No solo se puede hablar de una globalización económica, la relativa a la expansión mundial del capitalismo, sino también de una globalización cultural; esto es la modernidad. Sin embargo, tenemos que atender también a la globalización de formas de poder. Ciertamente se ha estudiado la globalización de la forma del Estado-nación, aunque no […]
No solo se puede hablar de una globalización económica, la relativa a la expansión mundial del capitalismo, sino también de una globalización cultural; esto es la modernidad. Sin embargo, tenemos que atender también a la globalización de formas de poder. Ciertamente se ha estudiado la globalización de la forma del Estado-nación, aunque no se la haya visto desde la perspectiva de la globalización. Sin embargo, lo que ahora se presenta, en pleno proceso, de globalización es una forma de poder vinculada a lo que hemos llamado el diagrama del control. Se trata de lo que parece ser una marcha impredecible hacia el control total por parte de los estados y gobiernos del mundo. No se trata sólo de la expansión desorbitada del Estado policial, dado, en distintos momentos intermitentes del siglo XX, sino de algo más. Se trata del control absoluto en sus distintas formas variadas y distribuidas. Control como disciplinamiento, empero, compensado con simulaciones de libertades; flexibilizaciones, sin embargo, compensadas con el incremento descomunal de las vigilancias y los registros. Control como bio-poder; es decir, como intervención en los ciclos de la vida; en la reproducción, en la migración, en la salud, en la seguridad; también, en la genética. Control como manejo de los públicos, mediante la intervención masiva de los medios de comunicación, afectando a los imaginarios e induciendo necesidades. Control como espionaje monstruosamente masivo y detallado, aboliendo los espacios de privacidad. Se trata de un estado de cosas donde todo el mundo es sospechoso y susceptible de ser considerado enemigo público. Este diagrama de poder del control ya es compartido por los estados del mundo, tanto por los gobiernos de «derecha» como por los gobiernos de «izquierda», tanto por los gobiernos conservadores como por los gobiernos progresistas. Ambos usan la heurística, la instrumentalidad, de este diagrama de poder del control. Por eso, podemos hablar de una globalización de este diagrama de poder, así como también de una forma de poder montado sobre la base del espionaje, la manipulación y la infiltración. Ya no hay diferencia en cuanto al uso del método. Los estados, en la medida que hay que defenderse, lo usan; incluso usan los procedimientos inventados por, supuestamente, el otro lado, el conservador, como ocurre con los dispositivos extralegales y extraterritoriales de la guerra infinita contra el terrorismo, ideados por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica después del 11 de septiembre de 2011.
Lo que pasó en Chaparina, la represión policial a la VIII marcha indígena, incluso la infiltración policial y la agitación para llevar a cabo presiones físicas, como las ejercidas por el grupo de mujeres, que presiona al Canciller a ir delante de la marcha para romper el bloqueo de los policías y el bloqueo de los colonizadores, nos muestra la opción del gobierno progresista boliviano; el uso de la fuerza, de la violencia simbólica y física, del espionaje y de la infiltración, para someter a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se oponen a lo que consideran regresiones del gobierno, respecto a los objetivos del «proceso» y los mandados constitucionales. Los dirigentes indígenas fueron descalificados como aliados a la derecha, incluso se los ha acusado de haber tenido contactos con la embajada estadounidense, así como estar comprometidos en venta de madera y otros negocios. Es decir, se ha ventilado sobre ellos una guerra sucia. Posterior a la VIII marcha indígena, después de haber aprobado la Ley 180, en defensa del TIPNIS, ley arrancada por la victoria política de la VIII marcha, el gobierno recula. El propio presidente pide abrogar la ley firmada por él. Se prepara todo un montaje; se organiza una contramarcha con el CONISUR, un consejo, en realidad de afiliados a la Federación Sindical Campesina del Trópico de Cochabamba, que pertenecen al polígono siete, la zona de avasallamiento del TIPNIS. La contramarcha de productores de coca pide abrogar la Ley. Llegados a La Paz con acuerdan el gobierno una consulta espuria, que no cumple con la estructura normativa y conceptual de la consulta con consentimiento, previa, libre e informada, constitucionalizada y acordada en convenios internacionales. El gobierno no puede lograr su cometido, la ejecución adecuada de la consulta espuria, pues sólo llega a consultar a familias, en condiciones altamente coercitivas; no pude realizar consulta a las comunidades. Esta es una derrota clara del gobierno. No contentos, el «mariscal del TIPNIS, como se lo llama al actual ministro de la presidencia, monta una escenificación patética, un congreso de corregidores en el territorio indígena del TIPNIS con la dirigencia del CONISUR, que no pertenece al territorio indígena comunitario. La reacción de las comunidades no se hizo esperar, en defensa de su territorio, intervienen, impiden la realización de este montaje, someten al dirigente Gumersindo Pradel y sus acompañantes a la justicia comunitaria, incluyendo azotes, expulsándolos del territorio comunitario. El gobierno, ante estos hechos elocuentes, acusa y procesa a los dirigentes del TIPNIS, por intento de homicidio. El órgano judicial se presta a este juego desorbitado y da curso al proceso; los dirigentes del TIPNIS no se presentan a declarar, donde presumiblemente los iban a apresar, y la fiscalía los declara rebeldes y emite mandamiento de apremio.
