En el análisis de Guillermo Lora sobre «La guerra del Pacífico» señala que ésta manifiesta «…de manera clara, las relaciones íntimas y vitales que unían a los mineros – chilenos y bolivianos – con el capitalismo inglés«. Luego pasa a estudiar la conducta de Aniceto Arce, uno de «…los hombres más descollantes de la época«, […]
En el análisis de Guillermo Lora sobre «La guerra del Pacífico» señala que ésta manifiesta «…de manera clara, las relaciones íntimas y vitales que unían a los mineros – chilenos y bolivianos – con el capitalismo inglés«. Luego pasa a estudiar la conducta de Aniceto Arce, uno de «…los hombres más descollantes de la época«, que encarna las aspiraciones fundamentales de la feudal-burguesía, que se constituye a la vez en cerebro de «… empresas mineras y de los partidos políticos que llenan toda una etapa de nuestra historia» [1]
Más adelante afirma que «…Bolivia siempre mostró preocupación por dos cuestiones: buscar una salida conveniente hacia el Atlántico, porque un descomunal e indomable desierto le separaba de su enorme y rica costa marítima y, luego, incorporar realmente la misteriosa zona del Chaco al patrimonio nacional» [2] .
Incontinenti revela la genealogía política y empresarial de Aniceto Arce, nos ilustra que éste – en el gobierno de Belzu – junto «…con otros políticos fue confinado a la región malsana y húmeda del Guanay«. Huye de este lugar para luego de una penosa travesía llegar «…a Chile, atraído por la fama de los minerales de Chañarcillo (Copiapó)». Aquí, «…conoció a muchos notables capitalistas, con quienes estuvo en relación durante casi toda su existencia: Edward, Cousiño, Pereira, Concha y Toro, Cuadra, Gallo» Esta etapa es muy importante para la vida política empresarial de Aniceto Arce.
Más adelante, Lora manifiesta que Arce fue partidario de Linares. Uno por ser igual que aquel anti Belzu; y dos, porque al igual que el caudillo creía «…que el porvenir radicaba en la implantación de la libertad de comercio y en la incorporación del país al capitalismo internacional». Cuando Linares asume la Presidencia, «Arce fue designado rector del Colegio Pichincha de Potosí y luego Fiscal de Distrito». Pronto «En 1861 se lo encuentra de Prefecto en Potosí bajo el gobierno Achá» [3] . Posteriormente Aniceto Arce es designado Ministro de Hacienda. Durante la presidencia de Mariano Melgarejo Arce retorna sus trabajos de Huanchaca, la mina más grande de aquel periodo.
La conducción de la Compañía Huanchaca nos muestra el incomparable temple para el trabajo, la capacidad organizadora e iniciativa del rico minero. Según el intelectual trotskista «El impulso de los trabajos y la creciente prosperidad plantearon un agudo problema: la instalación de ingenios con maquinaria moderna y capaces de lograr elevados índices de recuperación y, también, de modernizar el trabajo en el interior de la mina, para acelerar y facilitar la extracción del mineral». Junto a esto «…era preciso que un considerable volumen de capitales fuese volcado hacia la empresa minera más próspera del momento, para sacarla a flote, precisamente, de sus necesidades más inmediatas». En busca de capitales Arce se traslada a Chile, donde sus «…antiguos amigos de Chañarcillo se habían convertido en poderosos gestores de empresas importantes gracias a la situación privilegiada que ocupaban en la banca y la industria…» [4] En 1872 logra que Melchor Concha y Toro, Gregorio Donoso y Javier Huidobro visiten la Compañía Huanchaca. En mayo de 1878 se suscribe un contrato que permite a la empresa reestructurarse y desplegar amplias perspectivas de desarrollo.
Arce, Vicepresidente de Bolivia y su oposición a la guerra del pacífico con Chile
Una vez Arce en la Vicepresidencia de Bolivia y desde esta posición, proclama explícitamente su adhesión a los capitalistas ingleses y su oposición a la guerra. En un comunicado afirma que «la única tabla de salvación para Bolivia era que se pusiese a la vanguardia de las conquistas chilenas» Manifestando, además que el Perú era «nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones sinceras al aliado que había pactado la alianza «con el deliberado y único propósito de asegurar sobre Chile su preponderancia en el Pacífico» [5] . Guillermo Lora, señala que el Vicepresidente Arce encarnaba una clara tendencia colectiva boliviana en política exterior.
Aquellas manifestaciones, como no podía ser de otra manera, tuvieron repercusiones contrapuestas en la estrecha mentalidad de los políticos de aquella época y se lo destierra junto a otras personalidades «…que compartían su ideas pacifistas». Por su parte Arce responde vehemente – de acuerdo a Guillermo Lora – en un manifiesto en Sucre donde expresa «…el pensamiento del sector más importante, económica y políticamente hablando, de la feudal-burguesía: las tendencias y aspiraciones de uno de los partidos políticos de Bolivia» Entre estas se lee: «mis ideas sobre la paz eran bien conocidas» [6] . Siguiendo a Lora: Arce «…hace su defensa tomando como centro aquellos actos que él considera como ofrenda de sus sacrificios y de su bolsa a la patria»: En un Manifiesto escrito por Arce se lee: «no he escaseado mi bolsa para dar pedidos que se hacían a nombre de las conveniencias del país (…) me he sometido a angustias y sacrificios comunes, ofreciendo mi tributo, sin exagerarlo, ni empequeñecerlo. Puedo decirlo, hoy que se me acusa y calumnia, los más valiosos recursos ofrecidos al General Daza para la guerra, han sido míos» [7]
En otro párrafo, Guillermo Lora incorpora en escena al célebre escritor cruceño René Gabriel Moreno, de quien poco se habla o escribe en Bolivia, menos se sabe de su participación en la guerra o posguerra del pacífico. Moreno sale en defensa de Arce por identidad de posiciones. Refiriéndose a Campero escribe Moreno «¿No se recuerda bien que este señor gritaba ¡Guerra! ¡Guerra! Mientras estaba contemplando quieto los esfuerzos bélicos de su aliado el Perú? Al igual que Arce, Moreno se opone claramente a cualquier entendimiento o pacto con el Perú y sustenta que la Argentina, tanto gobierno como pueblo, se inclinaban en favor de Bolivia, repudiando, al mismo tiempo, la extraña y provocadora actitud de Campero.
