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El poder cocalero (IV)

La construccion del instrumento político y el poder de la coca

Fuentes: Rebelión

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El poder cocalero (I)
La expansión política y territorial y la destrucción de los valores indígenas

El poder cocalero (II)
La relocalización, el sindicalismo y las nuevas formas de organización

El poder cocalero (III)
La «guerra falsa», la resistencia y el atropello a los Derechos Humanos


A pesar de los muertos y heridos, de los innumerables detenidos y confinados, de los cientos de huérfanos y viudas, la «guerra falsa» contra el narcotráfico no logró imponer la erradicación en el Trópico de Cochabamba sino que convirtió a la hoja de coca en un verdadero símbolo a nivel nacional, no sólo en lo económico y cultural, sino en lo político y sindical.

Desde tiempos ancestrales -en este parte del continente- a pesar de la penalización impuesta por organismos internacionales, la coca fue considerada como alimento, medicamento y ritual. A estos beneficios y por la lucha que emprendieron los cocaleros, la coca fue convertida poco menos que en un ritual: los dirigentes lucieron orgullosos collares con hojas de coca en actos masivos; fue compañera inseparable en el acullicu (masticado) de las interminables marchas, bloqueos o movilizaciones y además, los puñados de coca siempre estuvieron presentes en las mesas de sus reuniones.

Sin lugar a dudas que la coca fue el símbolo de fundación del Instrumento Político.

En 1995, los productores de coca del Trópico de Cochabamba y Los Yungas de La Paz, junto a sus organizaciones matrices como la Confederación Sindical Única de Trabadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y Confederación de Colonizadores de Bolivia (CSCB), determinaron dar un nuevo paso en el fortalecimiento de sus organizaciones: traspasar la frontera de la organización sindical hacia la vida política conllevando todas las consecuencias que significaba la construcción del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) denominado inicialmente Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP).

El objetivo del Instrumento Político: participar -con candidatos propios- en las elecciones municipales y/o generales para la toma del poder local y nacional.

La determinación de campesinos, cocaleros y colonizadores -también algunos sectores de indígenas e intelectuales- no fue bien recibida por la denominada «clase política» que desde la revolución de 1952, estaba acostumbrada -en cada elección democrática- a utilizar a ese sector mayoritario del país como una simple «escalera política».

El proceso para la construcción del Instrumento Político no fue nada fácil: intereses personales o de grupo, angurria de poder de algunos dirigentes, participación de partidos de izquierda para apoderarse del movimiento, intromisión del gobierno para que fracase el proceso, peleas internas entre aymaras versus quechuas o cambas versus chapacos, hicieron tambalear los diferentes congresos y eventos de la nueva alternativa política.

Además, algunos sectores de campesinos y cocaleros se inclinaban por la lucha armada antes que la electoral.

El parto fue difícil porque por primera vez se unían los sectores que habían sido fraccionados por intereses ajenos a sus demandas.

Pese a varios intentos, la ASP nunca pudo obtener su Personería Jurídica porque el manipuleo descarado de los partidos tradicionales en la Corte Nacional Electoral (CNE) lo impidió. Cumplidos con todos los requisitos legales para obtener la personería que les permitiría participar con candidatos, sigla, colores y propuestas propias, fueron rechazados. Recordemos que en el período neoliberal (1985-2005) diferentes instancias públicas -entre ellas la CNE- eran prácticamente un «botín político».

En ese sentido, los sectores mayoritarios del país (campesinos, cocaleros, colonos) decidieron participar en las elecciones municipales de 1995 bajo la sigla de la Izquierda Unida (IU) con un resultado por demás sorprendente: obtuvieron 49 concejales y ganaron en 10 alcaldías, todas en el departamento de Cochabamba.

» En todo el Trópico de Cochabamba, prácticamente barrimos a los partidos neoliberales porque ganamos las elecciones municipales. Por primera vez en la historia democrática del país nos presentamos con candidatos propios y recibimos el apoyo de la mayor parte de la población para que algunos productores de coca se conviertan en las principales autoridades municipales. Ya teníamos alcaldes y concejales cocaleros. Esa experiencia de controlar el poder local fue el inicio del proceso político», dijo Evo Morales Ayma, cuando aún era dirigente sindical.

VOTAR POR NOSOTROS MISMOS

Cuando nació el Instrumento Político, nuestro país atravesaba una coyuntura especial, estaba gobernado por Gonzalo Sánchez de Lozada del MNR (1993-1997), conocido como «Goni», la expresión más nítida del modelo neoliberal.

Contradictoriamente, el vicepresidente de ese gobierno era el indígena aymara Víctor Hugo Cárdenas y además estaba sustentado por una «megacoalición» de partidos como el indianista Movimiento Revolucionario Tupaj Katari de Liberación (MRTKL), el socialdemócrata Movimiento Bolivia Libre (MBL) y el populista Unidad Cívica Solidaridad (UCS).