En contraste, el gobierno boicoteo el juicio a los responsables de la represión en Chaparina, encubrió a los que dieron la orden, los dignatarios de Estado y el gabinete, llegando al ridículo de declarar que fueron los mismos policías los que tomaron la arbitraria decisión de intervenir la marcha pacífica. Los que dieron la orden, que todo el mundo los conoce y sabe que fueron los que dieron la orden, no tuvieron el valor de asumir su responsabilidad. Ahora, que las comunidades del TIPNIS aplican la justicia comunitaria, alzan las manos al cielo y montan un juicio, que adolece, de principio a fin, de contar el apego a la ley; este juicio peca de nulidad de pleno derecho. Todo esto lo hacen sin inmutarse, como si bastara su indiferencia ante flagrantes contradicciones y paradojas, se juzga a las víctimas. Esta actitud de indolencia y desprecio de las leyes y la Constitución no podría explicarse sin recurrir a la globalización del diagrama del poder del control. La pregunta es: ¿Por qué se da esta globalización de una forma de poder, de la que llamamos diagrama de control?
La respuesta parece obvia; la mundialización que se experimenta desde el siglo XVI, sino es antes, de acuerdo a la interpretación de Andre Gunder Frank, viene acompañada por la expansión colonialista del modo de producción capitalista y del sistema-mundo capitalista, de las formas del Estado moderno, sobre todo, a partir de un momento, del Estado-nación. La modernidad también difunde diagramas de poder, así como estataliza otros diagramas de poder, que tenían características locales y regionales. El Estado-nación se estructura primordialmente sobre la base de las distintas estrategias disciplinarias, cartografías, saberes, instituciones, que se inscriben en el cuerpo, modulándolo. No se hicieron esperar las políticas de población, demográficas, reproductivas y migratorias, tipificadas por Michel Foucault como bio-poder [1] . Tampoco la difusión del diagrama del control se hizo esperar; apareció con lo que llamaremos, metafóricamente, la «revolución» de las comunicaciones; la radio, la televisión, el cine, la tecnología digital, la informática y la cibernética. Una revolución que no impacta tanto, aunque no lo deje de hacer, en el modo de producción, como lo hace, en su momento, la revolución industrial, sino, para seguir de una manera compulsiva con la composición económica aceptada, generando formas intensivas y expansivas en la distribución y el consumo. Haciéndola a la primera más rápida y extensa, convirtiendo a la segunda en consumo de imágenes, más que de productos, en consumo de estándares, más que de bienes, en consumo de modas, más que de necesidades. El diagrama de control no tiene como objeto a los individuos, como es el caso del diagrama disciplinario, no tiene como objeto las poblaciones, como es el caso del bio-poder, en su sentido inicial, sino tiene por objeto a los públicos. Captura públicos construyendo mundos; mundos como grandes escenarios para los públicos clasificados; mundos interpretados desde imaginarios monitoreados desde la pantalla. Este diagrama de control se encuentra constantemente preocupado por evaluar la conducta de los públicos capturados; se hace periódicamente seguimientos de los comportamientos, de las inclinaciones, de las tendencias, de los ranquin; se efectúan estadísticas de opinión. La obsesión por los públicos es tal que se restaura el modelo de la vigilancia, asociado al diagrama de la disciplina; solo que ahora se trata de una vigilancia en un espacio abierto, no en un espacio cerrado, como en el caso de la cárcel. La vigilancia en los espacios abiertos es la vigilancia en las redes de comunicación; pero, también vigilancia de los lugares de concentración y de los corredores de flujos. La vigilancia se ejerce sobre las ciudades, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en las universidades. La vigilancia se convierte en vigilancia de los y las ciudadanas; todos son sospechosos. Se trata de un panoptismo de otro tipo; no solo porque se ilumina todo, se evita dejar algún resquicio de oscuridad o sombra, sino porque la mirada y la escucha es constante. Se trata de la expansión desmesurada del espionaje; todos son objeto de espionaje. La sociedad es espiada por el Estado. Los satélites artificiales han convertido a la tierra en un planeta contantemente observado; hay satélites de observación meteorológica, del medio ambiente, de la geografía, de la geología, de los recursos; pero también satélites espías con objetivos militares y de inteligencia. Estos artefactos sumados a otros, diseñados específicamente para vigilar, escuchar, interceptar, es decir, espiar, han transformado el diagrama del control, en tanto vigilancia, que se han borrado los límites entre lo público y privado.
