Después del levantamiento de Junio, que derribó a Carlos Mesa e impidió la sucesión del mirista Hormando Vaca Diez, el proceso político fue canalizado hacia las elecciones generales del próximo 4 de diciembre. La ayuda del MAS y otras fuerzas menores fue decisiva para desmovilizar a las masas y conducir su energía y expectativas por […]
Después del levantamiento de Junio, que derribó a Carlos Mesa e impidió la sucesión del mirista Hormando Vaca Diez, el proceso político fue canalizado hacia las elecciones generales del próximo 4 de diciembre. La ayuda del MAS y otras fuerzas menores fue decisiva para desmovilizar a las masas y conducir su energía y expectativas por este «desvío».
Según García Linera, candidato a vicepresidente por el MAS, Álvaro, esta salida mostraría a Bolivia como «un laboratorio de inclusión democrática» [1], con la posibilidad de que Evo Morales sea el «primer presidente indígena de Bolivia y América Latina». En realidad, el proyecto reformista del MAS, busca sembrar la ilusión de que con reformas constitucionales y conciliando con los grandes propietarios y las transnacionales, se podrá satisfacer las demandas más sentidas de las masas del campo y la ciudad, como es la nacionalización del gas… que el propio MAS ha rechazado. El MAS postula un gran frente popular de colaboración de clases con la burguesía nacional, al que subordina los «movimientos sociales» y sus demandas. Lejos de abrir el camino hacia la liberación nacional y las demandas por las que se combatió en Octubre y Junio, Evo Morales quiere oponer un dique de contención reformista para evitar que el empuje de las masas rebase la democracia burguesa y avance hacia la revolución obrera y campesina.
Sin embargo, el MAS se está fortaleciendo electoralmente y atrayendo la simpatía de amplios sectores de masas, incluso entre quienes lo criticaron por sus traiciones en las movilizaciones de mayo y junio. Es posible que a pesar del recelo de la clase dominante, llegue al gobierno. Pero, ¿un gobierno del MAS abriría una etapa de reformas «en democracia» y satisfacería a los trabajadores, los campesinos, los pueblos originarios? ¿O, más bien, sería una nueva fase de obligada experiencia de las masas en el camino a enfrentamientos decisivos entre la revolución y la contrarrevolución? El proceso revolucionario iniciado con el levantamiento de Octubre del 2003 está lejos de haberse cerrado.
Los dramáticos acontecimientos de mayo-junio de este año pueden ser vistos como un segundo «ensayo revolucionario» en este proceso, y al mismo tiempo, como una segunda «advertencia» para las masas obreras y populares. Ante una nueva etapa del proceso político, la vanguardia no debe olvidar sus lecciones y prepararse para los futuros combates, y a ello se agrega una tarea política inmediata: oponer a los «cantos de sirena» conciliadores del MAS y otras variantes frentepopulistas, la lucha por la organización política independiente de los trabajadores en torno a una salida obrera y campesina de fondo a la crisis nacional. Este es el único camino para la victoria.
I.- Un nuevo «desvío» en el proceso revolucionario
Para el observador desprevenido puede parecer contrastante la amplitud y radicalidad del auge de masas que ha derribado a dos gobiernos -el de Sánchez de Losada en octubre del 2003 y el de su sucesor «progresista», Carlos Mesa, en junio-, con la aparente facilidad con una clase dominante tan débil como la burguesía boliviana consigue imponer salidas, al menos provisionales, como es el actual «desvío electoral».
En esto se expresan las contradicciones entre la extrema madurez de las condiciones objetivas que empujan hacia la revolución (la aguda «crisis nacional general», la creciente descomposición del régimen político-estatal, el auge de masas), y la relativa inmadurez de las «precondiciones subjetivas»: Si bien las masas han mostrado ¡y cómo! su combatividad no lograron asestar golpes decisivos al régimen burgués, debido al papel traidor del MAS y otras direcciones reformistas al frente de las organizaciones de las masas insurgentes: COB, sindicatos, FEJUVE y COR alteñas, etc. Así, puede decirse que «la situación llega a ser todo lo revolucionaria que puede ser con el freno conscientemente impuesto por reformistas, populistas y burócratas sindicales».