Pregonando el «Plan de Todos» el gobierno neoliberal capitalizó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), la Empresa Nacional de Ferrocarriles (ENFE), el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) y la Empresa Nacional de Fundiciones (ENAF), entre otras. También se reformó parcialmente la Constitución Política del Estado (CPE) reconociendo a Bolivia como «un país multiétnico y pluricultural», además se inició la Reforma Educativa y se implementó la Ley de Participación Popular que dio mayor fuerza a los municipios, descentralizando el poder.

Además, se diseñó en 1994 el programa antidroga denominado «Opción Cero» que era absolutamente contrario no sólo para los cocaleros sino para los pueblos indígenas. Planteaba: 1) la destrucción de la totalidad de los cultivos de coca en el Chapare, con el objetivo de transformar a esa región en un parque nacional o zona industrial y 2) la relocalización de los campesinos afectados por la eliminación hacia otras zonas donde podrían recibir nuevas tierras y una indemnización para el desarrollo de nuevos cultivos.

¿Relocalizar nuevamente a los miles de relocalizados?, ¿expulsar a los cocaleros de sus territorios?, ¿entregar nuevas tierras que pertenecían a los pueblos indígenas?, ¿avasallar parques nacionales o zonas de reserva?, ¿destruir la totalidad de sus cultivos que eran la única fuente de sobrevivencia?

«No salimos ni muertos de nuestro territorio», fue la respuesta de miles de productores de coca.

El gobierno gonista -como si escuchara la respuesta cocalera- firmó un convenio con Estados Unidos para la erradicación forzosa de cultivos de coca lo que provocó violentos enfrentamientos con muertos, heridos y detenidos. «La guerra de la coca» se desató con todo su rigor donde los cocaleros emplearon todas sus estrategias sindicales y políticas para no desaparecer como movimiento social y para lograr nuevas alianzas, mientras que las brigadas policíaco-militares actuaron atropellando los derechos humanos.

A la defensa de sus cultivos, los miles de cocaleros movilizados, sumaron el rechazo a las leyes de Capitalización, Participación Popular y Reforma Educativa, es decir, a los pilares del gobierno neoliberal. Además -innovando nuevas formas de organización para responder la represión- fueron el primer sector en formar la Policía Sindical o los Comités de Autodefensa.

Además, las marchas de los productores de coca que fueron durísimas en su recorrido, recibieron un apoyo multitudinario en la sede de gobierno y en cada población por la que atravesaron. Ganaron el apoyo de otros movimientos sociales encabezados por la Central Obrera Boliviana (COB) e incluso a nivel internacional recibieron solidaridad.

El movimiento político se fue expandiendo.

La marcha de miles de cocaleros «Por la Vida, la Coca y la Soberanía Nacional» de 1994 y la marcha de las mujeres cocaleras «Por la Vida y la Soberanía Nacional» de 1995, se constituyeron en verdaderos hitos que les permitieron difundir valores, discursos y la necesidad de unificar a todos los sectores sociales en un mismo Instrumento Político.

A la iniciativa campesina-cocalera-colonizadora de fortalecer el movimiento político, se empezaron a sumar otros sectores sociales como los pueblos indígenas. El movimiento empezó como exclusivamente rural y su incursión a los ámbitos urbanos fue un proceso de años.

Mientras se afianzaba el nuevo movimiento político de las mayorías nacionales, los pueblos indígenas en el Trópico de Cochabamba, también fortalecieron sus organizaciones.

Después de 10 años de proceso organizacional (1987-1997) nació la Coordinadora de Pueblos Indígenas del Trópico de Cochabamba (CPITCO) con una demanda principal: la defensa de sus territorios.

Estaba conformado por cuatro consejos: Consejo Indígena Yuracaré (CONIYURA), formado por familias asentadas a lo largo del río Chapare y agrupadas en 14 comunidades; Consejo Indígena de Sur (CONISUR), formado por las etnias yuracaré y trinitaria asentadas en el TIPNIS, fundamentalmente a lo largo de los ríos Moleto e Ichoa, unas pertenecen a la regional del Beni y otra a la de Cochabamba; Consejo Indígena del Río Ichilo (CIRI), formado principalmente por los yuracaré asentados a lo largo del río Ichilo, en cinco comunidades indígenas y el Consejo Indígena Yuki (Consejo Yuki), asentados en el río Chapare, en una sola comunidad denominada Bía Recuaté (CINEP 1998).

