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La enajenación “del gobierno del pueblo”

Fuentes: Rebelión

Conforme se acentúa el poder personal del líder mesiánico, más resaltan las características de un gobierno que le sirve sólo a los intereses de los dueños del poder. Cada frase, cada acción, cada movimiento del gobierno de la “Cuarta Transformación” conduce a la concentración total del poder en manos de un líder, al servicio, no del pueblo, como pregona a cada rato, sino del capital, de la oligarquía financiera.

Este líder sí bien tiene claro el horizonte, con una escalera bien definida frente de él que sabe lo conducirá a la concentración absoluta del poder, continuamente se tropieza con los escalones de la pirámide social. Es decir, la lucha de clases, con todas sus manifestaciones, se presenta como el verdadero motor de un proceso social que se atraviesa, choca y muestra la realidad, que el gobierno conducido en este momento con diversas banderas, populismo, progresismo, liberalismo, socialdemocracia, moralismo, todas al servicio del capital, niega constantemente.

El gobierno de un solo hombre siempre ha devenido, como decía Marx, en una farsa y en una tragedia. Este fenómeno no es nuevo, los ejemplos históricos sobran y en Latinoamérica existe toda una zaga ominosa. Todos estos gobiernos utilizados por los capitalistas, los oligarcas dueños de tierras y vidas, han sido echados al basurero de la historia a través de la movilización popular revolucionaria. Sin embargo, sí existe una gran diferencia entre el gobierno de la Cuarta T y los otros gobiernos y la diferencia no es la del eslogan del “gobierno del pueblo”, eso lo han dicho todos los autócratas.

El gobierno de la “Cuarta Transformación”, con una verborrea que recuerda al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su época de mayor despliegue y dominación, se ha montado en la irritación, en el hartazgo del pueblo trabajador contra la corrupción, pero también de la ostentación faraónica y la explotación del trabajo, con el consecuente incremento de la tasa de ganancia de la clase en el poder.

AMLO engaña, tergiversa, impone y desdeña las expresiones de lucha y organización autónoma de las masas explotadas, nada que moleste al capital, nada que se oponga a los planes de renovación del capitalismo y el mantenimiento de la acumulación y la desigualdad.

Existen diversos métodos para analizar la coyuntura, como lo hemos señalados en otras ocasiones. La derecha ´política y electoral tibiamente crítica a través de las redes sociales algunas medidas que toma AMLO. Esta derecha, hecha a un lado por los dueños del capital, porque sus administraciones sólo han producido caos administrativo y una gran corrupción y ahora ya no les es útil, critican la posición de los empresarios hacia este nuevo gobierno, se siente desplazada.

La clase media, al quedar sin representación política clara, sólo se atreve a manifestar su descontento a través de las redes, excepto un sector de las mujeres se ha atrevido a movilizarse, siendo duramente estigmatizada. Movilizaciones que, por cierto, están siendo explotadas por los intelectuales orgánicos al servicio del capital, quienes también se sienten desplazados y tratan de presentarse como necesarios sobre la base de criticar posicionamientos, ocurrencias y demás dislates de AMLO.

La izquierda saluda sumisa la verborrea populista del presidente, pero no crítica su composición de clase, no señala que AMLO se siente muy a gusto con los dueños de las empresas y del gran capital, pero a los grupos, organizaciones y personeros de la llamada izquierda mexicana los desdeña.

Así, pocas son las organizaciones, partidos o grupos que hacen la crítica, no sobre los desvaríos de verborrea desbordante de AMLO, sino sobre la verdadera dimensión y composición de clase de este gobierno y a quién están sirviendo todas sus políticas y sus omisiones, estás muchas a propósito, como la inseguridad pública y la tolerancia al tráfico de drogas.

Al recurrir al método científico para analizar la verdadera dimensión a los gobiernos, encontramos que la existencia de este tipo de reformadores sociales no es nueva en la historia, siempre su intención fue salvar al capital a costa de la miseria de las masas trabajadoras.

