Recomiendo:
0

La creación del Frente y el relanzamiento del kirchnerismo

Fuentes: Rebelión

Empresa ambiciosa, sí. Tarea indispensable sería mas exacto. El impulso por asirnos a algunas certezas suele tornarnos proclives a actitudes conservadoras. Nadie apuesta a una anarquía de referencias, por el contrario, pero si instalar preguntas que impidan la cosificación de las ideas. La nominación constituye; nombrar, asignar una valor, una referencia, constituye, entre otras cosas […]

Empresa ambiciosa, sí. Tarea indispensable sería mas exacto. El impulso por asirnos a algunas certezas suele tornarnos proclives a actitudes conservadoras. Nadie apuesta a una anarquía de referencias, por el contrario, pero si instalar preguntas que impidan la cosificación de las ideas. La nominación constituye; nombrar, asignar una valor, una referencia, constituye, entre otras cosas la subjetividad, en este caso la subjetividad política. ¿Cómo permitirnos el atrevimiento de re pensar nuestro movimiento político, si al referirnos a él ratificamos una subjetividad que en ocasiones nos impide la acción de reprensarlo? Por qué no percibir nuestra identidad política como una construcción en permanente movimiento, donde no existe tal cosa como una totalidad cerrada, sino un basto entramado que siempre se permite una fracción inacabada donde la pregunta encuentra lugar. Desde esa óptica la política se transforma en una dinámica viva, con capacidad de re inventarse, de aggionarse, de transformar.

Pero, ¿Qué implica repensar al kirchnerismo? Ante todo constituye la antesala para su re lanzamiento con vocación de poder. Indudablemente un movimiento popular que ha contado con tres presidentes no puede solo dar testimonio de una visión de país, sino que nació para intentar conducirlo. Pensar, o problematizar al kirchnerismo con vistas a su fortalecimiento como fuerza política excede la mera autocrítica, y se inscribe en la necesidad de reelaborar los puntos estratégicos por los cuales dar batalla, pero también re diseñar la táctica con ánimo de construir una nueva mayoría popular. No obstante lo cual, es pertinente discutir la densidad ideológica del re lanzamiento. No todo da lo mismo, no todo es igual. No puede desatenderse la madre de todas la batallas, la batalla cultural, la cual consigna algunos capítulos al interior de nuestra fuerza, de nuestra propia subjetividad política.

Podría sostenerse que parte importante de la tarea propuesta se vincula con la necesidad de rediseñar la racionalidad política que conduce nuestras acciones. ¿El fin justifica los medios; en todos los casos? ¿Qué elemento teórico para relacionarnos con la realidad debemos repensar para no volver a golpear contra nuestro propio techo en el desarrollo del proyecto nacional y popular? ¿Es con todos? ¿A qué costo?

Existe necesidad de producir modificaciones en la dinámica de nuestra propia organización que favorezca una apertura militante? Que estándar ético estamos dispuesto a exigir y exigirnos? Por qué nos pasó Pichetto, Bossio, Urtubey, Massa? Que grado de intensificación de la puja distributiva tenemos en agenda? Cuál incorporar para el rediseño de nuestro discurso?

En las actuales condiciones política uno podría elegir refugiarse del debate, tratar de acumular evitando los temas troncales, en otras palabras especular. Frente a todo ese entramado creo que nos asiste una responsabilidad histórica de hacernos cargos de los debates que se inscriben como pertinente, y así lo intentaré.

Para lanzarnos a una empresa de tal magnitud necesitamos elaborar un diagnóstico preciso del estado de situación. Un diagnóstico meticuloso que puede poner en tensión algún paradigma que venimos sosteniendo. La irrupción de la restauración neoliberal entre los pliegues del juego democrático, no es mero hecho repudiable, sino una fuente potente de preguntas. Y cierra un proceso popular que consigna muchos éxito, así como muestra su incapacidad de continuidad en esos términos.

Con el correr de los meses el ojo agudo de quien se permite observar el acontecer político por fuera del voluntarismo, termina decantando una idea: nos encontramos en una instancia «re-fundacional»; no es una mera continuidad de los doce años del proyecto kichnerista, sino una fase diferente del desarrollo de lo que implica un proyecto político popular, nacional y democrático en Argentina y en el actual contexto global.

Explicitando de ante mano que no es punto nodal de esta nota el análisis pormenorizado respecto de los objetivos estratégicos y los debates asociados, así como tampoco un balance profundo sobre el contexto internacional donde debemos actual, voy a focalizar en los lineamientos internos, endógenos y la fisonomía de la interpretación política del kirchnerismo. Al respecto encuentro de extrema importancia abordar temas como la racionalidad política, la tensión entre lo social y lo político, la democratización interna y la construcción del «Frente».

