Otra vez se habla de brotes verdes. ¿Esta vez será verdad? ¿Crecimiento, o rebote?
Primero se habló de una explosión de la economía al poco tiempo de asumido Macri gracias al «shock» que producirían sus medidas de «sinceramiento» en la disposición del empresariado a hacer negocios. Frustrada esa expectativa, se pusieron las fichas desde el oficialismo en el segundo semestre, y la mayor parte del elenco estable de «expertos» económicos acompañó el pronóstico, que también resultó desmentido. Ahora, después de que la economía culminara el año de mayor deterioro económico desde 2002, las fichas están puestas en el primer semestre… de 2017.
El ejército de pronosticadores sostiene que esta vez será diferente. Se apoyan en algunos indicadores que se vienen conociendo durante las últimas semanas. Entre ellos que el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) que releva el Indec, arrojó para noviembre un crecimiento de 1,4 % respecto de octubre (y una caída igual respecto de igual mes de 2015, que es menos de lo que venía cayendo en los meses previos). En igual sentido, el Indice General de Actividad del Estudio Ferreres acumuló una suba de 2,3% entre septiembre y diciembre. También el empleo creció en noviembre un 0,3 % respecto de octubre (estando 0,6 % por debajo de noviembre de 2015), pero los datos preliminares de diciembre sugieren tomar este resultado con prudencia: en el último mes del año se registra «una variación negativa del 0,5 % con respecto al mes anterior y una baja del 0,7 % con respecto a diciembre de 2015». También apelan a los despachos de cemento, que crecieron en noviembre y diciembre (este dato se había tomado también en agosto para anunciar prematuramente la llegada de brotes verdes).
Estos datos pueden tomarse como indicios de que la economía habría dejado atrás su piso, que se habría producido entre julio y septiembre, y estaría empezando a remontar. Sin embargo, deducir de esto que la economía se mueve hacia un crecimiento más o menos firme suena todavía optimista. Sobre todo considerando algunas decisiones del gobierno que podrían torpedear prematuramente el módico envión.
Sinceramiento, round 2
En 2016 el efecto combinado de la devaluación y los tarifazos, sumado a un techo a las negociaciones salariales paritarias por debajo de la inflación, dieron un golpe al bolsillo que deprimió el consumo. Ahora el gobierno se prepara para recibir febrero con nuevos aumentos. Hoy se conocerá el esquema tarifario que regirá a partir del segundo mes del año para la electricidad. También la medicina privada aumentará 6 %, y los peajes (de las autopistas 25 de Mayo, Illia, Perito Moreno) aumentarán hasta 52 %.
El salario que viene de deteriorarse en promedio un 6 % en 2016 según cálculos de la consultora Ecolatina, empieza así recibiendo nuevos golpes a poco de andar 2017perdiendo también este año. Mientras tanto, el gobierno pretende que este año las paritarias cierren con un techo de 18 %, y la mayor parte de los gobernadores se alineó con esta pauta para los salarios provinciales. Si esto se cumpliera (algunos dirigentes sindicales han dicho que no aceptarán este techo, pero son los mismos que mantuvieron la inacción total mientras caían los salarios y el empleo durante el último año), difícilmente el consumo revertirá su hundimiento. Miguel Bein, que destaca entre los analistas por un optimismo exagerado sobre las posibilidades de crecimiento que pronostica, advirtió sin embargo que estas dependen de que los salarios le ganen a la inflación. Si esto no ocurriera, el crecimiento podría ser entre módico y nulo.
Otras decisiones del gobierno podrían jugarle también en contra. La iniciativa de transparentar los precios de contado y financiado, para poner de relieve el costo financiero hoy implícito en los productos en cuotas «sin interés», podría sonar razonable, aunque no está seguro que logre sus objetivos. Pero incluso si lograra producir en poco tiempo un precio de contado sensiblemente menor al precio financiado (cosa que los propios funcionarios del área de Comercio salieron a advertir que no pueden garantizar), esto podría tener como efecto contrario desanimar el consumo financiado. Dado que con el castigo que vienen recibiendo los ingresos, comprar en cuotas es una opción ineludible para la mayor parte de los consumidores cuando se trata de productos costosos (en su mayoría asalariados que vienen con ingresos planchados o en caída en términos reales desde hace años), poner en evidencia el sobrecosto que implica financiar la compra podría «espantar» a los compradores, y conducir a la postergación de muchas transacciones.
