La campaña electoral avanza en medio de actos, discursos y declaraciones de los candidatos oficialistas y de la oposición, a cual más confrontativo. Algunos medios toman posición expresa en contra del gobierno, como si fueran partidos. La oposición hasta ahora no hizo actos públicos, que quizá deje para más adelante o en una de esas […]
La campaña electoral avanza en medio de actos, discursos y declaraciones de los candidatos oficialistas y de la oposición, a cual más confrontativo. Algunos medios toman posición expresa en contra del gobierno, como si fueran partidos.
La oposición hasta ahora no hizo actos públicos, que quizá deje para más adelante o en una de esas no los hace por consejo de sus consultores, entre éstos el ecuatoriano que sopla en la oreja de Mauricio Macri.
El oficialismo, en cambio, lanzó sus candidaturas en el cabalístico Teatro Argentino de La Plata, al que viene acudiendo desde 2005. Allí Néstor Kirchner adoptó un tono más coloquial y menos beligerante, como si sus asesores le hubieran pedido bajar un cambio.
Ese estilo más tranquilo lo empleó Daniel Scioli, quien valoró positiva la candidatura de Kirchner en provincia y de paso justificó su propia candidatura, que sí será testimonial. El ex presidente, en cambio, aseguró que ocupará su banca.
La actriz Clotilde Acosta, alias Nacha Guevara, leyó un discurso donde se autodefinió como rebelde y creativa, condiciones que puede tener pero que no borran la incógnita sobre cómo se aplicarán en la actividad parlamentaria. Lo bueno es que citó a John Lennon sobre permitirse soñar. Esta cita inédita en actos del justicialismo es un aporte cultural que no se sabe si fue bien digerido por los intendentes o barones del conurbano.
Kirchner volvió a decir, en tono más mesurado, que «si ahora triunfa la máquina de impedir, se nos cae el trabajo y volvemos a situaciones espantosas como las que vivimos en 2001».
Los medios de prensa afiliados a la estrategia opositora se tomaron de ese concepto para acusar al oficialismo de plantear tal antagonismo para jugar con el «miedo» a la crisis de 2001. Pero al margen de lo válido o no del recurso dialéctico del jefe del PJ, lo cierto es que la crisis del 2001 fue una de las mayores de la historia. Y que muchos de sus fabricantes y beneficiarios están nutriendo las listas de la oposición, como si ellos hubieran nacido anteayer de un repollo. O, como dice bien la presidenta, como si hubieran bajado de un plato volador.
Los críticos dicen que toda movilización se debe «al aparato» del gobierno, pero lo cierto es que el acto de La Plata, con todas sus limitaciones, fue un lanzamiento de campaña. La oposición por ahora le rehúye a ese tipo de citas numerosas y se siente más a gusto con la generosa cobertura de los medios televisivos amigos.
Por eso Macri y Francisco de Narváez se hacen los graciosos y festejan las imitaciones que hacen de ellos en «Gran Cuñado». Para el millonario colombiano todo es bueno con tal de no contestar sobre el cuarto llamado descubierto en las sábanas de Nextel con el «rey de la efedrina» y ponerse en supuesta víctima de una «campaña de persecución política del gobierno». Su socio principal, el jefe de gobierno porteño, ha puesto las manos al fuego por su honorabilidad. Esta tendrá que demostrarse cuando concluya la investigación judicial en curso por la causa de contrabando contra el detenido en Ezeiza.
La nueva irrupción del tambero y sojero Hugo Biolcati en la campaña, con sus declaraciones peyorativas y ofensivas sobre la figura de Eva Perón, mostró otra vez el bajo nivel de varias de las primeras espadas del espectro opositor.
Campaña destituyente
Las declaraciones anteriores del titular de la Sociedad Rural con su contertulio Mariano Grondona, donde evaluaron la posibilidad de que el vicepresidente Julio Cobos asuma luego del 28 de junio, reavivaron la campaña que los intelectuales progresistas de Carta Abierta denominaron en 2008 como «destituyente».
Más allá de los brulotes del ruralista, esta semana hubo manifestaciones en la misma dirección, aunque con palabras más elusivas, de Macri y De Narváez. Los socios de la coalición de derecha pidieron que después del último domingo de junio haya una «transición ordenada».
Además de que la dupla está vendiendo los terneros antes de ser dueños de la vaca, dando por segura una victoria que hoy es una expresión de deseos, agregaron más presión para que la presidenta se vaya antes de 2011. Si fuera posible en el mismo invierno de 2009.
Cómo habrá sido de brutal esa postura que hasta Elisa Carrió trató de terciar como una opositora más cuerda, que quiere la victoria el mes próximo pero sin incurrir en salvajadas. Pidió que «no se desesperen por llegar al poder», en un tirón de orejas a sus adversarios duhaldistas, denominados por ella como pertenecientes al «PJ 2».