Desde Buenos Aires, Modesto Omiste, inicia una apasionada campaña contra Arce, René-Moreno y Salinas Vega, a quienes acusa de traidores de los intereses de Bolivia. En las Notas biográficas… de René G Moreno se lee: «Difamar a Aniceto Arce y al que estas líneas escribe, fue tarea que de propio impulso acometió el secretario de la Legación, señalándoles por lo bajo y por la prensa como insignes traidores al servicio de Chile« [8] .
¿Qué hizo Gabriel R. Moreno para ser tratado de traidor? Moreno, mismo, demostró documentalmente que el Presidente Hilarión Daza «…envió a un emisario, Luis Salinas Vega, ante aquél para que se apersonase al Gobierno de Chile y pidiese las bases de un acuerdo, las mismas que debían ser inmediatamente entregadas al mandatario boliviano» [9] . A eso se limitó la misión Moreno: a llevar una propuesta y a retornar a Santiago con la negativa dada por Daza, escribe Lora.
¿Cuál fue la propuesta de Chile? Que: «…debían cesar las hostilidades entre las dos repúblicas y que ambos ejércitos ´se considerarán en adelante, como aliados en la guerra contra el Perú´. Bolivia reconocería como propiedad exclusiva de Chile ´todo el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24, que ha sido el que mutuamente se han disputado´. En recompensa Chile se comprometía a ´prestar la más eficaz ayuda´ para que Bolivia adquiriese por la fuerza de las armas o como resultado de una negociación, un puerto sobre el Pacífico en territorio peruano. También se consignaba la oferta de ayuda económica y bélica al ejército y gobierno bolivianos» [10] .
En Marzo de 1881, se lo exige al Vicepresidente abandonar Bolivia en el término de quince días. El documento que sirvió al Gobierno para justificar la expulsión de Arce del país fue una carta privada dirigida al señor José Pol de Cochabamba el 5 de marzo de 1981, donde se lee textualmente:
«Con el placer de siempre correspondo a su apreciable de 25 de febrero último. Estamos sin noticias de la guerra, en este correo me faltan aún cartas de mis corresponsales de Tacna. Nuestras locuras nos trajeron la guerra, la pérdida del, territorio, y todavía vencidos, extenuados e impotentes hacemos ridículas provocaciones para atraer la zaña del enemigo; y todavía más para alentar el comunismo (…) La única tabla de salvación para Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su vanguardia para asegurar sus conquistas. Por eso mismo nuestra actitud debía ser silenciosa, digna y de labor paciente. Esperan la solución de la Convención, creo que ella parirá monstruos» [11] .
Los acontecimientos le dieron la razón a Arce – escribe Lora – estaba en lo cierto al reconocer la guerra perdida a continuación de la campaña de Camarones. Por ello defendía el acercamiento hacia Chile, como «la única tabla de salvación de Bolivia»: «Desde el regreso de Camarones y sus naturales emergencias, que han venido generándose con implacable lógica, hasta determinar el desastre de Chorrillos y Miraflores, vi que la lucha debía ser inevitablemente ruinosa para mi patria… « [12] . Sigue: La diplomacia boliviana como corresponde a un país que confía en los malabarismos verbales y en los milagros de la «justicia internacional», se limitaba a cobijarse en el aforismo que presuntuosamente reza que la victoria no da legitimidad a los actos, negado, por otra parte, cuantas veces fue enunciada. La «tesis sostenida por la diplomacia boliviana frente a Chile» pudo estar adecuadamente inspirada en la teoría pura del derecho internacional, pero se estrellaba inútilmente frente a la realidad, llena de arbitrariedades e impuesta por los países fuertes [13] .
La victoria de las armas, como acertadamente dice Arce – subraya Lora – entra como cifra en el conjunto de las soluciones. La exposición del político obligado a salir al destierro está presentada de manera vigorosa y hasta brutal, no en vano era la justificación de las convicciones más profundas y sentidas del todopoderoso de Huanchaca. Chile es presentado como país vigoroso y lleno de virtudes cívicas, vale decir, de una Gran Conciencia Nacional, frente al Perú y Bolivia, débiles y en pleno proceso de desintegración social. La victoria chilena estaba de antemano asegurada y la función de los diplomáticos debía radicar en evitarla o en lograr que el país sufriese los menores males de hechos que imperiosamente tenían que realizarse:
«Chile, por la superioridad de sus elementos, y más que todo, por el vigor de la conciencia nacional, en cuyo fondo vive como fuerza incontrastable el sentimiento de amor al pabellón patrio, ha corrido velozmente de victoria en victoria, unciendo al carro de sus conquistas, ciudades, pueblos, puertos, extensos territorios». (Manifiesto de Sucre). «La organización social y política del Perú y Bolivia, más que la pujanza del enemigo, debían producir naturalmente, primero, la ocupación del Litoral peruano y después la de Lima» [14] . Este manifiesto, nos dice Lora, provocó la reacción de la mayoría boliviana – entiéndase la minoría letrada y moldeada por la prensa en un país de totalidades analfabetas — que se sentía mancillada y humillada por el dueño de Huanchaca que proponía la necesidad imperiosa de una paz como base de la prosperidad industrial del país. Insiste:
«La paz es mi anhelo vivísimo; deseo ver que las industrias del país crezcan con la savia que ella da abundosamente. Cuando vea cruzar por nuestra desierta altiplanicie los rieles, acercando poblaciones y condensando los mutuos beneficios que brotan en las diversas zonas geográficas; cuando nuestras breñas, nuestras pendientes, nuestras agrestes soledades, nuestros caminos tortuosos, sean vencidos por la acción simultánea del capital y del trabajo» [15] . G. Lora agrega:«La pacífica convivencia con los otros países debería, para poder impulsar la prosperidad de la industria y del comercio, complementarse con la paz interna» [16] .
