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La derecha acecha

Fuentes: Rebelión

Mucho se ha hablado de la reacción de grupos conservadores ante la llegada de AMLO a la silla presidencial, situación que no debemos de pasar por alto.

El gobierno de López Obrador no tiene un programa para realizar cambios profundos en el aparato económico y político, pero aún así ha puesto algunos elementos en la discusión nacional que incomodan a la derecha empresarial y conservadora enquistada en el poder: la cancelación del Nuevo Aeropuerto, la cancelación de la Reforma Educativa, el cobro de impuestos a los grandes morosos, así como la consulta para el enjuiciamiento a los expresidentes. 

A pesar de esto, el gobierno tiene contradicciones insuperables, pues ha llegado a la presidencia con un gran apoyo popular, pero lo ha hecho a través del aparato institucional y conservador que sigue sirviendo a los intereses de la derecha. Y no sólo eso, sino que pudo acceder a ello gracias a los pactos que ha establecido con ciertos grupos empresariales, políticos y financieros en el país. Hay un sector de la derecha que ha quedado fuera y relegado con este gobierno, hay otro que empuja por mantenerse o integrarse, y hay otro que, a pesar de tener algunos pactos con el gobierno, le pega cada vez que puede a López Obrador.  

La fuerza que tuvo el movimiento alcanzó para que el ala reformista tomara la presidencia bajo la figura de AMLO; y esto, a su vez, ha sido la máxima fuerza que ha alcanzado el reformismo en negociación con una parte de la burguesía y con ciertos poderes fácticos que lo dejaron entrar. El pacto es de ambos lados, no hubo fuerza suficiente desde la izquierda para llegar sin ningún compromiso con la derecha, pero tampoco la hubo desde la derecha para evitar que AMLO tomara la presidencia. Hay pactos, hay acuerdos, hay negociación, pero no son garantía de una estabilidad permanente; y si bien es un error confiar en la derecha, para esto le alcanza la fuerza al gobierno de AMLO, he ahí su contradicción. 

A pesar de que la derecha empresarial y la que ocupa puestos políticos no está cómoda, siguen teniendo el poder: siguen controlando los medios masivos de comunicación, tienen en sus manos las minas, las concesiones petroleras y eléctricas, controlan el sector financiero y bancario, las Afores están en sus manos y también, entre otras cosas, siguen teniendo a sus intelectuales. Esta es la derecha, no las casas de campaña vacías en el Zócalo. 

No podemos subestimar el poder que tiene este sector, sobre todo en este país. La importancia de la carta de los 650 abajo firmantes no radica en la “defensa de la libertad de expresión” de la que tanta mención hacen, ni tampoco nos interesa profundizar en la hipocresía y cinismo de quienes firman este desplegado cuando en sexenios anteriores no levantaron la voz ante cientos de atrocidades por parte del Estado. Por el contrario, la relevancia que tiene es que muestra que estos personajes no han perdido la tribuna política para influenciar a la opinión pública. Aunque su credibilidad este mermada, siguen teniendo ese poder. 

No podemos caer en la simpleza de considerar que las movilizaciones relativamente pequeñas (pero en crecimiento) de FRENA representan al conjunto de la derecha y expresan su fuerza, pues lo que ahí vemos ni es toda la derecha ni es la más poderosa. FRENA representa al sector más retrógrada, conservador y reaccionario, es clara su postura clasista, racista, xenófoba y machista; además, no existe ningún programa político más allá de sacar a López Obrador de la presidencia.  

Ante las expresiones de risa o incluso de burla que ha generado la movilización de este sector en contra del gobierno actual NO PODEMOS SUBESTIMAR A LA DERECHA. Esto es muy peligroso, pues al subestimarla y no enfrentarla en el terreno ideológico seguirá creciendo y ganando más espacios en todos los frentes, incluso dentro del propio MORENA, como vemos con las pugnas internas. El problema de MORENA es que más que un partido de principios, es y siempre ha sido un cascarón que sólo sirvió para que llegara AMLO a la presidencia, pero no para más. Por eso bajo esa estructura la derecha se cuela para desmantelar al propio proyecto obradorista. 

La derecha sigue haciendo pactos políticos con el gobierno actual para que no avance ni un paso en algunas reivindicaciones populares como el enjuiciamiento a los expresidentes; teje alianzas con gobernadores y con los partidos tradicionales para enfrentar en la arena política a AMLO; dan financiamiento a movimientos de derecha opositores al gobierno como FRENA (no hay que olvidar que los grandes empresarios aborrecen todo anhelo de justicia social); tratan de montarse en movimientos de izquierda que tienen reivindicaciones populares como el feminismo, la lucha por el agua, por preservar los ecosistemas y demás para pegarle al gobierno actual. La derecha se mueve, se reconfigura y golpea pues si bien no han perdido el gran poder que tienen, se sienten incómodos con el gobierno actual porque no está un representante de ellos en la silla. Medidas tan elementales como el combate a la corrupción y la exigencia de que las grandes empresas paguen impuestos, les resultan agresivas a estos sectores, ni hablar de la propuesta de limitar las comisiones que cobran los banqueros sobre los fondos de pensiones. Hay un sector de la derecha que ahorita soporta a AMLO, pero en cuanto pueda le cortará la cabeza.  

Sería un error subestimarlos, hemos visto hasta donde pueden llegar en países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil en los últimos años, financiando golpes de Estado, sacando a las fuerzas armadas, enfrentando directamente al pueblo, masacrando comunidades enteras y regresando a tomar el poder político. Si continuamos pensando que la carta de unos cuantos, o la movilización casi desierta de otros, o la credibilidad perdida de varios periodistas e intelectuales de la derecha, no representan una amenaza, el peligro es cada vez mayor. 

Es ahora cuando desde abajo se tiene que redoblar la movilización, la discusión, el debate y, sobre todo, la presión a este gobierno para que realice al menos lo más progresista de sus planteamientos y también combatir lo más conservador y reaccionario que contenga. Será el actor popular el que podrá frenar a la derecha, hay una coyuntura actual que debemos saber aprovechar; pues AMLO, así como está siendo presionado por la derecha, también tiene que ser presionado por la izquierda, no ser apapachado. Esto significa, salir a dar la lucha ideológica SIN que el movimiento se someta al gobierno, tiene que avanzar aparte y, donde podamos avanzar más, no dudar en rebasarlo. Está será la única forma de vencer y debilitar a la derecha en este momento. El movimiento social tiene que impedir el avance del discurso impulsado por FRENA, pero al mismo tiempo, debe consolidar su propio discurso y ganar la tribuna en la lucha de ideas.

La derecha no son las casas de campaña vacías y voladoras del Zócalo, no la subestimemos. La derecha se sigue moviendo, y es tiempo que desde la izquierda hagamos lo propio o caminaremos por senderos peligrosos.