«Ponga huevo, ponga huevo, que esta lucha la ganamos compañero», cantaban descontrolada y emocionadamente los obreros petroleros que el martes 11 de octubre festejaron su día de la Dignidad, su día de la Libertad y no se trataba del último[1] sino de uno de los primeros días en que el movimiento obrero patagónico y nacional. […]
«Ponga huevo, ponga huevo, que esta lucha la ganamos compañero», cantaban descontrolada y emocionadamente los obreros petroleros que el martes 11 de octubre festejaron su día de la Dignidad, su día de la Libertad y no se trataba del último[1] sino de uno de los primeros días en que el movimiento obrero patagónico y nacional.
Claro es cierto, no es la primera, ni tampoco será la última página de gloria que escriban los trabajadores petroleros de la provincia del Chubut. Seguro que habrá más capítulos, en libro de las lucha donde los explotados enfrentan a los explotadores.
Pero indudablemente que esta no ha sido cualquier página, ha sido una de las más gloriosas de los últimos años. Alguien quizás hasta pueda compararla con la de los peones rurales que en la década del ’20 del siglo pasado se produjo en la inolvidable Patagonia Rebelde.
Y rebelde fueron los obreros que sobrepasaron a sus direcciones, vencieron sus miedos, rompieron con el corcet de la desorganización y arremetieron contra la burocracia y apuntaron toda su fuerza hacia las multinacionales que explotan de manera desmedida los recursos naturales.
La pela fue más allá del incremento salarial de los 260 pesos que los equiparaban con sus pares del norte de Santa Cruz, más los 350 pesos que se habían conquistado sobre finales de septiembre. La pela fue por la dignidad obrera.
La dignidad del petrolero estaba en juego, no era cualquier lucha, era una especial. Había que medirse sobre el cuadrilátero de la lucha de clases; allí donde el capitalismo pone toda su voracidad en juego y los obreros no fueron menos. Pelearon y ganaron.
Esos petroleros que le entregan 10, 12 o 14 horas de su vida a una compañía privada que le extrae la plusvalía y valle si se la saca. Según los datos que se descubrieron en medio del conflicto, y que ninguna empresa desmintió, la ganancia que obtienen las petroleras del Chubut es nada más y nada menos que de 6.255 pesos por minuto. Con 16 días de ganancia de bolsillo le pagaban el aumento de los 260 pesos al básico a 24.000 obreros de la región. Un verdadero despropósito.
Esa dignidad que estaba en juego se expresó en todas sus vertientes. Aplicando los históricos métodos de la clase, los obreros petroleros iniciaron en primera instancia un paro de 2 días, después hicieron uno de 4 días e inmediatamente engancharon la huelga por tiempo indeterminado.
La burocracia sindical había hechos todos los esfuerzos posibles para que evitar esto. Desde enero que venía pateando la pelota para adelante y se hacía la distraída sobre la conquista que en el norte santacruceño se había obtenido en marzo del 2004. Ni una gota de petróleo, ni un metro cúbico de gas salía de los suelos chubutenses. La paralización era total.
Pero es sabido que las burocracias explotan y a veces se ven sobrepasadas por la fuerza de los obreros y, como en este caso, se vieron en la obligación de ponerse al frente de la pelea. Hacía rato que en la región no se veía un burócrata haciendo un piquete en un yacimiento petrolero. Es más esa misma burocracia fue la que hizo un piquete con empresarios petroleros para evitar que el gobierno nacional instrumente las retenciones a las exportaciones.
Pero claro, la fuerza de la lucha y la organización es capaz de derribar hasta al mismísimo capitalismo, como no iba a apretar a los burócratas.
Lo cierto es que el camino de la huelga obrera estaba trabado. Los piquetes, las embestidas contra las empresas, el control hacia los carneros, las puteadas contra el gobernador chubutense Mario das Neves y el intendente Raúl Simoncini -ambos del PJ-, no alcanzaban. Las operadoras petroleras se les habían parado enfrente y estaban dispuestas, como siempre, a darle pelea.