Guillermo Lora, con mucha certeza afirma que Aniceto Arce no proyectaba ninguna fantasía, al contrario planteaba el único camino viable que podía llevar a Bolivia al desarrollo económico. Sus contendientes no oponen nada concreto al planteamiento de Arce y se limitan a acusarlo de traidor de trabajar para «enemigo».
Sigue: Para Campero y sus seguidores la guerra era sinónimo de honor y patriotismo; para Arce era un pretexto para suprimir las garantías democráticas y un justificativo del hundimiento económica y degradantes derrotas sufridas. ‘Patriotismo y guerra gritan y a su nombre se exigen empréstitos forzosos, se duplican los impuestos, se crean contribuciones; pero los nuevos batallones no se ven, los sueldos ministeriales se aumentan en vez de disminuirse… Las libertades públicas se suprimen, las garantías. Individuales se eliminan, las rentas nacionales se despilfarran a pretexto de guerra…
Aniceto Arce advertía como única perspectiva de paz una explícita proximidad a Chile, dando las espaldas al Perú. Esta propuesta llenó de furor a los escritores y políticos bolivianos que gustaban, como también lo hacen ahora, encubrir su raquitismo e indigencia intelectual y moral con discursos fatuos. La propuesta de Arce, que significaba romper el frente aliado a cambio de la anexión de Tacna y Arica, quería decir traicionar, en último término, el pacto contraído con el Perú. Más tarde Bolivia recibirá lecciones elocuentísimas de su aliado acerca de la «lealtad» de su conducta, asegura Guillermo Lora.
Si para Arce «La única tabla de salvación de Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su vanguardia para asegurar sus conquistas»; es porque, tenía la certeza que el capitalismo inglés operaba desde Chile y que este país estaba activamente interesado en «asegurar sus conquistas», incluso por las armas. El Ministro de Estados Unidos en Lima, Cristiancy, en una nota enviada al Secretario de Estado, James G. Blaine, sintetiza el objetivo buscado por los banqueros de Londres: «establecer el predominio de los ingleses sobre la influencia americana en esta costa» [17] .
¿Arce estaba en relaciones con el enemigo, obraba de acuerdo a un plan común con él? Se pregunta Guillermo Lora. La respuesta no puede menos que ser afirmativa Asevera. Esto, en sentido positivo para los intereses bolivianos. Indudablemente Aniceto Arce tenía fuertes intereses comunes con los financieros británicos que mantenían su cuartel general en Chile. Estaba convencido que el desarrollo de Bolivia dependía de la ayuda que pudiera recibirse de aquellos. Por su parte Chile ya se había apoderado de las salitreras, retribuyendo de esta manera los deseos del capitalismo inglés. Ahora veía en el «Perú a su peor enemigo, donde los Estados Unidos comenzaron a atrincherarse para poder contrarrestar la expansión inglesa en las costas del Pacífico» [18] . Por estas razones Bolivia tenía mucha importancia para que Chile asegurase «sus conquistas», Arce que conocía todo esto lo expresa en la siguiente forma: «La paz, que sólo puede dárnosla hoy Chile… Chile tiene interés en conservar la existencia, y la autonomía de Bolivia; pero es preciso no persistir en la guerra; para que el odio y la rabia no le impidan conocer ese interés… Los pueblos exasperados olvidan sus conveniencias. No exasperemos a Chile, para que él no olvide su conveniencia, que es al mismo tiempo la conveniencia de Bolivia y su tabla de salvación» [19] .
Siguiendo a Guillermo Lora, expresa que no existe razón alguna para sostener que los planes de incorporación de Tacna y Arica a Bolivia estuviesen ideados sólo para encubrir la «traición», que por otra parte no existía tal afirma. El planteamiento era producto del profundo conocimiento que Arce tenía al respecto. Por lo tanto, viniendo de Arce – el empresario más exitoso de la época – significaba que las probabilidades eran suficientes; y, seguramente, «…había ya un entendimiento en principio con círculos influyentes de Chile». La posteridad, representada en los historiadores de la feudal-burguesía, ha lavado la afrenta lanzada a René Gabriel Moreno – defensor de Aniceto Arce – quien estaba convencido que obró honesta y patrióticamente.
En suma: «La pasión política, que llamó traidor a Arce, imputó el mismo delito a René-Moreno y Salinas Vega. Con cuanta injusticia, lo está diciendo a gritos la posteridad« [20] .
El Rico minero de la plata, tenía el firme convencimiento que si Bolivia quería ser realmente una «nación independiente», lo único que debía efectuar era corregir sus límites, obtener una salida al mar de acuerdo a su «estructura geográfica y a su realidad económica». Pues el aniquilado Territorio de Cobija resultaba para Arce un desacierto. Precisar que no fue el único boliviano que pensaba de aquella manera. Porque, muchos otros, sustentaban que la costa natural de los bolivianos correspondía situar en la zona contenida entre Arica y Tacna.
