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Christophe Dejours en Argentina (y III)

La evaluación individualizada del trabajo logró destruir la solidaridad sindical

Fuentes: Rebelión

Del 2 al 10 de mayo visitó nuestro país, invitado por la revista Topía, el psiquiatra y psicoanalista francés y director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia, Christophe Dejours, quien está especializado en temas laborales y posee una vasta producción bibliográfica, entre otros, La banalización de la injusticia social y Trabajo Vivo (Tomos […]

Del 2 al 10 de mayo visitó nuestro país, invitado por la revista Topía, el psiquiatra y psicoanalista francés y director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia, Christophe Dejours, quien está especializado en temas laborales y posee una vasta producción bibliográfica, entre otros, La banalización de la injusticia social y Trabajo Vivo (Tomos I y II) que presentó en la Feria del libro de Buenos Aires, ambos editados por Editorial Topía.

El presente texto corresponde a la tercera y última parte de una larga conferencia de prensa que diera el pasado 2 de mayo en la Alianza Francesa de Buenos Aires.

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P: En el prólogo de Trabajo Vivo Ud. habla de que las formas de dominación en las ciudades primero fueron probadas en el mundo del trabajo, en la empresa. ¿Cuáles son esas formas de dominación?

R: Primero fueron probadas en las empresas y debido a la centralidad política del trabajo tienen un impacto enorme en el funcionamiento de la ciudad. Esas nuevas formas de dominación están muy ligadas a la evaluación individualizada del rendimiento. Es un método muy poderoso que fue posibilitado por un encuentro entre los managers de un lado y la informática del otro. Ese fue un momento histórico.

Hace 30 años era impensable, incluso hace 20, que hubiera una computadora en cada puesto de trabajo. Cuando los managers comprendieron que la computadora podía funcionar como un papel carbónico que graba todo, provocaron y dieron lugar a una demanda muy poderosa de informáticos y de los que fabrican programas informáticos. Eso crecía con mucha rapidez y también el desarrollo de objetos informáticos cada vez más diminutos, que fue algo totalmente imprevisible.

El progreso técnico fue muy rápido, pero en primer lugar fue el desarrollo de los nuevos métodos de individualización y luego la informatización que abrió una oportunidad para que miles de investigadores se pusieran a trabajar en el Silicon Valley para producir un fenómeno extraordinario y muy rápido. Duró 15 años, es increíble, porque ahora hay computadoras en todos lados.

Esos nuevos métodos de dominación que se experimentaron primero en las empresas, tienen la capacidad de dividir a todo el mundo y destruir todas las formas de solidaridad.

La evaluación individualizada del rendimiento logró destruir la solidaridad sindical. En Francia, el sindicalismo siempre fue muy poderoso. Era el país más sindicalizado de Europa. Hoy, es el menos sindicalizado. El 6% de los trabajadores. La transformación ha sido enorme.

Los sindicatos aceptaron masivamente la evaluación individualizada y se quebraron. En las empresas las formas de lucha y de resistencia fueron desestructuradas por las nuevas formas de organización del trabajo.

También en la sociedad, las personas adoptan comportamientos individuales, desleales respecto de sus colegas, donde la desconfianza ocupa el lugar de la confianza. Eso no pasa solo en la empresa. Cuando salen de la empresa esas mismas personas no se hablan, no se ayudan, no se respetan y la solidaridad se destruye también en el seno de la sociedad. La civilidad se destruye, los valores del «vivir juntos» desaparecen, el sentido mismo de la justicia se ve desestabilizado. La sociedad va mal, pero el punto de partida, el individualismo no cayó del cielo, fue fabricado por métodos muy poderosos.

La base de experimentación fue la empresa y luego toda la sociedad. Es el resultado de introducir esos nuevos métodos de organización y, al mismo tiempo, las instituciones, en particular el Estado.

Los Estados en todo el mundo dejaron la conducción a los managers y aceptaron reducir su intervención y la de las instituciones, para dejar a los managers solos frente a los asalariados y en la estructura de la empresa, promoviendo en todo el mundo la empresa como modelo de sociedad.

Eso no sucedía antes. La empresa debía dar pruebas de que hacía una contribución a la sociedad, eso formaba parte de las exigencias y de su imagen, de rendir cuentas de los servicios que brindaba a la comunidad.

Hoy en día ya no se necesita más de todo eso. El Estado se alejó. El derecho al trabajo se redujo y la empresa ya no justifica su relación con la sociedad, solo le interesa el dinero, el beneficio. Si hay dinero está bien. Hay un desplazamiento de los valores, del «vivir juntos» en la ciudad hacia los beneficios y las ganancias en dinero.

Los políticos que están a la cabeza de los Estados aceptaron ese nuevo compromiso que es el acuerdo con los managers, porque se enriquecieron y por eso una buena parte de la corrupción, de las coimas, cumple un papel importante.

Esta nueva forma de gobernar las empresas permite obtener beneficios considerables, mientras la situación del trabajo se deteriora, que redistribuyen bajo la forma de corrupción del poder político del Estado.

Todo lo que comienza en el trabajo tiene consecuencias enormes en la evaluación de la ciudad, por eso se habla de la centralidad del trabajo.

Si se quiere reconquistar la solidaridad, hay que reconquistar zonas de cooperación. La comunidad local es la ciudad y la cooperación entre los usuarios, los beneficiarios y los productores de servicios es un elemento fundamental de la renovación de la política. Son nuevas formas de pensar la acción, que ya no es igual a la acción sindical clásica. Para enfrentar la situación de hoy en día hay que pensar la acción de otra manera.

