Según las estadísticas que elaboran los principales centros económicos del imperialismo mundial, es decir, quienes elaboran la política económica vigente, los signos más agudos de la crisis económica producida por la pandemia del covid-19 y que afecta gravemente el nivel de vida de los asalariados de los países del centro de Europa, parecen apaciguarse.
Según ellos, las variables macroeconómicas, referidas a las cuentas nacionales, el PIB, los presupuestos nacionales y otros grandes agregados económicos ya comienzan a presentar cifras positivas en Alemania, España, Portugal, Italia, Francia, incluso se atreven a decir que en los propios Estados Unidos.
Estos economistas, como señalaba Marx, en un texto básico, pero olvidado “Miseria de la Filosofía”: “sólo expresan las relaciones de la producción burguesa, la división del trabajo, el crédito, la moneda, etc., sólo como categorías fijas, inmutables, eternas. Es decir, explican cómo se producen estas relaciones, pero son incapaces de explicar el movimiento histórico que las engendra”.
Porque, sin embargo, los efectos más nocivos de la crisis económica apenas comienzan a resentirse. La productividad del trabajo se mantiene baja, lo que impide la producción de plusvalía relativa, por lo que la nueva fase de acumulación de capital parece gravitar sobre la base de la plusvalía absoluta. Lo anterior mantendrá el estancamiento, incluso la disminución de los niveles de empleo y su constante precarización, mientras que los niveles de producción se mantienen sin crecimiento real.
Aun así, la burguesía monopólica imperialista y los gobiernos de las “transformaciones” lanzan consignas de triunfo, peroran acerca del “crecimiento”, “expansión”, “desarrollo”, “progreso económico”, “combate a la pobreza”, “consolidación de la democracia”, “cambios estructurales”, “modernidad”, “transformación democrática”, etc.
El escenario es la jauja sólo de unos cuántos, de un puñado de oligarcas, de un número insignificante de familias, es decir, los mismos de siempre, a los que ni la pandemia, ni la crisis económica hace mella, porque las principales víctimas de ellas son, también los de siempre, los que enfrentan la situación de penuria, el desempleo, la carestía, la pobreza, es decir, los millones de asalariados y trabajadores del mundo.
Para ellos la situación tiende a empeorar, a pesar del avance de la “modernidad”, de la “democracia”, de la “cuarta transformación” y todas las grandilocuencias que cantan los intelectuales orgánicos del poder.
La ideológica dominante refuerza sus controles, expande su poder y lo profundiza. La enajenación es un hecho fundamental que corroe las entrañas de las sociedades. La deshumanización, faceta terrible de la “democracia” y la “modernidad” se expresa en el desempleo, la pobreza, la miseria.
En la esfera real, ninguna fuerza, grupo u organización lucha o se opone a la expansión y profundización de esta dominación ideológica. Sin embargo, hay quienes dicen hacerlo. Hay quienes dicen combatirla, pero ayudan a su reproducción, reforzando las estrategias de la deshumanización, del individualismo, destruyendo los lazos comunitarios, aunque digan lo contrario, colaborando así a mantener la dominación ideológica de la burguesía.
Ahora, con el disfraz de una “izquierda” dizque “radical” desde el poder político, aseguran combatirla, pero se niegan a debatir y sólo aportan vituperios, diatribas y dogmas, con lo que objetivamente también contribuyen de manera decisiva a la reproducción del sistema capitalista a través de sus instrumentos de dominación ideológica.
En México estos grupos están perfectamente perfilados. Muchos de ellos, si no es que la mayoría, se han subido al carro del poder del supuesto “triunfo democrático”, aunque claro sólo como cola de furgón.
Decirse de izquierda se ha convertido en una moda política para muchos, desde muchos ex panistas hasta los conservadores y anticomunistas del llamado Partido Encuentro Social. Políticos francamente conservadores, de derecha e incluso represores cuando gobernaron, se “pasaron” a la izquierda morenista, bueno, la institucional, la bien portada, la moderna pues, para “lavar” su imagen y reciclarse en la política y seguir detentando el poder político, social y económico que siempre han ostentado.
Hoy, esta “reconversión” política ha construido un nuevo partido, supuestamente de izquierda, esta vez en el poder. El ya viejo y obsoleto PRD se ha reconvertido en el nuevo y poderoso Morena, este ha sustituido a aquél como la verdadera y auténtica “izquierda institucional”.
Esta “nueva” izquierda institucional camina hacia la convergencia de las viejas posiciones, abandonadas por los propios priistas, del nacionalismo revolucionario, pero esta vez con más agravantes, ya que navega con un atraso político profundo, sin ideología, sin compromisos de clase, a la cola del furgón de la burguesía monopólica, ayudando a reproducir el sistema capitalista.
Es evidente que a esta “izquierda” no le interesa debatir, ni desarrollar ideas, ni mucho menos luchar en contra de la dominación ideológica imperante. Por el contrario, en su interior la mayoría de sus miembros reproducen al infinito, las formas y los métodos más retrógradas de la cultura priista, es decir de la cultura política de la burguesía.
Ahí, no hay nada que hacer, como opción revolucionaria, de organización de clase y de lucha por el socialismo. Es decir, como agrupación de izquierda no existe, podrá converger con el movimiento popular, si su mesías así lo requiere o decide, pero sólo lo hará en momentos en que esté en peligro el sistema capitalista y lo hará para sólo para “mejorarlo”, es decir, salvarlo.
