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España

La cena

Fuentes: El Cultural

 El asunto ha corrido como la pólvora en internet, de modo que cabe esperar que el lector ya tenga noticia de él, tanto más cuando lea esto. Lo que sigue es un breve resumen para despistados. La ministra Ángeles González Sinde está manteniendo, «a título personal», una ronda de encuentros informales con personalidades del «mundo […]

 El asunto ha corrido como la pólvora en internet, de modo que cabe esperar que el lector ya tenga noticia de él, tanto más cuando lea esto. Lo que sigue es un breve resumen para despistados.

La ministra Ángeles González Sinde está manteniendo, «a título personal», una ronda de encuentros informales con personalidades del «mundo la cultura» para intercambiar pareceres sobre las cuestiones en que interviene la dichosa ley que lleva su nombre. De ahí que el pasado viernes día 7 organizara una cena a la que fueron invitados, entre otros, Álex de la Iglesia, Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Alberto García Álix, Ouka Leele, Cristina García Rodero, Luis Gordillo, Juan Diego Botto, Soledad Giménez y Amador Fernández-Savater.

La intención de la cena sería, probablemente (así mueve a pensarlo la selección de los invitados), afinar el coro destinado a arropar a la ministra en las nuevas intentonas de hacer prosperar su ley (rechazada en el Congreso, como es sabido, el pasado 21 de diciembre). Para lo cual convenía contar con alguien que sirviera de punching ball con el que ensayar posturas. El joven Amador F.-S., pequeño editor vinculado con los movimientos copyleft/cultura libre, bien podía cumplir ese papel.

Éste, sin embargo, se quedó algo escocido con su actuación, en la que seguramente se dejó arrastrar por la vehemencia (¡eran quince contra uno!, se queja), y ya más sosegado colgó el pasado día 12, en la bitácora de su editorial (acuarelalibros.blogspot.com), un post titulado «La cena del miedo (mi reunión con la ministra González Sinde)», en el que hacía una ilustradora crónica de aquella noche.

Ese mismo día, se incendió la red, como se oye decir.

Invito a quien no lo haya hecho todavía a leer el post de Amador F.-S., que no tiene desperdicio. Y por mi parte saludo su indiscreción. No hace mucho publiqué en esta misma sección una columna en la que encomiaba el valor que tantas veces se necesita para dar nombres. Me preguntaba allí si la delación no se estaría convirtiendo en el último recurso de la crítica. El post de Amador F.-S. sirve muy bien de ejemplo.

Dejando de lado el vitriólico asunto que ocupa el primer plano de esa «cena del miedo», quiero detenerme en los nombres de los invitados a esa cena. Hay dos que Amador F.-S. no recuerda; pero con los que da basta para hacerse una composición de la escena.

Ahí están, ellos son (¡claro, cómo no!) los representantes del «mundo cultural» y de sus intereses. Todos, según Amador F.-S., inquietos ante la eventualidad de que la ley Sinde no consiga salir adelante. Todos cenando con la ministra -informalmente, eso sí- por ver si pueden echar una mano y contribuir a poner las cosas en su sitio, es decir, a dejarlas en el sitio en que estaban, donde a ellos les ha ido tan bien.

¿Que tiene de tan familiar esa foto de grupo, ese puñado de conmilitones alrededor de la jefa, al fin y al cabo «una de los nuestros»?

Algunos lectores acaso recuerden «la bodeguiya» de La Moncloa, allá por los ochenta. En aquellas reuniones «informales», Felipe González, aupado en las inmensas expectativas que concentró su llegada al poder, venció la secular aprensión que en España sentían artistas e intelectuales hacia el poder político y sentó las bases de un colaboracionismo que desde entonces ha sido moneda corriente en las relaciones entre «el mundo de la cultura» y el de los poderes políticos. Aznar emuló el modelo en la medida de sus alcances, y Zapatero lo ha prolongado a su desgarbada manera. Pero ya entonces quedó sellada la alianza del star system cultural con el político, muy explícita durante las administraciones socialistas.

La cena de la Sinde trae el rebufo de aquellos viernes de «la bodeguiya», en los que eran asiduos Umbral, Pradera, Aute, Ramoncín y tantos más. Se perdió entonces el pudor de acudir tan alegremente a encuentros -siempre informales, eso sí- con jefes de gobierno, con ministros, con secretarios de Estado. Se fueron luego perdiendo otros pudores (acudir en comitiva a viajes oficiales, escribir tendenciosos reportajes, hacer «la ceja», ocupar sinecuras), y hoy es el día en que, por derecho adquirido, los «creadores» reclaman leyes y piden la intervención de jueces y policías. Claro que, como declaraba Elvira Lindo: «Antonio y yo asistimos a una cena privada y es absurdo saber nuestra opinión sobre ninguna ley porque no somos nadie».

¿Alguien sabe decirnos, por cierto, quién pagó la cena?

http://www.elcultural.es/version_papel/OPINION/28516/La_cena