Las circunstancias de la muerte en Estados Unidos del espía de origen húngaro Istvan Belovai, que orientaba a los conspiradores del complot para asesinar al presidente boliviano Evo Morales, en abril pasado, e informaba a la CIA, quedan mal esclarecidas y no excluyen una intervención de la propia Compañía. Así lo valora el experto alemán […]
Las circunstancias de la muerte en Estados Unidos del espía de origen húngaro Istvan Belovai, que orientaba a los conspiradores del complot para asesinar al presidente boliviano Evo Morales, en abril pasado, e informaba a la CIA, quedan mal esclarecidas y no excluyen una intervención de la propia Compañía.
Así lo valora el experto alemán Ingo Niebel, autor de numerosos estudios sobre las actividades de la inteligencia norteamericana en América Latina.
El ex oficial húngaro de inteligencia que sirvió de enlace entre el húngaro croata Eduardo Rózsa Flores, el jefe del grupo paramilitar encargado del magnicidio, y la inteligencia norteamericana, falleció el 6 de noviembre, en Denver, Estados Unidos, donde radicaba desde su salida apresurada de su país en 1990.
Para la CIA no podía morir en un momento más oportuno.
El fallecimiento «después de una larga enfermedad» de este ex teniente coronel de la inteligencia militar húngara recuperado por la CIA, ocurrió justo cuando en Bolivia se revisaba minuciosamente el contenido de una de las computadoras laptops de Rózsa Flores. En una carpeta de archivos llamada Bel – Norte, los peritos bolivianos encontraron varios correos electrónicos que Rózsa Flores intercambió con el agente Belovai.
«Lo de la «larga enfermedad» no significa nada», valora Ingo Niebel, autor de numerosos estudios sobre las actividades de la inteligencia norteamericana en América Latina. «¿Por cierto de qué murió: de remordimientos, suicidio con dos balas, …?»
«Cronológicamente su muerte es compatible con la desarticulación del comando en Bolivia», dice el investigador al señalar como el 16 de abril del 2009, la Unidad Táctica de Resolución de Crisis de la Policía boliviana irrumpió en el hotel Las Américas, en Santa Cruz y sorprendió al comando paramilitar.
Perecieron en el asalto el húngaro croata Rózsa Flores, el húngaro rumano Árpád Magyarosi y un veterano de la guerra de los Balcanes, el irlandés Michael Dwyer.
«El modo operandi recuerda la CIA. Es decir: una vez más en su siniestra historia, la Agencia Central de Inteligencia recurre a la colaboración con elementos nazis», señala Niebel recordando como el sistema Gladio de la OTAN «que en su teoría era una estructura clandestina para el caso de una invasión y ocupación soviética y en la práctica se convirtió en el látigo de la izquierda europea» se basaba en grupos fascistas.
LA GUARDIA HUNGARA, PILAR CENTRAL DE UNA ESTRATEGIA
Nacido en Bolivia pero emigrado a Hungría, Eduardo Rózsa Flores, el jefe de origen de la conspiración de Santa Cruz perteneció en este país de Europa del Este a círculos de la extrema derecha cercanos al partido neonazi Jobbik que mantienen ilegalmente a una potente organización paramilitar, la Guardia Hungara – en húngaro «Magyar Garda». Tres de sus cómplices también presentan biografías conectadas a los círculos de extrema derecha de Europa oriental: Árpád Magyarosi, muerto en el asalto, Előd Tóásó, en detención, y el boliviano croata Francisco Tadic Astorga.
Colega de Ingo Niebel y afamado investigador de estos mismos temas, principalmente con la revista especializada Geheim que dirige, Michael Opperskalski comenta acerca de la Guardia Hungara: «Dispone de mercenarios bien formados, aunque no tengan sofisticado equipo como Blackwater. Pero su papel es el de acciones puntuales, tal y como ocurrió en Bolivia. Creo que eso ha sido una excepción que confirma la regla según la cual la Guardia Húngara actuará en primer lugar en el este del continente europeo».
Opperskalski señala como «desde hace más de una década vemos en los denominados países desarrollados, y en primer lugar en EEUU, dos tendencias en la privatización de la guerra. En la primera, el Estado ha delegado parte de su monopolio de fuerza militar a empresas privadas como Blackwater o Dyncorp. Para ello hay dos razones: por un lado un planteamiento neoliberal a la hora de reducir costes en la costosa estructura militar, por el otro, el interés de siempre desvincularse física, política y legalmente de determinadas acciones violentas, ejecutadas por las mencionadas firmas en la defensa de los intereses del Gobierno estadounidense».
La otra tendencia apunta a la creación de una nueva estructura militar de índole fascista en los países de la Europa oriental, indica este analista del tema: «Con ello se sigue la tradición que radica en la contratación de criminales nazis y de otros fascistas después de la Segunda Guerra Mundial para emplearlos o en sus respectivos países o en la URSS contra movimientos y partidos de la izquierda».
