El 1 de junio la oposición de derecha a la 4T sufrió una derrota electoral monumental. El pueblo se expresó mayoritariamente por Claudia Sheinbaum y a favor de darle continuidad al proyecto iniciado por Andrés Manuel López Obrador en 2018.
Constructores y habitantes al mismo tiempo de un relato fantasioso, la intelectualidad neoliberal incomprendida busca respuestas. La sorpresa, la frustración y el enojo guían su reflexión. Ante su fracaso, siguiendo sus dogmas y fobias, encuentran un culpable, el pueblo.
El neoliberalismo se presentó a inicios de los ochentas como una propuesta moderna y vencedora frente a otras alternativas. Sus ejecutantes los tecnócratas educados en EUA y los intelectuales neoliberales, se presentaron así mismo como valientes y elitistas reformadores. El neoliberalismo significó una contrarrevolución que arrasó pactos sociales anteriores, creó una nueva clase dirigente y dio inició a un periodo de acumulación y concentración de riqueza no visto anteriormente. Las promesas neoliberales de riqueza, bienestar y desarrollo nunca se cumplieron.
Ante los fracasos sociales del neoliberalismo y la empecinada resistencia a sus políticas por parte de diversos movimientos sociales populares, se perfiló un discurso en que el pueblo era el principal problema para el éxito del neoliberalismo. Unas masas pre-modernas y ligadas al nacionalismo revolucionario (o a las culturas indígenas) obstaculizaban el éxito de las nuevas políticas. Los pobres y rebeldes dentro de este pensamiento eran necios, extraviados y resentidos, aferrados a un pasado pulverizado.
Ellos, los pobres o las masas, hacían que la productividad y la competitividad fueran mediocres, que no se instalara una cultura política liberal y que la democracia no se consolidara. De ahí que se buscara transformar al pueblo, “modernizarlo”, enseñarle nuevas competencias, alejarlo de sus mitos y transformarlo en algo acorde con los nuevos tiempos. Esta visión reforzaba los rasgos clasistas y racistas, de un modelo que acrecentaba la desigualdad.
Ante la derrota del 1 de junio los neoliberales y sus intelectuales, se muestran incrédulos y frustrados. Desde una posición elitista e incapaces de mirarse al espejo señalan prepotentemente, otra vez, al pueblo. Lo culpan de no elegir su proyecto, de no atender sus llamados y de no hacerle caso a sus “profundas” reflexiones. Se sienten superiores y con derecho a mandar. Se olvidan que el pueblo tiene su propia historia, su experiencia histórica en la que forja su conciencia.
Frente a su contundente derrota reafirman su ideario y su proyecto antipopular, la causa misma de su fracaso. Olvidan una lógica básica, si desprecias al pueblo, el pueblo te desprecia.
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