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El poder cocalero (I)

La expansión política y territorial y la destrucción de los valores indígenas

Fuentes: Rebelión

El trópico de Cochabamba: la transformación de los territorios indígenas en una caótica colonización La frase «nowsa came jocre» vocablo yuracaré que significa «esta es nuestra comunidad» va quedando cada vez más en el recuerdo y en la historia del país, porque varias de las comunidades indígenas en el Trópico de Cochabamba y, en otras […]

El trópico de Cochabamba: la transformación de los territorios indígenas en una caótica colonización

La frase «nowsa came jocre» vocablo yuracaré que significa «esta es nuestra comunidad» va quedando cada vez más en el recuerdo y en la historia del país, porque varias de las comunidades indígenas en el Trópico de Cochabamba y, en otras regiones del Estado Plurinacional de Bolivia están siendo avasalladas por la colonización sin control, la explotación irracional de los recursos naturales, la expansión del circuito coca-cocaína, los mega proyectos destructores y «el progreso» bajo los lineamientos de la Iniciativa para la Integración de Infraestructura Regional en Sudamérica (IIRSA).

El Chapare -como tradicionalmente se conoce en la actualidad a la zona cocalera pero que a la vez es una exuberante y potencial región del territorio nacional- abarca también parte de las provincias Carrasco y Tiraque.

Otrora, toda esta región era considerada como territorio indígena; sin embargo, fuerza es reiterar que la colonización espontánea y también dirigida, la depredación de los recursos naturales y, especialmente la millonaria construcción de la carretera Cochabamba-Santa Cruz, prácticamente diezmaron a los pueblos indígenas.

El Trópico de Cochabamba tiene una superficie aproximada de 39.563 Km²; es decir, el 58 por ciento de la superficie total del departamento de Cochabamba y tiene como límite a Santa Cruz y el Beni cuya frontera no está definida a la fecha (VIMDESALT 1999: 47).

La división política se configura de la siguiente manera: municipio de Villa Tunari, tercera sección de la provincia Chapare; municipio de Chimoré, cuarta sección de la provincia Carrasco; municipio de Puerto Villarroel, quinta sección de la provincia Carrasco; sub alcaldías de Entre Ríos, municipio de Pojo, segunda sección de la provincia Carrasco; sub alcaldía de Shinahota, municipio de Tiraque, primera sección de la provincia Tiraque.

Los pueblos indígenas políticamente pertenecen a las provincias Chapare y Carrasco (municipios de Puerto Villarroel, Chimoré y Villa Tunari), pertenecientes a los yuracaré, yukis y moxeños.

Los pueblos originarios se encuentran organizados en Consejos Indígenas y a su vez conforman la Coordinadora de Pueblos Indígenas del Trópico de Cochabamba (CPITCO); los productores de coca están organizados en sindicatos, centrales y federaciones llegando a conformar la Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba (CSFTC).

Este sector social, con el transcurso de los años y atravesando situaciones muy complejas producto de las políticas gubernamentales, se ha constituido en un verdadero poder que no sólo controla sindicatos ni emite mensajes, símbolos ni banderas de lucha sino que ha sido capaz de llevar hasta la Presidencia a un representante cocalero: Evo Morales Ayma.

«Nuestros abuelos a través de los abuelos de nuestros abuelos nos contaron que todo el Chapare, desde Villa Tunari, Chimoré, Eterazama, Ivirgarzama, Puerto Villarroel y otras poblaciones eran territorios indígenas. En toda esa región hoy cochabambina y hasta los límites de Santa Cruz o el Beni, los indígenas caminaban, pescaban y cazaban; es decir, que vivían. Pero, poco a poco, por la ambición e imposición de otras culturas de colonizadores nos arrebataron nuestros territorios y afectaron nuestras culturas, pero pese al colonialismo seguimos resistiendo», nos dijo Marcial Fabricano ex dirigente indígena y poblador del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).

Según datos establecidos en el Archivo de la Comisaría Franciscana de Tarata, cuyas copias se hallan en la Biblioteca Etnológica de la Universidad Católica Boliviana (UCB), en la ciudad de Cochabamba, muestran, por ejemplo, que el pueblo yuracaré, habitó en los últimos cerros de la cordillera oriental de los Andes que corre detrás de la provincia de Cochabamba, colindan al este con los sirionó en el Beni y el departamento de Santa Cruz, por el oeste con los mosetenes, por el norte con la provincia de Moxos y por el sud con Cochabamba (Archivo de la Comisaría Franciscana de Tarata Nº 120 1918:442).

Recurriendo a fuentes etnográficas de Tadeo Haenke (1978: 104) y Alcides D’Orbigny (1940: 487), podemos afirmar que coinciden con estas apreciaciones, es decir, los yuracaré tenían su territorio central en las últimas estribaciones orientales de los Andes de la región de Cochabamba y el Beni, hasta la zona de la provincia Carrasco, una franja transversal de pie de monte que empieza en las nacientes del río Sécure y acaba en las nacientes del río Ichilo (Santa Cruz). Hablamos de toda la cordillera Mosetén, colindante con La Paz.

