LAS ECONOMÍAS ALTERNATIVAS El mundo de los significados es muy complejo, más aún cuando las narrativas y los discursos que ocupan nuestra atención hoy en día, son generados desde y a favor de un sistema que ha demostrado ser corrosivo para el medio ambiente y la humanidad. Cuando escuchamos el término economía, sus connotaciones nos […]
LAS ECONOMÍAS ALTERNATIVAS
El mundo de los significados es muy complejo, más aún cuando las narrativas y los discursos que ocupan nuestra atención hoy en día, son generados desde y a favor de un sistema que ha demostrado ser corrosivo para el medio ambiente y la humanidad.
Cuando escuchamos el término economía, sus connotaciones nos remiten casi de inmediato a otros conceptos cargados de negatividad: crisis, deuda, dinero, trabajo, explotación, desempleo, pobreza, desigualdades, injusticia, discriminación, marginación…
Sin embargo, cuando se habla de economías alternativas, puede parecer una contradicción que genera desconfianza, pero también nos invita a pensar en la posibilidad de mecanismos, herramientas, y circuitos de intercambio distintos, que permiten la satisfacción de las necesidades, sin recurrir a la explotación del hombre por el hombre, y el consecuente deterioro de la naturaleza.
Entre las economías alternativas se incluyen la Economía Social y Solidaria, la Economía Colaborativa, la Economía del Bien Común, la Economía Circular, la Economía Popular, la Economía del Buen Vivir, cuyo común denominador es la persona como fin.
En México, en América Latina, y en toda la geografía, se cuentan cientos de experiencias, que nos hablan de que otra economía es posible. Pero ¿cuáles son las características que nos permiten identificar esas experiencias? ¿en dónde se desarrollan? ¿quiénes y cómo se benefician o se pueden beneficiar de ellas?
SIMBIOSIS ECONÓMICA-POLÍTICA-SOCIAL
Antes de hacer referencia a las experiencias existentes de economía alternativa, es importante destacar que para que estos mecanismos de satisfacción de necesidades sean transformadores, es indispensable la previa reflexión y el consecuente cambio de mentalidad en lo individual y en lo colectivo. Sin estos elementos, es posible identificar experiencias económicas convencionales, edulcoradas con algún elemento social, aunque no representen una alternativa real para la transformación del sistema.
Cada día nos estrellamos contra las terribles consecuencias del capitalismo salvaje, que ha demostrado su incapacidad para sostener y reproducir la vida, por ello nos parece complicado pensar en una economía que pone en el centro a las personas y a la vida, como lo hacen las economías alternativas, en concreto la Economía Social Solidaria, que intenta ser una simbiosis en la que inevitablemente se retroalimentan la acción social, el sistema económico y las políticas públicas.
Esta interacción entre los tres niveles implica superar la indignación o el malestar con la realidad, pues éstas han sido sólo el punto de partida en el proceso de búsqueda de alternativas, posibles, deseables y necesarias.
LA ECONOMÍA SOCIAL SOLIDARIA EN MÉXICO
Como detalla la publicación México, regiones que caminan hacia la sustentabilidad (2014), las experiencias productivas de economía alternativa en México son realizadas en su mayoría por personas pertenecientes a los pueblos indígenas y comunidades rurales, quienes han sido capaces de construir sociedades sustentables basadas en una conciencia de especie, en una ética planetaria y son capaces de trabajar solidariamente con el resto de la sociedad y la naturaleza.
La Economía Social y Solidaria engloba estas experiencias productivas, y se torna un movimiento socio-político (por lo menos en el continente americano) donde la persona pasa a ser el fin de la actividad económica orientada al pleno desarrollo de sus capacidades. Con esta perspectiva, la Economía Social Solidaria basa su funcionamiento en seis principios: la equidad, el trabajo decente, la sostenibilidad ambiental, la cooperación, la no lucratividad y el compromiso con el entorno.