Es por ello que las heroicas acciones históricamente independientes de las masas, como las jornadas revolucionarias de Octubre y en Junio, no logran transformarse en «la revolución misma» esto, es desarticular el andamiaje del Estado burgués y abrir una fase de lucha directa por el poder obrero y campesino. Es por ello también que la clase dominante, a pesar de sus divisiones internas y debilidad, sigue contando con márgenes de maniobra para utilizar los decadentes mecanismos de una democracia burguesa en crisis. Aunque existe el riesgo de caer en la «recurrrencia» periódica de los levantamientos (como ocurre también en Ecuador), y es inevitable de hecho que las masas deban pasar por una nueva fase de experiencias con las reformas democráticas (como una asamblea constituyente) y gobiernos d efrente popular como el qieu propone el MAS, este es también el terreno en el cual se forjará la experiencia, organización y conciencia del movimiento obrero y de masas para las tareas de la revolución.
II.- Las jornadas de junio
Este avance relativo se hizo visible en las Jornadas de Junio, tras un año y medio de experiencia con las promesas «progresistas» del Gobierno de Carlos Mesa (sostenido por el MAS). Sin hacer aquí un balance exhaustivo, hay que señalar que en esta nueva crisis revolucionaria la amplitud, profundidad y radicalidad de la movilización de masas (que nuevamente tuvo epicentro en El Alto) no sólo derribó a Mesa e impidió que asumiera Vaca Diez (sucesor como presidente del senado), sino que amenazaba al régimen en su conjunto. Aunque no se llegó a niveles de enfrentamiento militar como en Octubre, reemergieron las tendencias a la guerra civil, mientras que un poder dual embrionario comenzaba a surgir al calor del levantamiento (reflejado por organizaciones de base como las juntas vecinales, con sus barricadas y piquetes, como en Octubre del 2003) y crecía la idea de una «asamblea popular» (el 8 de junio en una reunión en El Alto llamada por COB se lanzó una «Asamblea Popular naciona l y originaria» [2], finalmente no concretada por la defección de los dirigentes). La crisis revolucionaria de varios días – entre el derrumbe del gobierno Mesa y la «sucesión constitucional» en Sucre del día 10- planteó objetivamente el problema del poder y la lucha por un gobierno obrero y campesino. Sin embargo, como en Octubre, el MAS sostuvo al régimen tambaleante, apoyó la sucesión de Rodríguez y llamó a desmovilizar. Los dirigentes tenidos por «radicales» (como la COB o la FEJUVE y COR alteñas )se negaron a dar ninguna perspectiva política independiente al levantamiento, desnudando una vez más que tras los discursos «rojos» no hay más que variantes de la estrategia de presionar y conciliar con sectores de la burguesía.
Como ninguna de las direcciones se propuso preparar política y organizativamente esta perspectiva antes ni durante el levantamiento y todas terminaron capitulando ante el régimen y la «solución de Sucre», se desperdició una nueva y magnífica ocasión de que las masas asestaran un golpe decisivo al régimen y a sus instituciones (incluso, quebrando a la policía y las FF.AA.), que podría haber abierto las puertas a una fase de lucha directa por el gobierno obrero y campesino.
Aunque la politización y cuestionamiento al régimen de sectores avanzados se manifestaron en el repudio a Mesa y Vaca Diez, la demanda de cierre del Parlamento y las consignas de un «gobierno del pueblo» o un «gobierno obrero y campesino» en las movilizaciones, así como en las críticas al rol frenador del MAS, la vanguardia careció de toda alternativa de dirección obrera revolucionaria en torno a la cual reagruparse para superar los obstáculos reformistas.
III.- El desvío electoral y el proceso profundo
Así, pese al embate de masas , y gracias sobre todo a la traición de las direcciones reformistas, la burguesía logró cerrar la crisis revolucionaria con la «sucesión constitucional» a través de Eduardo Rodríguez, el presidente de la Corte Suprema de Justicia y acordar el «desvío electoral» canalizando la atención de las masas (y sus propias disputas internas) a las elecciones generales del 4 de diciembre (adelantamiento de elecciones que implica una cierta concesión, al permitir renovar por el voto todo el elenco político y elegir por primera vez prefectos departamentales) seguidas por una Asamblea Constituyente para mediados del 2006. Rodríguez encabeza un débil «gobierno de transición» con la tarea de viabilizar esta salida. La clase dominante pudo así «descomprimir» notablemente la situación aunque no disipar el horizonte de crisis y descomposición política y estatal.