«En relación a la cordillera, las zonas de influencia de los yuracaré llegaba hasta las montañas de Mizque, Paracti y Totolima, lugares a los que también accedían parcialidades del mundo andino» (Thierry Saignes 1985: 55).

Vida en armonía

El Trópico de Cochabamba poseía especies únicas en el mundo, en cuanto a biodiversidad, a flora y fauna. Su paisaje de selvas vírgenes, caudalosos ríos y bellas lagunas no tenían comparación y los pueblos indígenas que la habitaban vivían en armonía con la naturaleza.

En la actualidad, el territorio de los pueblos indígenas en el Trópico de Cochabamba se ha reducido a su mínima expresión. Una parte habita de manera disgregada en poblaciones del TIPNIS (yuracaré y moxeños) y otra en las riberas de los ríos en el municipio de Chimoré (yukis).

En algunos casos, los indígenas trabajan para los colonos, sobretodo en la cosecha de la hoja de coca y, en otros, se han convertido en mendigos o mano de obra del narcotráfico. Sin embargo, existen poblaciones indígenas que -pese a una serie de atropellos- no sólo resisten y protegen sus territorios sino que emiten un ejemplo de dignidad.

«Yo le voy a contar como vivía antes el pueblo yuracaré, mis antepasados. La historia dice que nosotros estábamos en cuatro departamentos: La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y una parte del Beni. En ese tiempo nuestros antepasados eran bastante trabajadores pero ingenuos, bastante fuertes pero humildes, porque, dicen que vivíamos como nómadas, de un lado a otro, porque el territorio era muy grande y muy rico a la vez.

Cuando empezó la colonización y la construcción de caminos llegó gente extraña que obligó al pueblo a replegarse hasta lo que hoy es el Trópico de Cochabamba y cuando llegaron acá, los curas jesuitas, tenían una costumbre de agrupar a la gente, aquí en Villa Tunari, estaban mis abuelos y los antepasados de mis abuelos y ellos aprendieron varias cosas de ellos, no. Eran interesantes, pero no era la costumbre de nosotros los ‘yuras’ (término despectivo de los colonizadores para referirse a los yuracaré). Actualmente nosotros vivimos en cercanías del río Chapare», aseveró el dirigente indígena Teobaldo Noe.

A lo largo de los años, la vida, costumbres y valores culturales de los pueblos indígenas sufrieron un serio impacto por la colonización a los asentamientos. Por lo general, la causa central del establecimiento de colonizaciones -voluntaria o involuntaria; espontánea o dirigida- es la situación de pobreza de sus habitantes, quienes deben buscar nuevas formas de vida alternativa o complementaria a su situación.

Sin embargo, se ha podido establecer que una gran cantidad de los colonizadores poseen tierras en sus comunidades de origen y tierras de negocio en el Trópico de Cochabamba.

Los colonizadores prácticamente convirtieron en pongos o dependientes a los indígenas.

La Evaluación Ambiental Estratégica del TIPNIS realizado por el Ministerio de Medio Ambiente y Aguas del actual gobierno (Pág. 139-141) es contundente en cuanto a la dependencia de los pueblos indígenas y al peligro en que se debaten: «Las comunidades trinitarias y yuracaré que se encuentran conviviendo con la colonización han perdido la posibilidad de control sobre sus bosques comunales; ellos se encuentran loteados y en manos de la asignación que da el sindicato de colonizadores. Así, al igual que cualquier otro colonizador poseen sus lotes y han asumido como sistema social al sindicato, forman parte de él. El área de cacería que caracteriza a las comunidades indígenas no existe; por tanto, la actividad de caza y recolección se halla en franca desaparición o solo se la realiza algunas veces al año cuando se movilizan hacia las áreas de bosque comunal de las comunidades indígenas que se encuentran distantes de la colonización pero con influencia de la economía de la hoja de coca».

Sobre las etapas de colonización, Thayer Scudder (1995) considera que un programa dirigido comprende hasta cuatro momentos, y cada uno abarca por lo menos una generación (15 a 20 años), sumando un total de entre 60 y 80 años para completar un proceso de colonización. Todo este proceso se lo vivió en el extenso Trópico de Cochabamba.

La primera etapa consiste en la planificación de reclutamiento de pioneros, adjudicación de tierras, desarrollo de infraestructura inicial (viviendas, caminos) mediante grupos de apoyo comunal (ayni) para el desmonte y tipo de producción agropecuaria (generación de empleos). Asimismo, se considera la demanda de subsidios en forma de alimentos, salarios o asignaciones.

La segunda etapa es el proceso de transición, en la que los colonizadores continúan un procedimiento de adaptación, la prioridad es suplir sus necesidades de subsistencia e intentar limitar la vinculación con sus comunidades de origen. En cuanto al desarrollo local, este alcanza niveles de desarrollo inicial mediante la provisión contínua de infraestructura física (escuelas, postas sanitarias, sedes sindicales), así como el desarrollo de crédito.