Cuando el paro cumplía 11 días no se veía el horizonte de la resolución y por eso decidieron ir por más. Había que golpear mas duro, y el golpe llegó con la toma de la playa de tanques desde donde se exporta el crudo. El que maneja esa canilla maneja todo. Si la llave se cierra, todo se para, si la llave se abre las ganancias fluyen hacia los bolsillos de las multinacionales.
El grifo se cerró, el cuerpo de delegados del sindicato petrolero arremetió contra la playa de tanques y la tomaron por asalto. El control obrero era total y absoluto y por delante estaba el fin de semana largo.
Los directivos de las petroleras ya estaban más inquietos que antes. El gobernador del Chubut dejó de decir que los petroleros eran borrachos y buscó abrir canales de negociación. El pueblo de Comodoro Rivadavia se dio cuenta que era el momento de actuar y elegir de qué lado iba a estar.
La noche del sábado 8 de octubre se organizó un cacerolazo espontáneo en el centro de Comodoro, a 15 kilómetros de donde estaba la toma. Más de 1.000 personas se solidarizaron con los petroleros en huelga, muchas eran mujeres, esposas, hijas, hermanas, novias, madres, abuelas, tías, primas de obreros petroleros.
La tortilla se estaba dando vuelta. Pero claro, las multinacionales estiraron a mas no poder el tener que arrodillarse ante el poder obrero. Obviamente son capitalistas y saben que una batalla no es la guerra, pero a nadie le gusta perder.
Los cacerolazos se repitieron el domingo y el martes por la mañana una multitudinaria marcha recorrió las calles céntricas. Eran nuevamente las mujeres, pero yo no estaban solas, se sumaron los comerciantes que cerraron sus puertas, se sumaron las docentes que ese mismo día iniciaban un paro por tiempo indeterminado por aumento salarial, se sumaron muchas organizaciones de obreros ocupados y desocupados.
La tortilla ya se había invertido, era cuestión de horas para que la derrota del rival se produjera. En el medio, cientos que digo cientos, varios miles de trabajadores pasaron por la playa de tanques a llevar su solidaridad, a llevar comida, a visitar a sus obreros en huelga, a hacerles el aguante.
Las horas del martes 11 fueron transcurriendo. Ya todo estaba maduro, pero la negociación no daba sus frutos. Cuando el reloj marcó las 11 de la noche apareció la propuesta.
Se otorgaba el aumento de los 260 pesos al básico, retroactivos a enero; también el aumento de los 350 pesos; la anulación de los telegramas de despido; el pago de los días caídos y claro había una cláusula que exigía la «paz social» en los yacimientos hasta junio del año que viene.
Una multitud votó en asamblea, dentro y fuera de la playa de tanques tomada. El voto fue favorable al acuerdo y como el cansancio era mucho, un día y medio descanso por luchar.
Los huelguistas recorrieron en una larga caravana los 15 kilómetros entre la playa de tanques y el centro de Comodoro. Miles de personas festejaron el triunfo del movimiento obrero organizado, por abajo claro.
La huelga fue una lección a la hora de medir fuerzas con la burguesía, el capitalismo y las empresas imperialistas multinacionales.
Queda mucho por aprender y queda mucho por hacer. Esta victoria es importante, pero ahora hay que ir por más, los trabajadores y el pueblo debemos apoderarnos de esos 6.255 pesos de renta petrolera que hoy no quedan en manos del Estado.
Habrá que pensar si no ha llegado el momento de pensar en la nacionalización de los recursos naturales, de expropiar a las multinacionales, de estatizar los yacimientos petroleros y gasíferos y ponerlos bajo la administración de los trabajadores y el control popular. Pero para lograrlo es necesario tomar el poder y construir una Argentina y un Mundo socialista. Hacia allí debemos encaminarnos y ese es nuestro desafío.
[1] El contraste busca reflejar lo que para las comunidades aborígenes de los pueblos originarios es el 11 de octubre, al que consideran como el último día de libertad antes de la llegada de los conquistadores europeos.