Recomiendo:
0

Inundación en la ciudad de Buenos Aires

Fuentes: Rebelión

«No se si es necesario que se vayan todos. Pero me parece imprescindible que se vayan varios. Muchos. Bastantes. La mayoría. Los innecesarios. Los inútiles. Los estafadores. Los mentirosos. Los farsantes. Que se vayan casi todos. Y casi todas». Alfredo Grande Que me dejen trabajar, se excusó Macri, apenas llegado de sus vacaciones en Brasil. […]

«No se si es necesario que se vayan todos. Pero me parece imprescindible que se vayan varios. Muchos. Bastantes. La mayoría. Los innecesarios. Los inútiles. Los estafadores. Los mentirosos. Los farsantes. Que se vayan casi todos. Y casi todas». Alfredo Grande

Que me dejen trabajar, se excusó Macri, apenas llegado de sus vacaciones en Brasil. No se refería a que se le permitiera intentar paliar el dolor de quienes habían perdido un ser querido o la desesperación de aquellos a los que el agua arrebató en horas lo que costó una vida de trabajo conseguir. No. Se refería a una supuesta falta de financiamiento que le impediría realizar obras que según él, solucionarían el cada vez más grave problema de las inundaciones. Obras que viene prometiendo desde su asunción hace casi 6 años, pero nunca encaró.

Pero esta vez, victimizarse porque no lo dejarían hacer algo por el pueblo, no causó simpatías sino una generalizada indignación y bronca, mezcladas con el dolor. Porque ya es claro que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires no es parte de la solución sino del problema. Y a diferencia de quien dice representarnos, al pueblo no hubo quien pueda impedirle la solidaridad con los hermanos inundados. Pero nada de esto le interesa al empresario Macri, que llegó al colmo de exigir estar al día con el pago del impuesto ABL a quienes se acercaron a pedir alguna ayuda a los CGP de la Ciudad.

Un Estado cómplice que agrava el problema

21 barrios de la Ciudad de Buenos Aires sufrieron problemas de diversa gravedad, muchos de ellos se hallan al día de hoy aún sin luz. 6 vecinos muertos, entre ellos Antonio Villares, trabajador de la línea B de subtes. Y miles de personas que perdieron todas sus pertenencias.

Decir que el gobierno de la ciudad es parte del problema no es una frase dictada por la indignación, que la tenemos y mucha. Se trata de la constatación de que los actos de gobierno se rigen por un solo criterio: los negocios. Negocios que agravaron el problema de las inundaciones. Es que gran parte de la ciudad está construida sobre ríos y arroyos por lo que, durante todo el siglo XX, hubo inundaciones periódicas a un promedio de una cada 15 años.

Sin embargo, la combinación entre el cambio climático y los grandes emprendimientos inmobiliarios han agravado el problema y acelerado el ritmo de las inundaciones. Mientras que anteriormente hubo inundaciones en la ciudad en 1940, 1959, 1967 y 1985, durante el presente siglo sufrimos inundaciones en el 2002, 2005 y ya desde el 2006, dos inundaciones anuales.

La tragedia del humilde barrio Mitre, donde dos personas perdieron la vida, ilustra que no se trata de un desastre natural. Un vecino relataba que en ocaciones anteriores entraron en su casa 30 cm. de agua. Esta vez fue un metro y medio. La novedad es que desde el 2009, el barrio quedó rodeado por el shopping DOT Baires y por dos altas torres de edificios de oficinas, que evitan el escurrimiento de las aguas, al tiempo que hay denuncias de que el shopping desagota en el barrio. Estas construcciones no surgieron de la nada, el gobierno de la ciudad cambió la zonificación de la zona para permitir edificaciones de ese tamaño. Como se trataba de complacer al grupo IRSA, corporación internacional amiga tanto del gobierno local como del nacional, no hubo excusas ni dilaciones.

Para calibrar lo que significan para la ciudad las torres que brotaron como hongos en estos años -al calor del boom de la especulación inmobiliaria que el gobierno permitió y alentó- hay que considerar que una torre necesita un pozo impermeabilizado de entre 20 y 40 metros hacia abajo. ¿Por dónde puede escurrir entonces el agua que antes lo hacía a través del adoquinado, los espacios verdes y los pulmones de manzana, hoy casi inexistentes?

Lo grave es que mientras se excusan y prometen soluciones, se preparan a agravar el problema más aún. En diciembre último, en lo que se conoció como el pacto Pro-K, ambas bancadas en la legislatura de la ciudad votaron una batería de leyes que rezonifican algunos barrios para alentar la construcción de nuevas torres, se decide la construcción de un barrio como Puerto Madero en los terrenos de los que fuera la ciudad deportiva de la Boca, que impedirá el escurrimiento de las aguas de lluvia hacia el río, se entregarán 70 hectáreas verdes del Parque Roca a una empresa privada, así como se habilita la construcción de nuevos shoppings por parte del Grupo IRSA, los mismos dueños del DOT Baires.

