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Higinio Muñoz: Luces de la militancia

Fuentes: Rebelión

La noche del 5 de febrero de 2005, en la Ciudad de Queretaro, Higinio Muñoz no durmió. La comisión organizadora del «II Dialogo Nacional» le pidió ya entrada la tarde que redactara el documento de consenso de aquel encuentro protagonizado por el Sindicato Mexicano de Electricistas, La Unión Nacional de Trabajadores, la Coordinadora Nacional de […]

La noche del 5 de febrero de 2005, en la Ciudad de Queretaro, Higinio Muñoz no durmió. La comisión organizadora del «II Dialogo Nacional» le pidió ya entrada la tarde que redactara el documento de consenso de aquel encuentro protagonizado por el Sindicato Mexicano de Electricistas, La Unión Nacional de Trabajadores, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y otras organizaciones reunidas para conmemorar el 78 Aniversario de la Constitución y acordar un plan de acción conjunto para los próximos años.

Desvelado pero sin demostrar incomodidad alguna, apareció a la mañana siguiente con el documento en mano. Pocas horas después Rosendo Flores, entonces dirigente del SME, lo leyó ante más de 3,000 trabajadores y militantes titulándolo «La Declaración de Querétaro», quizás el último documento de consenso amplio que han producido los movimientos sociales mexicanos. Higinio, a un lado del estrado, discreto como siempre, miró con satisfacción que una vez más había logrado formulaciones en la que una amplia gama de organizaciones de distinto signo ideológico se sintieran representadas.

No solo había que tener paciencia y sensibilidad para escuchar todo lo discutido en las caóticas mesas de trabajo del Sindicato de Trabajadores de los Tres Poderes del Estado de Querétaro, había que traer a cuestas, también, un bagaje de recorridos por todo el país conociendo los problemas de la gente y las perspectivas ideológicas de las diversas organizaciones locales. Había que pretender hacer política desposeído de cualquier interés hegemónico y convencido de la necesidad de articular a los más con base en programas claros y transformadores.

* * *

Siempre fue así. No en pocas ocasiones llamó la atención lo mismo por su visión estratégica, que por su disposición a unificar a los diversos. Por tan complejo en los análisis como por la claridad y sencillez para exponerlos. Por tan firme y congruente en sus posiciones como por confiable en la interlocución. Y, quizás, más que por cualquier otro rasgo: Por su total dedicación a la lucha social.

No por nada el homenaje de cuerpo presente que realizó tras anunciarse su deceso el 19 de marzo de 2010 fue, de manera inédita tratándose de un activista incluso suspendido después del movimiento estudiantil de 1997, en el auditorio de la facultad de Ciencias de la UNAM, ante miembros de casi todas las habitualmente contrapuestas corrientes de la vasta y heterogenea izquierda social mexicana.

No por nada, tampoco, en el Memorial que se le realizó un mes después, 25 de abril, en el Museo Universitario de Arte Contemporaneo de la UNAM, se expresaron y reconstruyeron simbólicamente múltiples vínculos comunitarios tendidos por Higinio, con las más diversas luchas locales e internacionales. Se expresó ahí, además, que hablar de él es considerar tres características que debieran estar de por sí asociadas a la práctica militante: 1) puso toda su creatividad al servicio de las luchas, 2) que fue educador de muchas generaciones de activistas y 3) que aportó a la construcción de la cultura universitaria y de los movimientos sociales en general.

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Con ocasión del décimo aniversario de la Huelga de la UNAM de 1999 – 2000 emprendimos una serie de pláticas con Higinio tendientes a recordar aquel episodio lo mismo trascendente para un amplio sector de jóvenes – estudiantes – activistas que borrado e ignorado de los informes oficiales de la Universidad. La intención era que a partir de aquella[ii]s pláticas lográramos reconstruir la experiencia vital de uno de las activistas universitarios y sociales más emblemáticos y enigmáticos de los últimos tiempos.[1]

Si bien, su entrada al Hospital, ya en condiciones sumamente graves, el 28 de febrero de 2010, mismo día en que falleció Carlos Montemayor, impidió completar la recuperación de todas sus experiencias, lo platicado, derivó, de cualquier manera, en el interesante relato de una vida militante y, fundamentalmente, en un profundo e inédito análisis sobre el movimiento estudiantil de 1999 – 2000.

Contó, por ejemplo, que nació en Tenango del Valle, municipio de Azoyú, en al costa chica de Guerrero el (11 de enero de 1967). Fue el único hombre entre 5 hermanas. Su padre «nunca fue militante político pero si alguien preocupado por resolver los problemas del pueblo». A la puerta de su casa se realizaban las reuniones diarias para tomar el fresco mientras se charlaba sobre los asuntos del pueblo. No en pocas ocasiones se mencionó al legendario guerrillero Genaro Vázquez, familiar lejano de su abuela Esperanza. Él era el único niño que se quedaba a escuchar lo que decían «los grandes» y de ahí le fueron surgiendo los intereses combativos.