No solamente es ignominioso, por la torpeza, sino también ilegal, inconstitucional, además de represivo, el juicio a los dirigentes del TIPNIS, sumando a los dirigentes de lo que ha quedado de la CIDOB, pues la otra CIDOB, la oficialista, no deja de ser un montaje, con dirigentes puestos a dedo. Es como decimos parte del diagrama de poder del control, la parte de la vigilancia absoluta, la parte de la subordinación y sumisión de todas las organizaciones sociales, la parte de la simulación; en este caso, de lo grotesco en la implementación de juicios espurios, juicios que no tienen juicio, que no responden al procedimiento, sino que responden a la orden, nuevamente, del ejecutivo, contando con el órgano judicial sometido, convertido en apéndice del gobierno, en el brazo de ejecución formal del poder. Esta parte de la composición del diagrama de control recuerda a los antiguos métodos de violencia represiva, de castigo, de domesticación por látigo; empero, al articularse en la «estructura» del diagrama de control, adquieren otra connotación. Acompañados por la publicidad y propaganda desbordantes, por el dominio de los medios de comunicación de masa, que tienen por objeto de poder a los públicos, que modulan, por así decirlo, los imaginarios, entonces aquellos procedimientos retomados adquieren la dirección que toma el control en los confines de la modernidad. Se trata de bio-poder, ahora en sentido amplio, de la apropiación de la vida, de su incorporación al estómago de la maquinaria de la vorágine capitalista. En el caso del TIPNIS es la destrucción de los ciclos de vida, del ecosistema, de los ciclos comunitarios, arrasando los bosques, el corazón de la producción del agua, que es el ecosistema del TIPNIS, destruyendo la vida comunitaria, ampliando la frontera agrícola del cultivo excedentario de la hoja de coca, construyendo una carretera que conecta a dos comunidades del interior del TIPNIS, pues la amplia mayoría de las comunidades se encuentran en los alrededores de los ríos Isiboro y Sécure, carretera que favorece a los comerciantes de Villa Tunaria y San Ignacio de Moxos y a los ganaderos de Rondonia, que quieren llevar su carne de res al mercado del pacífico. Carretera al servicio de la exploración de hidrocarburos, pues en núcleo del TIPNIS ha sido concedida a PETROBAS y PDVSA, sin consulta previa, pues se trata de territorio comunitario indígena y parque. Se trata del control geopolítico del IIRSA, la estrategia de integración económica y comercial de Sud América, diseñada por la burguesía internacionalizada brasilera. El gobierno boliviano sirve como agente de esta burguesía y como dispositivo de su geopolítica. El diagrama de poder de control en las periferias adquiere un carácter más abigarrado, más saturado, responde a geopolíticas regionales, no sólo a la geopolítica mundial de control, que es el sentido supremo de la estrategia de dominación del sistema-mundo capitalista, en la comisura de su propio crepúsculo. La geopolítica de control del TIPNIS es también una geopolítica del Estado-nación restaurado, en contra de los gérmenes del Estado plurinacional comunitario y autonómico, que se encuentra en los territorios indígenas, en los movimientos anti-sistémicos que vuelven a emerger, en la Constitución Política del Estado de Bolivia. Es la geopolítica de una burguesía local recompuesta, articulando a la antigua burguesía nacional y las incorporaciones de los nuevos ricos, una nueva burguesía con características nativas, comerciante, campesinos ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, cooperativistas ricos. Esta geopolítica nacionalista identifica como enemigos a los pueblos indígenas, a sus comunidades, a sus territorios y ecosistemas. No es pues casual que intereses, que antes eran encontrados, como los relativos a los terratenientes y, en contraposición, como los relacionados al campesinado, se hayan aparentemente aliado, contra los territorios indígenas y la propiedad comunitaria. En realidad se trata de los intereses de los campesinos ricos, no de la gran mayoría de los campesinos, a