Sobre esta base social se erigió el ejército clandestino de la OTAN, conocido como Gladio, afirma Opperskalski. «Esta estructura militar perdió su valor y su eficacia cuando su sección italiana quedó descubierta en los años 90. Ahora la CIA está organizando el «Gladio del siglo 21″, teniendo a la Guardia Húngara como su pilar central».
«Esta formación cuenta con una amplia base social y con un partido político que le cubre la espalda en las instuciones del Estado húngaro, que cada vez tiene que ceder más control a la guardia fascista. Los objetivos de la CIA son de disponer de un instrumento para evitar que los países del Este, que casi todos pasan por una mala situación económica, se recuerden de su pasado socialista, de poder mantener a raya al París y Berlín como principales competidores de Washington en esta zona de interés, y de disponer de unidades militares que pueden inflitrar clandestinamente a países «enemigos», como Bielorusia, por ejemplo».
EL PAPEL DE BELOVAI PODRIA HABER SIDO AÚN MÁS AMPLIO
Hace años, el teniente coronel Istvan Belovai de los servicios de inteligencia militar de Hungría hizo los titulares por haber informado a la CIA, a mediados de los años 80, de la presencia en las filas de la OTAN de oficiales norteamericanos que proveían a la inteligencia húngara datos sobre sus planes en relación con Europa del Este. En los años 90, emigró a Estados Unidos, diciéndose amenazado de muerte en su país de origen. Solicitó la ciudadanía norteamericana y mantuvo activas sus conexiones con la CIA – donde usaba el nombre de código «Escorpión-B» – y la extrema derecha húngara.
En el caso del atentado frustrado contra Evo Morales, Ingo Niebel concuerda con la tésis de Opperskalski: «Me parece que la CIA ha recurrido a la cantera humana que le presta la Guardia Húngara. Este extremo se explica con que dicha organización fascista puede operar a sus anchas en Hungría, lo que incluye entrenamientos militares en todo el territorio nacional».
En septiembre de 2009, recuerda el especialista, un diario alemán alertó de que incluso neonazis alemanes pudieran haber recibido un entrenamiento militar en Hungría en establecimientos de esta «Magyar Garda».
«Hasta ahora se ha relacionado este hecho exclusivamente para alertar ante una mayor militarización del neonazismo alemán, pero no con qué la Guardia Húngara podría convertirse en una especie de estructura mercenaria que proporcionaría los elementos adecuados para ejecutar acciones violentas fuera de Europa».
«Viendo así las cosas habrá que pensar con más detalle en el papel de Belovai que podría haber sido más amplio que el del enlace con el grupo desarticulado y la «Compañia» para la cual traicionó a su patria».
Según el fiscal boliviano Marcelo Soza, Belovai elaboraba documentos que utilizaba el llamado Consejo Supremo que financiaba el comando de Rózsa. Simultáneamente informaba a la CIA.
Con su plan denominado TH (Tree house o Casa en el árbol), los patrocinadores de la banda de Rozsa pretendían asesinar al presidente boliviano Evo Morales, y al vicepresidente, Álvaro García Linera.
Todo indica que el agente Belovai entabló su relación con Rózsa Flores en el curso de sus actividades en los Balcanes.
Llama la atención como entre los cabecillas del Consejo Supremo se encontraba el influyente empresario de Santa Cruz, Branko Marinkovic, quién se fugó de Bolivia al ser denunciado por la Fiscalía y encontró refugio en territorio de Estados Unidos.
Hijo de nazi utasha croata refugiado en Bolivia, Marinkovic es jefe de FULIDE, una organización separatista de corte neonazi cuyos miembros exhiben svásticas en sus manifestaciones. El grupo pertenece a la «Red Liberal de América Latina» (RELIAL), financiada y orientada por la fundación alemana Friedrich Naumann Stiftung (FNS).
Entre otros conspiradores refugiados en Estados Unidos también está Hugo Achá, representante en Bolivia de la seudo-ONG norteamericana Human Rights Foundation, cuyo jefe en Nueva York en el momento de la operación de Santa Cruz era el cubanoamericano Armando Valladares, con amplios vínculos con la CIA.
También se comprobó que Rózsa Flores estuvo en contacto con el ex mayor «carapintada» Jorge Mones Ruiz, directivo de UnoAmérica con quién se reunió unas semanas antes de que fuera descubierto el complot. UnoAmerica es dirigido por otro extremista socio de la inteligencia norteamericana, el venezolano ulraderechista Alejandro Peña Esclusa, fanático opositor golpista a Hugo Chávez.
De los acontecimientos de Bolivia, Ingo Niebel saca esta primera lección: «El sistema capitalista recurrirá a tipos como Flores y los demás o para lograr objetivos estratégicos como puede ser el magnicidio del presidente en Bolivia y en Venezuela – sin olvidarnos de los demás países del ALBA – o en el caso de un desenlace fatal de disponer de nuevos «martíres en la lucha contra el comunismo» que serán utilizados para reclutar nuevos adeptos».
«Con ello el neonazismo vuelve a ser una amenaza real para los defensores de ideas y proyectos progresistas, emancipadores, sociales y antiimperialistas en el mundo entero», concluye el especialista.
* Periodista de Granma.