Por cierto, era evidente que había que actuar con «Realismo Político», aquí no entraban los discursos, los tribunales internacionales, el patrioterismo etc., etc., que son pura demagogia, a la que estaban (están) acostumbrados los políticos bolivianos de ayer, de HOY y seguro de mañana si no corregimos AHORA nuestra conducta. «Podrá estimarse el deseo como se quiera, pero hay que tener el valor de ver las cosas como son. Esto es lo que caracteriza a los hombres (…), a los que hacen la historia (…) Toda victoria hace victimas» [21] . Sólo es verso – escrito o pensado – la que, gimiendo, sigue las situaciones que se pierden en la celeridad de los hechos, dirá Spengler.
Entonces, si queremos mantenernos en la cresta empinada de la historia, es imperativo elegir – para todos los cargos públicos – a mujeres y hombres capacitados en base a méritos y que conozcan el oficio que vayan a ejercer. Basta de pachamamismo; de la estulticia de otorgar divinidad desde los insectos hasta un guijarro. Léase Canciller de Bolivia David Choquehuanca; quién, debe saber de Relaciones Internacionales tal cual nosotros sabemos sobre fabricación de reactores atómicos. No debemos seguir habilitando a cualquier cristiana (o) como diputado, senador, ministro y otros cargos públicos. Necesitamos mujeres y hombres sobresalientes, salidos de nuestras Universidades y los tenemos en abundancia.
En política interna y externa lo que realmente interesa son los resultados. No las buenas intenciones. «No hay modo de eludir la dureza de estos hechos. La Conferencia de la Paz en la Haya, en 1907, fue el preludio de la guerra mundial. La Conferencia de Washington, en 1921, es el preludio de nuevas guerras. La historia de esta época ya no es un juego ingenioso en buenas formas, con el fin de obtener más o menos (…) Resistir o morir-no hay otro término» [22] .
Lo que no vislumbraron los políticos e intelectuales de aquella época fue que el problema de nuestra realidad mediterránea, otorgada por la guerra de 1879, únicamente podía materializarse a costa del Perú. Sin embargo la regla tiene su excepción; porque, este escenario real, fue la que obligó a Arce a postular que en verdad Chile es nuestro aliado desde hace tiempo: «La zona que Bolivia necesita y que comprende a Tacna y Arica, no puede decirse que se la arrebatamos al Perú, pues es, ya cosa averiguada que Chile se apoderará de ella y no la devolverá al Perú» [23] .
De la misma manera, era cierto que Bolivia requería una vía férrea desde el interior del país hasta la zona de Arica y Tacna y que actuaría como poderosa palanca de progreso y desarrollo. De la misma manera la historia nos ha demostrado ampliamente, que la solución de nuestra mediterraneidad NO dependía del Perú, sino de Chile. Por ello Arce advierte como «…un grave error diplomático el acercamiento al Perú y especialmente el pacto de alianza firmado en 1873; esto porque alejó a Bolivia de Chile y se convirtió en una de las premisas de la guerra del Pacífico« [24] . Arce descarga su crítica de modo directo, claro y sin cálculos políticos: «No fui nunca afecto a la alianza, porque nunca la creí provechosa, ni siquiera conveniente para Bolivia» [25] . Denuncia al Perú es como adversario subrepticio, perseverantemente en afán de suprimirnos, explotarnos y sojuzgarnos. Afirma Arce: «Se necesita toda la estolidez intelectual que caracteriza a los ministros del General Campero, para presentar al Perú como la víctima sacrificada en favor de Bolivia» [26] .
Denuncia al pacto de 1873 que fue firmado por el Perú en previsión de un conflicto bélico con Chile. Señala que aquel pacto tenía como único objetivo «… asegurar para sí – El Perú – el predominio el Pacífico». Además, descubre que ya en 1873 el Perú maquinaba imponer el estanco del salitre, prevención perjudicial para los chilenos que explotaban la zona de Tarapacá y que podía empujar a la guerra. Otra vez Arce expresa su sentimiento anti peruano: «En cuanto a la alianza que sin cesar ha sido para mí una preocupación harto dolorosa, declaro que jamás he vinculado a ella la más pequeña esperanza (…) El Perú es una nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones sinceras hacia el aliado». « [27] .
Hay que asumir que el anti peruanismo de Arce, ponía en evidencia su afinidad a los intereses ingleses, pues éstos eran a la vez intereses suyos y creía también fundamentales para el progreso de Bolivia.
Bolivia, sostiene Lora – era una ficha relevante en el propósito encaminado a dificultar las maniobras norteamericanas ejecutadas a través del Perú. El esfuerzo más serio de los norteamericanos fue el proyecto de «Unión Federal Perú-Boliviana» y que estaba orientada a constituir, como disfraz de «… la defensa de la integridad territorial, una muralla infranqueable frente a la expansión del capital inglés«. [28]
En un subtítulo denominado «Raíz de la política pacifista», escribe Guillermo Lora. «Nadie puede negar que la formación de la Compañía Huanchaca de Bolivia (1876) creaba un fuerte vínculo entre personalidades de relieve de Chile y Bolivia, que ejercitaban influencia incuestionable en la economía y la política de sus respectivos países. ´Bastará recordar que entre los organizadores de esa colectividad industrial, figuraban en Chile don Melchor y don Enrique Concha y Toro, don Gregorio Donoso, y en Bolivia don Aniceto Arce y don Belisario Peró´» [29]
En medio del conflicto bélico Bolivia – Chile, el régimen político de Hilarión Daza retuvo las acciones chilenas de Huanchaca y otras empresas mineras, donde chilenos eran accionistas. Es conocido a estas alturas de la historia, que políticos chilenos relacionados a las actividades mineras, perseguían un arreglo con Bolivia. Para ello se formaron fuertes corrientes de opinión a través de la prensa, que sustentaba lo que sigue: «ningún linaje de odio separaba entre ambos pueblos, y que la rivalidad política y el duelo mortal de la guerra debía ventilarse y definirse tan sólo entre Chile y Perú, los rivales tradicionales de la supremacía marítima del guano y del salitre» [30] .