Para la secundaria tuvo que trasladarse a Ometepec. Miró las movilizaciones de la insurrección cívico – electoral de 1988 y más de cerca las tomas de tierras y las formación de los Buffetes Populares en defensa de la propiedad campesina de principios de los 90. Cursó parte de la prepa en Acapulco en donde leyó «La noche de Tlatelolco» de Poniatowska obteniendo sus primeras referencias sobre las luchas estudiantiles en México. También se encontró las lecturas de Lenin a quien reivindicó hasta el final de su vida, Aceptando, sin embargo, que «Por ahora no hay condiciones para el Partido Obrero».

Después, sin avisarle a su familia, huyó al Distrito Federal para presentar el examen de admisión a la UNAM: «Para los que vivimos fuera y no tenemos recursos, pensar en estudiar en la UNAM implica toda una aspiración de trascendencia», me dijo.

Entró al CCH – Oriente en 1986 y se encontró con un mundo de organizaciones y combatividad estudiantil que atrajo su participación. Se enroló con la Corriente en Lucha por el Socialismo. Participó discretamente en el movimiento de 1986 – 87 y para el Congreso Universitario de 1990 formó parte de la Coordinadora Universitaria que pretendía hacer contrapeso al ala «histórica» del Consejo Estudiantil Universitario. Ya como estudiante de Física en la Facultad de Ciencias, fue Consejero Universitario entre 1993 y 1995. Formó después, con muchos otros, el Comité Estudiantil Metropolitano.

En 1996 inició el trabajo por el derecho a la educación pública universitaria que actualmente es representado por el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior. En 1995 el EZLN lo nombró miembro del Comité Promotor de la Consulta Nacional de aquel año. Fue miembro de la Comisión de Análisis de la Promotora de Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo, e impulsor de Caravanas Universitario de Trabajo Comunitario para el fortalecimiento de las autonomías locales en el estado de Guerrero.

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No dudó, durante la plática del 3 de febrero de 2010, en calificar a la Huelga del CGH, (1999 – 2000) como el proceso organizativo más importante en el que le tocó participar, y con tal intensidad fue que lo narró:

«Tas la suspensión de un año de la que fui objeto por participar en el movimiento de 1997, que interrumpió mi vida académica, pensé que mi ciclo como activista estaba ya concluido, por supuesto me veía colaborando con el Comité Estudiantil Metropolitano (CEM), pero no imaginaba volver a participar en otro movimiento estudiantil de ese nivel.

Sin embargo, cuando el 15 de marzo, en un recinto alterno, el Consejo Universitario vota el Reglamento General de Pagos consideré que había que seguir luchando contra una Reforma que en esencia significaba lo mismo por la que me habían suspendido.

Lo de 1999, nos sorprendió a todos. No solo por las dimensiones del movimiento si no por sus contenidos. Fue el primer movimiento influido por el zapatismo y, por lo tanto, tenía la obligación de no cometer los mismos errores anti-democráticos de movimientos anteriores.

Como todos los movimientos estudiantiles, aquel fue plural en tanto que fue desencadenado por una comunidad en la que convivían muchas posiciones distintas, por ello enseñanzas de los zapatistas tendrían que ser muy útiles para que todos pudieran participar.

Así empezó. Como un movimiento que aprobó procedimientos que permitieran la discusión en cada una de las asambleas de las escuelas y, de tal, manera, evitar mayoriteos en la Asamblea General del Consejo General de Huelga.

Ciertamente, desde el principio hubo sectores titubeantes que casi siempre estaban asociados con aquellos estudiantes procedentes de escuelas privadas que, aunque apoyaban el movimiento no veían a la Universidad Pública como su única opción de estudio, sin embargo hasta ellos aportaban de alguna manera: haciendo mantas, ideando actividades festivas, entre otras actividades.

Nosotros, además de pertenecer a sectores menos favorecidos económicamente, estábamos convencidos de que se trataba de la confrontación contra una política global, por eso imaginábamos que sería una lucha larga e intensa.

Creo que al movimiento habría que para entender al movimiento habría que dividirlo en tres etapas.

La primera es la fase de crecimiento en la que se logró no solo la aprobación de la huelga en las Facultades y Escuelas si no generar apoyo social y solidaridad de otras organizaciones sociales.

