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La canilla de Sarmiento

Fuentes: Tramas

La historia argentina con sus legitimidades y deslegitimidades no deja ser una película que se cuenta en continuado, a veces surgen nuevas historias y otras se repiten las mismas en otra clave. ¡Y Sarmiento abrió la canilla!

El 3 de febrero de 1870, el entonces presidente, Domingo Faustino Sarmiento, llega al Palacio San José, ubicado a 30 kilómetros de Concepción del Uruguay, reconocida como capital histórica de la provincia de Entre Ríos, invitado por el propio Justo José de Urquiza.

En la historia argentina los caminos se cruzan se bifurcan y son paralelos (casi de manera borgeana), quienes hoy son amigos, mañana pueden ser enemigos y pasado, asesinados, de manera literal o simbólica, o reconciliarse nuevamente. ¡La traición es el motor de la historia! Cualquier similitud con el presente no es mera coincidencia, es el sistema en el que la epistemología colonial continúa funcionando. La sola idea del caudillo “salvador” o “tirano” está presente en el imaginario social, cuya aceptación o rechazo es directamente proporcional a los beneficios reales o supuestos.

La idea de esta nota surge en relación a los hitos simbólicos que marcan la historia real o los relatos que se construyen sobre esos “hitos”. Cuando decimos la “historia real” es en función de un acontecimiento, un hecho que fehacientemente se produce pero que el discurso histórico lo cuenta o lo omite; me refiero a lo dicho y lo no dicho.

Un ejemplo es, en la historia de la educación, la creación de la Escuela Normal de Paraná en julio de 1871, como la precursora del cambio efectivo en la enseñanza moderna, la contratación de las maestras norteamericanas y de donde saldrían los primeros cuadros docentes formados en el liberalismo de Johann Heinrich Pestalozzi y Herbert Spencer; sustituyendo la pedagogía criollo-española por la pedagogía positivista.

En 1849 Urquiza decide la creación del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, que funcionará a partir de 1851.

Urquiza había asistido desde 1816 a 1818, sin completar los estudios, al Real Colegio San Carlos, actual Colegio Nacional Buenos Aires fundado por Bartolomé Mitre en 1863, dos años después de haber “vencido” a Urquiza en la inexplicable (ya veremos) batalla de Pavón.

La familia Urquiza siempre estuvo relacionada con el poder, su padre, Josef Narciso de Urquiza y Álzaga era un vasco que había llegado al Virreinato del Río de la Plata, donde conoce a la porteña, María Cándida García González, la madre. Josef, que se había dedicado al comercio en Buenos Aires es enviado por el Virrey Vértiz a Entre Ríos como parte del plan de colonización y administración de tierras frente a la amenaza portuguesa. Así amasó su fortuna de la que Justo José fue el único heredero.

Entonces, en 1851 el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay abre sus puertas primero bajo la rectoría del presbítero, Manuel María Errausquín hasta que en 1854 el nuevo rector será el francés, Alberto Larroque, con quién se transformó en Colegio Superior Universitario, de allí egresaron el futuro general del genocidio indígena y presidente de la Nación, Julio Argentino Roca; Eduardo Wilde; Onésimo y Martiniano Leguizamón; Federico Ibarguren; Rodolfo Rivarola; Marín Ruiz Moreno y Victorino de la Plaza. Todos fueron personalidades influyentes en la época y promotores de la educación pública. Algunos con injerencia directa en la promulgación de la Ley 1420 de Educación Común, pública, laica y gratuita y otros que también intervinieron en el Congreso Pedagógico de 1884, como Eduardo Wilde, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, bajo la presidencia de Roca, cuando se sanciona la Ley 1420; Onésimo y Martiniano Leguizamón al igual que Martín Ruiz Moreno con participación directa.

Lo que vemos es que el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay fue precursor, con 20 años de anticipación respecto de la Escuela Normal de Paraná fundada por Sarmiento poco más de un año después del asesinato de Urquiza.