P: Quería saber si en países como Argentina, del Tercer Mundo, donde la precarización laboral es mucho mayor, sobre todo en las empresas pequeñas y medianas, donde los sueldos son más bajos y las condiciones de trabajo están más deterioradas que en los países europeos, que se ven casi como un ideal que quisiéramos alcanzar y donde estas nuevas formas de organización del trabajo tuvieron un mayor impacto, nosotros, ¿todavía estamos a tiempo de salvarnos de algunas de estas propuestas o si tenemos mayor margen de escapar a estas consecuencias alienantes sobre la subjetividad y la vida social?

R: Es una cuestión muy importante. Todavía no tengo un punto de vista muy formado, personalmente tiendo a pensar que el interés por las cuestiones del trabajo es mayor en Argentina y Brasil que en Europa.

Los científicos, los políticos se toman más en serio la cuestión del trabajo en la Argentina y Brasil que en Francia. Argentina la conozco hace poco tiempo, en cambio en Brasil, donde trabajo hace más de 25 años, las cuestiones del trabajo se toman más en serio y abren espacios de debate, de negociación que permiten esperar que la evaluación de la organización del trabajo no va a seguir el mismo camino que en Europa.

Aunque hay fuertes presiones para adoptar el mismo proceso que en Europa, en Brasil también hay fuerzas muy importantes que no quieren repetirlo. De hecho, Brasil se desarrolla y tiene cierto crecimiento económico y, al mismo tiempo, reduce la pobreza. Europa ya no tiene crecimiento y agravamos la pobreza de manera importante. Me parece igualmente que en Brasil, el debate sobre el trabajo tiene traducciones concretas sobre todo en las actividades de servicios que tienen más en cuenta las especificidades del trabajo colectivo que en Europa.

He hecho algunos trabajos en Brasil para el servicio público, para la justicia, donde las cuestiones de la cooperación se plantean objetivamente. En Brasil tienen un espacio indiscutible para negociar la evaluación de otra manera, para mí no es una fatalidad. En Argentina también el debate en cuanto al trabajo es más serio que en Europa.

El cambio a una forma de evaluación diferente depende necesariamente de la manera de pensar. La acción depende de la manera de pensar, no es el sistema el que determina la evaluación, esa sería la concepción del manager. Nosotros sabemos que ningún sistema, ni siquiera el mercado, pueden funcionar sin el celo, el cuidado, la inteligencia. Si fuera que el sistema funciona solo y la gente no lo quisiera y fueran obedientes nada más, el sistema se caería. Entonces, no creo que el sistema funcione solo sino con la inteligencia y la cooperación de los hombres y las mujeres que lo sirven.

Es un tema difícil, penoso, los que nos damos cuenta que el sistema funciona porque le aportamos nuestra inteligencia y entonces tenemos algo que ver en su éxito aunque se vuelva en contra nuestra. Es lo que se llama la «servidumbre voluntaria» que es un viejo problema político conocido a través del texto de Lavoisier desde 1574.

Si no creemos que el sistema funcione solo por su propia ingeniería, si no creemos en lo que técnicamente llamamos la «razón funcionalista», el sistema, el mercado, las finanzas, los bancos, todo eso funciona con la inteligencia de las personas.

La evolución depende de la manera que piensen las personas. Si creen en la razón funcionalista se someten y aportan su contribución al sistema y entran en la servidumbre voluntaria. Si queremos cruzar al otro modo tenemos que adaptar nuestras mentes intelectuales en forma diferente.

El debate sobre el trabajo, sobre todo en América Latina, es fundamental. Si ese debate tiene lugar van a poder encontrar ideas para pensar otro desarrollo que no solo será racional sino que deliberadamente va a elegir romper con el mimetismo, no imitar a los europeos sino inventar un camino diferente sobre la cuestión de la cooperación que es una vía posible y existe.

Tengo la impresión que en Argentina hay un lugar para ese debate. Es fundamental primero entre científicos, tiene que ser también un debate con los políticos y ese debate tiene que entrar en el espacio público. Gracias a ese debate la gente puede apartarse, salir de la dominación simbólica y de la servidumbre voluntaria.

Voy a arrojar flores a mis amigos. Creo que una revista como Topía, por ejemplo, tiene una manera de abordar las relaciones entre subjetividad individual, más allá de la salud mental, y la sociedad, las relaciones sociales y lo político, que es un ejemplo para nosotros. No hay revistas como ésta en Francia. Antes Francia era un país muy politizado pero actualmente no existen revistas así en Francia. Los argentinos tienen la capacidad de inventar los medios de la manera de pensar, que pueden llegar hasta el espacio público y ser muy originales. No existe ese equivalente en Francia y menos aún en Gran Bretaña ni en Alemania. Yo viajo mucho por los países europeos y el debate es de una pobreza increíble con respecto a lo que encontramos aquí.

Antes de la Revolución Francesa se produjo lo que se llamó el Siglo de las Luces, un gran debate en el pensamiento, sin el debate entre los filósofos del siglo XVIII no había revolución posible contra la aristocracia, el Antiguo Régimen no hubiera terminado. El avance de las ideas es ineludible porque las personas actúan en función de lo que piensan y si lo hacen erróneamente repetirán los mismos errores. Si piensan con los elementos conceptuales de Europa van a rehacer Europa y entrarán en decadencia. Si piensan de otra forma, si desarrollan formas diferentes de pensar el trabajo, y eso es posible en Argentina y Brasil, podemos tener una gran esperanza que Uds. van a ser el modelo y nosotros los alumnos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.