¿Cuál es entonces el escenario para luchar por el socialismo si la izquierda ya tomó el poder? ¿Existen condiciones para desarrollar hoy esta lucha? Por fortuna aún existe un gran número de mexicanos, mujeres y hombres, dispuestos a luchar para crear una organización revolucionaria. En redes sociales, en chats, en internet surgen decenas de grupos y organizaciones que dicen luchar por el socialismo.
Entonces no estamos ante un reflujo, por el contrario, parece un ascenso de las organizaciones revolucionarias. Sin embargo, al conocer con más detalle se observa que el crecimiento sólo es aparente.
La proliferación es ficticia. La división de un grupo da, casi por generación espontánea, el surgimiento de varios. En su mayoría sólo representan a quien firma o a lo sumo a los dos o tres que se dividieron, salieron o fueron expulsados (¿?¡!) del grupo original, cuya originalidad consistía en que venía a su vez, de la división, separación o expulsión de otro grupo, que venía a su vez… y así hasta el infinito.
La división, separación o en su caso más extremo, expulsión, en los grupos, organizaciones e incluso partidos de la izquierda militante socialista y comunista, se da por supuestas razones de tipo ideológico, que devienen, casi siempre, sólo en privilegiar la pureza de los dogmas, la pureza de la lectura, de la palabra, de ser más o menos marxista, leninista, o incluso estalinista, y que convergen, también casi siempre, en desencuentros personales, sólo individuales que no colectivos.
Y es esta individualización, la personalización de las diferencias lo que contribuye a reproducir la ideología dominante. Permea la cerrazón disfrazada de debate ideológico. La mayoría de las veces “se discute” el marxismo sin que siquiera se hayan leído los textos esenciales de Marx y Engels.
En realidad, pocos aportan elementos, ideas, propuestas que permitan encontrar los caminos de un debate profundo, serio, de los referentes, de los métodos, en fin, de las tesis fundamentales de los pensadores que permiten entender con claridad las bases de dominación ideológica vigente, para enfrentarla y derrotarla, no como una aspiración personal, individual, sino mediante la construcción de direcciones colectivas de una organización clasista y revolucionaria.
En el campo de la izquierda revolucionaria, pequeña y fragmentada permea, por encima del debate ideológico, el vituperio, la acusación, la calumnia, la descalificación, el epíteto. La cultura del individualismo, fomentada por la ideología dominante, permea en este campo. Las concesiones a las prácticas pequeñoburguesas son la realidad en ellas.
No se construyen direcciones colectivas, sino grupitos de “poder” (poder pírrico) en torno a una personalidad. Y la “izquierda institucional” en el poder junto con la oligarquía y la burguesía felices, fomentando a través de sus aparatos de dominación ideológica, la reproducción de las prácticas individualistas, prácticas que reproduce la izquierda.
Mientras esta izquierda se regodea en la simulación de la miseria del debate ideológico, la oligarquía monopólica impone sus ritmos, sus reglas, afianza su dominación. Ahora la hace con nuevas herramientas, con mayor simulación y cinismo.
Lo hace apoyada en una ficción llamada “cuarta transformación”, que profundiza la reducción del Estado, ya impuesta por el neoliberalismo y con él, la práctica desaparición de los sistemas de seguridad social, educación, seguridad laboral, cultura y toda la red social que el Estado benefactor construyó como una necesidad del desarrollo y la expansión del capitalismo mexicano.
La miseria, la pobreza, el hambre sigue siendo la constante para millones de mexicanos. Los golpes a la clase trabajadora siguen mermando sus condiciones de vida. La pandemia afecta la salud y la vida de cientos de miles de trabajadores, de acuerdo con estudios de la UNAM, más del 70 por ciento de los contagiados y muertos son trabajadoras y trabajadores, y la crisis económica afectará severamente los niveles de vida de millones de trabajadores mexicanos.
Mientras el presidente de la “cuarta transformación” acude a la sede del imperio a realizar genuflexiones, a postrarse a los pies del amo imperialista, a realizar la campaña electoral para que se mantenga en el poder un presidente que ha sido el más antiinmigrante y antimexicano de todos los tiempos.
AMLO visitó a Trump en el momento político adecuado para que éste relanzara su candidatura buscando el necesario e importante voto latino, sobre todo el mexicano, y sobre la base de un tratado comercial que sólo favorecerá a la economía imperial, una visita que hace añicos toda una historia de lucha inti imperialista de la izquierda revolucionaria socialista y comunista mexicana e. incluso latinoamericana.
Porque AMLO se ha negado a asistir a las reuniones convocadas en el sur del continente, ahí dónde se construyen las alianzas para enfrentar al imperio, claro, con una visión socialdemócrata, pero una oposición antiimperialista al fin. AMLO se ha negado a asistir para no ofender a “su amigo” Trump.
¿Y la “izquierda” que hace o dice? nada. Por el contrario, parece saludar este desplante conservador, criticado sí, pero por los intelectuales orgánicos de la burguesía. Lo que parece increíble es que, ante la ausencia de la izquierda en el debate político, estos intelectuales hayan asumido el “discurso crítico” contra AMLO. Eso sí, esta crítica perfilada sólo contra las posturas, los dichos, las ocurrencias del presidente que puedan parecer cercanas a posiciones de una supuesta izquierda radical.
Estamos ante una miseria ideológica profunda. La simulación, la miseria del debate, la ausencia de crítica revolucionaria, la negación a buscar los referentes para avanzar en temas, en caminos que nos permitan la unidad de acción, para luchar por la verdadera transformación del país, sólo ayuda a la reproducción del sistema de dominación vigente, no a su extinción.