Seguramente fue uno de los temas de conversación durante la visita del sanjuanino al Palacio San José, sin embargo, esa parte de la historia de la educación no parece tan conocida.

No podemos dejar afuera en este recorrido que, en 1854, Justo José de Urquiza fue el primer presidente constitucional de la Confederación Argentina, puesto que la Constitución fue promulgada el 1 de mayo de 1853, Juan Manuel de Rosas había sido derrotado el 3 de febrero de 1852 y condenado al exilio. El Ejército Grande comandado por Urquiza había triunfado.

Sarmiento había ido con Urquiza como editor del boletín del Ejército Grande, era lógico que por su aversión al “Restaurador” fuera el encargado de la propaganda contra Rosas.

Luego sobrevino el distanciamiento político, el crecimiento de la figura política de Sarmiento, la presidencia y el encuentro del 3 de febrero de 1870. Dos estadistas, dos miradas y los intereses económicos en pugna.

¡Civilización y barbarie!

Es importante recordar que en la famosa Carta a Mitre en 1861, luego de la inexplicable batalla de Pavón, donde Sarmiento hace su semblanza sobre la sangre del gaucho, “… es lo único que tienen de humanos. No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena cueste lo que cueste. Southampton o la horca”, el pedido sarmientino era claro, pero Mitre no actuó en consecuencia.

¿Cuáles fueron los motivos del inexplicable desenlace de la batalla de Pavón?

Cuando todas las crónicas coinciden en que el ejército de la Confederación tenía la batalla ganada, Urquiza, inexplicablemente, se retira. Uno de los argumentos es que el entrerriano no quería derramar más “sangre de hermanos”. Pero hay otro que tiene más solidez histórica: la importancia de la logia Masónica en el poder y la política. Ambos eran masones, Urquiza y Mitre, con la salvedad de que Urquiza tenía menor jerarquía, ostentaba el Grado 18 (cuando fue la batalla) y Mitre el 33, uno de los más altos que otorga la masonería, de donde se desprende que hubo algún intermediario que logró el acuerdo.

Sarmiento embarcado en el buque de guerra bautizado como “Pavón”, es la embarcación con la que emprende el viaje y remonta el río Uruguay para el encuentro de un presidente “civilizado” con un expresidente “bárbaro”. Las crónicas afirman que un periodista le preguntó a Sarmiento si iba a Entre Ríos y que el sanjuanino contestó: “Sí, vamos a visitar la guarida del Tigre de Montiel” (en alusión a la fiereza de una bestia que vive en el monte).Otros agregan que dijo, “vamos a visitar un paisano”. Alguien le aclaró que Urquiza vivía en un palacio, a lo que el presidente contestó: “¡Qué va a vivir en un palacio!”.

Pero no era casual que el entonces presidente, aceptara la invitación de Urquiza para visitar Entre Ríos. El propio Mitre durante su presidencia había enviado una carta al entrerriano para que no se presentara en las elecciones. Cuentan que la “guerra contra el Paraguay lo tenía ocupado al presidente Bartolomé Mitre, pero se acercaba rápidamente el final de su mandato sin posibilidades de reelección y sin un sucesor que reuniera las condiciones para triunfar. Su favorito Rufino Elizalde, patrocinado por el imperio del Brasil –socio de Mitre en la Triple Alianza- no gozaba de simpatía en las provincias, ni en la de Buenos Aires”. 

Para lo que concierne a esta nota, hay que decir que, finalmente, Urquiza reconoce su derrota en las elecciones donde los colegios electorales dieron por ganador a Sarmiento. Pero el sanjuanino sabía que hasta el propio Mitre era ahora un adversario. Tampoco era porteño, ni tenía partido político, lo que lo llevó a necesitar de las provincias para poder sostenerse en el ejecutivo y, sabía que tener el reconocimiento de Urquiza no era una cuestión menor. Es entonces cuando las diferencias, tan marcadas en los manuales, comienzan a disiparse para sostenerse en el poder (formal).

