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Gustavo Castro y las paradojas de la esperanza

Fuentes: Rebelión

La visita de Gustavo Castro, activista mexicano, defensor de derechos humanos y del medio ambiente, para participar en el encuentro organizado en Valencia por las asociaciones Entrepobles PV y Perifèries, nos brinda la ocasión de tener una charla con él. Otros mundos Otros mundos es el nombre de la organización, ubicada en San Cristóbal de […]

La visita de Gustavo Castro, activista mexicano, defensor de derechos humanos y del medio ambiente, para participar en el encuentro organizado en Valencia por las asociaciones Entrepobles PV y Perifèries, nos brinda la ocasión de tener una charla con él.

Otros mundos

Otros mundos es el nombre de la organización, ubicada en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, a la que pertenece Gustavo Castro. Su actividad se acrecentó durante el conflicto armado que mantuvieron el EZLN y el gobierno Federal en un contexto en el que se empezaron a implantar los tratados de libre comercio. Estos tratados en los que también tomó parte la Unión Europea, implicaban abrir el país a la llegada de inversiones millonarias a cambio de los grandes recursos naturales de México. Estas inversiones implicaban una disputa por los territorios con sus pobladores.

«Comenzaron las concesiones para construir represas y centrales hidroeléctricas por lo que empresas como Unión Fenosa, Iberdrola, Endesa se apresuraron a presentarse para hacer negocio con la llegada de capital. También el sector minero comenzó a recibir inversiones. Se concedieron más de 45 mil concesiones de minerías, lo que supone un territorio de 95 millones de hectáreas, la mitad del país. Aun a día de hoy el gobierno afirma que hasta el 70% del territorio nacional tiene vocación minera. Esto supondría una enorme devastación socio-ambiental. Las mineras gastan de 1 a 3 millones de litros de agua a la hora y la contaminación de los ríos se cuenta en 15 toneladas de cianuro diario vertidas en sus cuencas.»

Otra iniciativa extractivista es la del aceite de palma que abarca miles de hectáreas y supone la pérdida de la soberanía alimentaria para los campesinos. «Se destinan las tierras a su plantación en vez de al cultivo de maíz o frijol y se decreta como delito tumbar la palma de aceite. Este cultivo se extiende además a países como Costa Rica, Honduras o Colombia. La extracción de los minerales estratégicos para satisfacer la demanda de hierro, plata, oro o titanio de China y otros países implica el despojo de los pueblos mesoamericanos desde Guatemala a Panamá.»

Desde Otros Mundos y en alianza con otras organizaciones nacionales se constituye la REMA (Red Mexicana de afectados por la Minería) y también la Red Mesoamericana para iniciar un proceso de resistencia. «Se trata de buscar estrategias en común para enfrentar estos despojos, hemos realizado un sinfín de talleres, formaciones, materiales educativos y cuñas de radio destinadas a la prevención, denuncia, concienciación de los problemas que las inversiones de los tratados de libre comercio están suponiendo para nuestros territorios.»

Pero además de resistir hay que proponer. «Nos la pasamos resistiendo con unos saldos muy grandes de compañeros presos y mucha represión. Es necesario construir alternativas, y trabajamos en proyectos locales de agroecología, bioconstrucción o monedas comunitarias. No queremos formar parte del llamado desarrollo que es la base del ideario capitalista, un concepto que implica consumo, extractivismo y apropiación de recursos. La lógica capitalista resulta inviable y desafía los límites del propio planeta

Las mujeres siempre están

Preguntado por el surgimiento de mujeres que cada vez encabezan las luchas de los movimientos sociales y de resistencia, como Marichuy en su país o la malograda Berta Cáceres entre otras, Gustavo responde claro: «Las mujeres siempre han estado presentes en estas luchas y han sido protagonistas». Con la crisis del campo y de la industria y los recortes en subvenciones, se han generado olas de migración durante décadas, mayoritariamente protagonizadas por hombres. Las mujeres son las que han permanecido en los territorios defendiéndolos, aun cuando en ocasiones no eran dueñas de las tierras. «Durante mucho tiempo eran ellas las que se colocaban con los niños al frente de las movilizaciones para proteger a la resistencia, ya que a quienes se golpeaba y se llevaba a la cárcel era a los hombres. A la policía le daba vergüenza atacar a las mujeres.» Esto ahora ha cambiado. La mujer se ha convertido para el gobierno, la policía y el ejército en un territorio de disputa. «Hacer que sean ellas las golpeadas, encarceladas, violadas y asesinadas, logra inhibir la protesta social. Esta clase de feminicidio es lo que se hace ahora más evidente pero su protagonismo en la lucha social siempre ha estado presente. Hay otras formas de feminicidio, como las campañas de desprestigio moral y estigmatización sociall levadas a cabo para matar a las mujeres en vida, generando a su alrededor un rechazo y tratando de evitar que apuesten por su participación activa en la lucha. La resistencia es tan alta que buscan nuevas formas de atacarla valiéndose de las tácticas más despreciables.»

