«Doña Peque» es el personaje televisivo más popular del momento. Lo da vida una actriz en la campaña mediática del gobierno del MAS para aprobar (en un futuro a medio plazo, tras los revocatorios del 10 de agosto, el nuevo texto constitucional). Pero «doña Peque» se ha dado la vuelta y ha dado una entrevista […]
«Doña Peque» es el personaje televisivo más popular del momento. Lo da vida una actriz en la campaña mediática del gobierno del MAS para aprobar (en un futuro a medio plazo, tras los revocatorios del 10 de agosto, el nuevo texto constitucional). Pero «doña Peque» se ha dado la vuelta y ha dado una entrevista al primer número de Poder y Placer, la nueva revista de José Pomacusi (el ex capo de los informativos «honestos» de Unitel). Dice «doña Peque» (al parecer molesta por que no le han pagado lo supuestamente acordado con el gobierno) que le joden las intromisiones extranjeras en nuestro país. Obviamente no habla de «la embajada» de la avenida Arce, sino del diabólico Hugo Chávez. Mientras tanto, a escasos kilómetros de la frontera boliviana, en Perú (en la zona de Ayacucho) desembarcan 111 militares gringos para iniciar una operación autodenominada de ayuda humanitaria y bautizada como Nuevos Horizontes.
Los «milicos» estadounidenses dicen que se dedicarán a perforar pozos de agua, reparar escuelas y ofrecer asistencia médica a los peruanos de las montañas del Vrae, en Ayacucho, una zona cocalera conocida por haber albergado a Sendero Luminoso (todavía andan por allá unos 300 guerrilleros). Lo que extraña (pensando con ingenuidad) es que para arreglar escuelas y regalar consultas médicas, los gringos llegan cargando fusiles de largo alcance M 16 y ametralladoras de combate MAC.
«Casualmente» esta llegada de los gringos humanitarios con M16 (con el rechazo de la oposición que habla de intervención militar extranjera y operativos de entrenamiento militar camuflados) se desarrolla cuando se habla ya del traslado de la base de Manta de Ecuador a territorio peruano dentro de los nuevos planes de la IV Flota estadounidense. «EE UU vuelve a patrullar», como titula el número de junio de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique. Por cierto, no sólo se pretende «colombianizar» Ayacucho, sino que también en Iquitos, en la amazonía peruana, hay militares estadounidenses, obviamente también en «ayuda humanitaria».
¿Se imaginan si Chávez mandara militares a Beni, Pando o Santa Cruz en «ayuda humanitaria» cargando M16 y ametralladoras de combate? ¿Qué diría «doña Peque»? ¿Y «Tuto» y su manía persecutoria y obsesiva con el mandatario bolivariano?
Afortunadamente, en Bolivia, la única intervención extranjera «visible» está en manos de los cubanos, que no traen ni fusiles ni ametralladoras. Traen ilusión y un espíritu internacionalista a prueba de balas. Son casi dos mil médicos que operan gratis, curan con cariño caribeño y se hacen querer, incluso en zonas y barrios abiertamente opuestos al gobierno de Evo Morales. Y en todos sus actos (incluidos los típicamente cubano-revolucionarios de premiación entre ellos, cantan siempre el himno de la patria de Martí y luego el boliviano, ¡y la versión larga!), como bien pudo comprobar quien esto escribe a finales del año pasado con los médicos de la capital del Beni, «Trini».
Desde el «gran caimán verde», llegan también profesores que ya han enseñado a leer a más de medio millón de personas, todas humildes, en el exitoso programa «Yo sí puedo». Y para finales del año pretenden acabar, con la ayuda de bolivianos y voluntarios, con el analfabetismo en la Bolivia de Túpac Katari y Apiaquaiqui Tumpa.
Y no es «ayuda humanitaria» como la de los gringos (que en el pasado ayudaban a masacrar campesinos cocaleros en el Chapare), sino solidaridad con letras mayúsculas, a cambio de nada. Ni siquiera a cambio de instalar una base militar, solo quieren que Bolivia y el mundo sean un lugar más justo para vivir. Como todos, o casi todos.