El 90% de los huevos puestos a la venta en México proceden de gallinas criadas en jaulas batería
La industria del huevo, tanto en México como a nivel internacional, trata de obtener el mayor beneficio de lo que ellos denominan recursos: las gallinas. En busca del beneficio económico, las granjas intensivas han transformado la vida natural de estos animales encerrándoles en jaulas metálicas (las denominadas jaulas batería), donde se convierten en auténticas máquinas vivientes: una gallina pondría de 20 a 40 huevos al año en un entorno natural, mientras que las gallinas criadas para la industria ponen más de 275, lo que las deja sin calcio y, por tanto, con unos huesos frágiles y propensos a romperse.
Las jaulas batería, prohibidas en la Unión Europea, son almacenadas dentro de grandes naves, en las que se alteran los ciclos de luz y oscuridad para forzar la producción, sometiendo a las aves a la mutilación de su pico y encerrándolas en las jaulas en las que vivirán unos dos años, hasta que quedarán exhaustas y comenzará a descender su producción. A partir de ese momento, serán enviadas al matadero, ya que aunque las gallinas podrían vivir entre 10 y 15 años en un entorno natural y su periodo fértil dura unos 5 años, ya no resultan rentables.
La campaña de Igualdad Animal, ‘La Vida en una Jaula’, muestra investigaciones llevadas a cabo en granjas industriales de Jalisco, principal productor mexicano, de donde se obtiene el 50% de los huevos comercializados en el país, a costa de 95 millones de gallinas que pasan sus vidas encerradas en jaulas. Este tipo de imágenes nunca antes habían sido documentadas en México, según explica esta organización internacional.
«En las enormes naves, sin aire fresco, el olor a excrementos y la descomposición es insoportable. A lo largo de interminables pasillos las jaulas se suceden. El aire está lleno de polvo, y cuesta respirar. Este es el lugar del que proceden los huevos». Así comienza el vídeo, fruto de un año de investigación, que muestra las condiciones de la cría de gallinas industrial. La asociación destaca el hacinamiento sufrido por las gallinas, que viven en un espacio equivalente a una hoja de papel, donde no pueden extender sus alas.
El 90% de los huevos puestos a la venta en México proceden de gallinas que viven toda su vida encerradas en estas jaulas de alambre, material que hace que «las garras de muchas gallinas crezcan enredándose en el metal. Cuando las gallinas enferman, agonizan lentamente hasta morir. Ningún veterinario atiende a estos animales. A la industria del huevo les sale más rentable que mueran sufriendo», afirman desde la organización.
Acabar con las jaulas
Según Javier Moreno, cofundador de la organización, en declaraciones a Diagonal, el objetivo del colectivo es «acabar con las jaulas y todo el sufrimiento que esta inhumana práctica conlleva para millones de gallinas. No estamos diciendo que a los animales haya que explotarles de otra manera. Esa práctica tiene que acabar del todo; vamos a seguir trabajando y avanzando hacia un mundo donde los animales dejen de ser explotados y, a corto plazo, estamos trabajando para conseguir que se prohíba la cría de gallinas en jaulas batería, que es una de las formas más crueles y despiadadas de la industria».
En palabras de Dulce Ramírez, directora ejecutiva de Igualdad Animal México: «Nuestros investigadores han sido testigos de las más crueles prácticas dentro de esta industria, como la práctica de la muda forzada y el corte de pico. La sociedad tiene derecho a saber cómo se produce lo que consume, es así como se pueden tomar decisiones compasivas con los animales. Estas prácticas son legales pero no son justas».
Estos animales, de los que provienen los huevos que utilizamos no solo como alimento, sino también como parte de la composición de pinturas, barnices, tintas, jabones, champús, alimentación de otros animales, fertilizantes y vacunas, son una especie sensible, inteligente y sociable. Las gallinas tienen capacidades cognitivas similares a las de muchos primates y son capaces de emitir más de treinta sonidos diferentes, para advertir a las demás la presencia de comida o depredadores o para comunicarse con sus polluelos. Su comportamiento social es sofisticado: pueden reconocer y recordar a unos cien individuos diferentes. Por otra parte, son animales territoriales y jerárquicos, e interactúan reconociéndose entre ellas.
En el sitio web de la campaña se puede firmar la petición para solicitar el fin de las jaulas batería.