Desde su aparición en 1959 los libros de texto gratuitos han generado una gran polémica. Al principio la derecha acusó al gobierno priista de pretender adoctrinar a los niños. Ciertamente, se buscaba inculcarles el patriotismo (y la identificación de la patria con el partido de Estado) y también se contaba la historia según el punto de vista y los intereses del régimen.
Sin embargo, y esto es algo en lo que hay que insistir cada vez que sea necesario, ningún proyecto educativo es neutral, siempre expresan la concepción del mundo y los intereses de un grupo de poder y, en última instancia, de una clase social. Los conservadores de los años sesenta tronaron contra los libros de texto gratuitos no porque adoctrinara a los niños sino porque no lo hacía en el sentido que ellos hubieran deseado, en los valores conservadores y católicos. Naturalmente, los conservadores y la derecha nunca van a aceptar que ellos también buscan ideologizar a los niños; ellos siempre se van a presentar como neutrales y disfrazarán su proyecto como una educación “libre”. Más allá de polémicas ideológicas, la oposición que levantaron los libros de texto gratuitos también provenía de las editoriales privadas que, con ello, perdían una importante porción del mercado.
Desde 1982, conforme se implantó el neoliberalismo, el Estado fue cediendo espacios y la educación privada se expandió como nunca y, por supuesto, aumentó el uso e influencia de los libros de texto las editoriales privadas. Ya en los años noventa, los gobiernos neoliberales de plano entregaron el país a los intereses extranjeros; los estadounidenses tomaron los ferrocarriles y el petróleo, los canadienses la minería y los españoles la industria editorial y cultural y la educación privada, entre otras cosas. Entonces, la formación de una buena parte de la niñez mexicana no sólo se encuentra en manos privadas sino en manos de extranjeros. Otra vez, no se trata de una batalla entre los ideologizados libros de texto gratuitos del gobierno y los neutrales y libérrimos libros de las editoriales privadas, se trata de la batalla entre dos proyectos de ideologización de la infancia.
¿Cuál es la visión del mundo que contienen los libros de texto de las editoriales privadas? Por supuesto, no se puede generalizar y en ellos será posible encontrar lo mismo textos anodinos que textos claramente ideológicos; e incluso es posible encontrar textos de diversas ideologías contradictorias en un mismo libro, pero siempre al final prevalece un enfoque, que es el del capitalismo sin cortapisas y de las clases dominantes locales y mundiales.
Como botón de muestra tenemos el texto titulado “La montaña más alta del mundo” de Julián Abad y Teresa Grence incluido en El libro de la localidad y el paisaje (Santillana, Madrid, 1999); luego adaptado y reproducido en México por la misma editorial en el libro Rehilete 2 (2004). Reproducimos casi íntegro el texto en su versión para México:
El Everest es la montaña más alta del mundo.
La mayor ilusión de todos los alpinistas es escalar el Everest, pero la subida es muy dura y peligrosa.
[…]
El primer humano que alcanzó la cima del Everest fue Edmund Hillary, en 1953. Al llegar a la cumbre, abrazó emocionado a Tensing Butia, su guía, y tomó fantásticas fotografías desde el llamado “techo del mundo”.
Como suele suceder, en este pequeño texto aparentemente inocente la ideología está tan naturalizada que aunque se encuentra a la vista, paradójicamente, no se ve. El texto dice que el primer hombre en escalar el Everest fue Edmund Hillary y acto seguido nos dice que no llegó hasta allí sólo, sino que iba acompañado por Tensign Butia. Entonces debería decir que ambos fueron los primeros en llegar a la cima del Everest, pero no lo dice, le da todo el crédito al primero, que era blanco y neozelandés, y borra por completo al otro, que era indio-nepalí y de piel oscura. ¿Se trata de un descuido? ¿Cuál es la razón para que en un libro infantil se minimice de esa manera a Butia? Podría pensarse que debe a la brevedad del texto o a la necesidad de contar de manera sencilla la historia; sin embargo, contarla tal cual fue, es decir, dando al indio-nepalí la importancia que merece, no era mucho más complicado ni requería mucho más espacio.
En realidad estamos frente a una muestra clara de eurocentrismo, la ideología que concibe a Europa como superior al resto del mundo y como centro y protagonista de la historia de la humanidad. De hecho, para el eurocentrismo la historia universal se reduce a la historia de Europa (y los Estados Unidos); el resto de la humanidad somos pueblos sin historia o nuestra historia es simplemente un apéndice de la historia del hombre blanco.
En general suele reconocerse el papel de Butia en la hazaña de escalar el Everest, pero tal como se relata en Rehilete, el protagonista de la conquista del Everest fue Hillary y sólo él; el nepalí queda reducido a la calidad de extra. La injusticia de este enfoque es mayor de lo que se cree a primera vista pues de hecho ni siquiera debería decirse que llegaron juntos y, por tanto, compartir el crédito, sino que Butia debería tener mayor relevancia pues él era guía de Hillary; y como es obvio, quien guía a otro lleva la delantera en todos los sentidos.
¿Cuántos niños asimilarán concepciones clasistas, racistas y colonialistas a través de inocentes lecturas como ésta en sus libros de texto?
Julián Abad y Teresa Grence escribieron desde España y lo más “natural” es que lo hicieran con una visión eurocéntrica. Sin embargo, la pregunta es ¿por qué los niños mexicanos se están educando con libros escritos en España, desde una visión europea del mundo? ¿Por qué no educarlos con libros producidos en México, por mexicanos, desde el punto de vista y los intereses de los mexicanos? Seguramente a muchos este reclamo les sonará a patriotismo “trasnochado” pero más allá de la descalificación, la pregunta sigue en pie. Y si nos responden que hay que ser cosmopolitas y abrirnos al mundo, entonces hay que preguntar ¿Cuántos niños españoles y europeos se están educando con libros escritos por mexicanos y desde la perspectiva de los mexicanos? Si la apertura no es recíproca, no se trata de un saludable intercambio cultural sino de una invasión cultural, y ciertamente es lo que ha hecho España (y su industria editorial) sobre América Latina desde hace tres décadas.
La iniciativa del
presidente López Obrador de modificar los libros de texto gratuitos es la
oportunidad para debatir a fondo qué se está enseñando a los niños y qué
queremos enseñarles; se trata de un debate entre los diversos proyectos de país
y diversas concepciones del mundo; que se pongan las cartas sobre la mesa y
toda la sociedad participe.