La racionalidad política:

entendida ésta como la lógica, la sensibilidad y la estructura de pensamiento con la cual interactuamos con la política. Esta instancia re fundacional exige la re interpretación de nuestra propia racionalidad política, para lograr despegar de cierto sentido común inoculado por el poder real y que se nos filtra, al tiempo que nos permite volver a interpretar algunas premisas que nos permitieron llegar hasta aquí, pero insuficientes para continuar, máxime pensando en el retorno. Desde este enfoque, parecería anacrónico sostener que la rosca superestructural esta vigente. El kirchnerismo ha sido un hecho cultural inédito; ha forjado subjetividades políticas que no son mansas, sino por el contrario, ha empoderado a miles y miles de personas, y hay que decirlo, profundizando la crisis de los partidos políticos, pero también de las organizaciones políticas, porque ha impulsado una masa crítica militante que tiene una dinámica y una agenda superior, de la cual, en muy pocas ocasiones las organizaciones han podido dar cuenta. Este hecho maldito, es el que desautoriza una lógica de construcción vigente al interior del peronismo, pero también del FpV. Son estos hechos los que marcan como una «distorsión» una agenda donde el debate se presenta como superestructural entre organizaciones. Resuelta inadecuado otorgar centralidad a tironeos entre organizaciones. La clave esta en visibilizar un debate que le es previo, y es ideológico, es teórico y se expresa en términos políticos. Pero hay que prestar atención a dispositivos inoculados a lo largo de todo el campo popular que intentan desactivar estos debates, debajo de frases grandilocuentes como «unidad» en abstracto por cierto. Son todas máximas donde no abundan ideas políticas, sino frases de ocasión.

Lo social y lo político:

Algunos debates que observamos por estos días en relación a lo que fue la paritaria social deberían decodificarse en torno a la primacía o no de criterios economicistas por sobre argumentos políticos o de orden simbólicos como tributarios de una batalla superior, la batalla por el sentido común. Otra de las escaramuzas de proporciones que tiene como caja de repercusión el Senado de la Nación podrían leerse en relación a criterios conservadores o a la ruptura con ese estado de cosas, dicho de otra forma: el rechazo por parte de los gobernadores a batallas de fondo que pongan en tensión su feudo o la aceptación de peleas políticas estructurales que el país necesita pero conllevan un riesgo para su poder en el pago chico. Una frase que rebota por doquier reza que: «es con todos», aunque debiera aclararse a renglón seguido, con todos los que enfrenten al neoliberalismo. Esta separación debe estar establecida a partir de las acciones políticas asumidas por cada actor. La crisis empieza cuando en pos de la «victoria» se esta con disposición de articular, aún, con quienes no están dispuesto a combatir al neoliberalismo. Sería como un cónclave conciliatorio donde sujetos con diferentes objetivos estratégicos se unen para acceder a un nuevo estado de cosas donde cada una de las partes pueda concretar su propio objetivo. Unos cambiar la realidad, otros acceder a poder, cargos, etc. Pero no se percibe que son «excluyentes», es el efecto Cobos, es el efecto Pichetto respecto del endeudamiento. Un objetivo inhibe, niega al otro. Pero donde podemos observar cuales son los objetivos de cada quien? Ese lugar no existe, al menos a nuestros ojos. Pareciera que la política de fondo nos es ajena. Ocurre en otra esfera inalcanzable donde se produce una entelequia que define la compatibilidad o no de una alianza táctica.

Bueno, aquí hace su aparición otra de las ideas fuerza: el rol de la militancia cambio; ahora tienen la responsabilidad de pensar la política, CFK no puede hacer todo sola. La revolución de las ideas debe ponerse en marcha. El mejor militante no es aquel con asistencia perfecta a todos los actos, sino aquel a aporte al colectivo la mayor cantidad y calidad de argumentos, de preguntas, de ideas para re lanzar al movimiento. Es una etapa de decena de miles de dirigentes.

No se trata de un estado asambleario permanente, hemos experimentado sus limitaciones en tiempos recientes, pero si de insuflar argumentos y análisis desde abajo hacia arriba.

El Frente:

El kirchnerismo ha nacido con criterio frentista, en la misma proporción que las raíces políticas del cual desciende. La puesta en marcha de un nuevo frente, no es la respuesta política suficiente para las exigencias de la actual coyuntura; es condición necesaria pero no suficiente. La potencia, agenda y dinámica que contengan son el complemento. En ese orden de cosas, a nadie escapa que estamos en la antesala de un lanzamiento de un frente que buscará comulgar con otro frente más amplio en el mediano plazo.

Ahora bien, al decir de Horacio González, «la unidad multiperonista» no puede aceptarse como una «identidad metafísica», es decir como un ideal del cual nacerá la panacea redentora del pueblo.

El nivel de problematización de la política es mucho más elevado que eso. Un frente que homologue la conducción de CFK, cuestión ya existente en la realidad con base en la relación de legitimación entre su liderazgo y el pueblo. Pero también un frente que construya una respuesta a la flaqueza de cuadros intermedios de nuestro movimiento, operación realizada con una dinámica democrática; la misma que debería poner una nueva silla en la mesa de discusión para los empoderados, premiando así su diligencia militante. Por último, la tarea de creación de un Frente no puede quitar la vista de una empresa insustituible en el mediano plazo: la conformación de un «nuevo bloque histórico», ladrillo clave para pensar un país; tarea que supo encarnar muy bien Néstor Kirchner y continua CFK.

Mariano Massaro. Abogado. Miembro fundador Grupo Walsh FpV; Referente Judiciales, integrante Mesa Ejecutiva CTA Bs As.

Nota publicada en Contexto XXI
Www.contextoxxi.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.