En apoyo a ese párrafo Alberto Gutiérrez, señala que las gestiones de René-Moreno y Salinas Vega fueron resultado de la influencia de importantes accionista de la Compañía Huanchaca, entre ellos destacan Melchor Concha y Toro y que el régimen de Santa María «era sólo su mano ejecutiva».
El razonamiento de Aniceto Arce en apoyo de su tesis no era fruto de su imaginación, reafirma Lora. Esa orientación venía de Chile. De la necesidad de conservar a Bolivia como condición necesaria del equilibrio internacional americano y como garantía de las victorias logradas, se ocupaba el propio parlamento chileno. En la sesión de 10 de julio de 1880 se discute sobre política internacional «y respecto de los rumbos que interesaban a dicho país imprimir a la guerra». Se señaló que habiendo el ejército chileno logrado varias victorias, sin embargo no había alcanzado la victoria final. Incluso después de las batallas de Tacna y Arica, en que se habían derrotado a los ejércitos del sur peruano y había sido eliminada Bolivia de la lucha. Chile no podía consolidar su victoria. José Manuel Balmaceda expresó bien el panorama político del momento:«Las jornadas de Tacna y Arica no nos han conducido al término de la guerra como algunos esperaban. Creí siempre lo mismo. La paz posible está en Lima o no está en ninguna parte…? ¿Irá Bolivia a la paz? Es probable y casi seguro que no volverá a la pelea, pero no es probable y no es seguro que vaya por el momento a la paz. No vendría sin serios entorpecimientos a ponerse entre Perú y Chile. Esperará el aniquilamiento de su aliado en Lima para pensar en su propia autonomía y existencia. Entonces y sólo entonces será el momento decisivo con Bolivia. Cuando esta nación vea que es inútil toda resistencia de parte del Perú, creerá sin rubor que es también inútil toda postergación de paz e irá a ella pensando en su propia situación. Ese es su legítimo derecho y llegará a él: con el asentimiento del mundo culto» [31] . Arce podía haber hecho suyo este discurso, expresa Lora.
Alberto Gutiérrez, defensor de la tesis política de Arce durante el conflicto bélico, argumenta que la mayor parte, sino todos los criterios de los intelectuales distinguidos de Chile concordaban ampliamente que el enemigo a combatir no era Bolivia sino el Perú. Adversario al que se debía eliminar. Porque «…aquel país era acreedor a que, en razón del derecho primordial de existencia y de soberanía, se le compensara o se le restituyera la costa marítima que le había hecho perder el azar de las batallas» [32] .
Las líneas que siguen tienen mucha relevancia, para nosotros los bolivianos que desde nuestros primeros años nos mentalizan contra todo que tenga relación con chile. Fue desagradable para quien escribe la inclinación anti selección chilena durante el mundial 2014 en las poblaciones – en extremo pacíficas – del oriente boliviano. Cuando preguntaba ¿porque aquel sentimiento?, la respuesta era que se les aleccionaban desde el colegio y les terminaban de reforzar en los cuarteles. Más aún, cuando leo una tesis en Relaciones Internacionales de una Universidad de Buenos Aires, sobre la consternación boliviana, condenada a la mediterraneidad por la perfidia de los chilenos.
En ese sentido, el presente ensayo es una invitación a mis compatriotas bolivianos, para que leamos nuestra historia, que investiguemos y seamos objetivos en nuestras demandas y finalmente asumamos las insensateces de nuestros antepasados que de exabrupto en exabrupto nos llevaron a donde estamos. Ya decía Oswald Spengler: «Lo necesario debe hacerse a tiempo, cuando es aún una merced o regalo (…)» [33] . Por ello la historia es irreversible. De la misma manera asumamos nuestra cuota parte por este gobierno de ineptos que tenemos y que acabamos de otorgarles otros cinco años de gobierno, con poder absoluto de permitir el saqueo de nuestros recursos naturales y que impúdicamente nos dicen que «nacionalizaron» los hidrocarburos.
Volviendo al tema. Existe amplia documentación sobre la guerra del Pacífico. De ese material se desprende que ya no es razonable poner en duda la inteligencia que existía entre el Vicepresidente Arce y el gobierno de Chile. Gonzalo Bulnes en su «Guerra del Pacífico» – citado por Alberto Gutiérrez y éste citado a la vez por Don Guillermo Lora – da los siguientes elementos de juicio que citamos in extenso:
» Primero .- Cuando Lillo (Eusebio) fue llamado del Callao por Santa María para que se trasladase a Tacna, que recién había sido tomada, a reanudar sus esfuerzos en favor de una inteligencia con Bolivia, recibió con disgusto la comisión, estaba decepcionada. Tantos esfuerzos infructuosos, tantas promesas burladas, le habían hecho perder la fe en la eficacia de esa política a que había consagrado sus mejores anhelos. «Por influencias que ignoro, Lillo se sometió de nuevo a seguir perseverando en sus esfuerzos antiguos. La oportunidad no tardó en presentársele». En junio 1, llegó a Tacna una ambulancia boliviana a cuidar los heridos de su ejército y entre su personal venía don Luis Salinas Vega, uno de los más esforzados adalides de la política de aproximación a Chile. Traía encargo del Primer Vicepresidente de Bolivia, don Aniceto Arce, de pedir a Santa María una reunión secreta en algún punto de la frontera para procurar un arreglo de paz inmediato.