Claro que debemos agregar que Domingo Faustino Sarmiento, también era masón y que en ocasión del banquete que la masonería le ofreciera al reciente presidente electo en septiembre de 1868 en su discurso de agradecimiento, afirmaba que “… habiendo sido elevado a los más altos grados conjuntamente con mis hermanos los generales Mitre y Urquiza, por el voto unánime del Consejo de Venerables Hermanos…”.

¿Entonces, todos eran masones? La respuesta es sí. Lo que explica la “inexplicable” actitud de retirada de Urquiza en la batalla de Pavón y las coincidencias en el fomento de la educación pública, creación de escuelas; aunque con las diferencias sobre las estrategias del desarrollo económico.

Recordemos que el centralismo porteño del “federal” Rosas, era directamente proporcional al “unitarismo” sarmientino, motivo por el cual se produce el alejamiento de Urquiza tan pronunciado con Juan Manuel de Rosas, que culmina en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852 y el inminente exilio del Restaurador. Nos cabe preguntar si esa batalla fue entre dos federales o dos estancieros, pero no es el momento.

¿Y la canilla de Sarmiento?

“¡Qué va a vivir en un palacio!”. Pues, sí; para sorpresa del autor del Facundo, el “paisano” vivía en lo que el mismo denominó el Palacio San José. Urquiza era muy creyente, tanto que mandó a construir dentro de la propiedad la capilla-oratorio, que fuera reconocida por el Papa Pío IX, quien, además le otorgó la indulgencia plenaria, para él, su familia y por tres generaciones estarían dispensados de pecado. Estas relaciones entre el poder eclesiástico y el político serán una constante de la historia argentina, también en el siglo XX, sobre todo en dictaduras.

Ese 3 febrero de 1870, en otro aniversario de Caseros, el irónico Sarmiento llega a Concepción del Uruguay con el buque de guerra Pavón y escoltado por otros navíos, además de una comitiva importante. Durante el traslado al Palacio, cuentan que cerca de 10.000 soldados acompañaron el viaje de los carruajes, sin embargo, otros relatos aseguran que no tenía tantos soldados, el otrora poderoso General Urquiza y que la maniobra era que un grupo se alejara por los lados para cambiar los caballos y luego aparecer por delante, de manera que pareciera que la escolta era infinita.

Una alfombra roja escarlata es puesta para el recibimiento del presidente y a su paso pétalos de rosas rojas habían sido distribuidos como una forma afectiva de cordialidad; sin embargo, esa semiótica puede ser leída desde la ironía que el juego político se permite, el color de la divisa federal recibía al primer mandatario, declaradamente unitario. Claro que Sarmiento llega en el Pavón. Todo es parte de un juego masónico que se permitían entre “hermanos” de logia.

Pero eso no es todo, Urquiza había mandado a construir un lago, además del sistema de agua corriente. Detrás de los jardines posteriores el lago artificial de 20.000 metros cuadrados y una goleta a vapor, el San Cipriano, en homenaje a su hermano asesinado en 1844 en un confuso episodio del que no se conocen los autores intelectuales, aunque Justo José culpó al gobernador de Santa Fe, Manuel Lagraña y al propio Juan Manuel de Rosas. Nunca estuvieron las pruebas que hayan sido los ideólogos.

Sarmiento no podía salir de su asombro, no solo por la fastuosidad en la ornamentación, salones que no tienen nada que envidiar al palacio de Versalles, como el salón de los espejos donde las hijas de Urquiza brindaron un momento musical a la comitiva luego de la cena.

Salón de los espejos. Crédito Tramas.

Un lugar fuera del mundo real, en una época donde la vida no valía demasiado, un leitmotiv de nuestra historia. El palacio pareciera ser el refugio perfecto que Urquiza ideó para vivir en el esparcimiento de la opulencia, además, como su oficina de gobierno, cuando fue presidente de la Confederación. Un dato curioso es que recibía a los gobernadores en su oficina y en la sala contigua tenía un salón de juegos con una mesa de billar que había comprado en Buenos Aires.  

