Denunciar la violencia es nuestro deber. Así como defender a nuestra universidad. Lo urgente es que se esclarezcan los hechos. Que las autoridades investiguen si hay relación entre el asesinato de Miranda Mendoza y los porros que atacaron y golpearon a los estudiantes del CCH el 3 de septiembre pasado. Que las autoridades castiguen a […]
Denunciar la violencia es nuestro deber. Así como defender a nuestra universidad. Lo urgente es que se esclarezcan los hechos. Que las autoridades investiguen si hay relación entre el asesinato de Miranda Mendoza y los porros que atacaron y golpearon a los estudiantes del CCH el 3 de septiembre pasado. Que las autoridades castiguen a los responsables. Que nos respondan. Que haya justicia y apoyo para los familiares de víctimas y heridos. Para Naomi y Joel. Para sus compañeros hospitalizados. Que ya no haya porros, pero tampoco más feminicidios, agresiones ni amenazas a estudiantes.
Además, también es necesario pensar cuál es nuestro papel frente a estos hechos. La exigencia y la denuncia son sólo una parte de nuestra agencia. También es necesario crear propuestas y discutirlas. Apropiarnos de ellas. No dejar que grupúsculos con intereses ajenos a nuestra institución secuestren nuestras voces y se apoderen de nuestras asambleas en el nombre de la interseccionalidad. Participemos y dignifiquemos a nuestra universidad. Las aulas siempre deben estar abiertas para organizar nuevas fórmulas de acción, para llegar a más gente a través de otras formas, foros, expresiones, estéticas, lenguajes, marchas y otras formas de indignación. La violencia no va a cerrar las aulas. Las aulas deben ser nuestra base para acabar con la violencia. Hay que llevar la marcha a las aulas y las aulas a las marchas.
Los jóvenes desempeñaron un papel crucial en las elecciones pasadas de México y lo seguirán desempeñando en el futuro próximo. Ellos nos los van a recordar el 2 de octubre con una serie de marchas que dignificarán una vez más la resistencia de los padres de los desaparecidos en Ayotzinapa, así como con otras manifestaciones previas y preparativas para el mes próximo. En un clima de reclamo parecido al de hace 50 años propongo que, además de las marchas donde a muchos nos verán, realicemos un foro de discusión entre estudiantes, académicos y trabajadores abordando los retos que tiene la autonomía universitaria ante la inseguridad en el México actual y que sus resultados procuren ser vinculantes para las autoridades universitarias, capitalinas y federales, siendo los ejercicios de reflexión universitaria y de voluntad política los ejes de articulación de cambios y reformas necesarias a la estructura deficiente de seguridad que rige nuestra universidad actualmente.
Los temas que apremia abordar son varios: erradicación de grupos de choque; castigo a la impunidad y al acoso; implementación de protocolos de género; fomento de la cultura de la prevención; de la cultura de la denuncia; apropiación de espacios por parte de la comunidad; agudización de la escucha de problemas estudiantiles y espacios profesionales para su canalización; debates sobre temas como la credencialización; fomento del análisis político y social del contexto actual, entre muchos otros.
Con esto, lo que quiero decir es que la universidad debe ser la base para una sociedad más justa y no el campo de batalla de intereses políticos, o la plaza de algunos cuantos grupos violentos. El contexto político en el que estamos prevé más actos de sabotaje y provocación parecidos al del 3 de septiembre. La confrontación política entre actores de poder de Estado parece estar determinando nuestros límites de seguridad y autonomía universitarias. Es necesario ir más allá de la denuncia. Es una urgencia pensar sobre la sostenibilidad de nuestra universidad en un clima de provocación e incendio. La universidad autónoma debe ser de interés público y puede seguir contribuyendo a la sociedad si mantiene su libertad de cátedra, pero también si se garantiza la seguridad en sus instalaciones. Ya los estudiantes nos mostraron el poder de la universidad, ahora es necesario canalizar sus demandas a propuestas concretas, detalladas, consensuadas, cumplibles y verificables, siempre con la universidad abierta y funcionando.
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