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Igual que hace centenas de años

Fuentes: El País (Tarija)

Los datos divulgados por la delegación en Bolivia de la Comisión Europea, dan cuenta que la región andina sigue exportando fundamentalmente materias primas a Europa (86.4 por ciento de lo enviado es eso), en tanto que el 83% de lo que los andinos compran a esa subregión europea, son productos manufacturados. Lo que no dice […]

Los datos divulgados por la delegación en Bolivia de la Comisión Europea, dan cuenta que la región andina sigue exportando fundamentalmente materias primas a Europa (86.4 por ciento de lo enviado es eso), en tanto que el 83% de lo que los andinos compran a esa subregión europea, son productos manufacturados.

Lo que no dice el informe, y es bueno anotarlo en mayúsculas, es que también enviamos a sus Bancos y Tesoros la mayor parte del ahorro de capital que nuestra región acumula pese al profundamente desigual intercambio comercial, toda vez que casi la totalidad de los cerca a 300 mil millones de dólares de reservas internacionales de nuestros países, se envían a Europa y Estados Unidos, en virtud a la aplicación ciega y acrítica de «normas de prudencia» impuestas por el FMI y el Banco Mundial en el pasado, en relación al uso y administración de esos recursos.

En consecuencia, como hace centenas de años, sólo que esta vez en el marco de «acuerdos comerciales» y «preferencias arancelarias» voluntariamente firmados y que jamás se podrán aprovechar (una suerte de esclavitud consentida, como la expuesta por George Orwell en su 1984), la región andina sigue subvencionando las satisfechas economías del primer mundo, gracias a sendos a acuerdos aprobados por sus respectivos poderes legislativos.

Fue Federico List, un economista alemán que emigró a Estados Unidos, quien, allá por 1820, advirtió cómo los postulados de Adam Smith sobre el libre comercio y competencia plasmados en su obra «La Riqueza de las Naciones» (1776), sólo fueron aplicados por Inglaterra afuera de sus fronteras, para comerciar con el resto del mundo, en tanto que para su propia industria aplicó estrictas medidas proteccionistas, lo que la convirtió en una potencia industrial.

Similar (y elemental) estrategia utilizó Estados Unidos para lograr en poco tiempo su supremacía económica aventajado por la disponibilidad de inmensas riquezas naturales en los territorios de los diferentes Estados que, paulatinamente, se fueron integrando a la ahora conocida unión.

El despegue económico de Estados Unidos tuvo su bases centrales en la integración política y económica de sus diferentes Estados, así como en la adopción de conservadoras medidas proteccionistas en relación a Europa, Inglaterra y el resto de América.

El economista Walter Graziano, nos recuerda que Smith se desenvolvió como empleado a sueldo «del rapaz monopolio que fue la British India Company, gran corporación monopólica que …se beneficiaba con el tráfico de esclavos, cultivaba opio en India y lo vendía, a la fuerza, en China para apropiarse de las reservas de oro de ese país», cuya obra «dio el basamento teórico e ideológico» de la actual situación esclavizante que nos genera «la ilusión de libertad y libre competencia».

¿No es esclavizante perpetuar nuestra propia suerte en el destino de nuestros hijos como miembros de naciones que voluntariamente se someten a acuerdos que profundizan diariamente nuestra pobreza?. ¿Cómo explicar a las generaciones futuras – a nuestros propios hijos – que, voluntariamente, hemos financiado las economías industriales del primer mundo enviándoles nuestros ahorros (reservas internacionales y hasta el ahorro de la jubilación producto de nuestro trabajo) y, simultáneamente, nos hemos arrodillado pidiendo préstamos a organismos controlados por ellos?.

Los datos publicados por la delegación en Bolivia de la Comisión Europea saldrán marginalmente en los medios de comunicación tradicionales. Con certeza que lo harán también de modo aislado y fuera del contexto histórico. La misma edición informativa a la que el amable lector acuda (si es que, además, tiene la suerte de acceder a la noticia), lo atiborrará de profusa información sobre el «referéndum» autonómico cruceño y las «profundas disputas» y diferencias entre gobierno y oposición.

Mientras entre 1700 y 1800 se hacían referéndums en Norteamérica para integrarse a la unión, a inicios del siglo XXI en Bolivia hacemos referéndums para partirnos en 36 nacionalidades o en indeterminado número de autonomías. En ese mar de cuentos, lo único rescatable hasta ahora aparte de los pocos logros de la primera etapa de la nacionalización de los hidrocarburos de mayo de 2006, es que YPFB logró ser accionista mayoritario de empresas que sólo hace diez años atrás le pertenecían íntegramente, aunque por ahora falta conocer el detalle de los acuerdos y los entretelones, siempre extrañamente ocultos en la gaveta de Carlos Villegas. Cabe recordar, para una adecuada contextualización de los hechos, que esas empresas fueron entregadas en 1997 a empresas extranjeras bajo simples (y ahora sabemos que incumplidas) promesas de inversión, con el entusiasta aplauso de los «empresarios bolivianos» de ese entonces que aceptaron felices y voluntariamente su vergonzosa marginación en actividades económicas estratégicas para el país.