La solidaridad internacional empieza en casa

La presencia de Gustavo en Valencia se debe, como ya hemos contado, a la organización del encuentro organizado por Entrepobles y Perifèries sobre la actualidad de la solidaridad internacionalista. Él mismo explica la importancia de esta ayuda. «Existe mucha solidaridad con los procesos de las luchas latinoamericanas. La presión internacional nos ha ayudado mucho. Si se ha logrado avanzar en el caso de Berta Cáceres, en un país con tanta impunidad como Honduras, ha sido gracias a este tipo de presiones. A los gobiernos de allá les afecta mucho que surjan estas campañas, también a las grandes empresas españolas y europeas que ven dañada su imagen y peligrar sus inversiones.»

Pero al margen de este tipo de apoyo intercontinental, Gustavo destaca otras maneras de solidarizarse. «Una forma de apoyarnos es apoyar los procesos de resistencia que se dan en el propio país de uno. Por ejemplo, las movilizaciones que hay en Aragón contra las construcciones de pantanos o para detener la minería en Galicia, o las campañas contra la industria cárnica, especialmente de cerdo, que es una cuestión particularmente escandalosa aquí. Todo esto no se visibiliza, pero hay grandes movilizaciones con respecto a estas luchas. El medio ambiente es la casa de todas. Las luchas que hacemos allá por mantenerlo no es sólo por nosotros, es también por ustedes, es por todos

A propósito de las luchas medioambientales, mencionamos la distinción que se hace a menudo distinguiendo entre defensores de derechos humanos y defensores del medio ambiente. «Realmente no me gusta esa distinción. Allá en México se contamina en ríos donde la gente se muere de cáncer literalmente, como es el caso de la contaminación provocada por la multinacional canadiense Goldcorp. Hablar de medio ambiente es hablar de salud; es un derecho, igual que lo es la alimentación. La contaminación del aire, de la tierra donde ya no se puede sembrar, la inundación de territorios fértiles para hacer represas, todo esto genera pobreza. Como seres humanos somos parte del medio ambiente, somos uno. No podemos hablar separadamente.»

«Por todo ello hay que buscar alianzas y construir estrategias conjuntas, ya que los daños ambientales, las empresas que los causan y las políticas que los amparan, son las mismas. Nos perjudican a todas estemos donde estemos. La solidaridad y la responsabilidad es mutua. Debemos apropiarnos de nuestra realidad inmediata. Nos solidarizamos los unos con los otros cuando realmente luchamos en nuestros propios territorios.»

Contra la impunidad en el caso Berta

Gustavo está a la espera de que comience el juicio por el asesinato de Berta Cáceres, un caso que también le afecta personalmente. Existen dos causas abiertas; una por el asesinato de la defensora hondureña y otra de asesinato en grado de tentativa cometida contra el propio Gustavo que logró salvar la vida la misma noche que mataron a Berta. Hay 8 personas implicadas, una de ellas es el gerente de la empresa DESA que contrató a un militar que a su vez contrató a un exmilitar y éste a unos sicarios. Justo en el segundo aniversario del asesinato de Beta, el pasado 2 de marzo, encarcelan a un noveno imputado, Carlos David Castillo. «Se trata del presidente de la junta directiva de la empresa, estaríamos acercándonos así a los autores intelectuales del crimen. Ya se estaba denunciando que Carlos David Castillo era uno de los responsables y su acusación implica a la familia Atala, dueña de la empresa DESA, propietaria de bancos y una de las familias más ricas del país. En el juicio que va a salir en septiembre va a ser muy necesaria la presión internacional para que esas personas sean encarceladas y los más importante que cumplan la condena y no salgan libres al poco tiempo.»

El actual gobierno hondureño, que llegó al poder mediante un golpe de estado en 2009, revalidó el cargo el pasado mes de noviembre con acusaciones de fraude y una violenta represión en las calles. «Podría pensarse que el encausamiento de este último imputado es un lavado de cara ante la imagen de impunidad que tiene el gobierno, esperemos que no sea así. Desde el COPHIN (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) se preparan ya para una gran movilización durante el proceso… esta organización, que lideró Berta Cáceres, sufre a día de hoy una gran violencia.»

Lo que empuja a seguir o la paradoja de la esperanza

Las agresiones que se ejercen desde los núcleos de poder contra los más vulnerables y los defensores de los derechos de humanos, tienen pese a las enormes dificultades una gran respuesta. Preguntamos a Gustavo de dónde se sacan las fuerzas para enfrentar toda esta violencia.

«Cada vez hay más sectores de la sociedad que se movilizan. Los avances de los tratados de libre comercio afectan cada vez a más gente; los recortes en subsidios, salud, educación llegan a muchos que nunca habían pensado que esto les podría afectar. Sucede esto en toda Latinoamérica. Nos están quitando la vida y esto es precisamente lo que nos empuja y nos da ánimo para seguir luchando y construyendo otros modos de vida en todo el continente. La implantación de los tratados llega con gran violencia y esto es así porque precisamente hay mucha gente organizada y resistiendo. Paradójicamente cuanta más violencia hay, más esperanza tiene la gente por salir adelante y cambiarlo todo.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.