Sinónimamente semánticos son los segregacionistas y sectorializados significados; entre el sedicioso sentimiento del aristócrata apartheid Autonomista, con el del señorial señuelo, sesgada y subversivamente separatista de la Nación Camba. Es así como se perciben las autonomías cuando aparecen: abstractamente alienadas, antagónicamente argumentadas y animosamente alborotadas por la angurria de los antipatrias autonomistas de la mutiladora Media […]
Sinónimamente semánticos son los segregacionistas y sectorializados significados; entre el sedicioso sentimiento del aristócrata apartheid Autonomista, con el del señorial señuelo, sesgada y subversivamente separatista de la Nación Camba.
Es así como se perciben las autonomías cuando aparecen: abstractamente alienadas, antagónicamente argumentadas y animosamente alborotadas por la angurria de los antipatrias autonomistas de la mutiladora Media Luna, para contrarrestar conservadoramente el primigenio proceso de Constitutivo de Cambio en el país; tan indómita, irreversible e irreverentemente iniciado por las históricamente invisibilizadas identidades indígenas.
Este desconcertante y democrático despertar de las «masas en ascenso» no sólo que reproduce su remota resistencia racial; sino que ineludiblemente implica la irrestricta inclusión de estas identidades indígenas dentro el ingrato e interdicto ideario de la inveterada institucionalidad de la esfera estatal, y en el de su reduccionista racionalidad, remotamente racista de raigambre republicana.
Para entender entonces el elitista eslogan de la «Autonomías» hay que consiguientemente comprender, parafraseando parangonadamente a Zabaleta: Cuál sería -dentro lo que es la «memoria dual» la corta y la larga- históricamente el incitante hito que ha marcado y marcan las motivaciones de la Media Luna para menoscabadamente manifestar su menosprecio por la monolítica Unidad Nacional, apelando arteramente al antagónico argumento de las autonomías?
Es imperioso interpretar en todo caso que esta conservadora y corporativa coartada comienza hace un par de años atrás, durante la agonizante administración de Carlos Mesa, la cual, efectivamente expresaba el estertóreo epílogo del establishment del Neoliberalismo en el monopólico y mezquino manejo del modelo de mercado, que precautelaba los privilegios de la «clase política» y que había sido implantado infaustamente después del Consenso de Washington, a mediados de los 80 y además, patentizado patológicamente por los pactos partidarios que habían domesticado democracia real, para convertirla cómplicemente a un restringido relevo de la representatividad ínter partidaria, que tan paternal y monopólicamente medió entre electores y elegidos; entre los políticos y la población.
Si, fueron esas discrecionales directrices diseñadas desde Washington, las que embusteramente estuvieron encaminadas para que toda Latinoamérica asumiera alienadamente, la parapléjica postración de la entidad Estatal -Estado regulador- convirtiéndolo cortesana y genuflexamente en los gendarmes de la gula de los gobiernos de turno, mediante la Democracia Pactada, que durante mas de dos décadas les permitió que saboreen las mieles del poder .
Es por ello que para el retrógrado regreso de las fuerzas conservadoras, han ido conspirado continuamente contra el trabajo desarrollado dentro la Asamblea Constituyente, con un sinfín de sinuosos subterfugios; sólo acordémonos del acápite de los 2/3 que duró las 3/4 parte del período de sesiones la AC. Se explica efectivamente entonces el porque de la desestabilizadora demora del trascendentalísimo trabajo comisionado condensadamente a la Constituyente.
Hoy la carga conspirativa contra la Constituyente concita el conflicto en lo concerniente a la capitalidad, que será el caballo de batalla de la despechada y desesperada derecha, convirtiendo a Chuqiusaca en el epicentro de los enfrentamientos, al escarbar las heridas históricas de la Guerra Federal entre chuquisaqueños y paceños, tratando trasnochadamente de; incluso inducir ignominiosamente a retornar reaccionariamente al poder por la «vía del desastre» o la desintegración nacional. Esta es entonces la frenética fruición para el fracaso de la Constituyente desde reaccionario reflujo de las tendencias conservadoras que confabuladamente está conjugada con la de los Comités Cívicos, como sus secuaces células separatistas .
Conviene comprender consiguientemente que la Constituyente no es una concesión del MAS, sus antecedentes anti sistémicos son de una data diametralmente distinta a la de su oferta electoral. Ya que en todo caso tendríamos que visualizarla bizarramente con la marcha por «el territorio y la autodeterminación de los pueblos» organizada a inicio de la década de los 90 y que contestariamente se fue compactando, durante épicos episodios a inicios de éste siglo, desde la guerra del agua, del impuestazo, del gas y la definitiva debacle del nefasto Neoliberalismo.
Mas allá entonces de que la diáfana disputa por las autonomías departamentales o las autonomías indígenas, nos toca al pueblo recobrar rebeldemente la Autoestima por la Autodeterminación de nuestros pueblos para que la Constituyente cumpla con su contra hegemónico y contestario cometido.