El primer problema político que se le presenta es el ascenso electoral del MAS. A pesar de sus buenos servicios y del esfuerzo de Evo por mostrarse como «confiable» y «pragmático», la burguesía no quiere un gobierno del MAS, que podría alentar las expectativas y demandas de las masas en ascenso.
El intento de polarizar entre el ex presidente Jorge «Tuto» Quiroga (acompañado por Ortiz, ex gerente de CAINCO, organización de los agroindustriales cruceños) y su «Asociación Siglo XXI» como garante de la continuidad neoliberal contra el MAS, no termina de afirmarse y puede haber dispersión electoral con la centroderecha de UN (Unidad Nacional, de Doria Medina -«Barón del cemento»- y el «cívico» cruceño Dabdoub); intenta terciar también el de centroizquierdista Frente Amplio de René Joaquino (alcalde de Potosí), junto a varios alcaldes y diputados que apoyaron a Mesa. Por otra parte, los partidos tradicionales -MNR, MIR, NFR-, «luchan por sobrevivir» en medio de su descomposición y la extrema derecha cruceña también aparece debilitada. De conjunto, el espectro político electoral se mueve hacia el «centro», buscando recomponer el terreno del «juego democrático».
Las encuestas ubican a Quiroga y Evo prácticamente empatados, lo que hace probable una primer minoría para el MAS que haría difícil impedir su arribo al gobierno (según las leyes bolivianas, será el nuevo parlamento el que defina la presidencia entre los dos candidatos más votados, si no hay mayoría absoluta). Esto puede derivar en una futura crisis política, aunque para los tiempos políticos bolivianos, diciembre está aún muy lejos y no es momento de hacer pronósticos.
Hay un amplio proceso de politización de masas y giro a izquierda que el «desvío» electoral puede deformar y canalizar circunstancialmente, pero no suprimir. Así, en los más diversos sectores se discute cómo intervenir en política -artesanos, campesinos, la COB, juntas vecinales, etc., discutieron en algún grado su propio «instrumento»-.
Por otra parte, pese al clima pre electoral y tras algunas semanas de cierta calma social, reemerjan conflictos en los más diversos sectores. No sólo paros cívicos y bloqueos de caminos por demandas regionales en Camiri, Yacuiba, Lahuachaca, etc.; o tensión por tierras en disputa entre empresarios y campesinos en Santa Cruz (donde sigue tomada Las Pailas y otros predios por el MST-B), en el norte de La Paz y otros lugares; sino también paros médicos y en hospitales como el Tórax, huelga de trabajadores judiciales, exigencias de los maestros urbanos, una semana de paro de los mineros de Huanuni, paro de 24 hrs. en petroleros de Senkata e YPFB, resistencia a despidos en AASANA y COTEL. Es de destacar que puede estarse gestando en estas luchas (y en debates como el de un instrumento político propio de los trabajadores en la COB y los sindicatos), tendencias a un mayor protagonismo de los trabajadores asalariados.
IV.- El MAS prepara la trampa del frente popular
El MAS se fortalece capitalizando el descontento y expectativas de amplios sectores de masas e incluso el giro a izquierda de franjas de las capas medias urbanas. El MAS es hoy el principal partido nacional, aunque su actuación como «pata izquierda» del régimen bajo Mesa y en cada crisis, como en Junio, le costó rechazo entre algunos sectores de vanguardia. Ahora, incluso sectores críticos ven con simpatía la posibilidad de un gobierno de Evo Morales, en ausencia de una alternativa obrera y socialista y se están sumando a su proyecto otros «movimientos sociales», como la COR y Fejuve alteñas. El candidato vicepresidencial Álvaro García Linera, analista político y sociólogo con un pasado radical (preso varios años acusado de actividades guerrilleras en los 90), juega un rol de puente hacia otros sectores sindicales y hacia capas de la pequeña burguesía urbana «progresista».
El proyecto político del MAS es el de las «reformas democráticas», en el marco de la democracia burguesa. Esto lo demuestra su «programa de gobierno», que no es siquiera nacionalista, apenas tibiamente «desarrollista» en lo económico: no propone la liquidación del latifundio (sin lo cual es imposible satisfacer la demanda de tierra y territorio de campesinos e indígenas), promueve a los empresarios «nacionales» (lo cual impide atender las demandas obreras), acepta cumplir con la deuda externa y así sucesivamente. Además, la «reinvención de la democracia boliviana» como propone García Linera a través de una asamblea Constituyente y sin afectar la propiedad de las transnacionales, los terratenientes y el empresariado sólo puede frustrar las legítimas aspiraciones democráticas de las mayorías explotadas e indígenas.
