La revelación de 10 gigas de información privada de los usuarios del sitio webAshley Madison está por todo Internet. Es prácticamente imposible entrar a cualquier sitio de noticias sin encontrarte con otro artículo sobre el hackeo, que ha expuesto a millones de usuarios del sitio web orientado a citas entre personas infieles. La conversación en […]
La revelación de 10 gigas de información privada de los usuarios del sitio webAshley Madison está por todo Internet. Es prácticamente imposible entrar a cualquier sitio de noticias sin encontrarte con otro artículo sobre el hackeo, que ha expuesto a millones de usuarios del sitio web orientado a citas entre personas infieles.
La conversación en línea sobre las responsabilidades implicadas no ha sido escasa: en primera instancia la empresa, acusada por los hackers de tener una política de manejo de información engañosa, alberga responsabilidades al hallarse en posesión de datos de usuarios que habían expresado su voluntad de borrar sus cuentas. Estos datos, que incluyen información de transacciones financieras y tarjetas de crédito, debían haber sido eliminados, pero han sido expuestos en el ataque al sitio, y constituyen la joya de la corona de los hackers, quienes expresaron su indignación por el «embaucamiento» de Ashley Madison a sus usuarios. La empresa ofrecía una opción de pagar $19 por cerrar y borrar los perfiles, lo que aparentemente no era más que una forma de sacar más dinero.
Pero estos hackers, cuyas motivaciones alegadas son de carácter ético, parecen estar al mismo tiempo ciegos a las implicaciones morales y legales de sus propios actos. Al revelar miles de nombres de usuarios, contraseñas, números de tarjetas de crédito y conversaciones privadas, se sitúan en la posición de guardianes del bien y del mal, imponiendo sus nociones éticas a terceros. El principio que enarbolan quienes defienden este acto parece ser que la privacidad es un espectro cuyas gradaciones varían según el tipo de persona que seas. Pero esto no es lo que establecen los principios internacionales sobre derechos humanos.
Privacy is not a crime, de Jürgen Telkmann, bajo licencia CC BY NC 2.0.
Nada que ocultar
Durante los últimos días han sido noticia los casos de usuarios de Ashley Madison que han tenido que huir de países donde la homosexualidad es castigada con pena de muerte o presidio, a causa de la revelación de sus actividades en el sitio. Junto con la ola general de indignación y preocupación,existe una amplia corriente de opinión que afirma que estos usuarios «se merecen lo que les sucede», una postura condescendiente que pretende juzgar al mundo desde una superioridad moral automática. Al respecto, el representante de redes sociales de Ashley Madison declaró lo siguiente:
El criminal, o criminales, involucrados en este acto se han situado a sí mismos como jueces morales, jurados y ejecutores, viendo adecuado imponer una noción personal de virtud en toda la sociedad.
La ética detrás del hackeo parece hallarse peligrosamente cerca a la defendida por los paladines de la vigilancia masiva: si tienes algo que ocultar, no deberías estar haciéndolo. Es el mismo principio moral que enarbolan los defensores de la NSA y las empresas de tecnología como Facebook y Google. Pero, como escribíamos unos días atrás, la existencia de un ámbito privado es un aspecto esencial para la realización de derechos básicos como lalibertad de expresión y comunicación y el desarrollo de la personalidad.
La transparencia, si bien un principio loable, no está en contradicción con el derecho a la intimidad y a la privacidad. El enlace entre la noción de «interés público» y la vida amorosa de cualquier persona, político, actor o ciudadano común, es muy tenue para ser considerada suficiente razón. La energía de un hacker ético y su deseo por quebrantar las leyes en búsqueda de mayor transparencia podría estar mucho mejor invertida en develar secretos decorrupción o financiamiento de campañas que en hacer públicas las preferencias sexuales y decisiones íntimas de cualquier persona, máxime las de 37 millones de personas.
Hacktivismo y ética hacker
Los aspectos éticos ligados al movimiento hacker no constituyen, por supuesto, un código moral obligatorio. Sólo porque alguien disfruta hackear no significa que tiene ningún tipo de compromiso ético. No obstante, el hacktivismo en sí mismo pretende promover una agenda política, y sus bases se encuentran en la ética hacker: libertad de expresión, libertad de información, derechos humanos, acceso abierto, cultura libre.
La transparencia como principio de la ética hacker va orientada a la apertura de información de interés público para hacer el mundo mejor. Pero ¿es un mundo donde los ciudadanos no poseen garantía alguna de intimidad y privacidad, un mundo mejor?
Muchos de nosotros podemos estar de acuerdo en que la honestidad y la fidelidad son valores deseables. No obstante, es probable que la no imposición de nuestros propios valores morales sobre otros sea, en sí mismo, un valor mucho más importante que enarbolar. La autodeterminación podría ser lo que realmente está en riesgo cuando nos erigimos en jueces, jurados y ejecutores de otras personas.