Por si esto fuera poco, los despidos en la gráfica AGR Clarín, que cuentan con aval del gobierno, y en la empresa de tecnología e informática Banghó que respondió a la reducción de aranceles para la importación de computadoras con el cierre de su planta en Vicente López, le ponen incertidumbre al empleo. Lo mismo ocurre con la decisión de las automotrices Volkswagen, Fiat y Renault, de extender las supensiones que afectan a más de 1.000 trabajadores metalmecánicos. Después de un año malo para el consumo, nada indica que el que empieza vaya a ser muy distinto con estas señales que envían los funcionarios de la administración de Macri y los empresarios.
¿Qué motorizará la economía?
Si el consumo no tracciona, tampoco puede esperarse mucho de la inversión, esa variable en la que Macri había depositado todas sus expectativas durante sus primeros tiempos en la presidencia. Con una capacidad ociosa altísima (en noviembre era según el Indec de 32 %, llegando a 44 % en la industria automotriz), difícilmente veremos a los empresarios realizando grandes desembolsos. Sólo puede esperarse que esto ocurra en el agro y los sectores que lo proveen, así como en la construcción, que va a moverse por la obra pública o porque le lleguen algunos de los abundamentes fondos que dejó el blanqueo.
Tampoco Brasil trae buenas noticias. El FMI bajó el pronóstico para este año a 0,2 % de crecimiento «como mucho» para el principal socio comercial de la Argentina. Los mercados, más optimistas, lo elevan hasta 0,5 %. Esto significa malas noticias, especialmente para la industria automotriz local, pero también para otros sectores. La expectativa está puesta entonces en el empuje que pueda dar el gobierno, y ahí la obra pública es la variable central. Pero tampoco acá hay que esperar milagros: el presupuesto anuncia un incremento de 40 % en las partidas para este año. Esto le sumaría menos de 1 punto al PBI. Podría ser poco para la expectativa del gobierno de que se sienta el crecimiento antes de las elecciones. A esto se suma el aumento del gasto corriente, que según los últimos datos disponibles de las cuentas nacionales (para el tercer trimestre de 2016) fue el único componente que empujó hacia arriba la economía.
Con todo esto, y en el marco de un panorama mundial que sigue incierto por las incógnitas que aún no despejó el nuevo presidente de los EE. UU. Donald Trump, podría no alcanzar siquiera para que la economía logre un rebote que la deje cerca de recuperar lo perdido en 2016.
Otras señales que meten ruido
La dependencia del gasto público como único componente que estaría dando impulso a la actividad económica (al menos según los últimos datos de las Cuentas Nacionales), le ha generado al gobierno fuertes críticas entre quienes reclamaban un más drástico recorte fiscal. Si bien el gobierno sobrecumplió la meta de déficit para 2016 (fue de 4,6 % del PBI en vez del 4,8 % presupuestado), esto fue gracias a la contabilidad creativa realizada con los recursos excepcionales del blanqueo.
Por eso, ante estas críticas el gobierno no deja de enviar señales de que no renunció a sus objetivos estratégicos. Mientras el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne promete recortes de hasta 20 % en el gasto de las empresas públicas para este año, Trabajo se concentra en otro plano donde también hay intereses muy sensibles para el empresariado: la flexibilización de las condiciones de Trabajo. A pesar de que el jefe del SMATA Ricardo Pignanelli negó que en su gremio estén discutiendo incluir en los convenios cláusulas de productividad, la discusión se ha instalado para este y otros sectores. Al mismo tiempo que en lo fiscal el gobierno se muestra gradualista, parece tentado a aprovechar la innegable disposición de las conducciones sindicales cegetistas a colaborar, para avanzar en el plano de las relaciones laborales. Después de lanzar un ataque en toda la línea en lo que hace al régimen de ART, ahora va por la productividad. Estos movimientos, y los despidos con los que arrancó 2017, muestran al gobierno y las patronales decididos a tensar la cuerda contra los trabajadores.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/La-economia-argentina-vuelve-a-crecer-en-2017
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