No en vano Evo Morales declara que considera a Lula como un «hermano mayor» y un ejemplo. Este es el modelo de «gestión del estado capitalista» para el que se prepara y en nombre del cual ofrece toda clase de garantías a la clase dominante.
En esencia, este es el proyecto de un «frente popular», con figurones de clase media, curas, «profesionales y microempresarios», que son la «sombra de la burguesía» y subordinando a esta alianza al movimiento de masa y sus demandas, para contenerlas y apartarlas del camino de la movilización revolucionaria y salvar a la democracia burguesa.
Sin embargo, pese a sus «buenas intenciones», un gobierno del MAS podría chocar con la hostilidad de sectores burgueses que ven riesgoso un gobierno de frente popular y desconfían de «un indio en la presidencia», mientras que las ilusiones de las masas pueden trocarse en movilización por sus demandas más sentidas. Así, aunque al principio cuente con amplio apoyo y pueda apoyarse en una Asamblea Constituyente, Evo, en lugar de ser «un Lula» -no en vano la convulsionada Bolivia no es Brasil- puede verse desbordado entre las fuerzas antagónicas de las masas y la burguesía y empujado por la vía de la «allendización» [3]. La necesidad de retomar las lecciones de octubre y junio: la autoorganización, la movilización general, la puesta en pie de órganos de poder y el armamento popular, resurgirá con fuerza para derrotar a la reacción burguesa e imperialista y superar al reformismo del MAS en el camino a un verdadero gobierno obrero y campesino.
V.- Defender la independencia política de los trabajadores para retomar el camino de Octubre y junio
Por todo esto, lejos de adaptarse al «mal menor» en nombre de que un gobierno de Evo Morales sería después de todo » más favorable», es preciso retomar el camino de la movilización y organización de masas, confiando sólo en sus propias fuerzas y por sus propios objetivos. Un primer paso es la necesidad de unificar los conflictos en curso con un plan de lucha por las urgentes demandas obreras y campesinas, como el aumento salarial, la derogación del art. 55 (libre contratación) y demás. No hay razón para sean postergadas por el gobierno proimperialista de Rodríguez y la burguesía con el argumento de las elecciones.
Pero esto no basta. Hay que oponer al MAS una clara alternativa política independiente de los trabajadores, que utilice también el terreno electoral para denunciar al régimen y reagrupar fuerzas. Lamentablemente, el debate sobre la creación de un «instrumento político de los trabajadores» de la COB para defender la independencia de clase corre el riesgo de quedar en eso, en debate, por la inconsecuencia y la defección de los dirigentes oportunistas.
Sin embargo, sigue planteada la lucha por la organización política independiente de la clase obrera, como puede ser a través de un instrumento político de los trabajadores basado en la COB y los sindicatos, con plena democracia obrera y con un programa para imponer una salida obrera y campesina a la crisis nacional que retome las mociones más progresivas de Octubre y Junio: la construcción de una genuina asamblea Popular y la lucha insurreccional por el Gobierno Obrero y Campesino como única garantía para imponer la nacionalización del gas y el conjunto de las demandas obreras, campesinas, indígenas y populares. Llamamos a la vanguardia obrera, a los jóvenes combativos, a las corrientes obreras y socialistas a sumar fuerzas en esta perspectiva.
Notas
[1] Le Monde Diplomatique, edición Bolivia, nº 33, julio de 2005
[2] Allí se discutió también la creación -no efectivizada- de comités de abastecimiento popular y de comités de autodefensa (aunque cierto grado incipiente de organización de autodefensa ya era una práctica en sectores avanzados).
[3] Allende subió al poder por vía electoral al frente de la UP en 1970, proponiendo la ilusión de una «vía chilena al socialismo» pacífica y en democracia. Pronto fue desbordado por derecha y por izquierda, con los trabajadores incautando empresas y creando «cordones industriales» y la burguesía y el imperialismo conspirando para su derrocamiento El golpe contrarrevolucionario de Pinochet, cuya preparación se vio facilitada por el reformismo legalista de la UP, cortó de raíz el proceso y significó una derrota histórica de la cual los trabajadores chilenos aun no se han recuperado.