La tercera etapa de colonización corresponde al desarrollo económico y social, en que se amplía la diversidad estratégica de inversión para elevar los ingresos netos de las familias mediante la ampliación y diversificación de los sistemas agropecuarios, inversión en otros sectores no agrícolas como carpintería, albañilería, panadería, tienda de víveres y otras actividades comerciales, diversificación del patrimonio familiar. En el plano organizacional, se desarrollan entidades de producción específica como asociaciones.

Finalmente, la cuarta etapa abarca la transferencia del programa de colonización a las organizaciones de colonizadores, quienes asumen el control total de actividades.

«Por el proceso de migración y colonización que se ha producido durante años, todo el Trópico de Cochabamba se ha convertido en un verdadero territorio pluricultural, plurinacional y plurilingüe. En cada comunidad y en cada sindicato nos encontramos collas, cambas y chapacos, gente de la ciudad y del campo, relocalizados mineros y de otros sectores y también conviven los pueblos indígenas. Miles y miles de personas migramos para poder sobrevivir y nuestra sobrevivencia no debe estar basada en la depredación de los recursos naturales sino en la preservación del medio ambiente y de la vida misma. Debemos constituirnos en ser los defensores del territorio, la soberanía y la dignidad», dijo Evo Morales Ayma, cuando aún era dirigente de los productores de coca.

Futuro incierto

La colonización en el Trópico de Cochabamba no sólo impuso un orden económico y territorial sino ideológico y racial: siempre se consideró a los pueblos indígenas como «salvajes», «analfabetos» o «indios» y, por tanto, deberían estar al mando de los colonizadores que siendo blancos, q’aras o carayanas se creen superiores en todo sentido.

Los colonos no sólo migraron con sus pertenencias ni tampoco sólo a ocupar las mejores tierras, sino que estaban cargados de una ideología, educación y sueños que los imponían para sobrevivir. Los sindicatos campesinos, las misiones religiosas, los apetitos empresariales, los oscuros intereses narcotraficantes y los proyectos desarrollistas cooptaron con el transcurrir del tiempo a la mayoría de los sectores de los pueblos indígenas.

Sin lugar a dudas que la puñalada que asestó un duro golpe a las comunidades indígenas fue la construcción de la carretera Cochabamba-Santa Cruz, desde 1954. La «carretera del progreso» para colonizadores, madereros, ganaderos y la oligarquía terrateniente cruceña fue sinónimo de muerte para la mayoría de las poblaciones indígenas que se vieron obligados a perecer como pongos o escapar al monte para defender sus culturas.

Esa mentalidad colonial de hace siglos, lamentablemente se mantiene hasta la actualidad. «Hay que admitir las necesidades más urgentes, hay que diferenciar cuál da más beneficios a nuestros hermanos del TIPNIS, la carretera o mantenerse en la clandestinidad, mantenerse como indigentes, mantenerse como salvajes por decir, cuál es más importante, yo creo que esas diferencias hay que admitirlas…No queremos que los indígenas vivan más como salvajes», afirmó nada más y nada menos que el secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Roberto Coraite durante la realización de la Octava Marcha en Defensa del TIPNIS (septiembre 2011).

La situación actual de las poblaciones indígenas en el Trópico de Cochabamba es muy compleja. Se encuentran prácticamente cercados por el poderoso sector de los productores de coca, tentados por los tentáculos del narcotráfico y acosados por la construcción de una carretera que nos les beneficiará en nada pero pretende atravesar el corazón de sus territorios.

Diversas informaciones revelan que las poblaciones indígenas son víctimas de una serie de atropellos por parte de algunos sindicatos campesinos porque no aceptan sus formas organizativas y les consideran contrarios «al desarrollo»; es decir, contrarios a políticas del gobierno.

El territorio, junto a su cultura, valores, autoridades, idioma y tradiciones indígenas se encuentran, cada día que pasa, en peligro.

«El gobierno actual nos está atropellando de la manera más cruel e inhumana, mucho más que en anteriores años. Cada día, vulnera los derechos indígenas como si no tuvieran ningún valor, pese a que son reconocidos por la nueva Constitución Política del Estado y las leyes. Ahora estamos viendo que muchas comunidades indígenas terminaron rodeadas por colonos, como por ejemplo la comunidad Santísima Trinidad donde yo vivo junto a 140 familias indígenas mezcladas con algunos colonos; hemos quedado al centro de la zona colonizada y rodeados por cocaleros. Los hermanos del pueblo moxeño y yuracaré trabajan como empleados de los colonos y en otras comunidades como Puerto Patiño e Isiborito los indígenas se extinguieron, no sabemos dónde se fueron esos hermanos», aseveró el ex dirigente del TIPNIS, Adolfo Moye.

La depredación de los recursos naturales, las políticas desarrollistas, la explotación irracional y la mentalidad colonial afectaron irreversiblemente a los pueblos y los territorios indígenas en el Trópico de Cochabamba; sin embargo, quedan baluartes que no sólo defienden la vida, sino que están logrando emitir mensajes que son ejemplo en otras regiones del país y el mundo…

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