Los movimientos secesionistas que hoy se manifiestan en países como Bolivia no buscan otra cosa que desestabilizar los estamentos de ese fenómeno colectivo llamado Estado. Dichos movimientos responden a una lógica neoliberal cuyos fundamentos filosófico-políticos están bien afianzados en el pensamiento contemporáneo: si hay algo que se opone a la lógica y existencia misma del […]
Los movimientos secesionistas que hoy se manifiestan en países como Bolivia no buscan otra cosa que desestabilizar los estamentos de ese fenómeno colectivo llamado Estado. Dichos movimientos responden a una lógica neoliberal cuyos fundamentos filosófico-políticos están bien afianzados en el pensamiento contemporáneo: si hay algo que se opone a la lógica y existencia misma del Estado es precisamente la lógica y existencia del Libre Mercado. Está de más decir que el Libre Mercado presupone una dimensión privada, mientras que el Estado se fundamenta en lo social. Se trata entonces de una confrontación filosófica y a la vez política entre el yo y el nosotros.
¿Por qué nace el Estado? Según la ficción que Hobbes construye en su libro Leviatán, el Estado nace de una situación inicial que el autor llama estado de naturaleza. En dicho estado cada individuo es completamente libre y soberano por lo cual no puede convivir con los otros. De allí la célebre frase hobbesiana homo homini lupus: el hombre es lobo del hombre.
Es por ello que Hobbes no tarda en plantear la imposibilidad de ese estado natural y la necesidad de crear un estado (cultural). Son los mismos individuos, de frente a las contradicciones de una libertad individual elevada al rango de dogma, quienes pactan un contrato que les permita superar el impasse de dicha situación inicial. Es precisamente en ese momento que nace como tal el Estado. Los individuos donan parte de su libertad al Leviatán o Estado y en cambio reciben esa seguridad (social) que les permite vivir en común.
He aquí un primer elemento distintivo que nos permite colocar, de una parte, una lógica individualista muy parecida al Mercado neoliberal, en el cual prevalece la guerra de todos contra todos, donde ganará el más fuerte; y por otra, la lógica social amparada en un Estado cuya premisa fundacional es la convivencia en un espacio común de todos quienes lo habitan.
¿No es acaso esta lógica la que se intenta menoscabar a través de las propuestas de fragmentación de los Estados existentes, por parte de lógicas individualistas?
Con el nacimiento del Estado ya no será la parte la que de forma unilateral decidirá el todo, sino más bien será el todo quien a partir de una lógica de conjunto decidirá la lógica de las partes. No es difícil aplicar dichos fundamentos filosófico-políticos a lógicas fragmentarias o lógicas de partes, como lo son las Provincias de Santa cruz, Beni, Pando y Tarija, con relación a la lógica del todo de la República de Bolivia.
Pero hay otras características que definen al Estado así como lo concebimos hoy día: un ejército nacional; el respeto de fronteras nacionales definidas y resguardadas; una cabeza visible o gobierno. La mezcla de todos estos elementos es nada más y nada menos que la llamada Soberanía Nacional del Estado. ¿No es acaso contra estas características de un Estado Soberano que se está armando el movimiento separatista boliviano?
No se puede interpretar de otro modo el «referéndum» que se dio en Santa Cruz-Bolivia el 04 de mayo de 2008, sino como un enfrentamiento directo contra la unidad y la concordia militar boliviana, la estabilidad y conservación de sus fronteras, y más aun, el respeto de un gobierno democráticamente elegido por las mayorías bolivianas y representados por el presidente: Evo Morales.
Es así como, coartando las características del Estado-Nación, como por ejemplo los límites y fronteras, las lógicas secesionistas de las oligarquías bolivianas realizan distinciones entre tierras altas y tierras bajas, con el fin de sustraer de allí identidades fraccionadas a través de las cuales separan los Quechuas y Aymaras de las montañas, de los Guaranís y Blancos de las llanuras con el fin de crear, no más un nuevo Estado, sino lo que es aun más grave, una improvisada «Nación Camba».
El elemento identitario parece entonces tomar un lugar predominante en la lógica separatista contra el Estado boliviano, cuando en realidad no es más que una vil excusa para esconder y maquillar la lógica de Libre Mercado individualista. En la llamada «Nación Camba» y las provincias que se proponen como separatistas se encuentran no sólo los latifundios de las tierras más fértiles de Bolivia, sino también el 44% del PIB boliviano, y lo que es aún más relevante, las mayores reservas de hidrocarburos del país, que son el segundo yacimiento de gas en el hemisferio con 49.7 trillones de pies cúbicos, calculado en 150.000 millardos de dólares. He aquí la verdadera identidad de la «Nación Camba».
Robert Nozick en su libro: Anarquía, Estado y Utopía, define sin lugar a dudas uno de los elementos más importantes de eso que él llama el «libertarismo», que no es más que la elevación al cuadrado del liberalismo, el cual es convertido de este modo en neoliberalismo. El neoliberalismo posee como elemento fundamental la dogmatización de los derechos individuales: «la incursión de una mano, que no sea la del individuo, en su esfera individual, significaría una intromisión irrespetuosa que ningún argumento igualitario puede justificar». Resulta claro que del derecho individual que plantea Nozick surge la relativización ipso facto de un Estado con las características antes planteadas.
¿Qué surge entonces de esta filosofía política neoliberal? La respuesta es simple: el Estado «mínimo» que no es otra cosa que un ente que dona «servicios de protección». Servicios cuya principal responsabilidad es la de proteger a aquellos individuos que, en el estado natural de guerra economisista neoliberal, lograron acaparar el mayor capital en ganancias, dejando en una situación precaria a la mayoría de los individuos. ¿No es acaso esto lo que piden las Provincias separatistas bolivianas?
Si bien es cierto que es precisamente este tipo de protección lo que exigen las Provincias separatistas, también lo es que, el gobierno de Evo Morales, en principio, no estaría dispuesto a reducir el Estado que dirige a un servicio de protección brindado a las oligarquías bolivianas con el fin de defender sus ventajas económicas de las mayorías históricamente explotadas y excluidas.
He aquí el epicentro de la crisis boliviana: en ella se encuentran confrontadas dos visiones filosófico-políticas incompatibles entre sí. Por una parte, una lógica neoliberal amparada en los derechos individualistas y exclusivos para los más aventajados del Libre Mercado, salvaguardados por un Estado «mínimo». Por otra, la de una lógica colectivista fundada en un Estado Social, estructurado a partir de sólidas bases militares, limítrofes, gubernamentales e identitarias.
Pero al analizar la realidad nos damos cuenta que existe una evidente contradicción, pues Estados como los EEUU, aplican un «liberalismo paternalista». Se trata de un liberalismo que, contrariamente a lo que profesa, se funda en un Estado fuerte que se ve reflejado en: defensa a ultranza de sus fronteras contra la inmigración extranjera, musculosos planes estratégicos en seguridad y defensa de la Nación, subvención estatal de rubros estratégicos de su economía, etc.
No obstante lo antes dicho, estos países fuera de sus fronteras, promulgan la ausencia de Estado. En este sentido, es justo preguntarse hasta qué punto dichos países occidentales estarían dispuestos a colocar en la mesa la posibilidad de un referéndum separatista como el celebrado en Bolivia el 04 de mayo de 2008. Imaginemos por un momento someter a las poblaciones afrodescendientes de New Orleans a un referéndum consultivo como el planteado en la llamada «media luna» boliviana.