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Hacia dónde vamos

Fuentes: Red Eco Alternativo

Si la «bonanza» económica que vive un sector de Argentina depende de lo que pase en el mundo, estamos en problemas. No son las demandas salariales lo que provoca inflación, sino la necesidad del capital de sostener su rentabilidad. Existen al menos dos elementos que oxigenan el actual modelo económico pero que son vulnerables a […]

Si la «bonanza» económica que vive un sector de Argentina depende de lo que pase en el mundo, estamos en problemas. No son las demandas salariales lo que provoca inflación, sino la necesidad del capital de sostener su rentabilidad.

Existen al menos dos elementos que oxigenan el actual modelo económico pero que son vulnerables a largo plazo. Uno, es el aumento internacional del valor de la soja y de otras materias primas (las «commodities») que favorece al esquema agro exportador. El otro, parte de la decisión de los inversores, en su mayoría extranjeros, de poner plata en las áreas que les resulten más rentables para obtener ganancias.
Hablamos de beneficios para «un sector» porque el actual esquema de «crecimiento» convive con concentración económica, distribución inequitativa de la riqueza y un nivel de desempleo, pobreza e indigencia que ha puesto un tope a la baja de esos índices.
Por un lado tenemos: aumento constante de la recaudación (19 mil millones de pesos en febrero) y superávit fiscal; incremento de la actividad industrial (casi 13 por ciento en enero) y de las exportaciones; superávit comercial (en enero fue de 1.164 millones de dólares, 167 por ciento más que en enero 2007), la caja de reservas cada vez más abultada (ya fue anunciada por el presidenta en 50 mil millones de dólares).
Sin embargo, de cada 100 pesos que se generaron durante los últimos cuatro años, 62 se los apropió el 30 % más rico.
Por el otro, según las estadísticas oficiales de febrero, una familia tipo necesitó ingresos por 971 pesos para no caer en la pobreza. Esto equivale a $ 8 diarios por persona (2.5 dólares o dos kilos de pan) para comer, viajar, vestirse, comprar algún remedio, etc. Y para no sumirse en la indigencia, 450 pesos, menos de $ 4 diarios (cuatro viajes en colectivo con la tarifa más baja).
Según los cálculos del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos, hoy el 30 por ciento de la población se encuentra en la pobreza (casi la mitad de los menores de este país viven en hogares pobres) y más del 70 por ciento no alcanza a cubrir la canasta para una familia tipo que asciende a 3.000 pesos.
Según Claudio Lozano, economista de la CTA, son estos dos elementos – desigualdad y concentración – los que definen el deterioro de la fuerza laboral, el bajo nivel y la mala calidad de la inversión y la depredación de nuestra base de recursos naturales.
«No es la voracidad de los trabajadores lo que amenaza el futuro de los argentinos», dice con relación al argumento esgrimido por los intelectuales del capital para criticar los reclamos salariales y de mejores condiciones laborales.
La desigualdad, explica, deteriora las condiciones de reproducción de la fuerza de laboral; la concentración provoca que pocas empresas, en especial extranjeras, definan que las actividades a desarrollar sean las que dan mayor beneficio al capital aunque no sean las que más puedan aportar al desarrollo del conjunto social; y por último, muchas de estas ganancias se basan en el uso irracional y la extranjerización de nuestros recursos naturales.
El crecimiento post crisis 2001 pierde su base de sustentación. Las ventajas internacionales que benefician en especial al sector exportador, la capacidad ociosa cada vez menos existente, la disponibilidad de energía/estructura en crisis y la regresiva distribución del ingreso, son pilares de un modelo que no tiene largo aliento. Hoy las empresas piden «moderación en la demanda salarial» apoyadas en la relativa mejoría en la distribución del ingresos respecto a los años 2002-2003. Además presionan con inflación para que el que la recuperación salarial no pase los límites de los años 2001 y 2002. «Se reedita el comportamiento especulativo del capital más concentrado, que demanda el retorno a las ganancias extraordinarias del 2002, con el objeto de realizar las inversiones que no efectuaron durante el 2002-2007, pese a los espectaculares beneficios realizados», afirma Lozano.