Ya Marx describió en diversos escritos a los iluminados, que siempre “desean mejorar las condiciones de vida de todos los miembros de la sociedad, incluso de los más privilegiados. A su juicio basta comprender su sistema para reconocer que es el mejor de todos los planes posibles. Repudian toda acción política y en particular toda acción revolucionaria, se proponen alcanzar sus objetivos por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo evangelio social, valiéndose del ejemplo, por medio de pequeños experimentos, que siempre fracasan”

La “cartilla moral” y su “política” de poner el ejemplo, “yo no soy corrupto, por tanto, mi gobierno tampoco lo es” pregonada por AMLO, no es más que una repetición circular de la historia de los reformadores sociales, que con sus experimentos enajenaron y alienaron a los trabajadores, permitiendo, en la práctica, que los dueños del gran capital asentaran su dominio manteniendo el sistema de explotación vigente.

También en un pequeño folleto publicado en alemán hasta 1932, debido a que los sucesores de Kautsky lo mantenían escondido, “Los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844”, Marx analiza el contenido filosófico de la enajenación a que es sometido el trabajador en el proceso de producción capitalista, y porqué fracasan los experimentos de los utópicos reformistas que al final sólo sirven al capital.

En el régimen de producción de mercancías, es decir, el régimen capitalista, dice Marx: “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías, se produce también así mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general”.

Este hecho por lo demás, expresa: “el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor”. Y más adelante sostiene que “la apropiación del objeto aparece como enajenación que mientras más objetos produce el obrero, menos puede poseer y más cae bajo el dominio de lo que produce: el capital”.

AMLO y su gobierno contribuyen a la enajenación. Primero al convertir a su gobierno en la farsa de la transformación, una transformación en favor del pueblo, de los más pobres, dice. Y precisamente sirve al capital porque contribuye a la enajenación activa de la sociedad con el engaño de un gobierno del pueblo, es decir de los sectores más enajenados.

AMLO hace creer a las masas trabajadoras que es “su” gobierno y a través de esta farsa logra que los trabajadores, los explotados, los marginados crean, enajenados, que es su gobierno. Así como la mercancía que produce el trabajador, se vuelve contra él con un poder extraño, con un poder independiente, así, el “gobierno del pueblo” se enajena del pueblo, porque, aunque lo reproduce, cada vez menos lo tiene, más ajeno es de él.

AMLO se dirige a los sectores que más sufren la enajenación ideológica de la clase en el poder. Los sectores más atrasados, los que circulan en torno a la distribución de las mercancías, que no de la producción y que son sujetos constantes de la manipulación ideológica por parte de la oligarquía financiera y sus agencias de propaganda. El gobierno de la Cuarta T contribuye a la enajenación de estos sectores, al engañarlos conscientemente con la bandera de “un gobierno del pueblo”.

Y es más perverso el engaño provocado, porque como escribe Marx: “mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su especie se transforma, pues de tal manera que la vida genérica se convierte para él en un simple medio”. Es decir, la enajenación del supuesto gobierno del pueblo, al presentarlo como algo que “el pueblo” produce y apoya, permite que la dominación de clase, que los planes de explotación del capital se mantengan, incluso, que puedan incrementarse, todo en función “del progreso del pueblo”, enajenando, mintiendo, engañando, explotando.

El reformismo populista vende a “los pobres”, “al pueblo” la ilusión de un gobierno de ellos y para ellos. Fortalece la dominación y enajena la conciencia de clase. Mientras el proceso de acumulación privada del producto social sigue sin pausa y sin contratiempos. En ese perverso juego está contribuyendo una parte importante de la llamada izquierda mexicana.

La lucha por la independencia de clase y contra la enajenación es un deber actual ineludible de los revolucionarios mexicanos. Sustraer de la enajenación colectiva a las masas trabajadoras, una tarea de primer orden. ¿Existe la organización, el grupo, el partido que ponga como primer punto en su agenda de lucha esta tarea?