quienes se ha acallado, por medio de la manipulación y la selección de dirigentes sumisos. Resulta que el vicepresidente promueve la revisión, por parte del Congreso, de la Constitución aprobada en Oruro; la revisión congresal suspende la reforma agraria, que se encontraba en la Constitución. Más tarde, ahora, en pleno periodo electoral, el gobierno promueve y el Congreso servil acata, la suspensión de la función económica social, suspende el saneamiento de tierras, favoreciendo a los terratenientes. ¿Quiénes son los cómplices de semejante retroceso, anulando al propio movimiento campesino, que tiene como base precisamente la reforma agraria?; nada más ni nada menos los dirigentes llunk’u campesinos y los congresistas serviles, que son lastimosamente la mayoría.
La suerte de los dirigentes del TIPNIS está en manos de la resistencia a esta local imposición del diagrama del poder del control, la suerte de la reconducción del «proceso», que está desquiciado, y conducido al abismo por el gobierno, que es un contra-proceso [2] , está en manos de los movimientos sociales anti-sistémicos, los cuales no han podido emerger en plenitud, tampoco articularse como bloque. El dejar que esto avance, que la composición local del diagrama de control avanece, es convertirnos en cómplices de la descomunal dominación mundial de Estado de excepción prolongado, cómplices de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, en la comisura de su crepúsculo, cómplice de la geopolítica regional del IIRSA, que nos convierte en área de dominación del nuevo ciclo hegemónico del capitalismo, vanguardizada por la potencia emergente de China. Convirtiendo a América latina nuevamente en el espacio continental del modelo extractivista colonial renovado.
Una nota es indispensable. El gobierno popular dice que se enfrenta al imperialismo, que es anti-imperialista; sólo que lo hace con el fantasma del imperialismo, la imagen del imperialismo que corresponde a los tiempos anteriores a la segunda guerra mundial; no se enfrenta al imperialismo de carne y hueso, al imperialismo contemporáneo, que ha cambiado de forma y de estructura. Este imperialismo, que corresponde a la dominación y hegemonía absoluta del capitalismo financiero y de la malla de empresas trasnacionales, es más bien al imperialismo que sirve el gobierno popular. Sus políticas monetaristas, sus seudo-nacionalizaciones, por medio de compra de acciones, sus entregas del control técnico de las empresas nacionalizadas, la entrega de sus reservas fiscales a bancos del imperialismo, la emisión de bonos soberanos en el sistema financiero intenracional, hablan de ello. Lo que ha ocurrido con el caso Snowden y la clausura del espacio aéreo al avión del presidente boliviano, no es más que roces y amagues en el reordenamiento de la organización del imperio, del orden de dominación mundial, bajo el encuadre del diagrama de poder del control. Estas desavenencias de gobiernos, uno el gendarme del imperio, el otro, gobierno progresista de un país periférico, no son más que contingencias en la marcha descomunal del diagrama de poder del control, hacia el Estado de excepción mundial prolongado. Estas desavenencias muestran que ninguno de sus gobiernos, de sus asesoramientos, de sus servicios de inteligencia, comprende lo que pasa, esta marcha desbordante del diagrama del poder del control. Todavía mantienen las imágenes del periodo de la guerra fría. Se trata de representaciones anacrónicas que no corresponden al presente. No se pude esperar otra cosa de estos gobiernos, agenciamientos concretos del poder del Estado-nación, aunque uno sea imperialista y el otro sea subordinado, construido a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Sus «estructuras» y representaciones responden a la gravitación de este largo periodo. Las «estructuras» políticas y las formas de representación del presente están en ciernes, emergiendo de las nuevas experiencias. Las cabezas de estos gobernantes siguen peleando guerras pasadas, cuando asistimos a la marcha descomunal del diagrama del poder de control mundializado.