Oficina de Urquiza y sala contigua con la mesa de billar. Crédito Tramas.

Una de las habitaciones familiares fue adaptada para que sea el dormitorio de Sarmiento, a la que el dueño de casa le había mandado a colocar una canilla, de manera que el presidente viera que en medio del monte entrerriano había agua corriente de la que Buenos Aires todavía carecía.  ¡Otra ironía entre masones!

Diez años antes Mitre también tuvo su dormitorio en la residencia de Urquiza, en 1860 para celebrar el aniversario del Pacto de San José de Flores que luego es traicionado por el propio Gobernador de Buenos Aires y desemboca en la batalla de Pavón de la que ya comentamos sus hipótesis.

Las muertes de cientos de miles por la ambición de poder, por el establecimiento de una clase que se forma como la elite que continuará gobernando según sus propios intereses en donde el pueblo o los sirve o es perseguido o no tiene lugar.

Una prueba de ese poder tanto real como simbólico es el patio posterior de la entrada de los carruajes, todo de manera masónicamente simétrica y en el centro se erigen los bustos de Hernán Cortés, Alejandro Magno, Julio César y Napoléon como los símbolos del poder absoluto, mirando los cuatro hacia la entrada de los visitantes.

Patio posterior con los bustos de Hernán Cortés, Alejandro Magno, Julio César y Napoleón. Credito Tramas

En el Patio de Honor, donde da su habitación, Urquiza fue asesinado dos meses después de la visita de Sarmiento, mientras tomaba mate. Lo acusaron de traidor, su prestigio ya no fue el mismo después de Pavón, ni por el apoyo a la Guerra contra el Paraguay. Pero la gota que rebalsó el vaso salió de la canilla de Sarmiento; su visita terminó de sellar la suerte de Urquiza que no fue asesinado por sus otrora enemigos políticos, sino por sus propios partidarios, en la hipótesis que afirma que el autor intelectual fue Ricardo López Jordán, un estrecho colaborador y amigo que había estado bajo sus órdenes.

En la teoría de la conspiración también se cuenta que López Jordán quería que “se cuidara a la familia Urquiza”, la idea del plan era obligarlo a renunciar y que se retirara a hacer vida privada o se fuese al extranjero. Sin embargo, no hubo un acuerdo unánime entre los opositores y el asesinato se perpetró. De todas maneras, la hipótesis de la supuesta “piedad” de López Jordán entra en crisis, porque en el mismo momento que asesinaban a Urquiza, también asesinaban a Justo José del Carmen y a Waldino, dos de sus hijos que estaban en Concordia.

Comenzamos este artículo casi refiriendo a un relato borgeano, por los cruces, los encuentros, los desencuentros; pero este final trágico en el que Simón Luengo, un caudillo cordobés, decepcionado con Urquiza, es quien da el tiro certero, muestra la otra cara de una misma moneda. Sus partidarios se transformaron en sus verdugos.

El relato se torna cortazariano, parafraseando a Continuidad de los parques, como si todo hubiera estado arreglado de antemano: el portón del patio trasero estaba abierto, el vigía que debería haber visto la llegada de los asesinos, no vio nada, una pistola deja su funda y el hombre sentado en una silla tomando mate.

La canilla de Sarmiento, fue el grifo que volvió a regar con sangre otro episodio protagonizado por la elite que trama nuestros destinos. Estas historias exhiben lo difuso de la oposición entre unitarios y federales, más bien funcionaron como distractores que ocultaban los procesos de apropiación y acumulación de riquezas en pocas familias, mientras dirimían sus intereses dentro de la propia elite dirigente, con sus traiciones y alianzas espurias.

¡Cualquier semejanza con la actualidad no es mera coincidencia!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.