El sábado pasado, 14 de abril, la candidata del PAN (no digo de la derecha porque se presta a confusión) soltó una perla digna de la histórica tradición de los conservadores en nuestro país. Desde el siglo XIX, los conservadores utilizaron una y otra vez la conspiración como eje de su dinámica política. Siempre temerosa […]
El sábado pasado, 14 de abril, la candidata del PAN (no digo de la derecha porque se presta a confusión) soltó una perla digna de la histórica tradición de los conservadores en nuestro país. Desde el siglo XIX, los conservadores utilizaron una y otra vez la conspiración como eje de su dinámica política. Siempre temerosa de las clases peligrosas la oligarquía terrateniente, en estrecha colaboración con la nomenclatura católica, procuró mantener en secreto sus maniobras políticas para mantener sus privilegios, ya sea utilizando a militares ambiciosos como Antonio López (mejor conocido como Santa Ana) o aliándose con potencias europeas como la Francia imperial de Napoleón el pequeño. Pero siempre de espaldas a la población.
Se podría argumentar que esa era la dinámica de todos los actores políticos mexicanos en el siglo XIX, pero en el siglo XX los conservadores siguieron utilizando semejante recurso, como cuando asesinaron a Álvaro Obregón o cuando conspiraron con el Vaticano para echar a andar la rebelión cristera -hoy legitimada gracias a la beatificación de curas que empuñaron las armas, entre los que destaca el santo Rafael Guízar y Valencia.
Para mantener la tradición en el siglo XXI y en una zona cristera (León, Guanajuato), Vázquez Mota «… en tierra de rebeldes, convocó ‘a una conspiración’ para que el PRI no recupere Los Pinos ni el gobierno del estado.» (Jornada 14/04/12) En su desesperación para no quedar como la candidata panista que le devolvió a los priístas la presidencia de la república, la candidata incómoda (sobre todo para las mujeres mexicanas pero también para el señor de Los Vinos) apeló al recurso más preciado de la tradición política que abandera: la conspiración.
Y digo incómoda para las mujeres mexicanas pues si ellas creen que votando por Chepina van a lograr avances en la defensa de sus derechos se equivocan rotundamente. Su alianza con los fundamentalistas católicos no va a ser puesta en riesgo para promover las luchas de las mujeres en contra de la discriminación, la violencia y la marginalidad. Muy por el contrario, pues en el remoto caso de que llegue a ganar, su gobierno se empeñaría en echar atrás los avances en materia de derechos de la mujer y de cualquier libertad que atente contra el monopolio católico de las conciencias. La táctica electoral de Chepina se concentrará en ocultar precisamente su antifeminismo y su conservadurismo para tratar de venderse como una defensora de la mujer y de sus derechos. Contando con que será la única mujer que compita por la presidencia, el discurso pro derechos femeninos parecería inevitable y natural pero falso. Si bien el machismo sigue vivito y coleando, como todos sabemos, muchos hombres no se van a animar a votar por una mujer para presidente. Sin embargo, habrá que seguir de cerca las preferencias electorales del sector más grande del padrón electoral: las mujeres.
Pero volviendo al tema, me parece altamente significativo que Chepina utilizara la palabra conspiración, que significa, palabras más palabras menos, la unión de varios sujetos contra un superior para arrebatarle el poder o contra un particular para hacerle daño. Las teorías conspirativas buscan explicar un hecho sucedido o por suceder en base a supuestas circunstancias que son ocultadas a la opinión pública. Aquí el poder superior no sería el PRI (a pesar de que los priístas se creen superiores, sobre todo de sus gobernados) sino las leyes electorales y los votantes. Pero lo más importante es que la conspiración se caracteriza por el hecho de ocultar, de actuar en lo oscurito para lograr fines ´democráticos´, de burlar las leyes en privado y defenderlas en público.
Que una candidata registrada y consciente de los límites impuestos por la Constitución se atreva a convocar públicamente a una conspiración resulta una perla digna de la decadencia de la democracia electoral y las campañas en curso. Lo que revela es algo que ya sabemos y que hemos sufrido en carne propia por décadas: los políticos y gobernantes ocultan sistemáticamente las intenciones de sus actos con verborrea políticamente correcta. Es el caso de su insistencia por llevar a cabo las reformas ‘estructurales’ necesarias, según ellos, para aumentar el empleo y el bienestar de la población, cuando en realidad es simplemente un traspaso de recursos públicos a manos privadas por una módica comisión, of course.
No queda más que agradecerle a Chepina su franqueza al convocar a una conspiración para ganar las elecciones. De ese modo, la candidata del PAN refrenda las rancias convicciones conservadores que la inspiran y que son consustanciales a la corriente conservadora que encabeza. Nada nuevo bajo el sol.
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