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Contaminación en Jáuregui

¿Hasta cuándo negarán la realidad?

Fuentes: El Civismo/Rebelión

Las últimas marchas que se realizaron por las calles de Gualeguaychú y Colón, en contra de la instalación de dos fábricas de pasta de celulosa en Fray Bentos, fueron encabezadas por chicos de escuelas y de clubes de fútbol infantil. Detrás se ubicaron los asambleístas y los vecinos. La elección de las puntas de lanza […]

Las últimas marchas que se realizaron por las calles de Gualeguaychú y Colón, en contra de la instalación de dos fábricas de pasta de celulosa en Fray Bentos, fueron encabezadas por chicos de escuelas y de clubes de fútbol infantil. Detrás se ubicaron los asambleístas y los vecinos.

La elección de las puntas de lanza no fue casual. Además de la energía propia que tienen y contagian los nenes, su presencia transmite un mensaje a futuro: las papeleras no sólo afectan al presente, sino a las generaciones futuras. Y en ese contexto, desde muy chicos se les siembra esa conciencia por la defensa de los derechos, para que cada día se le torne más difícil a las autoridades resolver de acuerdo a su antojo o conveniencia o, en todo caso, negar la realidad.

Salvando las distancias, tal vez con menor empuje o menos repercusión mediática, en el partido de Luján, y puntualmente en Jáuregui, comienza a aflorar una conciencia que también trasciende generaciones.

Jáuregui tiene muchas razones para el reclamo, la queja, la exigencia. Como dijo el propio intendente -que dice bastante pero hace poco en materia de medio ambiente- no se puede condenar a un pueblo a vivir de modo penoso, sufriendo las consecuencias de la actividad industrial que se desarrolla en la zona. También dijo que si una empresa contamina tiene que cerrar. Lástima que por causas que él sólo podría explicar, ni Miguel Prince ni sus colaboradores en la gestión se muestran convencidos de que la gran curtiembre contamine.

Pero así como Jáuregui tiene muchas razones para el malestar, hay muestras, señales, que invitan a la esperanza.

La gran cantidad de vecinos que acompañaron los reclamos en las recientes sesiones extraordinarias es uno de los indicios que hace creer en un pueblo que, tarde o temprano, dará pasos seguros hacia el bienestar.

Con la misma fuerza aparece la participación de los alumnos de las escuelas de la localidad en las jornadas culturales del fin de semana. Los chicos, con sus ideas, su visión, sus temores y sus verdades, plagaron la avenida Flandes de mensajes que sería interesante que lean los funcionarios de turno. Y también aquellas personas que viven a cuadras de la curtiembre o el río Luján y creen que la contaminación no los afecta porque ellos están conectados a la red de agua potable o cuando hay mucho olor cierran herméticamente sus ventanas.

No menos revelante fue el compromiso de jóvenes artistas que en las mismas jornadas ofrecieron sus cuadros, sus fotos, su capacidad actoral, sus habilidades, su tiempo y sus ganas, para manifestar una cerrada defensa del medio ambiente y de una vida sana.

Aquellos necios que quieren seguir atados a lo que les manda a decir su ceguera ante la realidad ya no pueden apuntar los cañones a «ambientalistas», «vecinos aislados», «militantes políticos». Se les agrandó el blanco de las críticas.

Ahora, ante la problemática de Jáuregui, tienen que salir a demostrar que, supuestamente, están equivocados cientos de vecinos, decenas y decenas de alumnos con sus respectivos docentes, una gran cantidad de artistas de los más diversos rubros.

También se puede mirar la situación de Jáuregui con la vista puesta en la otra vereda; en la que eligieron pararse los que niegan, los que quieren sembrar dudas, los que pretenden dilatar la búsqueda de soluciones. En esa vereda, entre otros, se posicionan las mismas autoridades que deben respuestas desde hace más de una década; gremialistas que sólo aportan su presencia y no se les cae una sola idea para que todos nos encaminemos hacia una solución; y funcionarios o profesionales de la salud, el medio ambiente o las leyes que terminan demostrando que no tienen límites morales si un salario público les llena el bolsillo.

En Jáuregui se llegó a un punto en el que queda claro que a los necios cada día que pasa se les hace más difícil negar la realidad.