Una cosa es segura: contra lo que dicen las autoridades, Joaquín Guzmán Loera no escapó en julio del 2015 del Centro Federal de Readaptación Social No. 1 «Altiplano» -conocido como Almoloya de Juárez- utilizando el túnel de 1,500 metros como tampoco escapó en enero de 2001 del Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande utilizando […]
Una cosa es segura: contra lo que dicen las autoridades, Joaquín Guzmán Loera no escapó en julio del 2015 del Centro Federal de Readaptación Social No. 1 «Altiplano» -conocido como Almoloya de Juárez- utilizando el túnel de 1,500 metros como tampoco escapó en enero de 2001 del Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande utilizando un carro de lavandería. Las autoridades mienten ahora como mintieron entonces dando explicaciones ridículas y tratando de compensar corrupción con retóricas enfáticas («afrenta para el estado mexicano» dijo el presidente en Francia) a las que ya nadie presta ninguna atención.
Pronto se iniciaron investigaciones («Interrogan a 18 elementos del penal sobre la fuga de Joaquín «El Chapo» Guzmán» Periódico A.M. Julio 12, 2015) para encontrar culpables de un nivel garantizando con ello la evasión de la responsabilidad en otro. ¿Quiénes son los que tienen a su cargo las labores de búsqueda del reo evadido? La Secretaría de Gobernación junto con el Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (CISEN) con el apoyo de la Procuraduría General de la República (PGR) y el del titular de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) así como de diferentes cuerpos de policía. En otras palabras: exactamente los mismos cuya incompetencia -o complicidad- permitió el escape del líder del Cártel de Sinaloa son quienes ahora se encargarán de encontrarlo.
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En diferentes medios de comunicación comentaristas y analistas hablan de que la sociedad mexicana está «agraviada» por el segundo escape de su segunda prisión de máxima seguridad en el segundo sexenio de uno de los dos más altos líderes de uno de los dos cárteles más fuertes en México. No es verdad. Si existe algún dejo de agravio que merezca tal nombre, es -o debería ser- ciertamente menor al que produjo (o debía producir) la tragedia nacional más reciente hace apenas 3 semanas («Apuntan a incendio provocado, en el asilo donde murieron 17 ancianos» Excélsior. Jun. 25, 2015).
No. La sociedad no está agraviada por la fuga; de hecho, el «agravio» que ven los especialistas ha cobrado más la forma de sorna y descalificación -e incluso de algarabía- que de indignación: «En Sinaloa, algunos festejan la fuga del Chapo» señaló Univisión Noticias (Jul. 13, 20154). En cualquier caso el truco oficial de presentarse como el primer ofendido sembrando con una retórica indignada lo que supone debe ser entendido como una afrenta al pueblo -el escape- no es sino patético: la afrenta real no es la fuga del reo sino la incapacidad de las instituciones para impedirlo.
La gente sin más se burla del gobierno, de mofa de sus políticas, de sus dichos y sus acciones. Se trata de una respuesta comprensible. Después de todo no fueron pocos los que dudaron que el detenido en febrero de 2014 por la Marina Armada de México fuera de verdad el capo Joaquín Guzmán Loera. ¿Cómo creerles cuando las versiones oficiales de la detención comenzaron en la grandilocuencia para terminar desmoronadas?
Vale recordar la historia. Al anunciar la detención el año pasado, el mensaje presidencial fue: «Reconozco la labor de las instituciones de seguridad del Estado mexicano para lograr la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera en Mazatlán» y rematar -por si quedara duda- diciendo que «La coordinación de la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de la Marina Armada, la Procuraduría General de la República, la Policía Federal y el CISEN, fue determinante [para la detención] Felicidades a todos». («Confirma Peña Nieto la captura de El Chapo» El Universal. Feb. 22, 2014).
¿Y qué pasó después? Apareció otra verdad de parte de quienes estaban en mejor posición para opinar: en una nota titulada «Revelan estructura y enemigos de El Chapo» el diario Excélsior (marzo 26, 2014) da a conocer «la versión de los dos marinos que detuvieron al líder del cártel de Sinaloa» que consta en la averiguación AP/PGR/SEIDO/UEIDCS/069/2014 quienes señalan que:
«…siendo aproximadamente las 06:40 horas del día de hoy, del año en curso, al encontrarnos realizando funciones propias de esta institución en el combate en contra de la delincuencia organizada en el estado de Sinaloa… [vimos] a una persona de aproximadamente 1.80 metros, de complexión delgada, quien vestía pantalón de mezclilla y playera azul tipo Polo [quien] nos hizo el alto con las manos… Yo, quien estaba del lado del copiloto, le pregunté qué se le ofrecía, a lo que me respondió que unos minutos antes había visto a una persona armada al interior de la torre de departamentos conocida como Miramar, que estaba asustado y que nos pedía ayuda desesperadamente..»
Los marinos entonces entraron al complejo de departamentos, desarmaron a la persona que les habían reportado -Carlos Manuel Hoo Ramírez, escolta de Guzmán Loera- y detuvieron al capo. Así es como ocurrió la detención de Joaquín Guzmán Loera a decir de quienes ejecutaron la aprehensión según consta en actas ministeriales. Es decir: todos los servicios de inteligencia, la estrategia de seguridad nacional, la colaboración internacional, la coordinación entre las agencias y sistemas de seguridad que presumió el presidente eran una falsedad: al capo lo detuvieron -según los marinos protagonistas de ese episodio- casi por casualidad.
Si a lo anterior agregamos que fue precisamente este gobierno el que ordenó en 2013 la liberación -por error, claro- del antiguo líder del cártel de Guadalajara -precursor del cártel de Sinaloa- Rafael Caro Quintero, para luego ordenar su re-aprehensión -todavía pendiente- en 2015 ¿con base en qué se supone que debemos dar credibilidad a cualquier cosa que diga el gobierno federal en esta materia?
(Además conviene no perder de vista que de acuerdo con Héctor Barrellez -ex agente de la DEA a cargo de la investigación del asesinato de Enrique Camarena por el cártel de Guadalajara en 1985- «Caro Quintero tenía miles de millones de dólares en cuentas secretas en Luxemburgo y Suiza» y detalla «la de Luxemburgo tenía 4 mil millones de dólares y la otra incluso más» el agente -señala la periodista Dolia Estevez- «dice haber visto con sus propios ojos los estados de cuenta electrónicos en 1995.» Esto lo publicó en Forbes («U.S. Treasury Tracks Secret Bank Accounts of Top Mexican Kingpin» Mayo 12, 2013), la misma publicación que entre 2009 y 2012 incluyó a Guzmán Loera -con una fortuna estimada en 1 mil millones de dólares- en su listado anual de los más poderosos del mundo.
Tal vez sea un comentario que está de sobra pero pareciera que los están soltando a todos).
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Las autoridades federales que hoy buscan al evadido explicaron la primera fuga en 2001 diciendo que ocurrió mediante el uso de un carro de lavandería; ahora, en 2015, nos comentan que su originalidad alcanzó para rascar un túnel. La historia de Puente Grande es la de las cintas de ficción, la de Almoloya, la de las caricaturas que ven los niños. En todo caso, lo sorprendente no es que altos oficiales del aparato de seguridad -el presidente incluido- digan estas idioteces: lo verdaderamente sorprendente es que hay quien todavía las toma en serio.
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