Las experiencias de Economía Social y Solidaria en México se enmarcan en sectores que van desde las finanzas éticas, la agroecología, la vivienda, la comunicación, la educación o la salud. Particularmente, en la región mesoamericana ha existido y se ha mantenido otra lógica para el intercambio como son los tianguis y mercados, considerados legado cultural de las civilizaciones prehispánicas, espacios tradicionales comerciales de construcción y vinculación social. Mención especial merecen las monedas sociales como el Túmin, nacido en Veracruz, que se ha consolidado y extendido a 16 estados, y que funciona como mecanismo para promover sistemas de intercambio, autogestión y cooperación comunitarios.
ECONOMÍA SOCIAL SOLIDARIA EN MICHOACÁN
Con el objetivo de describir su funcionamiento, difundirlo y hacerlo visible, es que algunas personas del ámbito universitario, han orientado sus investigaciones a identificar y sistematizar las experiencias de Economía Social y Solidaria existentes a lo largo y ancho de la geografía.
La investigadora y activista Josefina Cendejas Guízar es una de ellas, pues entre otras cosas ha sido impulsora del Primer Diplomado Internacional en Economía Social y Solidaria que se realizó en Michoacán, así como del Doctorado Interinstitucional en Economía Social y Solidaria, de reciente configuración, en el que participan cinco universidades del país, entre ellas la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo.
En el ámbito empresarial, uno de los principales promotores de las alternativas económicas en el estado es el sacerdote Marcos Linares, quien ha fomentado diversas iniciativas de Economía Social y Solidaria, especialmente facilitando la creación y financiación de empresas cooperativas. Marcos Linares apuesta por estas alternativas económicas para paliar los males que aquejan a la sociedad mexicana: la inmigración, la marginación y la pobreza, la corrupción, la inseguridad social, el bajo nivel educativo, la destrucción ecológica, la descomposición del tejido social y la injusticia.
A nivel de políticas públicas se cuenta con la Declaración de Aguascalientes, que insta a todos los congresos locales del país a crear comisiones de fomento cooperativo y promoción de la economía social y solidaria como estrategia para modificar el marco jurídico que permita transformar el actual modelo económico. Cabe mencionar que Michoacán es uno de los estados que se sumó a esta propuesta, sin embargo, aún no ha creado ninguna comisión al respecto.
TRES EXPERIENCIAS REPRESENTATIVAS DE MICHOACÁN
En nuestro estado se fortalecen las comunidades que caminan hacia la sustetabilidad, pues además de producir sus alimentos, protegen sus manantiales de agua y recurren a energías renovables. En estas comunidades, las redes van sustituyendo a las instituciones de carácter vertical que han demostrado su inoperancia en estos territorios con una cosmovisión ancestral y un conocimiento profundo de sus territorios.
En estas experiencias de sustentabilidad se incluyen el proyecto de conservación forestal en la comunidad de la Meseta Purépecha Nuevo San Juan que desde 1975 funciona bajo la autogestión de sus propios recursos naturales. En segundo lugar, se menciona el movimiento de resistencia contra el maíz transgénico en la comunidad de Pichátaro, donde se cultivan hasta 15 especies distingas de maíz originario. Esta comunidad alberga además la Universidad Intercultural e Indígena de Michoacán. Por último, aunque no menos importante, el conocido caso de Cherán que ha trascendido las fronteras del país y que abarca todo un proyecto de autogestión comunitario, donde además de la defensa de sus bosques, destaca el proyecto de recolección de aguas pluviales o el proyecto cero basura, el primero de este tipo en la región. Ver más
Enlaces de interés:
http://masdemx.com/2017/02/monedas-alternativas-comunitarias-mexico/
http://www.mimorelia.com/el-arbol-una-tienda-solidaria-en-medio-del-capitalismo/
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/115020/UMich-Josefina_Cendejas_Gu_zar.pdf
Fuente: http://zamoradespierta.wordpress.com/2017/12/19/hablemos-de-economia-solidaria/