Otra anotación. Un diagrama de poder, lo que hemos llamado diagrama, interpretando las cartografías de poder investigadas por Foucault, no es el resultado del diseño de élites conspiradoras, como es la imagen que tienen algunos críticos de la dominación imperialista. No es ninguna variante de la teoría de la conspiración la que explica la conformación de mapas de poder. Al contrario, las élites conspiradoras no son más que uno de los componentes del diagrama de poder. Élites que se ilusionan con sus conspiraciones, que casi nunca les sale, pues enfrentan múltiples contingencias y la complejidad de la «realidad». El diagrama de poder, la cartografía de fuerzas, los mapas de agenciamientos y dispositivos, se arman como articulación de composiciones en el acontecimiento político, social, económico y cultural. Se trata de efectos molares no controlados, en principio, aunque, después, cuando se toma consciencia de ellos, se busca controlarlos, aunque sólo se lo logra en parte. Teniendo en cuenta esta reflexión, si bien tiene el peligro de que suene extraño y hasta paradójico, el siguiente esquema, un tanto exagerado, puede servir para comprender este fenómeno y esta fenomenología del diagrama de poder: Se puede decir que todos somos «cautivos» del diagrama de poder, aunque unos, la minoría dominante, lo haga de manera privilegiada, y los otros, las grandes mayorías, lo hagan de una manera sufriente, como explotados, discriminados, marginados, subordinados, condenados, colonizados. La ultra-burguesía hedonista de la dominación mundial se ilusiona con un poder que no posee, empero lo ejerce, cree que la acumulación compulsiva y los placeres mundanos a los que se entrega, que por cierto cada vez son más caros, satisfacen su deseo, que no es otra cosa que el deseo del deseo, que no se satisface nunca. Esta ultra-burguesía mundialmente dominante, altamente privilegiada, de una manera abismal, en comparación, no es otra que clase dominante, subjetividad exaltada, propietaria de medios de producción, de tecnologías, de tierras inmensas, de conocimientos patentados, del capital acumulado y de la acumulación de capital. Domina, pero no posee el poder; el poder la inviste como dominante, así como inviste a los demás como dominados. De esta interpretación, obviamente, no se puede sacar ninguna conclusión de que al ser la burguesía parte de diagramas de poder que no controla, aunque sólo lo haga en parte, es de alguna manera, en algún momento de lucidez, aliada de las resistencias, las luchas emancipadoras y liberadoras de las dominaciones, en la lucha contra el poder, contra sus múltiples formas; de ninguna manera. La teoría de la lucha de clases está plenamente vigente, la lucha contra las burguesías está vigente. La conclusión es otra; hay que sacarse de la cabeza la teoría de la conspiración, sus interpretaciones, sus tesis y sus hipótesis. La teoría de la conspiración no ayuda en estas luchas, convierte la lucha contra las dominaciones y el poder en una lucha contra los conspiradores, encogiendo los alcances de las luchas, restringiendo las «finalidades» de las luchas sociales. Entre ellas, la más importante, no puede ser otra cosa que la destrucción del poder, de las «estructuras» de poder, de la economía política del poder [3] , que diferencia poder de potencia, liberando la potencia social creativa.
