La demanda de Asamblea Constituyente (AC) no está planificada. Es por ahora un grito de repudio a la discriminación, la injusticia y el saqueo. Cada sector social tiene sus propios motivos de angustia, los que están dispersos y desarticulados. Las FFAA carecen de visión a largo plazo. Sus voceros, como el general Plinio Iriarte, sólo […]
La demanda de Asamblea Constituyente (AC) no está planificada. Es por ahora un grito de repudio a la discriminación, la injusticia y el saqueo. Cada sector social tiene sus propios motivos de angustia, los que están dispersos y desarticulados. Las FFAA carecen de visión a largo plazo. Sus voceros, como el general Plinio Iriarte, sólo atinan a exigir mayor seguridad nacional y un porcentaje de las exportaciones del gas para el fortalecimiento castrense. Olvidan que la Institución Armada, en taller realizado el 26 de marzo último, se comprometió a defender las fronteras junto a comunidades campesinas, a formar oficiales bilingües, a capacitar soldados en técnicas agrícolas, a otorgar becas de ingreso al Colegio Militar a jóvenes quechuas y aimaras, a terminar con la exclusión social en sus estructuras.
Los grandes empresarios sólo saben defender a las transnacionales. Su sometimiento mental al capital foráneo es para ellas más importante que la recuperación estatal del gas y del petróleo. Los empresarios medianos y pequeños, gremiales y artesanos tienen una visión diferente, pero no plantean alternativas globales y coherentes. Los movimientos sociales, sobre todo la Coordinadora del Agua de Cochabamba y la Coordinadora de Defensa del Gas, de la ciudad de El Alto, obtuvieron victorias épicas, en abril de 2000, y en octubre de 2003, al impedir la privatización del líquido elemento y lograr la fuga de Gonzalo Sánchez de Lozada, pero carecen de continuidad, de visiones integrales y de liderazgos permanentes.
La resistencia popular se diluye en pequeñas escaramuzas, traducidas en ocupaciones espontáneas de tierras, bloqueos de calles y carreteras por demandas localistas. La intelectualidad sufre de artritis galopante. En Santa Cruz, la oligarquía busca la autonomía regional en reemplazo de la Constituyente. No postula una nueva Constitución Política del Estado, ya que se limita a exigir que los beneficios de la exportación del gas se queden en el departamento. El Movimiento Sin Miedo (MSM), del alcalde Juan del Granado, habla del agotamiento del Estado Nacional para manejar recursos estratégicos, pero sin plantear una opción coherente que lo reemplace. El rediseño de regiones, con mejor equilibrio de recursos humanos y naturales, no está respaldado por estudios serios. La atomización de Bolivia en naciones, nacionalidades y etnias no muestra los límites territoriales que tendrían esas entidades y resta importancia a la corriente indomestiza que unifica a la República. Lo anterior no ignora los aportes de nuestras culturas milenarias ni la urgencia de rescatar sus visiones solidarias y ecologistas, frente a un mundo que se deshace.
No se trata, sin embargo, de partir de cero. Por el contrario, el pensamiento liberador de hoy en día debe arrancar de los planteamientos incumplidos de la revolución del 9 de abril de 1952, traicionados por sus conductores. Necesita actualizar la Estrategia para el Desarrollo Nacional elaborada en el gobierno del general Alfredo Ovando y que permitió, en 1969, recuperar el petróleo e instalarlas fundiciones de estaño. En 1993, Conciencia de Patria (CONDEPA) publicó el Libro del Modelo Endógeno, de más de 600 páginas, en el que enfatiza la necesidad del pensamiento propio. Sostiene que los recursos estratégicos no renovables, en manos del Estado, deben estar al servicio de los recursos renovables, dentro de una economía mixta. Postula la autosuficiencia en alimentación vestido y vivienda y la revolución moral basada en la Ley de Investigación de Fortunas y el control social. Los errores en la conducción de esa entidad política no anulan la validez de sus planteamientos.
El rescate de la autoestima y la urgencia de ser sujetos de nuestro destino son postulados ridiculizados por los dogmas oligárquicos, impenitentes tributarios de corrientes foráneas, para los cuales si algo no proviene de los centros de mundial no merece ser debatido. Estos dogmas son también antilatinoamericanos. Les cuesta, sin embargo, ignorar la creciente influencia del Presidente Hugo Chávez de Venezuela, quien, en la línea del argentino Jorge Abelardo Ramos, nos recuerda que en nuestra América, la autodeterminación de los pueblos es el derecho a unirse frente a los genocidios y expoliación del imperio del norte. Modelo endógeno de defensa nacional y postulados latinoamericanos son las vertientes que deberían llenar la piscina de la Constituyente.