Segundo .- «Julio 2, Santa María a Lillo: Ayer recibí una carta de Salinas, fechada en Tacna, que conocen Pinto y tus colegas en la cual me anuncia que ha llegado allí por encargo de Arce, el Vicepresidente, y me pide que me traslade a aquellos lugares en la seguridad de que Arce avanzará hasta un punto de la frontera, a fin de podernos entender y arreglar la paz. Me previene que sería conveniente le insinuase las bases con arreglo a las cuales podría ajustarse y me agrega que espera en Tacna mi más pronta contestación «.
Tercero.- Pinto indicó a Lillo estas condiciones:
«Julio 2. Pinto a Lillo: las bases para la paz serían por parte de Bolivia: renuncia de sus derechos a Antofagasta y Litoral hasta Loa, y en compensación, cederíamos los derechos que las armas nos han dado sobre los departamentos de Tacna y Moquegua».
Cuarto.- Lillo entregó a Salinas Vega una carta para Arce proponiéndole las bases de arreglo indicadas por Pinto y abogando por un armisticio para preparar la paz definitiva [34] .
En la Conferencia Diplomática a bordo del «Lackawanna», boliviana – chilena, la primera conducida por Mariano Baptista, perseveraron amistosamente en sus propósitos de arribar a una paz inmediata, sin contar con el aval del Perú. El alcance de la conferencia se las conoce por la carta enviada por Lillo a Salinas Vega.
Alberto Gutiérrez, al comentar la misiva, expresa que al hablar de todos ellos se entiende que hubo haber más de dos en la delegación boliviana; o sea, algunos otros fuera de los representantes Baptista y Carrillo. «No recuerdo que hubieran estado en esa época en Tacna otros bolivianos que los referidos, acaso don Manuel Granier y don Félix Avelino Aramayo, secretario de los plenipotenciarios de Bolivia en las conferencias de Arica. ¿Coincidieron todos en esas opiniones?» [35]
Sería un error concluir de todo lo expuesto que Aniceto Arce era un «agente» de Chile y que traicionó a su patria, sostiene Don Guillermo Lora. Esta enunciación, que puede estar sustentada por muchos escritos y algunos de los cuales hemos reproducido, elude el problema fundamental: la actitud de la clase dominante frente a la disputa entre el capitalismo inglés y norteamericano.
Inflexible con su razonamiento marxista se pregunta Guillermo Lora: «¿Qué otra cosa podía hacer una clase social estructurada para cumplir como misión histórica el ingreso de capitales extranjeros al país; el convertir a Bolivia en fuente de materias primas, sobre todo de minerales, como decían sus teóricos; impulsar la construcción de ferrocarriles, etc., en una palabra, acelerar el ingreso a la economía capitalista, buscando principalmente la ayuda extranjera?» [36] Como corresponde a un país «pre» capitalista, su clase dominante no tenía otro camino que apoyarse en el grupo capitalista, inglés o norteamericano y consecuentemente, servirle de agente dentro del país y defender su lógica de expansión internacional como si fueran intereses propios.
El capitalismo inglés – sigue Lora – ya había empezado a controlar la economía boliviana a través del núcleo minero. En este sentido, el sector político dirigido por Aniceto Arce y Mariano Baptista no era más que su representante del capitalismo ingles. «El papel que iba a jugar la feudal burguesía a fines del siglo XIX estaba ya determinado por el gran robustecimiento de la minería (Arce, Pacheco, Aramayo, Compañías Corocoro y Minera de Oruro, etc.) y la banca, a través del aporte de capitales ingleses» [37] . Sobre esta «base económica» descansaba la propuesta del Partido Conservador: construcción del ferrocarril, del desarrollo de la minería y de constitucionalización del país. Esas fueran las condiciones materiales en que se sustentaba el «pacifismo» y la mal llamada «traición de Arce».
Entonces, no fue solo Aniceto Arce el portavoz del capitalismo inglés vía el circuito de Chile; sino toda la clase social dominante de aquella época. Es decir: «…es todo un sector considerable, el más importante y poderoso de la clase dominante que obra como ´agente´ -y esta vez el término es insustituible- del capitalismo inglés». Revelada con toda crudeza por el Vicepresidente Aniceto Arce en su «manifiesto» y de manera más glamurosa, si se quiere, por la oratoria de Baptista y por los escritos del cruceño René Gabriel Moreno y con mucha vehemencia por los periodistas de «La Patria» de La Paz». Pero, importa reiterar a nombre de toda la clase dominante de aquel periodo.
Nuevamente, es imperativo revisar nuestra historia y terminar de una vez el histérico terrorismo verbal cada 23 de marzo. «Día del Mar». La historia nunca vuelve al punto de partida, por tanto hay que buscar nuevas alternativas a nuestra condición mediterránea y estamos absolutamente seguros que la encontraremos. Como estamos concluyentemente firmes que es pura simple y nauseabunda demagogia pedagógica la «Educación Comunitaria Productiva» y los «Saberes Ancestrales» porque no las encontramos ni en los cronistas españoles de la conquista, ni en Guamán Poma de Ayala, alto peruano; menos en el Inca Garcilaso de la Vega, que al contrario, expresamente sostiene que no hubo ciencia alguna en el incario. Quizá en los «quipus» eso nunca se sabrá. Salgamos del fango del pasado, proyectándonos hacia el futuro. «César vio las cosas como eran y orientó su soberanía, sin sentimentalismo, según puntos de vista prácticos. La legislación de sus últimos meses se ocupó exclusivamente en prescripciones transitorias, ninguna de las cuales estaba pensada en duración»» [38] . Esto, nunca tendrán en cuenta las mentalidades dogmáticamente prietas.