Ciertamente no se puede decir que no hay contradicciones entre los Estado-nación del centro mutante del sistema-mundo capitalista y los Estado-nación de las periferias de este sistema-mundo. Las hay, a veces llegan a momentos de intensidad como cuando los gobiernos nacionalistas y populistas del siglo XX nacionalizaban empresas privadas del capital internacional. Antes hubo contradicciones entre las nacientes repúblicas y las coronas coloniales. Sin embargo, no hay que olvidar que al final se conformó la geopolítica del sistema-mundo capitalista, una dominación mundial basada en la configuración de los Estado-nación. Los Estados nación del centro del sistema-mundo aprovechaban su situación para centralizar y concentrar la acumulación ampliada de capital, los Estado-nación periféricos terminaron convertidos en administradores de la transferencia de recursos naturales a los centros industriales. El margen de maniobra que les quedaba era disputar los términos de relaciones de intercambio. Ahora, en los confines de la modernidad, en los límites del sistema-mundo capitalista, los Estado-nación progresistas entran en contradicción con los Estado-nación imperiales. Lo que se disputa, otra vez, es la relación de los términos de intercambio, pues los gobiernos progresistas están encaminados a intensificar y expandir el modelo extractivista, no de cambiarlo. Estas contradicciones son transitorias, si tenemos en cuenta la marcha a un nuevo modelo de dominación mundial que llamamos del Estado de excepción mundial prolongado, que corresponde al diagrama de poder del control mundializado. Si la secuencia histórica fuese esta, si las resistencias y las luchas de los pueblos no logran detenerla, los gobiernos progresistas serán una figura fugas en el camino. Los Estado-nación periféricos experimentaran transformaciones que los articulen a la integración del Estado de excepción mundial, respondiendo a la globalización del diagrama de poder del control. Los Estado-nación del centro mutante del sistema-mundo capitalista también experimentaran transformaciones, convirtiéndose en el centro administrativo, de dirección, de esta fabulosa maquinaria del panoptismo mundial, del control globalizado, y del espionaje total, permanente y minucioso.
¿Qué fueron los llamados estados socialistas en todo este decurso histórico? No se puede negar que, al principio, fueron un inmenso gasto heroico, la movilización descomunal de las voluntades contra la «realidad» y contra la historia. No disputaron la relación de los términos de intercambio con las potencias capitalistas, sino que se propusieron la revolución mundial. Sin embargo, en la medida que la correlación de fuerzas quedó clara, se optó por la coexistencia pacífica, es decir, a la convivencia entre «socialismo» y capitalismo. Este acomodo carcomió, por dentro, a los estados «socialistas», los cuales terminaron implosionando. El caso de China no es de una implosión, pero si de una conversión, llamado socialismo de mercado, que no es otra cosa que su adecuación al capitalismo, en condición de potencia industrial emergente. Esta potencia industrial forma parte, ahora, del centro del sistema-mundo capitalista; es la segunda potencia industrial y tecnológica, en camino de convertirse la primera potencia. Algunos despistados creen ver en esto un avance en el proyecto; ¿en qué proyecto? ¿Socialista? Estos despistados parecen desconocer que la batuta de la hegemonía capitalista siempre ha cambiado, de ciclo largo en ciclo largo; del norte de Italia, pasó a los países bajos, Holanda, de Holanda a Gran Bretaña y de Gran Bretaña a Estados Unidos de Norteamérica. Cada uno de estos ciclos largos ha caracterizado una forma y una «estructura» capitalista; comercial, por acciones, revolución industrial, revolución administrativa y organizacional, revolución científica tecnológica. La emergencia capitalista de China parece anunciar un nuevo ciclo largo del capitalismo, bajo su hegemonía, que probablemente caracterice una nueva forma y una nueva «estructura» en los modos de acumulación. Empero, como todo capitalismo no puede ser sino una forma de dominación sobre las fuerzas de trabajo y sobre la naturaleza. De esta proyección histórica no se puede esperar ninguna emancipación, menos ninguna liberación. El camino emancipatorio y de liberación no es por la preservación del capitalismo, lleve quien lleve la batuta, sea potencia «occidental» o sea potencia «asiática». La emancipación y la liberación son de los pueblos del mundo respecto de la dominación capitalista, comprendiendo todas sus formas de explotación.
Una tercera nota es indispensable; sobre los fundamentalismos. El fundamentalismo musulmán es mas bien resistencia que emancipación; resistencia basada en el fundamento religioso. Resistencia al dominio y hegemonía «occidentales», defensa de la cultura, la lengua, las instituciones tradicionales y la religión. Como resistencia local y hasta regional tiene perspectiva de mediano alcance; en la medida que no se trata de un proyecto emancipatorio, que convoque al resto, no se abre una perspectiva de largo alcance. El secreto de las revoluciones democráticas y socialistas fue el proyecto emancipatorio, humanista, con pretensiones universales, convocando a todos, incluyendo a todos. Por esta razón tuvieron repercusiones de alcance mundial, pudieron cambiar el mundo, aunque el proyecto socialista solo lo hizo en parte y duro un mediano plazo.