No se trata entonces, como alegó Macri, de una catástrofe climática y de la falta de financiamiento para obras. Dinero hay, pero para otras prioridades, en especial las que favorecen negociados de la burocracia estatal y las que intentan atraer votos aunque no solucionen nada. Nunca se escuchó al macrismo escudarse en la falta de plata para asfaltar 2 o 3 veces cada calle, enrejar plazas, armar «playas» porteñas (¿porqué será que prefiere veranear en Brasil antes que en una de sus playas?), u organizar grandes y caros eventos como la reciente carrera del TC 2000. En cambio para mejorar el subte, priorizar la salud y la educación, construir viviendas populares y encarar el ya endémico problema de las inundaciones, nunca hay plata.

No lo inventó el macrismo, ya viene desde mucho antes

Concebir el crecimiento de la ciudad, no en virtud de un planeamiento urbano que persiga el bienestar popular, sino con el norte de los negocios y la ganancia, no es una característica sólo del macrismo sino de todo gobierno que se enmarque dentro del capitalismo. Ya a fines del siglo XIX el entonces intendente Antonio Crespo inauguró un negocio fabuloso para las empresas constructoras e inmobiliarias. Fue el primero que autorizó el loteo en zonas inundables, en los márgenes del arroyo Maldonado, hoy debajo de la avenida Juan B. Justo. No lo hizo para que los sectores pudientes vivan allí, sino los más pobres. Ese primer loteo fue para trabajadores del calzado. Y sobre este primer negocio se montó otro: el entubar el arroyo, no porque fuera a evitar las crecidas, de hecho no lo hace, sino para obtener mayor superficie para nuevos negociados inmobiliarios. De allí en más, los sucesivos gobiernos continuaron, cada uno en su estilo, con la misma política al servicio del negocio inmobiliario. Como señaló Antonio Brailovsky «el negocio de vender primero terrenos inundables y después obras sobre ellos fue tan rentable, que se repitió con los demás arroyos: Vega, Medrano, White, Cildañez, con el mismo modelo de comportamiento. Y con los mismos escasos resultados».

El capitalismo globalizado, con su compulsión apropiarse de todos los bienes, en este caso tierras y espacios públicos, agrava al extremo los problemas de la ciudad. Las inundaciones acaban con los discursos más bellos, al contrastarlos con la realidad. Como dice Alfredo Grande, este capitalismo «serio», es tan serio, que ya tiene cara de culo. La ganancia como único objetivo, permite prever que si no hacemos algo, será cada vez peor.

En diciembre último, vecinos del barrio Mitre -ya sabían bien lo que pasaba a diferencia de los gobiernos que no cesan de sorprenderse- escracharon el Shopping Dot. Las soluciones sólo vendrán de nuestro pueblo.

Imprevisión y calentamiento global

Ningún funcionario puede seguir alegando que se trata de fenómenos climáticos imprevisibles. No hay nadie que no sepa que el clima de la ciudad va adquiriendo características tropicales.

Lo saben desde hace tiempo, se debate sobre ello desde hace dos décadas, pero al igual que no están dispuestos a hacer nada por mitigarlo a nivel global, incrementando la explotación de la naturaleza y la contaminante y suicida producción automotriz por sobre los medios de transporte colectivo como nos impusieron hace años los Estados Unidos, tampoco están dispuestos a adoptar medidas que afecten el «clima» de negocios ni gastar un peso en medidas preventivas para las próximas inundaciones.

Nuestro pueblo tiene otros ejemplos y otras alternativas

Vale la pena echar una mirada a como se encararon problemas similares en un país como Venezuela, líder en el proceso de transformación latinoamericano. Allí, los consejos comunales gestionan el autogobierno local a través de la democracia directa. En las comunas es el pueblo organizado en asambleas el que identifica las necesidades de la población, el Banco nacional pone los fondos requeridos para las obras y las mesas técnicas se encargan de precisar las obras necesarias. En tal modelo participativo sería imposible ocurran cosas como las del barrio Mitre, ya que los mismos vecinos conocen muy bien las necesidades y condiciones locales y nunca hubieran acaptado los lleven a la actual situación…. de haber tenido algún derecho a decidir en esta «democracia».

En la Argentina estamos muy lejos de tal situación. Cada necesidad popular es necesario imponerla mediante la lucha ya que, como dice la Constitución que nos rige «el pueblo no gobierna ni delibera». Pero la reciente catástrofe que nos conmovió a todos y todas, así como desnudó al sistema y la caradurez e insensibilidad de nuestros funcionarios y gobernantes, mostró también otra cara de la situación. La inmensa y conmovedora solidaridad popular con los afectados por la inundación, nos alienta una vez más a pensar que hay esperanza y que otro país es posible, marchando junto a los pueblos hermanos de la América Latina.

Sergio Zeta es miembro del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.