La brutalidad salvaje y gratuita de la represión contra los maestros de la CNTE, la obtusa persistencia en aplicar planes aberrantes y liberticidas y la total despreocupación por la población y por el ambiente demostrada nuevamente en el caso del huracán Manuel demuestran una vez más la firme formación antidemocrática y antipopular de quienes escogieron […]
La brutalidad salvaje y gratuita de la represión contra los maestros de la CNTE, la obtusa persistencia en aplicar planes aberrantes y liberticidas y la total despreocupación por la población y por el ambiente demostrada nuevamente en el caso del huracán Manuel demuestran una vez más la firme formación antidemocrática y antipopular de quienes escogieron a Peña Nieto por su voluntad represiva y son hoy los mandantes de este fiel ejecutor de las órdenes de la oligarquía feroz que dirige México de espaldas a la mayoría del país y con el aval de una mayoría de siervos pan-priístas-chucho-perredistas.
Como en el caso de Atenco, cuando el panista Fox con el apoyo del PRI intentó hacer en Atenco un aeropuerto internacional a costa de la expulsión de los campesinos y de la destrucción ambiental y debió enfrentar una fuerte resistencia social que el entonces gobernador Enrique Peña Nieto «resolvió» brutalmente matando manifestantes, apaleando, violando mujeres y hombres, encarcelando decenas de defensores de los derechos de los campesinos, ahora el priísta promovido a la presidencia por apaleador aplica los mismos métodos para «resolver» el problema de la educación. Si el panista Fox veía como perspectiva para la mano de obra mexicana emigrar para trabajar en la jardinería para los ricos de Estados Unidos y tanto él como Calderón distribuían kits de supervivencia para tratar de superar el desierto fronterizo como «solución» a la emigración, el priísta Peña Nieto considera por su parte que la educación no es una inversión social sino un gasto en algo superfluo y, además, peligroso porque da conciencia de los derechos constitucionales y alienta la insumisión de los trabajadores y estudiantes. De ahí el odio y la ferocidad contra los maestros, la voluntad de acabar con su organización sindical, al igual que la represión salvaje contra los estudiantes del movimiento Yo soy 132 y contra los ciudadanos que defienden los derechos de los maestros, de los electricistas del SME, de los sindicatos combativos, junto con una enseñanza pública democrática, moderna y de calidad.
Pero al «espíritu de Atenco» presidencial se opone el «espíritu de Atenco» popular y la tenacidad de la resistencia, la decisión de los maestros, sus familias y sus sostenedores, la voluntad de defender los derechos democráticos y constitucionales y de oponer el poder popular en las calles a la brutalidad de la represión ilegal. Al mismo tiempo, y como ilustración del carácter antipopular del gobierno pripanista apoyado por la dirección del PRD, ante la aproximación de los huracanes el mismo no tomó ninguna medida de defensa civil y ni siquiera hizo lo que hace Cuba varias veces por año: evacuar a los sectores populares en mayor peligro. El resultado es una tragedia que no se debe a la Naturaleza sino al carácter de clase y la inconsciencia, irresponsabilidad e insensibilidad social del gobierno «de Atenco»: si Calderón y el pripanismo cargan con la responsabilidad de decenas de miles de muertos y desaparecidos, el pripanismo «del héroe de Atenco» tiene ya en su haber más de un millón de afectados por el huracán Manuel, decenas de muertes evitables, enormes pérdidas y sufrimientos de los sectores más pobres de los estados más desguarnecidos y le agrega a todo eso una represión sin precedentes contra la lucha legítima de los profesores de la CNTE.
Por enésima vez se confirma que un régimen ilegítimo que impuso sucesivas presidencias por el fraude en 1988, en el 2006, en el 2012, no puede ser cambiado sólo por las urnas y que las leyes no las defiende un aparato judicial que, como el cuchillo, «no ofende a quien lo maneja». Sólo la acción conjunta de todos los movimientos sociales y de todos los demócratas de México, dejando de lado los particularismos para privilegiar en cambio los puntos comunes de reivindicación y lucha, puede confluir hacia un gran movimiento de resistencia cívica nacional, que politice y organice a la mayoría de los mexicanos. Sólo la perspectiva de una Asamblea Nacional Constituyente, preparada por las luchas parciales y locales, por huelgas en defensa de los derechos conculcados, por la defensa de los derechos de los indígenas y de las comunidades campesinas que organizan su autodefensa, de los sindicatos que luchan por su existencia, de los maestros y estudiantes que combaten por una educación moderna y democrática que permita que los ciudadanos, hoy súbditos de la dictadura del capital y de la oligarquía, adquieran conciencia, se organicen y sean realmente ciudadanos.
El huracán Manuel y los métodos salvajemente represivos aplicados anteriormente en Atenco revelaron una vez más el carácter de clase de un sistema político y la calaña de sus políticos. El «orden» diseñado por quienes escogieron como su candidato a presidente a Enrique Peña Nieto es el de una represión como en Atenco ante cada protesta legítima. No puede ser de otro modo, ya que el gobierno es ilegítimo, carece de consenso y depende sólo de la represión y de la sumisión a la política de rapiña y belicista de Estados Unidos, que apoya sin reservas a costa de los bienes públicos y de la soberanía popular. La lucha de los indígenas zapatistas chiapanecos, o de las comunidades que forman policías comunitarias, o de los ciudadanos que impulsan un movimiento electoral como Morena sólo adquieren real eficacia unidas para imponer con las luchas, las movilizaciones, paros cívicos nacionales, una huelga general que una las reivindicaciones principales y en la perspectiva de una solución democrática y popular a la crisis del país, mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que defienda los derechos sindicales y democráticos, el derecho a la enseñanza, la defensa del petróleo, el agua y el ambiente, la defensa de los derechos indígenas y campesinos.
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