Las instituciones de educación superior como parte de la estructura del Estado burgués, no goza de buena salud en México. En medio de la ofensiva neoliberal la clase dominante muestra cómo es que ni siquiera su propia legalidad tolera, la cual se había mantenido por años, pues asoma la descomposición social en las universidades. Aquí […]
Las instituciones de educación superior como parte de la estructura del Estado burgués, no goza de buena salud en México. En medio de la ofensiva neoliberal la clase dominante muestra cómo es que ni siquiera su propia legalidad tolera, la cual se había mantenido por años, pues asoma la descomposición social en las universidades. Aquí quiero destacar el círculo de los intelectuales orgánicos del régimen mexicano.
Desde el año 2003 en que llegué a la Escuela Nacional de Antropología e Historia como estudiante de nuevo ingreso, observé una serie de relaciones no muy sanas para toda persona crítica y revolucionaria, sino relaciones de por sí propias de la legalidad burguesa y por lo tanto llenas de contradicciones. Si bien no era nuevo para el momento en que llegué a la institución.
Desde los años setenta y ochenta el Estado mexicano y toda su estructura que la compone, entró en un periodo de crisis de legitimidad. Las instituciones educativas universitarias, como la ENAH empezaba a manifestarse una descomposición interna que es muy claro en el año en que ingreso a dicha institución. Claro que hay que tener en cuenta el contexto de la ofensiva capitalista, en donde los trabajadores, tanto del sector administrativo como los docentes-investigadores, peligraba su statu quo. Algo que no han gozado por la poca y/o nula oportunidad de la de los profesores bajo la denominación hora-semana-mes (llamado así el tipo de contrato bajo el cual están obligados los profesores que imparten materias por semestre, que provoca una inestabilidad laboral y quienes tienen la mayor carga y responsabilidad en la formación de nuevos investigadores-docentes, que precisamente no hacen los propios investigadores).
Dicha descomposición se manifiesta en la lucha interna por colocarse en los puntos claves de la dirección de la escuela, o de mantener su status quo como investigadores, e inclusive profesores bajo la denominación hora-semana-mes entran en este círculo que favorecen a un sector y excluyen a otros. En este sentido quisiera enumerar algunos aspectos de esta descomposición social burgués universitaria en el presente escrito.
Estudié en ésta escuela la licenciatura en historia, por eso voy a destacar solamente lo que pasa en el círculo de la licenciatura en historia, sin embargo mencionaré algunas palabras en relación al posgrado en el que también tuve algunas experiencias, pues a lo largo de casi diez años de deambular en dicha escuela, conozco más, aunque he tenido algunas experiencias en Antropología Social en donde también estudio. Si bien no considero que sea ajeno al resto de las carreras que existen, pues la descomposición social es generalizada dentro y fuera de la escuela.
En primer lugar quisiera destacar las relaciones que se presentan y/o se presentaban en la coordinación de la licenciatura, porque está en proceso de cambio de coordinador. En la escuela existen siete licenciaturas de las cuales hay un coordinador en cada una, que se encarga la dirección. Cada dos años o cuatro, depende si el coordinador se reelija y gané la dirección de la coordinación, pues el reglamento de la escuela permite reelegirse otros dos años, el encargado debe mantener la coordinación en las funciones que le competen con la academia y los estudiantes. Es decir, las funciones que demandan la licenciatura a lo largo del tiempo en que está encargado de la dirección. Mantiene una postura supuestamente neutral con todos los investigadores y docentes de la carrera. Sin embargo, y debido a que la coordinación es un espacio de poder que sirve para favorecer a unos y desplazar a otros, no funciona así, esto es por un lado; por el otro, es un lugar muy disputado pues es mejor pagado en relación a la baja retribución que obtiene los profesores por dar sus clases bajo la denominación hora-semana-mes, por eso resulta un puesto muy disputado por profesores muy mal pagados por su trabajo en la ENAH. Pero como decía, es un lugar para ejercer el control de la licenciatura, por eso quien tiene el control de la coordinación decide quien trabaja y quién no. Las relaciones de poder son muy fuertes y en ocasiones tensas con estos supuestos intelectuales. Que mucho de estos mafiosos se las dan de conocedores del mundo social.
