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La deuda argentina

Fuentes: Rebelión

En su comentario habitual sobre la realidad nacional, Néstor Sbariggi se pregunta si los eventos de ayer, esto es, el anuncio del gobierno argentino de la cancelación de la deuda con el Club de París, formará parte de una estrategia general. En concreto, señala: «este anuncio del pago de la deuda con el Club bien […]


En su comentario habitual sobre la realidad nacional, Néstor Sbariggi se pregunta si los eventos de ayer, esto es, el anuncio del gobierno argentino de la cancelación de la deuda con el Club de París, formará parte de una estrategia general. En concreto, señala: «este anuncio del pago de la deuda con el Club bien podría inscribirse en una reestructuración mayor de la deuda defaulteada pues sino el tema quedaría como rengo ante lo que los mercados fianancieros exigen para que el crédito retorne […] La pregunta es si esto está contemplado en una estrategia mayor de reestructuración del crédito internacional o si el hecho de pagar la deuda con el Club de París se considera suficiente para acceder al financiamiento externo.» [1]

Sumidos en el mundo de las impresiones de lo inmediato, diría que no. Los holdouts representan un monto de dinero muy superior, casi 21 mil millones de dólares, según cómo se haga la cuenta, y los años 2009 – 2010 vienen de por sí ajustados en materia de pagos. Mi impresión es que la estrategia reside en mostrar solvencia, pero alargar esta discusión cuatro años más, para que lo decida el gobierno emanado de las elecciones de 2011, con buena parte del peor tramo ya recorrido.

Pero esa, claro, es mi impresión. Y el Ingeniero me ha ganado unas cuantas. Lo cierto es que las cuentas públicas vienen más ajustadas de lo pensado, y no hay mucha más cintura. No obstante, también es cierto lo que plantean diversos analistas sobre el carácter incompleto de la operación, en caso de no tener en cuenta a los holdouts. Éstos, sencillamente, van a seguir pataleando, y sus pataleos tienden a ser más escuchados en la medida en que los bonistas que sí reconvirtieron sus títulos comienzan a mostrar signos de cansancio respecto de los sistemas de indexación de la deuda en pesos (léase INDEC). De modo que lo dicho por el Ingeniero cobra relevancia, por tratarse de una negociación delicada, en la que no hay lugar para la inconsistencia.

En otro orden de cosas, me sorprendió que aquellos que más se desesperaron por el pago de la deuda en años anteriores hayan rechazado los términos de la resolución de ayer. En concreto, los dirigentes radicales, autores del récord absoluto de siete ajustes en menos de dos años, incluyendo el recorte de salarios estatales y jubilaciones y el déficit cero, parecían ayer salidos de un local del Partido Obrero. Y ni hablar de la CC, el ARI, Proyecto Sur, etc.

Como primera medida, vale una reflexión simple. El Estado argentino es una continuidad histórica institucional, cercana ya a los doscientos años. Por ende, señalar la ilegitimidad de origen de la deuda, tras pagarla durante 25 años de gobiernos democráticos, parece, como mínimo, inconsistente. ¿Nos dimos cuenta ayer de que estaba mal pagar? ¿Quién nos financiaría? ¿Quién liberaría créditos? ¿A qué tasas? No hay desarrollo sin financiamiento. Y ello empeora en el caso de una economía abierta, que depende, para crecer, de sus exportaciones.

En segundo lugar, cabe realizar un mínimo relevamiento mental: ¿qué países no pagan la deuda? ¿qué países no pertenecen al FMI? Incluso China y Brasil tienen su lugar. De modo que no es «estar con la burguesía», versus «estar con el pueblo». Un gobierno democrático bajo el orden mundial imperante, que es uno y no dos, debe poder articular equilibrios entre una cosa y la otra. Caso contrario, fracasará en ambos sentidos. La disyuntiva planteada no es tal, porque su eje es falso.

Finalmente, llama la atención que muchos actores del progresismo vernáculo propongan el no pago de la deuda externa y la nacionalización del comercio exterior, pero callen todo lo referente a las relaciones sociales en el país. Siempre es más cómodo ajustar el frente externo, pero en definitiva la opción no es menos conservadora: los egresos por deuda externa reflejan relaciones de fuerza y de poder que expresan, es cierto, una soberanía incompleta. Pero dicha soberanía incompleta, a su vez, se explica por el predominio de formaciones sociales funcionales al atraso, como el latifundio y los monopolios, en el país. Hay un curioso mecanismo de disociación entre quienes creen que pueden separar una cosa de la otra. Sobre todo si, como es el caso de Lozano y Macaluse, terminan votando con la Sociedad Rural, o si, como es el caso de Buzzi, impugnan u obturan la discusión sobre la distribución del ingreso a partir de los sectores de mayor rentabilidad, para luego quejarse de que se paguen los intereses y servicios que les permiten exportar sin sufrir la amenaza de un embargo por parte de los inversores de los países que compran los bienes que producimos.

Por estas cosas, la mirada de un gobierno debe ser total.

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http://horizontelibertario.blogspot.com/

Nota:

[1] Véase http://desdegambier.blogspot.com/.