Los saberes ancestrales para cuidar la salud y el espíritu están en extinción en Bolivia, relata un «yatiri» (guía espiritual) aymara, mientras el gobierno toma medidas para defender y proteger la sabiduría y conocimientos acumulados durante siglos por los 36 pueblos indígenas del país. Como hicieron sus antepasados, Juan Ángel Yujra abandona periódicamente los dominios […]
Los saberes ancestrales para cuidar la salud y el espíritu están en extinción en Bolivia, relata un «yatiri» (guía espiritual) aymara, mientras el gobierno toma medidas para defender y proteger la sabiduría y conocimientos acumulados durante siglos por los 36 pueblos indígenas del país.
Como hicieron sus antepasados, Juan Ángel Yujra abandona periódicamente los dominios occidentales del altiplano y la montaña y realiza largos viajes hasta alejados pueblos de las cálidas llanuras de la Amazonia oriental y la serranía sureña del Chaco, en busca de otros saberes, tradiciones y rituales dirigidos a sanar a las personas.
Pero en esos recorridos observa una lenta desaparición de los ancianos curanderos.
En una gélida noche altiplánica, Yujra abrió a IPS las puertas de su rústica vivienda, hecha de adobe, en la cima de una montaña de La Paz, desde donde se domina el gran cañadón que abriga una caprichosa arquitectura en peligrosas pendientes y quebradas.
Con un poncho ceremonial heredado de su abuelo, y un gorro multicolor, echó las hojas de coca sobre un fino telar de lana de alpaca para leer el pasado y el futuro de las tradiciones, mientras relataba apesadumbrado la desaparición de antiguas costumbres en culturas de la Amazonia, el Chaco y otras regiones del país.
Yujra, además de ser un yatiri, como se llama en aymara al poseedor de sabiduría o guía espiritual, es comunicador y antropólogo. Entre sus múltiples actividades, investiga sobre los conocimientos, ritos y tradiciones precoloniales para sanar a personas y ayudar a comunidades indígenas a sortear dificultades generadas por los humanos o la naturaleza. «La división entre la parte espiritual y la física está bien marcada en las culturas andinas» bolivianas, explicó, antes de citar las facultades adquiridas tras años de práctica y por la transmisión de conocimientos de las comunidades aymaras.
Cuando un médico científico (convencional) agota sus posibilidades y no obtiene una mejora del paciente, es probable que el mal tenga relación con una debilidad del espíritu de una persona, y en ese caso el yatiri realiza una lectura en las hojas de coca, en busca de respuesta a las causas del problema de salud.
Es frecuente, relató, la complicación de lesiones provocadas por caídas que, tras un tratamiento con fármacos, termina agravándose. En ese caso, la dolencia puede ser atribuida a un susto, a la pérdida del «ajayu» (alma) por acción de la tierra que la atrapa o por una maldición.
Un 10 por ciento de médicos de ciencia bolivianos recomiendan a sus pacientes acudir a un yatiri, y ello representa una valoración a la medicina intercultural, explicó Yujra.
En este terreno, el Ministerio de Salud impulsa el reconocimiento, la defensa y protección de los saberes tradicionales.
Se trata de un rescate de los conocimientos colectivos e individuales de las sabidurías y tradiciones de los pueblos indígenas, campesinos originarios y comunidades afrobolivianas, detalló a IPS el técnico del Viceministerio de Medicina Tradicional e Interculturalidad de ese despacho, Willy Alanoca.
Esa dependencia acaba de terminar la redacción de un proyecto de Ley de Sabidurías y Conocimientos Ancestrales, que comenzó al finalizar julio una fase de consultas con los pueblos donde aún sobreviven costumbres y tradiciones. La iniciativa quiere responder a inquietudes como la de Yujra.
«Un extranjero vino a Bolivia, tomó la muestra de una pomada fabricada por un médico naturista y patentó la fórmula en su país. Eso no debe continuar», expresó Alanoca al comentar el expolio de la sabiduría colectiva, incluidas las plantas medicinales autóctonas.
La Constitución de 2009, que declaró a Bolivia como un Estado plurinacional, reconoce los saberes, tradiciones y costumbres y establece la necesidad de defender esos conocimientos ancestrales colectivos.
En Bolivia, con 10,5 millones de personas, 62 por ciento de la población se reconoce como indígena, según el último censo, la mayoría quechuas, seguidos por los aymaras.
El proyecto intenta legalizar el trabajo de guías espirituales, médicos especializados en medicina natural (naturistas) y parteras tradicionales, para su ejercicio en las comunidades donde los servicios de salud son escasos, señaló el técnico.
El viceministro de Medicina Tradicional e Interculturalidad, Alberto Camaqui, informó que 1.220 médicos tradicionales, parteras y naturistas fueron registrados en su despacho, y anunció la creación de un registro oficial y la clasificación de unas 60 plantas medicinales. Los médicos tradicionales están presentes y «todos hemos recibido de alguna manera» un tratamiento para curar fracturas y luxaciones a través de «emplastos de barro, de diferentes plantas» y bebimos infusiones de diversos vegetales, incluyendo de hojas de coca, comentó a IPS el médico e investigador científico Franklin Alcaraz.
Con la experiencia de trabajo en poblaciones rurales cercanas a La Paz, y con una especialización en el austriaco Hospital General de la Universidad de Viena, Alcaraz enseña la otra cara de la realidad.
Habituados a la medicina tradicional, los pacientes de comunidades indígenas acuden a la medicina científica o convencional cuando todos los recursos se agotaron. Por eso, muchas veces llegan cuando el estado de la enfermedad está avanzado y no hay soluciones.
«Entonces, si el paciente muere, echan la culpa a la medicina científica», afirmó.
La dificultad observada por Alcaraz es el ámbito en que pueden desempeñar sus actividades los médicos tradicionales. «Y si desaciertan en sus curaciones, ¿estarán expuestos a juicios por mala práctica? No hay tratados ni pautas escritas sobre cómo deben comportarse frente a un problema de salud», opinó.
Por el contrario, Yujra abogó por evitar un encasillamiento de las prácticas medicinales originarias en normas científicas, que no interpretan el pensamiento de los pueblos.
Desplazados por las religiones católica, evangélicas y otras, los guías espirituales desaparecen en las llanuras de la Chiquitanía, una zona del oriente boliviano, y sus conocimientos herbolarios están desapareciendo, citó con pesar a título de ejemplo de una situación que se extiende por otras regiones del país.
La recuperación de valores ancestrales, planteó Yujra, debe quebrar toda discriminación, incluir a organizaciones sociales en una legislación abierta y ayudar a enfrentar nuevos desafíos como el tratamiento de personas adictas a drogas, en una combinación de conocimientos que constituirán la medicina intercultural.