En aquella etapa fue muy significativa la relación que el CGH estableció con el Frente Nacional de Resistencia Contra la Privatización de la Industria Eléctrica y la marcha del 18 de marzo de 1999 cuando hicimos columnas paralelas con el Sindicato Mexicano de Electricistas, para marchar del Ángel al Zócalo.

Sin embargo, para los grupos que iban ganando la hegemonía no era prioritaria la alianza con organizaciones solidarias, ni con huelguistas que no estuvieran convencidos del carácter clasista de la huelga. Ha dichas corrientes les interesaba construir la huelga de los «plebeyos y jodidos», por ello, más que ganar legitimidad construyendo consensos de mayoría, apostaban a las depuración del movimiento.

Así se llegó a la propuesta de los Eméritos con la que se puede decir que empieza la segunda etapa. Estoy convencido de que no dimos la mejor respuesta. Si bien la propuesta no resolvía las exigencias del movimiento si pudiera reactivar la discusión en un momento en el que nadie más, ni Rectoría ni el movimiento, estábamos discutiendo posibles salidas. Tendríamos, creo, que haber respondido con alguna contrapuesta que fuera capaz de volver a dinamizar los diálogos. Estoy convencido, además, de que muchos de los Eméritos hacían la propuesta de buena fé. Manuel Peimbert, por ejemplo, fue mi maestro en la Facultad de Ciencias y sé que, a diferencia de Barnés, no tenía él la intención de derrotar al movimiento. El maltrato a los Eméritos nos costó, incluso, el apoyo de organizaciones como el SME, así me lo hizo saber su dirigente de aquel entonces Ramón Pacheco.

A partir de ahí, pensamos, yo personalmente, y como Comité Estudiantil Metropolitano, que había que romper la inercia y salir a buscar más apoyos para romper el ensimismamiento en el que estábamos. Planteamos, también, el Replanteamiento del pliego petitorio en la Asamblea del 31 de Agosto. Muchos nos atacaron por ello, nos dijeron que estábamos claudicando, pero en realidad solo estábamos haciendo una propuesta que, sin modificar las exigencias del movimiento lanzara el mensaje de que estábamos dispuestos a volvernos a sentar a la mesa.

Cada vez más, ganaban posiciones aquellos que trataban de alargar el conflicto hasta las elecciones del 2 de julio de 2000, como si ello representara el triunfo del movimiento. Para nosotros era claro que ganar el conflicto universitario en el marcó de la universidad misma seria ya de por sí a las luchas de izquierda de todo el país.

A mi entender la tercera etapa comienza el día del Plebiscito Universitario convocado por las autoridades. Fue muy preocupante ver la respuesta de la gente cuando fuimos a brigadear a las mesas de consulta del plebiscito. En las mesas me encontré votando a muchos que antes habían participado en el movimiento y con los que yo tenía buena relación. Sin embargo en esos momentos ya no escuchaban mis razones. Hasta ese momento tuve conciencia de la gravedad del daño que el CGH se estaba generando.

El 4 de febrero por la noche, en la Antigua Escuela de Medicina dialogábamos con una comisión de Rectoría. Nos correspondió a Víctor Alejo y a mí ir a un salón anexo con Serrano Migallón y José Narro. Ahí nos dijeron que teníamos un día para encontrar una solución y que ésta tendría que pasar por la entrega de las instalaciones. Le pregunté a Narro si eso significaba que la PFP iba a entrar a CU y me respondió: «Tómenlo como quieran». Cuando Alejo y yo salimos de ahí, como a las 12 de la noche, un montón de reporteros se nos vinieron encima. Aunque denunciamos la respuesta, siempre me quedó la sensación de que cometí un error al no hacer algo más, por ejemplo, llamar ahí mismo a la sociedad civil a construir un círculo de paz para evitar el allanamiento.

Cuando dieron las 6 de la mañana pensé que la policía ya no entraría ese día. Siempre creí que de hacerlo sería en la noche y que no se atreverían a hacerlo al amanecer. Hasta ese momento guardaba esperanzas de que se preservara la cordura y hubiera más espacio para el diálogo», rememora el activista.

La última asamblea del CGH comenzó en el Che Guevara el sábado 5 por la tarde. Fue una asamblea agónica, en la que nunca nos planteamos qué hacer en caso de que llegara la policía. Debimos haber implementado medidas de resistencia civil pacífica, pero el desgaste era tal que sólo algún miembro de la asamblea de la Facultad de Ciencias propuso una ‘ruta de evacuación’, pero provocó tantas risas que se desechó.

Uno nunca se imagina la impresión de tener a la PFP enfrente, todos encapuchados, armados, eran fuerzas de elite. La primera reacción fue replegarnos dentro del auditorio a esperar lo peor, ya después muchos se pusieron a gritar consignas como para desahogarse. Poco a poco fuimos comprobando que de ningún lado había intenciones de un enfrentamiento violento y comenzamos a subir a los camiones. Es el momento más impactante que me ha tocado vivir.