Hace casi cuatro años se postuló un personaje llamado Aarón Camacho López para la coordinación, un egresado de la UNAM de la Facultad de Derecho que llegó a la ENAH y estudió la licenciatura en historia, que sin haber todavía terminado la licenciatura empezó a dar clases y se fue a la coordinación, apoyado por un círculo mafioso dirigido por José Pantoja que supuestamente de izquierda (supuesto marxista) y empedernido seguidor de MORENA, pero también apoyado por Orlando Arreola Rosas quienes forman el equipo. En aquella ocasión en que se acercaba la fecha de inscripción para postular a la coordinación no había una terna, si bien había que construirla aunque no fuera real, y así Orlando Rosas se acercó a mí para que formara parte, pues con una serie de palabras que no eran ciertas (o mentiras en todo caso) me convenció para que me postulara a la coordinación, y así le asegurara el triunfo a Aarón. Accedí sin condiciones, pues mi propósito no era buscar el «hueso» como decimos aquí, además de que no conocía bien a éste grupo, sin darme cuenta me involucré en relaciones contradictorias y poco legítimas de una sociedad mediocre como la que vivimos. Me involucré por ignorancia y mediocridad, también hay que ser justos, pero tampoco me interesaba ocupar un espacio burocrático y parasitario como la coordinación.
Cuando Aarón fue electo yo me encontraba con muchos problemas económicos y laborales, y le pedí un espacio para trabajar pero con el tiempo fui echado porque, por un lado, no correspondía al grupo, por el otro, las mismas relaciones me fueron llevando fuera de ahí. En toda la gestión (y las que ha habido) la coordinación se manejó en ese sentido, favoreciendo a unos y excluyendo a otros, imponiéndose en ciertas actividades e inclusive exaltando su ego de que son los mejores historiadores de la ENAH. La burocratización de los que ocupan dicho espacio los vuelca a la prepotencia y la mediocridad, algo que los propios alumnos, egresados, e inclusive profesores se quejan de la gestión del coordinador por la posición que tomó, es decir, una posición sectaria y prepotente. En estos últimos días del año, se va este señor de la coordinación, y yo no le vi realmente que haya dejado en mejores condiciones la coordinación como lo había prometido, pero considero que no es más que un espacio para los oportunistas. Claro que, como decía al principio, las instituciones del estado en un momento de descomposición (y aunque éstas no estén) limita hacer muchas cosas, y que sirve en el fondo también para entregarle cuentas precisamente al propio estado. Esto es sólo una pequeña parte de lo que sucede en la licenciatura en historia y en la escuela en general.
En segundo lugar, en el posgrado llamado Historia y Etnohistoria de la ENAH la situación no difiere, pues encontramos más de lo mismo. Por ejemplo, solo voy a destacar un aspecto del cual tengo algunos pocos conocimientos. Aquí encontramos una señora que por un largo tiempo dominó la coordinación, o si es que todavía la sigue dominando, se llama Hilda Iparraguirre, exiliada argentina que huyó de la última dictadura de su país hace de las suyas en la ENAH. Por mi propia experiencia, que por cuatro ocasiones he intentado postularme para ingresar al posgrado, adquirí cierta información. De esta mujer encontré que es la que decide quién se queda en el posgrado y quien no, además de que impone las decisiones sobre los alumnos que deberán tener beca y los que no. El sistema de exclusión no me sorprende en estas instituciones burguesas, pero eso impide nuestro derecho de estudiar aunque sea de este tipo de instituciones. En las distintas ocasiones en las que le intentado, la convocatoria del 2010 me pareció la más injusta y mediocre porque ahí se manejó eso que llaman el tráfico de influencias. Pues una tal mujer llamada Isabel Goenaga, española radicada en México, dedicada también a la actividad empresarial, abrió una de sus líneas de investigación ayudada por Hilda. Cuando se presentó dicha convocatoria colocó a sus alumnos de licenciatura en el posgrado, sin que algunos de ellos no cumplieran con el trámite burocrático de la titulación. Volvemos entonces al asunto de como ni sus propias leyes respeta la burguesía. En esa ocasión había entregado mis documentos para entrar en ese supuesto proceso de selección en el que eligen a los «mejores», pero ni siquiera se tomaron la molestia de decirme que no fui aceptado, sino que tuve que ir a la coordinación por mis documentos mucho tiempo después cuando ya se tenía la lista de los aceptados. Las cosas se manejan de esta manera en el sistema burocrático-parasitario del posgrado.
La descomposición en que se vive la ENAH tiene ya mucho tiempo, y va desde los espacios menos disputados hasta el más ambicionado como es el caso de la dirección de la escuela. El antropólogo Gilberto López y Rivas denunció alguna vez en Rebelión la imposición de la dirección de la ENAH, que se dio con el arqueólogo-arquitecto Alejandro Villalobos. Personaje corrupto, que al estilo calderonista se impuso en la dirección sin respetar la decisión de la escuela que le daba el triunfo a Gumersindo Vera.
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