«Los fines y objetivos de la CPITCO, están orientados a defender los derechos e intereses de todos los pueblos y comunidades indígenas asentados en el Trópico Cochabambino, además de poder crear una conciencia indígena tendiente a sensibilizar e interesar a la opinión pública, organismos de cooperación internacional y gobierno sobre la importancia de la preservación de los territorios indígenas, no solo para el sustento cotidiano de sus habitantes sino para asegurarles un futuro digno con bienestar social a sus hijos» (CPITCO 2000: 18).

La CPITCO, está afiliada a la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB).

«Como pueblos indígenas nunca estuvimos metidos en los problemas de erradicación de coca. Nosotros no tenemos cultivos, pero sí fuimos testigos que tanto militares y policías abusaron a los cocaleros. Casi cada día se conocía de enfrentamientos, con muertos y heridos y por eso decidieron formar un movimiento político», comentó el dirigente indígena Rubén Yuco.

Con los primeros resultados obtenidos en las elecciones, la evaluación de los productores de coca y sectores campesinos del país estaba centrada en un mandato: «votar por nosotros mismos».

Se estima que entre el 65 a 70 por ciento de la población boliviana desciende de un pueblo indígena y, por tanto, si las organizaciones tenían la capacidad de elegir y votar por un candidato que emergiera de esos pueblos, tenía grandes posibilidades de ganar en las elecciones.

LOS NUEVOS PARADIGMAS

Las marchas, bloqueos y la lucha emprendida por diferentes sectores sociales -sobre todo los productores de coca- más que resultados reivindicativos tuvieron resultados políticos porque a la negativa gubernamental del «modelo neoliberal» y dependiente del «imperialismo yanqui» se empezó a construir una nueva alternativa que emergía desde abajo, rescatando los recursos naturales, defendiendo el medio ambiente, recuperando las empresas estratégicas y que tenga la capacidad de representar a las mayorías nacionales.

La hoja de coca jugó un rol importante, determinante, en la construcción del Instrumento Político.

Pero, se necesitaban nuevos símbolos como banderas de lucha: se «rescató» la wiphala como el emblema de liberación de los pueblos originarios de esta parte del continente, se empezó a erigir con mayor fortaleza el ejemplo de lucha de Tupaj Katari, Bartolina Sisa o Apiaguapi Tumpa, se empezó a profundizar la lucha por la soberanía nacional, se diseñaron estrategias para defender la dignidad de las personas; en suma, el Instrumento Político cambió radicalmente de discurso.

De la defensa a ultranza de la coca se empezó a utilizar un discurso que rescataba los valores de los pueblos indígenas.

A la par de las luchas sociales contra la política neoliberal del gobierno gonista, el movimiento político se fue consolidando. En el Trópico de Cochabamba, la mayoría de los municipios por primera vez en manos de ex dirigentes cocaleros, fueron ejemplo de gestión en beneficio de la mayoría de la población.

Dirigentes cocaleros recuerdan que así como hubo excelentes alcaldes y concejales del Instrumento Político, algunos «se vendieron» a los partidos neoliberales. Para que no ocurra más esa acción calificada como «traición política» fueron expulsados de sus movimientos sociales.

Llegaron las elecciones generales de 1997. Los productores de coca, campesinos, colonizadores e indígenas participaron otra vez bajo la sigla de la IU, obteniendo el 3,8 por ciento de la votación a nivel nacional y ganando cuatro diputaciones, todas en Cochabamba.

Para sorpresa de moros y cristianos, el diputado con más votos a nivel nacional fue el entonces dirigente cocalero Evo Morales Ayma, quien obtuvo el 61,8 por ciento de la votación por la circunscripción 27 del Trópico de Cochabamba. Todo un récord -hasta esa fecha- en la vida democrática del país.

A pesar de la millonaria campaña de desprestigio, satanización y criminalización al movimiento de los productores de coca a quienes se los denominaba «narco-cocaleros» o «narco-terroristas», este sector salió fortalecido políticamente del enfrentamiento con el gobierno.

Pero, la experiencia política de la IU pronto se diluyó. Los intereses de cada diputado o cada sector se impusieron en desmedro de sus organizaciones. Los representantes de las organizaciones sociales fueron cooptados por los partidos tradicionales lo que provocó una fuerte decepción en las bases campesinas o cocaleras. Se impuso la politiquería barata.

Mientras que el sector campesino se dividió en peleas internas y debilitó a sus organizaciones; los productores de coca después de una fase de autocrítica pudieron salir fortalecidos.

La experiencia política los llevó a ampliar alianzas: campesinos y cocaleros no sólo se unieron con los indígenas, sino que sumaron fuerzas con profesionales, desocupados y trabajadores de diferentes sectores sociales. Se selló la unidad entre el campo y la ciudad.

En las elecciones municipales de 1999, comienza la historia del Instrumento Político clonado en el Movimiento al Socialismo (MAS)…

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