Antes de ese momento imaginaba que caer en la cárcel era el fin de mi participación en la lucha social, sin embargo, después de que salí comprobé que no era cierto, que se podía seguir. La huelga es el proceso político más importante en el que me ha tocado participar y me impactó porque significó un periodo de entrega total a una causa que triunfó por la gratuidad de la educación.

Ha habido muchas maneras de esconder la victoria de la huelga, sin embargo hoy, a 10 años, es muy difícil que se plantee imponer cuotas y muchos menos de la manera tan antidemocrática como lo intentó Barnés. Quienes participamos en el movimiento nos liberamos de muchas ataduras y de la moción de que solo mediante los partidos se puede hacer política. Yo me siento mucho más libre.

Viví el movimiento de manera muy intensa. Estuve en un lugar privilegiado en el que pude aportar bagajes y experiencias. Por supuesto que he cometido varios errores que ya tendrán que evaluarse, pero ninguno arruina la vida pues mi participación siempre ha sido desinteresada y sin obtener ventajas. En el CGH, como en otros movimientos, participé con convicciones muy claras: Conservar la unidad del movimiento; Disminuir sus conflictos al mínimo; e impulsar un Frente Amplio de todos los sectores de la sociedad para cambiar al país». Hasta aquí su voz que, vale decir, la sentí ese dia tan intensificada y apasionada como nunca antes.

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La efectividad con la que la quienes fueron compañeros de Higinio han continuados su trayectoria de lucha social confirma la valía formadora que siempre tuvo. Hoy el Comité Estudiantil Metropolitano y el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior siguen siendo referentes de la lucha estudiantil. Durante este año no solo han asumido el reto que implica la partida de Higinio, si no que lograron un avance significativo en la mesa de negociaciones con la Secretaria de Educación Pública y convocaron a la importante iniciativa «Por un acuerdo nacional para ampliar la matricula educativa»[2] al que convendría darle seguimiento sumando muchos más actores para su consecución. Por su lado, la Caravana Ricardo Zavala continúa en su proceso realizar trabajo comunitario tendiente al fortalecimiento de procesos de lucha fuera de las Universidades.

A un año de su fallecimiento los compañeros de dichas instancias realizaron el Foro: «Recordando a Higinio Muñoz: Reflexionemos nuestras, luchas, nuestros retos y nuestras perspectivas». El membrete mismo esboza y retoma el rasgo visionario de Higinio: «Recordarlo – dijo Miguel Álvarez – llama a mirar las luces en estos tiempos de oscuridad».

* * *

La situación nacional definida por: 1) la degradación y la ruptura de cualquier dinámica virtuosa de relaciones sociales, en algunos casos por el pasmo y en otros por la orientación de las políticas neoliberales del actual y los pasados gobiernos. Y 2) Por programas y prácticas políticas de la izquierda electoral poco propicias para la articulación de fuerzas sociales y, por lo tanto, para volver a colocar a las agendas de las diversas izquierdas en un papel protagónico y constitutivo de la vida nacional. Requieren, para enfrentarse y revertirse, de recuperar muchas de las enseñanzas de Higinio.

Entre dichas enseñanzas no solo está aquella de la ética excepcional que durante el foro fue mencionada de manera reiterada, si no aquella de TRADUCTOR que, dimensionada en el campo de la estrategia, tanta falta hace en estos días para articular a quienes también son componentes de la actualidad nacional: Las miles de luchas de resistencia que a lo largo del territorio combaten: a los megraproyectos depredadores de comunidades, culturas y bienes naturales; la criminalización de la protesta social; la pérdida de derechos laborales; la entrega de los recursos naturales al extranjero; entre otras consecuencias de las políticas actuales.

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Genuino como pocos, de Higinio nadie puede atribuirse la interpretación estricta y fehaciente de su personalidad. Pero seguro que contemplar el espíritu y la congruencia de sus actos resulta en un insumo invaluable para que las organizaciones sociales se vuelvan, como sugirieron los compañeros de Higinio durante el Foro: «catalizadoras de la transformación estructural anticapitalista» El reto es para todas y todos en memoria de Higinio.

[1] Fragmentos de aquellas pláticas fueron publicados en el periódico Milenio Diario los días 7 de febrero y 27 de marzo.

[2] Publicado en La Jornada el 13 de octubre de 2010. Puede consultarse en: http://www.cem987.webcindario.com/

– El autor es participante de diversos procesos de organización política y social y miembro del Laboratorio de Análisis de Organizaciones y Movimientos Sociales de la UNAM.