El rencor no enseña nada, decía Zavaleta Mercado y hoy esta verdad demuestra su contundencia en el gobierno del Movimiento al Socialismo de Evo Morales y Álvaro García; que, en teoría creen y proclaman ser una negación de la burguesía neoliberal. Sin embargo su actitud y conducta les delata hasta la médula ser un partido aburguesado sin ser burgués e inconmovible a un talante en comportamiento y hábitos neoliberales y coloniales.
El grupo antagónico al que encabezaba Aniceto Arce respecto al curso seguido por la guerra del Pacífico, lo encontramos en otro sector dominante. Esta vez no vinculada «ni con la minería ni con la banca». Esta clase social sostiene que la reivindicación del Litoral tiene que ser en alianza con el Perú. Esta política, en su gestación ilusoria, es defendida por hombres alejados de los negocios. Sin darse cuenta su actitud de confianza al Perú los ha colocado junto a los intereses capitalistas estadounidenses, «…desde ese momento se abandonan confiados a este sector que lucha contra los ingleses» [39] . La devoción de estos «agentes» del capitalismo norteamericano llega a extremos desmedidos, exigiendo por conductos diplomáticos la intervención de Estados Unidos en Bolivia. Es así que el 11 de mayo de 1882, el Ministro Ladislao Cabrera propuso al gobierno estadounidense constituir un protectorado sobre Perú y Bolivia, «…como emergencia de la doctrina Monroe» [40] – tan cara a nuestros países – y de ese manera evitar la intrusión de los europeos en asuntos estrictamente americanos.
El diplomático estadounidense Christiancy en un comunicado al Secretario de Estado de los Estados Unidos James G Blaine señala: «Otra cosa que ha dado a Inglaterra el predominio del comercio en toda la costa es el establecimiento de una excelente línea de vapores bien subvencionada al principio, que ahora no recibe ninguna… Después de todo, mi conclusión es que el único medio eficaz para que los Estados Unidos dominen el comercio del Perú, eviten un predominio o aun una influencia material a lo largo de esta costa es, o intervenir activamente obligando a los beligerantes a un arreglo de paz en términos razonables, o gobernar el Perú por medio de un protectorado o de una anexión. Para cualquiera de ambas cosas estoy persuadido de que votarían con gusto a los menos las tres cuartas, sino las cuatro quintas partes de su población. A menos que los Estados Unidos tomen uno de estos caminos en la actual contienda, la doctrina Monroe, llamada así, será considerada como un mito en todos los Estados Unidos sudamericanos» [41] . El diplomático norteamericano manifiesta que tal solución fue propuesta muchas veces por los peruanos y estaba convencido que parte de la clerecía se declaraba partidaria del protectorado. Este protectorado permitiría el control absoluto de los Estados Unidos al resto de los países del Continente y la doctrina Monroe sería un hecho. Estos «anti pacifistas», transformados en pro-norteamericanos, fueron el núcleo del liberalismo, que gobernó Bolivia durante los primeros dos decenios del siglo veinte, luego de la guerra federal.
Federico More hace una caracterización de la oligarquía peruana de este periodo y muestra los consecuencias señalando: «El resultado de las locuras oligarcas fue inmediato: el Perú perdió su respetabilidad internacional… quedando aislado en el continente para ponerse luego en manos de los Estados Unidos, con servilismo casi colonial, colocándose, así, fuera de los dictados de su idioma, de su raza, de su espíritu tradicional y de su cultura hereditaria…
Ha vuelto el señor Pardo, igual que su padre y que todos sus congéneres políticos, a buscar la alianza de Argentina y Bolivia contra Chile, ha vuelto siempre con la misma inescrupulosidad plutocrática, a pedir el dominio de los Estados Unidos, tendiendo a crear en América el principio fatal de las intervenciones « [42] .
Esta primera disputa entre el capitalismo inglés y norteamericano se expresa en Bolivia, a través de la disputa entre los amigos de Chile y los partidarios de persistir en la guerra al lado del Perú para recuperar el Litoral. Vence el capitalismo inglés y, por tanto, la tendencia política dirigida por Aniceto Arce.
El expatriado e injuriado de ayer es convocado, en 1882, a presidir el Senado; y, el Congreso le da un voto de desagravio [43] . Escribe Lora. Los historiadores contemporáneos no han podido menos que emancipar de toda culpa la campaña de Arce a favor de Chile y otorgarle la razón frente a las imputaciones ulteriores de los partidos liberales.
Finalmente en el parágrafo «Liberales y Conservadores» Guillermo Lora, retrata de cuerpo entero y con toda precisión los rasgos característicos de los políticos de todos los tiempos y sus heraldos en Bolivia. Empieza fijando un cuadro comparativo de los ferrocarriles existentes en Latinoamérica en 1880. Sobresale que Argentina tenía 1.584 Km de extensión de ferrocarril con una población de 1.833.142; en cambio Bolivia, con una población un «poco menos» 1.500.000, sólo poseía una línea férrea de 96 kilómetros [44] . A pesar de esta situación extrema: cuando Arce«…propone prolongar el ferrocarril de Uyuni a La Paz, pasando por Oruro, «con la condición de que se le acordara la garantía del 6% sobre el capital invertido» [45] . La oposición liberal se levantó descerrajada. Recurriendo al absurdo para resistir la medida más progresista y «liberal» del momento: impugnaban que el ferrocarril constituía una amenaza de Chile a Bolivia.
«Arce concibió el proyecto del ferrocarril construido por la Compañía de Salitres de Antofagasta, desde Pampa Alta… hasta Huanchaca, cruzando la frontera boliviana, para extenderlo luego hasta La Paz». Pero la oposición política tomó cartas en el asunto y el Partido Liberal combatió con pasión la iniciativa, alegando que se trataba de una línea estratégica, que favorecía las miras invasoras de Chile» [46] .
