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Industria, elites y la búsqueda de un proyecto nacional

Fuentes: Rebelión

El desarrollo de la Primera Revolución Industrial acaecida en Inglaterra a fines del Siglo XVIII permitió la emergencia de una serie de pensadores de la talla de Adam Smith o David Ricardo por señalar los más destacados cuyos insumos intelectuales dieron lugar a la naciente industria y al despliegue geopolítico del imperio Británico.

Posteriormente nuevas potencias se dieron lugar como lo fueron Francia y Alemania ya mas avanzado el Siglo XIX que también trajo aparejada el nacimiento de una serie de personajes de la talla de Marx, Weber, Goethe –entre otros– que solidificaron desde el pensamiento la constitución de dichas naciones y de su expansión política y territorial más allá de sus propias fronteras.

Hasta el mismo Japón con su cultura milenaria a partir de la Revolución Meiji, una nueva elite emergió como dominante dando como resultado su posterior desarrollo imperial.

Allí se consolido el “Primer Mundo», solo este último país pudo ingresar en esa lista durante el Siglo XX.

El saqueo permanente del continente africano pocas esperanzas ha logrado en la consolidación de una elite moderna gobernante más allá de la presencia de Nasser en Egipto o de la larga lucha y coronación como presidente de Sudáfrica por parte de Nelson Mandela.

El pasado, el presente y hasta el futuro tiene casi el mismo tenor allí en ese espacio meridional de características de subdesarrollo permanente.

Haciendo un recorte espacial sobre la evolución de nuestro país a lo largo de su etapa contemporánea o moderna, la emergencia del Peronismo como proyecto industrial pudo sintetizar la cultura existente previa con el nuevo ímpetu populista pero es en realidad posterior al quiebre del ejercicio de su segundo mandato cuando emergió ese Buenos Aires cultural -signado por los países vecinos como el «París latinoamericano»- con sus universidades, grupos de interés y la creciente industria editorial de la mano de importantes filósofos, científicos y escritores que explicitan la acumulación de masa critica previa durante la consolidación industrial del país.

El quiebre institucional del año 1976 y la instauración de un régimen político, económico y cultural neoliberal con el consiguiente desplazamiento de la industria y la migración forzosa de importantes capas pensantes nativas quizás haya sido el comienzo de un proceso de deterioro que está presente hasta el día de hoy.

La discontinuidad industrial y la emergencia de nuevas lógicas de acumulación agrofinancieras comienzan a desplazar a la filosofía local por los “expertos “o “técnicos “por lo general ante el auge de la Economía como la única entidad legitima para explicar los procesos económicos y también políticos.

El «Economista» es el nuevo eje explicativo en un marco externo de apertura y liberalización que recorrió hasta casi estos últimos meses el espinel de la literatura no solo mediática sino académica: todo obedece a la globalización.

La sucesión de las ultimas crisis mundiales y en cierta medida las que han regido el comportamiento interno han puesto en debate dicha formulación teórica al compás de la exigua inteligencia que pueda no solo explicar críticamente la realidad sino predecir de alguna manera acciones en conjunto con una elite política con rango de Estado.

La crisis del año 2001 dio como emergente al fenómeno del Kirchnerismo que en 12 años paso del capitalismo bajo una burguesía nacional al populismo de izquierda propulsado por el fallecido Ernesto Laclau.

El presente –en profunda crisis– carece no solo de un proyecto visible sino de actores ejecutantes y por sobre todo de actores del pensamiento que puedan integrar un triángulo virtuoso entre Estado, política y saber.

Dista de poder evidenciarse si los modestos logros de crecimiento industrial de la última década tuvieron frutos concretos en ese sentido.

No es una cuestión de color político por lo menos las universidades nacionales desde el retorno democrático de 1983 hasta entrada la década del 2000 pudieron generar ciertos cuadros políticos y determinados núcleos filosóficos pero que distan profundamente de esa Argentina de las décadas del 50 y 60.

La profundización de un carácter económico extractivo y la relevancia industrial de nuestro gran vecino fronterizo pone en consideración si el país –y luego del transcurso de su crisis más severa de los últimos 100 años– pueda recrear esos núcleos intelectuales que han permitido a una gran mayoría de país elevarse.

La espiral local aún no tocó piso profundizada por un deterioro educativo de larga data del cual todavía no hay indicios de superación más allá de algunos índices positivos universitarios que si son decantados radican solo sobre algunas carreras específicas.

Si la Universidad de Buenos Aires y sus más de 200 años de trayectoria y poseedora de premios nobel no supera en su ingreso para el año 2022 más de 63.000 alumnos –de los cuales hay que decantar los ingresantes finales a las carreras– me parece que es un signo de preocupación.

Ezequiel Beer. Geógrafo UBA. Analista político.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.