El vocero de la Sociedad Rural, «La Nación», dedicó un editorial al tema, donde sostuvo: «urge recuperar, a través de un cambio profundo, la serenidad de los espíritus y el verdadero progreso ninguneado por ese reino de la impostura de las estadísticas oficiales y de candidatos que no son lo que se dice que son, sino la falsedad estrepitosa contra la cual se levanta el hartazgo de quienes quieren rescatar lo que queda de la República sin norte».
Más que editorial de un matutino serio pareció -por forma y contenido- un volante de bajo nivel que los punteros del enojado De Narváez distribuyen en barrios bonaerenses.
Buscando más argumentos para la destitución, el ex asesor de la dictadura militar, Rosendo Fraga, publicó en ese mismo medio y en su sitio Nueva Mayoría, un análisis sobre las elecciones. Allí sostuvo que en 1987, 1997 y 2001 hubo legislativas perdidas por los gobiernos de turno, que terminaron con sus administraciones antes de tiempo (casos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa). Le faltó incluir en su ejemplo los comicios de 2005 y 2007, cuyos guarismos contradicen la supuesta tendencia histórica al término de gobiernos antes de tiempo.
Pero no hay que pedir apego a la verdad a ciertos comunicadores. El columnista estrella de «Gaceta Ganadera», por ejemplo, acusó esta semana a Kirchner de que «terminó organizando con Chávez y con Fidel Castro la contracumbre de la cumbre americana de Mar del Plata». Cualquiera sabe que Cuba está excluida de esas Cumbres y que Fidel Castro no fue a Mar del Plata.
El eje con Caracas
Justamente una de las preocupaciones de la derecha doméstica gira en torno a las relaciones del gobierno K con Chávez, considerado el ala más radical de los gobiernos latinoamericanos en conflicto con Washington.
Ese miedo no dejó dormir muchas noches al subsecretario de Estado adjunto para América Latina, Tom Shannon, quien vino varias veces a Buenos Aires a tratar de poner cuñas en el vínculo de los Kirchner con el bolivariano.
Ahora esa inquietud se traspasará a su reemplazante, Arturo Valenzuela, designado por Barack Obama sobre el final de esta semana. Valenzuela fue asesor de Seguridad Nacional de Bill Clinton y de la campaña de Obama a la Casa Blanca. De origen chileno, fue dueño del portal Nueva Mayoría que hoy dirige Fraga, una tribuna del pensamiento de derecha en toda la región.
Ese segmento político e ideológico que expresa el Departamento de Estado siente escozor cuando se habla de Chávez, quien después de ganar el plebiscito está avanzando en nuevas nacionalizaciones en la economía de su país.
Por ejemplo, de visita en Buenos Aires, dijo que recuperará a 60 contratistas de la petrolera estatal PDVSA. Así lo aseguró en la conferencia de prensa brindada en el Salón Sur de la Casa de Gobierno junto a Cristina Fernández.
Si la presencia del venezolano cerca de las autoridades argentinas siempre resultó peligrosa a los ojos de la derecha local, más lo fue ahora por una cuestión corporativa. Es que el visitante planteó en esa rueda de prensa que piensa redoblar su ofensiva contra los medios de comunicación que en Caracas practican el terrorismo periodístico contra su gobierno. Chávez amagó con expropiar a esas empresas, fortalecido por la victoria en la consulta por la reforma constitucional. Y el terror de los monopolios mediáticos de nuestro país es que aquí ocurra algo similar, de un gobierno que eventualmente gane las legislativas y tome alguna medida adversa al grupo Clarín.
Esos intereses, que ya eran parte activa del conglomerado opositor, tienen un elemento más para dinamizar la campaña de Macri, Carrió y compañía.
En realidad la radicalidad de un Chávez tiene poco que ver con la moderación de los Kirchner en relación a Estados Unidos y los emporios periodísticos, como quedó patentizado en la divergente opinión de los dos presidentes en la conferencia de prensa respecto a Obama. Cristina aún está encandilada por el cambio que supone el afroamericano, en tanto Chávez, le tiene picado el boleto. «Nosotros tenemos muchas razones para dudar de que haya un cambio verdadero», afirmó el visitante, mientras su colega argentina seguía diciendo que Obama no tiene «absolutamente nada que ver» con la administración Bush.
La postura de Cristina Fernández sobre el nuevo diálogo que quiere entablar con la Casa Blanca tendrían que haber calmado la ansiedad de la prensa opositora, desvelada por el presunto consejo chavista de «estatización de medios de comunicación, empresas petroleras y bancos», una vez que se gane la próxima elección. Pero no hay caso. Ese sector del periodismo no quiere un gobierno que alterne unidad y lucha con el imperio. Su ideal es un gobierno prosternado ante esa potencia, aún cuando haya una crisis brutal y quizás más aún precisamente a causa de la misma.