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La burocracia y sus crímenes

Fuentes: Rebelión

700 mil fármacos destinados a tratar enfermos de tuberculosis, sobrepasaron su fecha límite de uso. Esto ha ocurrido aquí, en Bolivia, donde ese mal ataca a miles de personas de bajos recursos. Lotes que vencieron en 1998, 2006 y 2010 están ahí, en la Central de Abastecimiento de Suministros de Salud (CEASS), dependiente del Ministerio […]

700 mil fármacos destinados a tratar enfermos de tuberculosis, sobrepasaron su fecha límite de uso. Esto ha ocurrido aquí, en Bolivia, donde ese mal ataca a miles de personas de bajos recursos. Lotes que vencieron en 1998, 2006 y 2010 están ahí, en la Central de Abastecimiento de Suministros de Salud (CEASS), dependiente del Ministerio de Salud inservibles y hasta ocupando espacio. La explicación de la responsable es escandalosa: por recomendación de Organización Panamericana de Salud (OPS), se acortó la duración del tratamiento para los enfermos iniciales, razón por la cual quedaron 700 mil tabletas sobrantes.

Intentando seguir ese razonamiento, la primera pregunta que puede hacerse es: ¿cuándo llegó esa recomendación? Si fue en 1998, ¿por qué se siguió comprando ese fármaco? Si, en cambio, fue este 2010, ¿qué ocurrió en los años anteriores?, ¿había menos enfermos que tratar? En ninguna de las posibilidades, encontramos una respuesta coherente. Pueden echarle la culpa a la OPS, pero una recomendación es eso y nada más; los programas se elaboran en el país, concretamente en el Ministerio de Salud. La OPS tiene sus propias culpas, sin necesidad de añadirle otras. Lo cierto es que, durante 12 años, se fue acumulando un medicamento que no iba a usarse. Así es. Si había lotes vencidos el ’98, ¿por qué se volvió a adquirir el mismo fármaco? Y se lo hizo cada gestión desde entonces hasta, por lo menos, el año pasado.

Asumamos que se recibió la recomendación de la OPS y que se la aceptó. Hay que suponer, entonces, que se aprobó un nuevo plan de tratamiento médico para los enfermos de tuberculosis. Ese plan incluiría, seguimos suponiendo, una reducción en la adquisición de medicamentos. La liberación de los fondos destinados a ese fin, tendría que destinarse a otras atenciones, aún en el caso que fuesen donaciones.

Aceptemos que esos lotes de fármacos provienen de donaciones y no han provocado gasto público. Estaríamos demostrando que no hay una planificación en este tema. No necesitamos esos medicamentos y seguimos acaparando existencias que abandonamos hasta que son inservibles. Millones de hombres y mujeres mueren víctimas de ese mal y nosotros contribuimos a que mueran más.

Hay responsabilidades personales, por cierto, pero es la estructura burocrática que causa errores, fallas, delitos y hasta crímenes, como éste. Porque es criminal que miles de personas hayan sido desatendidas porque una recomendación dijo que, en vez de darles el fármaco durante 8 meses, debían medicarlos sólo 6 meses. Y si atendieron a todos los que requirieron el servicio, las compras o donaciones excedentes perjudicaron la atención de enfermos de otros males.

Me resisto a creer que no se haya modificado el plan de atención a los enfermos de tuberculosis: seguramente, lo primero que se hizo, fue suspender la atención al sexto mes, como recomendó la OPS. Pero, en la otra línea de acción ¿qué pasó? En algún punto de la burocracia no se expidió la orden respectiva y, el resto de los empleados, siguió la rutina de siempre, nada menos que durante doce años.

Hay que cambiar esa estructura. Debemos terminar con la rutina que no se preocupa de la salud, sino del reglamento. No queremos pensar que haya otro tipo de actitudes como ocurre en tantas y tantas instituciones del Estado, donde la corrupción aparece en forma constante. Pero, ¿cómo se cambia una estructura que está asentada desde hace decenios? No es fácil por supuesto, pero tampoco imposible. Seguramente hay un número innecesario de funcionarios en la cadena de trasmisión de instrucciones, funcionarios que debían ocuparse más bien de asegurar la distribución adecuada y oportuna de los medicamentos. Probablemente, la CEASS es una unidad de tercer o cuarto nivel, sobre la que hay mandos que no tienen idea de lo que se necesita o falta o sobra y, por supuesto, tampoco de los intrincados mecanismos que ha creado la burocracia. Así es que, hay que tomar medidas que no se concreten a juzgar y castigar a los responsables, que los hay y deben pagar las consecuencias. Pero es mucho más importante estructurar una organización que rompa con la burocracia y ponga las cosas en su lugar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.