado y un gradual repliegue de la acción colectiva, que es por oleadas, sube y baja. En Bolivia, la gestación fue en los años 90, 80 y 70; la emergencia, el año 2000; un momento cumbre el 2003-2005 y ahora, una vez conquistado el poder, llega un grado de disminución de la acción colectiva y de estabilización de las organizaciones sociales victoriosas. Cuando se da el ascenso, las organizaciones construyen horizontes colectivos universales. Hoy vivimos lo que podemos calificar como un repliegue temporal, porque estamos esperanzados en una nueva oleada de ascenso social, pero ya con otra dimensión de radicalización de la revolución, de profundización.
– ¿Qué mensaje dará a la comunidad internacional con la presentación de su libro?
– Con humildad, creo que el aporte de Bolivia al mundo en estas décadas es la toma del poder por los movimientos sociales organizados para construir un Estado integral. Ahí esta el mensaje y la búsqueda del libro, que escudriña este poder organizado de la sociedad, cómo se ha ido construyendo históricamente, cómo desemboca en victorias y cómo puede ser utilizado, salvando distancias, por otros sectores sociales, por otros pueblos del mundo.
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