Frente a este proyecto de indudablemente beneficio para el desarrollo del país. Más allá de la forma en que fue utilizada. Los voceros del «Conservador Partido Liberal» escribían: «Maldito sea ese ferrocarril si él ha de servir para disculpar todas !as indignidades de un gobierno que se ha entregado a los excesos de la prostitución política». Decía un Diario. «Las máquinas que penetraron a la plaza de Oruro, tienen la inscripción siguiente: Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. Esta inscripción equivale a decir que Chile está en posesión de Bolivia y que el potentado de Huanchaca es el protagonista de ese drama ¡Ya no hay Bolivia! ¡Todo esta consumado!» [47] Expresaba otro en términos más caliginosos.
«¡Miserable destino el de los liberales!»
«Para salvar a Bolivia es preciso oponerse a la construcción del ferrocarril. Y surge el grito populachero: «¡Abajo el ferrocarril! ¡Viva la llama!» [48] .
Arce descubriendo su temple de acero pulverizó al freno del Parlamento, de la prensa y también a los tumultos liberales. En su discurso se lee: «dejemos que Bolivia se levante por la industria que vigoriza, por el trabajo que ennoblece, y por el orden y la paz que hacen grandes y fuertes a los pueblos» [49] .
Finaliza Don Guillermo Lora: Los historiadores, entre ellos Basadre, cuentan que Arce mientras remachaba el perno de oro en punta de rieles de Oruro -no en vano era el potentado de Huanchaca al que atacaban los periodistas- entre lágrimas mascullaba las siguientes frases: «Muera yo; mátenme, llenada está mi tarea« [50] .
«¡Abajo el ferrocarril! ¡Viva la llama! Del ayer. Resuena en el hoy ¡Muera la ciencia! ¡¡Muera el conocimiento! por occidental y neoliberal ¡Viva la Pachamama! ¡Viva los saberes ancestrales!
Miserable destino… el de Bolivia…
Notas
[1] LORA Guillermo, Historia del Movimiento Obrero Boliviano Capítulo VII, Arce y el Capitalismo Inglés, (versión online) p. 1
[2] Ibíd.
[3] Ibíd. p. 3
[4] Ibíd. pp. 4 – 5
[5] BASADRE, Jorge, «Bolivia, Chile, Perú, independientes», Lima, s. f. En LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 5
[6] «El Manifiesto del señor arce», «El Nacional», Buenos Aires, 12 y 13 de mayo, 1881. En LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 6
[7] . Ibíd.
[8] MORENO, Gabriel René, «Notas biográficas y bibliográficas», Santiago, 1905. LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 7
[9] Ibíd.
[10] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. pp. 7 – 8
[11] VACA Guzmán Santiago, El Dr. Arce y la política boliviana, Buenos Aires, s. f. En LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 8
[12] «El Manifiesto del señor Arce», «El Nacional»… Ob. Cit. p. 8
[13] Ibíd. p. 9
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 9
[17] BOLIVIA, «La Razón», La Paz, 29 de mayo de 1949. En LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 10
[18] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 10
[19] Ibíd.
[20] Ibíd.
[21] SPENGLER, Oswald, La decadencia de Occidente, Ed. ESPASA – CALPE, S. A., T. 1., MADRID, 1966, p. 1179
[22] Ibíd. p. 1180
[23] «El Manifiesto del señor Arce», «El Nacional»… Ob. Cit. pp. 10 – 11
[24] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 11
[25] «El Manifiesto del señor Arce», «El Nacional»… Ob. Cit. p. 11
[26] Ibíd.
[27] Ibíd.
[28] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 11
[29] GUTIÉRREZ, Alberto, Problemas políticos… Ob. Cit. p. 11
[30] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 12
[31] Ibíd.
[32] GUTIÉRREZ, Alberto, Problemas políticos… Ob. Cit. p. 12
[33] SPENGLER, Oswald, La decadencia… Ob. Cit. p. 1.121
[34] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. pp. 12 – 13
[35] GUTIÉRREZ, Alberto, Problemas políticos… Ob. Cit. p. 13
[36] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 13
[37] Ibíd.
[38] SPENGLER, Oswald, La decadencia… Ob. Cit. p. 1183
[39] El primero de diciembre de 1881 el Secretario de Estado de los Estados Unidos, James G. Blaine, dirigió al plenipotenciario especial Trescot las instrucciones necesarias para el desempeño de su triple misión en Chile, Perú y Bolivia, cuya parte saliente decía: «No podemos mirar con indiferencia la destrucción de la nacionalidad peruana. Sin nuestros buenos oficios, este gobierno se considerará en libertad para recurrir a las otras repúblicas de este continente para juntarse en un esfuerzo común para evitar consecuencias que no afectarían exclusivamente a Chile y el Perú, sino que serían una amenaza para las instituciones políticas, el progreso pacífico y la civilización de la América entera» GUTIÉRREZ, Alberto, Problemas políticos… Ob. Cit. p. 17
[40] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 7
[41] Ibíd. p. 18
[42] MORE Federico, «La actualidad del problema del Pacífico», Santiago de Chile, 1919.
[43] José María Calvo había acusado en el parlamento a Bustillo y Arce de ser personas indignas de la confianza nacional.
[44] ARGENTINA, «Revista Latino Americana», Buenos Aires, 1880. En LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 20
[45] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 22
[46] FINOT Enrique, «Nueva Historia de Bolivia», La Paz, 1946. LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 22
[47] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 22
[48] GUTIÉRREZ Ostria Alberto, prólogo a «La vida y la obra de Aniceto Arce». P. 22
[49] LORA Guillermo, Historia del Movimiento… Ob. Cit. p. 22
[50] Ibíd.
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