El fundamentalismo, si todavía podemos hablar así, «indianista», no es solo de resistencia, pues se propone la emancipación de las comunidades, pueblos y naciones indígenas; empero, se trata de una emancipación y de una convocatoria restringidas, a no ser que ocurra que el proyecto indígena comunitario se convierta en una convocatoria a todos. En este caso se convierte en un proyecto emancipatorio, en pleno sentido de la palabra. Lo sugerente del proyecto indígena es que se propone la defensa de la madre tierra, comprometiendo a las sociedades humanas y a los pueblos a defender los derechos de los seres y los ciclos vitales. Esta convocatoria se dio en la Conferencia Mundial de los Pueblos contra el Cambio Climático de Tiquipaya-Cochabamba, se propuso la internacional de los pueblos en defensa de la madre tierra y contra el capitalismo. En este sentido el proyecto de defensa de la madre tierra, proyecto civilizatorio llamado vivir bien, se convierte en una perspectiva mundial alternativa. En la medida que el «indianismo» se circunscribe en un fundamentalismo es resistencia, queda localizado y su perspectiva es de corto alcance, en el mejor caso, de mediano alcance.
Asistiendo a la marcha hacia la globalización del diagrama de poder mundial y de la imposición del Estado de excepción mundial prolongado, las alternativas no pueden ser sino emancipatorias y liberadoras; es decir de convocatoria mundial, a todos los pueblos. Las resistencias quedaran en el camino como acciones heroicas, pero pasajeras. Bajo estas consideraciones, los pueblos están como empujados a coordinar y articular sus luchas, a conformar una internacional de los pueblos. Ahora bien, haciendo un rápido diagnóstico de lo que pasa, podemos ver que los pueblos han salido a las calles, han ocupado las plazas, se han insubordinado contra sus gobiernos, en un caso autoritarios, en otro caso, neoliberales. Empero, estos levantamientos parecen encontrarse escasamente politizados; las contradicciones entre pueblos y gobiernos, llega a cambios de gobiernos, que resultan ser parte de un circulo vicioso, son la expresión del mismo problema, la usurpación de la representación popular. Estos levantamientos populares no han logrado construir una alternativa a la forma de gobierno, una alternativa a la forma de Estado. La llamada primavera árabe es un ejemplo de este drama. La movilización popular ha sido aprovechada por grupos de poder que se encaminan a restaurar lo mismo o, peor aún, se encaminan a proyecciones neoliberales demoledores. La movilización popular también ha sido aprovechada por servicios de inteligencias de potencias «occidentales» que se han inmiscuido en los conflictos. En Europa los levantamientos populares, calificados como movimientos de «indignados», no han derivado en cambios de gobierno; no han contado con la fuerza para hacerlo; tampoco han logrado la politización requerida. Quedaron, hasta el momento, como movimientos reivindicativos y defensores de derechos adquiridos. Los movimientos de «indignados» en Estados Unidos de Norteamérica han quedado como en el inicio, controlados desde el principio de los estallidos. En otras palabras, los pueblos, amenazados por la turbulencia del sistema financiero internacional, por su lógica especulativa e inflacionaria, por su valorización ficticia, por la estrategia de deuda infinita, sistema financiero que hecha a la calle de las casas a los moradores cuando no pueden pagar sus deudas, todavía se encuentran en una fase pre-política, abusando del término. Sin embargo, el conflicto ya se ha dado y a escala mundial. La tarea de los y las activistas consiste en apoyar la politización de los pueblos, en los escenarios de los nuevos levantamientos y movilizaciones, coadyuvando a la coordinación de las luchas y la conformación de una internacional de los pueblos. La propuesta, en perspectiva, parece ser la enunciada en los foros sociales, como gobernanza mundial de los pueblos [4] , acompañada o, mas bien, sustentada por la construcción civilizatoria alternativa, democrática, participativa y pluralista, llamada vivir bien, por la Conferencia Mundial de los pueblos en Tiquipaya-Cochabamba.
[1] Ver de Michel Foucault Defender la sociedad, también Seguridad territorio, población, Nacimiento de la biopolítica, El poder psiquiátrico; Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Contradicciones y transformaciones en el proceso. Horizontes nómadas; La Paz.
[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista; Horizontes nómadas, Bolpress; La Paz.
[4] Ver de Boaventura de Sousa Santos El Milenio Huérfano; Akal; Madrid.
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