Nuestra Argentina, mal que nos pese, presenta un desarrollo desigual. No hace falta recorrer el interior de las provincias del noroeste, las que suelen tomarse como postal de la pobreza, apenas con andar las periferias de los cordones urbanos del Área Metropolitana de Buenos Aires las desigualdades saltan a la vistas.
A esta hora exactamente hay un niño en la calle, con su niñez descalza, ahogándonos la risa.
No fue magia
Nada se produce «mágicamente» ni se sostiene «utópicamente». Más bien, diríamos que todo es producto de disputas y tensiones, que generan vencedores y vencidos.
Las sociedades se han organizado históricamente en base a un sistema de producción de riquezas, que son determinadas por el valor de las cosas, generado por el trabajo de las mujeres y los hombres. Independientemente de si se les paga, o si se les paga lo que corresponde; solamente cuando un hombre o una mujer realiza un trabajo sobre la cosa, ésta adquiere valor.
El pensamiento de la Economía Clásica, con Adam Smith como uno de los máximos referentes, propone la existencia de una fórmula tripartita conformada por el capital, el trabajo y la tierra.
Esta teoría sostiene a cada uno como necesario para la generación de riquezas socialmente producidas, por lo que, la o el capitalista que pone a disposición sus medios de producción, obtiene una ganancia; la o el trabajador que pone su trabajo, recibe un salario; y la o el terrateniente, que pone sus tierras, percibe la renta del suelo.
Sin embargo estas tres partes no aparecieron mágicamente, sino que surgieron de luchas permanentes entre las tres y su resultado determina el dominio de unas sobres otras.
La colonización de América con la explotación de sus pueblos originarios, sus recursos naturales y la esclavitud de mujeres y hombres traídos de diferentes puntos del globo (África, Asia o la misma Europa), determinó el desarrollo del componente capitalista europeo y terrateniente latinoamericano.
La Colonia-granero
Argentina cumplió un objetivo central en el abastecimiento de materias primas para el desarrollo de las potencias europeas. Alimentos baratos o alimentos para transformar en proteínas animales, representa más del 55% de las exportaciones de los últimos cuatro años, según datos oficiales.
La conformación de una región central de alta productividad y competitividad global en materia agroalimentaria es producto de las luchas, independientemente de la legitimidad o legalidad, que siempre se mide desde la vara de los que triunfan… la única verdad es la realidad.
La Campaña del Desierto (el genocidio de los pueblos originarios de la Patagonia para adueñarse de las tierras) es una de las más nombradas, de las tantas disputas por la conformación del sistema de producción argentino.
La necesidad del Runa indicador
Competitividad, productividad, rentabilidad, impacto ambiental, huella ecológica, son entre otros indicadores con los que se evalúa el desarrollo de un sistema en el que la mercancía ocupa el centro, y las mujeres y los hombres orbitan a su alrededor.
El nacimiento de un nuevo sistema parece inminente, sin embargo, en muchos casos, se coloca en el centro de la disputa el ambiente/ambientalismo y el mercado/mercantilismo, quedando relegado del centro de la disputa, la o el humano y su organización comunal.
La necesidad de centralizar en la mujer y el hombre resulta imprescindible en la construcción de una nueva normalidad que avance hacia un desarrollo menos desigual, para lo que resulta fundamental construir indicadores humanos y de la comunidad, o runa indicadores (en quechua), basado en que las cosas cobran valor solo cuando las y los que trabajan accionan sobre ellas, aunque las apariencias del mercado no lo indiquen.
El momento de dar vuelta la taba
La crisis inocultable del sistema global encuentra a fracciones de los de arriba, en plena disputa por el control de los medios estratégicos para la apropiación de las riquezas socialmente producidas.
Algunos intelectuales hablan de «la economía de la vida», para caracterizar a los sectores que tienen una buena perspectiva en medio de la crisis. Estos son: salud, educación, alimentación y mundo digital.
Esto resulta muy propicio para Argentina, ya que tenemos las condiciones para producir un gran salto en los cuatro sectores mencionados. De hecho, tenemos un recorrido, una capacidad instalada, producto de las políticas públicas desarrolladas primero por Juan Domingo Perón y luego, por Néstor y Cristina Kirchner.
No será cuestión de suerte:
Somos un país históricamente rezagado, en el que existe esclavismo, feudalismo, patriarcado, entre otras formas de opresión que no terminan de morir. Todas diferentes fases del proceso histórico de explotación de las mujeres y los hombres.
Tenemos que patear la taba para que caiga culo pa’ abajo. La virtualización, digitalización e informatización del sistema de producción unirá lo virtual con lo real y lo biológico, para disminuir los tiempos sociales de producción. Quien controle este medio de producción determinará cómo será la nueva organización global del sistema.
Depende que tomemos un rol activo. La virtualidad nos permite unir las luchas territoriales con las luchas universales, poner la mujer y el hombre en el centro del desarrollo, tomar conciencia y organizarnos para que las y los que producimos valor seamos libres.
La nueva normalidad será virtualizada, digitalizada e informatizada. Es nuestro deber garantizar que los “Runa Indicadores” empiecen a mostrar que vamos camino a la liberación y felicidad de los pueblos.
Nota
1.- La taba es un hueso que se encuentra en el tarso cuyo nombre científico es astrágalo. El juego consiste en el lanzamiento del hueso a modo de dados.
María Rizzo es médica veterinaria, Maestrando en Desarrollo Regional y Políticas Públicas de FLACSO, y co-Directora del Centro de Estudios Agrarios.
Matias Strasorier es director del Centro de Estudios Agrarios, Argentina. Analista agropecuario, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)