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Iguala, Guerrero: un recordatorio para obligar al mal gobierno a irse

Fuentes: Rebelión

¿Quién es el verdadero culpable de las masacres -contra indios, campesinos, migrantes, estudiantes, activistas, trabajadores- que históricamente se han suscitado en México? El culpable de las masacres es el México mismo, el que se somete a poderes más grandes, el que se inca ante las reglas y la voluntad del «amigo» del Norte; el culpable […]

¿Quién es el verdadero culpable de las masacres -contra indios, campesinos, migrantes, estudiantes, activistas, trabajadores- que históricamente se han suscitado en México? El culpable de las masacres es el México mismo, el que se somete a poderes más grandes, el que se inca ante las reglas y la voluntad del «amigo» del Norte; el culpable es el Estado descompuesto, el gobierno municipal, estatal y federal; el culpable es el capitalismo en todo su conjunto, es la minoría de poderosos -lacayos malinches- que, para gusto y tranquilidad del imperio yanqui, administra el país a su antojo.

Para la verdadera justicia, y en lo que a los asesinos compete, las disculpas son insuficientes, echar a gobernadores es insuficiente, echar a alcaldes municipales es insuficiente, discursos leídos por políticos simuladores no sirven para nada, «condenar» masacres con la palabra es insuficiente, el castigo a los asesinos materiales es insuficiente. En lo que al pueblo corresponde, acudir a las instituciones encargadas de la seguridad y exigirle cuentas a esos grupos de bandidos es darle legitimidad a un gobierno asesino.

El hecho de que un gobierno criminal, ante los ojos de la llamada «comunidad internacional», aparente ser un verdadero gobierno, se debe a una sencilla razón: el pueblo lo permite. Un gobierno que persigue y desaparece a sus estudiantes, claro está, es un gobierno criminal que debe ser obligado a irse.

La batalla de las ideas es una batalla que el mal gobierno tiene perdida, por ello es que acuden a la fuerza bruta, a las armas de fuego. Cuando las armas de fuego caen en manos de grupos enajenados, éstas son un peligro para la sociedad, pueblo matándose entre pueblo, balas que van a dar en el blanco equivocado. Hasta ahora, los mexicanos consientes se han valido de las armas de la razón, de la resistencia, del valor, del patriotismo… Hasta ahora, el pueblo mexicano ha sido paciente, ha sabido ofrecer la otra mejilla, ha sido pacífico ante ataques brutales.

Pero, ante los golpes asestados en contra de gentes decentes, la docilidad de dejarse apalear habrá de llegar al límite. A lo largo y ancho de la geografía, la indignación colectiva se seguirá acumulando mientras sigan golpeando al humilde. Está de más recalcar que el preludio de toda gran transformación social es un cierto (alto) nivel de rabia en el pueblo.

Como las revoluciones en Latinoamérica, una gran transformación en México es inevitable. Esta cuarta transformación será, esencialmente, india y mestiza. Ésta cuarta transformación nos conducirá al engrandecimiento, cristalización de nuestra madre patria.

Cuando la raza encuentre su verdadera identidad y ponga la frente en alto, cuando resurja el México rebelde, no habrá criminal suficientemente poderoso para intimidarnos.

Por ahora, parafraseando a la Policía Comunitaria de Guerrero, «por nuestros caídos y desaparecidos, ni un minuto de silencio; toda una vida de lucha».

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

¡Solidaridad con Ayotzinapa!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.